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POESÍAS

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FASSARA.

MADRID,

IMPRENTA Y ESTEREOTIPIA DE M. RIVADENEYRA calle del Duque de Osuna , número 3.

I872.

POESÍAS

DON GABRIEL GARCÍA Y TASSARA.

POESÍAS

DE

DON GABRIEL GARCÍA Y TASSARA

COLECCIÓN FORMADA POR EL AUTOR.

MADRID,

IMPRENTA Y ESTEREOTIPÍA DE M. RIVADENEYRA ,

calle del Duque de Osuna, número 3. 1872.

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La mayor parte de estos versos vieron la luz desde 1839 a 1842, fecha ya algo larga, en el Correo Nacional, el Heral- do, el Sol y el Semanario Pintoresco, el Pensamiento y otros varios periódicos de aquel tiempo en Madrid y en las provincias ; pero no se publicaron en otra forma, y, salvas algunas excepciones, quedaron olvidados, no sólo del público, sino del autor. Unos pocos sin embargo habían llegado á nuestra antigua América donde habian tenido bastante aceptación, y aun parece que ya por entonces se formó allí de ellos un pequeño tomo de que se hicieron varias ediciones. Lo cierto es que más adelante, por los años de 1 86 1 y 1862, fueron impresos y reimpresos en Nueva Granada, anunciándose la intención de hacer nuevas publicacio- nes á medida que se fuesen allegando los muchos que faltaban, é instándose en varias ocasiones al autor para que hiciese por ó facilitase los medios de hacer una colección más completa y correcta que las que hasta entonces se habian publicado. El au- tor, ausente á la sazón de su patria, no tenía ni proporción ni vagar para reunidos; pero, vuelto á España, y juntándose á aquellas instancias las de algunas personas que habian guarda- do buena memoria de ellos, se ocupó en aquella tarea que antes nunca habia emprendido con formalidad, y tal es el motivo de esta publicación que diversas circunstancias han retardado.

Al hacerla, y siempre con relación á aquellos primeros ver- sos, algo se ha corregido y se ha suprimido más; pero, tratán- dose cabalmente de las composiciones que, acaso por la fortuna

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que suele acompañar a las primicias, son más conocidas en Es- paña mismo, y, siendo notorios los inconvenientes de toda cor- rección que no se hace, por decirlo así, sobre el yunque, ni las correcciones ni las supresiones han podido ser tantas como la crítica más favorable habria aconsejado. Por lo demás, la parte suprimida está más que compensada, no sólo con composiciones inéditas de aquella época, sino también con otras de una época posterior, y aun alguna de fecha bien reciente.

El resultado ha sido formarse un libro más voluminoso de lo que se habia pensado, y en cuya presentación al público el autor, viejo y nuevo, conocido y desconocido al mismo tiempo como poeta, experimentando tal vez las desventajas, no goza las ventajas ni de quien, al presentársele por la primera vez, tiene derecho a contar con su indulgencia, ni de quien, fa- miliarizado ya con él, sabe hasta qué punto puede contar con ella. Lícito ha de serle por tanto advertir que para él, como para tantos otros ingenios más privilegiados, la poesía ha esta- do bien lejos de ser una verdadera dedicación; ha sido sólo una distracción de su ánimo, un desahogo de su inteligencia en los primeros años de su juventud y en otra época aún más pasaje- ra de su vida. Y al hablar así no se entienda que en su lengua- je va envuelto el desden que hombres de ciertas escuelas han mostrado hacia lo que será siempre una de las más altas ocupa- ciones del entendimiento humano, y que está por cierto bien en contradicción con la influencia que á la misma poesía y á la li- teratura en general se atribuye en las revoluciones del siglo. Tanto menos es así cuanto que, dejando aparte la cuestión del materia- lismo y del prosaísmo de la sociedad actual, y por más que en algún sentido pocos hayan manejado tanto como él este tema, su convicción es que hoy, en medio de este inesperado naufragio de todos los modernos sistemas, en medio de este irremediable derrumbe de todas las antiguas instituciones, en medio de este creciente eclipse del mundo moral é intelectual que, formando contraste con el desenvolvimiento del mundo material, se está revelando como el carácter de la época que atravesamos, acaso

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fuera la poesía la que aún tendría algo que decir al corazón y á la inteligencia de las generaciones contemporáneas. La historia del pensamiento humano en períodos correspondientes al que hoy corre la Europa, está bien lejos de desmentir esta suposi- ción ; y , si bien esa historia nos enseña también que á esos pe- ríodos suceden otros de una profunda enervación intelectual, triste sería haber de recelar que la musa de Goethe y de Byron, de Lamartine y de Leopardi, de Quintana, de Espronceda y de Zorrilla, no tuviese ya más vocación que el silencio ante el espectáculo de un mundo que se desmorona.

No es pues á justificarse de haber hecho versos, sino á dis- culparse de no haberles consagrado mayor atención y de no ha- berlos hecho mejores, á lo que el autor destina esta adverten- cia. Desde el advenimiento del romanticismo, expresión, como todas las transformaciones literarias, de una transformación so- cial, la poesía, adelantándose ó siguiendo los pasos de la litera- tura y aun de una parte de la ciencia en general, ha seguido dos principales caminos que han determinado dos diferentes ten- dencias; la una, más popular, más tradicional, más peculiar de cada país, reproducción de la primitiva poesía teocrática y feu- dal de los trovadores, grito instintivo de las antiguas naciona- lidades próximas á transformarse, y que pudiera muy bien con- siderarse como una especie de idealización de lo pasado ; la otra, más reflexiva, más razonadora, más cosmopolita, reproduc- ción a su vez en más de un sentido de aquel otro movimiento del renacimiento clásico y de la reforma alemana contra el cual las dos protestaban por una cuestión de formas, y que ha teni- do todos los caracteres de una aspiración á lo porvenir; ambas, especialmente la última, profundamente revolucionarias en la acepción elevada de esta palabra, ambas enemigas y hasta ca- lumniadoras de lo presente, como si hubiese momentos en que la palabra humana fuese un gas comprimido que no pudiese re- sonar en la sociedad sin causar explosión en la atmósfera infla- mable que la rodea.

De estas dos tendencias, cada una de las cuales ha tenido y

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tiene en España más de un ilustre representante, el autor siguió por instinto la última, y, prescindiendo de toda consideración puramente literaria, no ha sido de los que menos han participado de ese espíritu de invasión intelectual que la caracteriza y que tanto ha contribuido á la anarquizacion moral de la Europa. Y no es, no, que él se formase de esto un propósito; antes al contrario, si algún propósito se descubre en él, si algo de pro- pio y de personal hay en este libro, es la idea de no contribuir a esa obra; hasta su educación clásica le apartaba de ese camino ^ y en todas sus composiciones se encontrará el sello de ese pen- samiento; pero la inspiración no se manda, y, aunque creyendo siempre que tal es el carácter fundamental de sus versos, no es él bastante hipócrita para negar que ha sentido la fiebre y con la fiebre todos los delirios de la generación á que pertenece. Ni ¿dónde está hoy el poeta inocente que, cualesquiera que hayan sido su creencia y su escuela, pueda jactarse de no haber puesto una mano profana en alguno de los principios de la antigua orto- doxia social ? ¿ Dónde está hoy el escritor impecable que no haya contribuido á desmoronar alguna piedra del desmantelado mo- numento de esta sociedad europea que, como las plazas en que ha penetrado ya el enemigo, como las fortalezas en que el com- bate es ya dentro de los muros, sus propios defensores están ayu- dando á arruinar con los mismos proyectiles de la defensa? Una consideración hay que halaga vivamente al autor, y esta consi- deración es que si, como él lo espera, fuesen en este punto cier- tos algunos juicios que se han publicado sobre sus versos y que no están desmentidos ni por el escepticismo ni por la ironía que suelen resaltar en algunos de ellos, no sería de sus manos de las que más acabados de despedazar saldrían los grandes sentimientos y las grandes ideas, ó, lo que es lo mismo, el sen- tido moral que es el mayor cadáver de nuestra época.

Esto por lo que hace al libro en general.

Por lo que hace al poema, ó más bien á la parte del poema que se publica, y cuya fecha se remonta también á 1851 y 1852, muchas fueron las personas, algunas de las cuales han

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desaparecido ya de la escena del mundo en tanto que otras figu- ran todavía en las eminencias de la política y de la literatura; muchas fueron, decimos, las personas de todas las escuelas y de todos los partidos que la vieron con otros trozos al tiempo de su composición, no faltando entre ellas quienes pusiesen em- peño en que, formando por un todo, se publicase desde lue- go con las explicaciones preliminares que requería en su juicio la índole del asunto. Esta necesidad ha sido en alguna manera satisfecha con el prólogo también en verso que se escribió hace tres años , y en que van referidas su ocasión y su historia. El autor en efecto, lejos de proponerse ningún objeto formal, no pensó siquiera en hacer los versos buenos ó malos, pero gene- ralmente serios, que habia acostumbrado en sus primeros años; sino que bajo el influjo de una correspondencia constante é ín- tima con un hombre ilustre que de París le hablaba á menudo de aquellos acontecimientos, y que en una de sus cartas le ex- hortaba á volver a la poesía, en el respaldo mismo de la carta comenzó a escribir lo que después fué una serie de epístolas ex- trambóticas como las que á la sazón andaban muy en boga en- tre nuestros literatos; saliéndole al paso la idea de un poema satírico ó humorístico sobre las cosas de Europa, estimulándo- le los que lo oian con el aliciente que entonces le prestaban las circunstancias, y prosiguiendo él hasta que otras ocupaciones vi- nieron a interrumpirle en aquella tarea después de haber escrito algunos millares de versos que al cabo vinieron á sufrir la suerte de los anteriores en el olvidado rincón de sus mamotretos.

Ahora bien : llegado á este punto, y no experimentando hacia su obra sino el escozor de haber malogrado un argumento digno de la más alta poesía, ¿qué puede él decir que no sea conver- tir en una disertación ridicula lo que, supuesta la índole del poema, no esté dicho en él bajo una ú otra forma? Así como la primera revolución francesa habia sido la señal del adveni- miento de las clases medias, la revolución de 1848 fué desde luego á sus ojos la señal del advenimiento omnímodo y defi- nitivo de las clases democráticas al dominio de la sociedad y á

Ja dirección del gobierno en estas naciones occidentales de Euro- pa que se ha convenido en llamar la Europa latina; y, partien- do de esta idea cuyo germen ya estaba en sus primeros versos, pero no concibiéndola bajo la forma de ninguno de los siste- mas que durante medio siglo se habian estado disputando la do- minación del mundo de la política, sino bajo una sucesión, hoy tal vez no más que inaugurada, de dictaduras sociales como aquellas de que la historia nos ofrece tantos ejemplos, y como la que el segundo imperio napoleónico vino á ejercer en Francia durante veinte años ; partiendo de esta idea , decimos , la fué desenvolviendo en una serie de diálogos y de cuadros que aca- baron por ser como el enorme boceto de una de esas remodela- ciones humanas que ha vistp ya el mundo, y que, si para la hu- manidad en conjunto podrán no ser sino transformaciones y pro- gresos, por lo que hace á las sociedades que sienten esterilizarse en su seno el antiguo principio civilizador, no han sido, no son, no serán jamas sino lo que la historia los ha llamado al fijar sus ojos en la desaparición de los grandes pueblos de la anti- güedad; descomposiciones y decadencias.

Hasta qué punto es posible la verificación de semejante fe- nómeno histórico, la Europa lo ha dicho ya cuando, herida por una súbita luz y nunca desacostumbrada a las grandes guerras, ha visto en la guerra entre Francia y Prusia algo más que una guerra como las anteriores. Pero no es ésta aquí la cuestión. El autor ha sido siempre lo que ahora se entiende genérica- mente por conservador, y a primera vista se advertirá en su obra este criterio. Dado sin embargo su asunto, las conse- cuencias se han sacado por mismas, y estas consecuencias no han sido siempre las que él hubiera querido sacar. Y aquí hay que repetir lo que se ha dicho arriba: á tiempos hemos llegado en que, una de dos cosas; ó hay que condenarse á no hablar y á no escribir, ó hay que resignarse á coadyuvar fatal- mente á la obra de un siglo por esencia y potencia demole- dor; porque lo mismo las afirmaciones que las negaciones, lo mismo los sistemas antiguos que los modernos, lo mismo la

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evocación de lo pasado, que la conservación de lo presente, que la aspiración al porvenir, todas las ideas, todas las teorías, al pasar por el crisol de la química intelectual estos tiempos, to- do se convierte hoy en instrumento de destrucción del anti- guo edificio; todo contribuye a empujar y á precipitar por la pendiente del espacio y del tiempo que parecen plegarse á nues- tras plantas y sobre nuestras cabezas, la carroza incendiada de aquella civilización omnipotente que los hombres de este siglo habíamos coronado con todas las coronas de una adoración ver- daderamente pagánica, cuando, atribuyéndonos a nosotros mis- mos la infalibilidad de los oráculos que habiamos derribado, le atribuiamos a ella el poder de resolver pacífica y definitivamen- te el problema insoluble de las revoluciones humanas. Y no hay distinciones que hacer aquí; el error ha sido común a todos los que hemos partido de ciertos principios, y nuestra orgullosa in- teligencia experimenta hoy una profunda humillación al mirar otra vez delante de las catástrofes de las antiguas civiliza- ciones.

No se ocultan al autor los inconvenientes que en cualquier posición activa puede tener una publicación de esta especie; pero, alejado hoy de la vida pública, y aun suponiendo el caso poco probable de que hubiese de volver á ella, no tiene por qué detenerse ante consideraciones que sólo le tocan á él mismo. Ni es, no, una sátira del gobierno representativo, es decir, del gobierno que él defendería siempre en la ocasión, lo que él se ha propuesto escribir. Lo que sentiría haber hecho es su ele- gía. Veinte años van a cumplirse desde que se escribieron estos versos, y, si no se tratase sino de una cuestión de formas, no cabe duda en que el gobierno representativo habría adelantado algo en el mundo ; pero si ese gobierno debió ser, como de cierto lo fué en la mente de sus fundadores, el medio eficaz de abolir, á lo menos por largos períodos, la intervención de la fuerza en las cuestiones de la política, menester es confesar que la práctica ha correspondido bien mal á la teoría en las naciones del continen- te. El único país donde el gobierno representativo ha cumplido

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su objeto es la Inglaterra, si es que el sistema «esencial- mente parlamentario» inglés, y nótese bien la diferencia, tiene de común sino ciertas formas con el sistema «rigorosamente constitucional» de la Europa moderna; y se ve ya el dia en que la constitución inglesa , aquella constitución empírica é irre- gular, pero tradicional y espontánea, verdadero molde de la sustancia de un gran pueblo , comience á degenerar en una de estas constituciones doctrinales y simétricas, pero artificiosas y poco elásticas, que en las naciones recientemente constituidas no han sido hasta ahora sino la dictadura de los partidos y el ins- trumento de las revoluciones. Sea como quiera, el autor que ni escribia para el público, no es de los que tienen nada mejor que sustituir al gobierno representativo aun tal como existe, y lo que desearia es alimentar la confianza en que parecen persistir hombres políticos de diferentes escuelas de que en este otro molde, ora más ancho, ora más estrecho, han de caber todavía las futuras revoluciones de Europa.

Por lo demás, está bien seguro de que, al presentar en cierto jocoso predicamento á varios personajes de aquella época, algu- nos de los cuales, como Mr. Guizot, Mr. Thiers y Napoleón III, no sólo viven, sino que han representado ó representan aún gran papel en la historia contemporánea, ni más ni menos que cuando ha tratado de la multitud de personajes históricos que más ó menos ocasionalmente ha ido encontrando en su camino, nadie descubrirá en él el espíritu de denigración é injusticia de las pa- siones políticas del momento ; sino que, prescindiendo por regla general de todo género de personalidad, lo que ha hecho ha sido calificar en ellos con acierto ó error las ideas, los sistemas, las situaciones de que han sido y serán representación y personi- ficación en la historia. El mayor ejemplo de esta verdad es el amigo ilustre á quien iban dirigidas estas cartas, y al cual estaba tanto más acostumbrado á considerar cuanto que, ademas de profesarle una profunda estimación y un sincero cariño, admi- raba en él al grande escritor, al grande orador, al hombre de genio de que podia enorgullecerse la España ; al verdadero jefe

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intelectual en fin de este nuevo partido del catolicismo políti- co y militante que con el nombre de neo-catolicismo se presen- taba á la sazón inesperadamente en la lucha; partido que tiene a lo menos la significación y el valor de ser la absoluta y so- lemne, aunque tal vez también impotente y postrera, protesta de la Europa tradicional y antepasada contra la Europa mo- derna y revolucionaria de nuestros dias. A mayor abundamien- to, trozos serios hay en que están salvados estos inconvenientes, y a los cuales se remite con entera confianza el autor para el caso de que sus juicios valiesen la pena de ser tomados en cuenta por algunos de sus lectores.

Hechas estas salvedades, poco ó nada habria que añadir aún sobre la totalidad del poema. De él se ha hablado alguna vez con el título de «Luzbel)); pero este que hoy lleva ha parecido más adecuado á la parte que se publica, y que sale á luz tal como se escribió sin más diferencia que alguna adición muy accidental en la tercera epístola. Bastante más podría publicar- se, y quizás habria en ello cierta oportunidad, porque los vientos del mundo intelectual, como los otros vientos, se han vuelto ya contra esa grande y noble Francia que natural- mente era el primer cadáver de la mortandad de la Europa; pero nunca sería éste el éxito á que aspirase el autor, y, no siendo en realidad todo ello sino un vasto embrión con gran- des vacíes aún en lo que puede considerarse ya hecho, la pu- blicación en fragmentos, salvos los ya publicados y que también van aquí, sería renunciar definitivamente á la terminación de una obra que tal vez está destinada á quedar donde está, pero que, tal como es, pudiera concluirse en una de esas temporadas de estro en que los versos y las prosas se forman , como por combustión espontánea, en una cabeza poseída de un pensa- miento.

En resumen, si cierta clase de estímulos fuesen suficientes para justificar una publicación, pocas estarían más justificadas que la presente ; pero para versos hechos hace veinte y treinta años la generación actual es ya posteridad, y la posteridad no

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se deja seducir por amistosas parcialidades. La misma actuali- dad que los acontecimientos del mundo han venido á dar a los asuntos tratados en ellos con preferencia, no bastan á comuni- car el interés y la vida del momento presente a la forma en que entonces podian ofrecerse á la fantasía. Algunas composi- ciones,— fuerza es repetirlo, no han hallado cabida en este libro sino por su ya irremediable notoriedad. En él se incluyen otras de circunstancias políticas, en las cuales no hay nada de que retractarse ni de que arrepentirse, pero cuyo lenguaje se resiente algún tanto de la pasión de partido. El autor en fin siente una desconfianza que sólo mitiga la idea de la poca res- ponsabilidad que hay hoy en arrojar un libro á esta corriente, cada vez más impetuosa, de la publicidad que todo lo recibe en su seno, y cuya ola inexorable es la que se encarga de decir lo que ha de sobrenadar en los océanos tranquilos de la inte- ligencia.

Una sola cosa falta añadir, y es rogar a la juventud hispano- americana que dispense á esta colección el favor que dispensó hace ya años a algunos de sus versos. Al autor le sería tanto más lisonjero su voto cuanto que, sin haber podido nunca cumplir el deseo de visitar aquellas regiones, pocos han tenido más ocasión de aprender con el trato y el ejemplo de muchos de sus hombres más eminentes que, no sólo no está extinguido aquel noble patriotismo de familia cuya inspiración nos hubie- ra ahorrado graves errores, sino que ahora como siempre es un orgullo escribir en una lengua que se habla en tanta parte de la tierra civilizada , y que, a pesar de todas las preocupaciones y de todas las profecías, no sólo no desaparecerá de la América, sino que será uno de los idiomas dominantes de la nueva era en que hoy entra la civilización del mundo, y cuyo principal tea- tro ha de ser aquel continente.

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POESÍAS líricas.

PARA UNA COLECCIÓN

DE LOS PRIMEROS VERSOS DEL AUTOR

QUE DEBIÓ HACERSE EN 1 844.

Memorias son del alma : los placeres Que el amor me brindaba en copa de oro, El ¡ay! de la pasión envuelto en lloro,

Y la dulce ilusión de las mujeres.

Vertí en el mundo de mis propios seres De la imaginación el gran tesoro; Tal vez levanto el vuelo al Dios que adoro,

Y oso á sus plantas exclamar: «¿Quién eres?)) Pero volví mi vista á las naciones;

Inmenso mar en tempestad sombría, Las vi sin Dios ni libertad turbarse;

Y si vuelven á oirse estas canciones, No serán sino un himno de agonía A esta Europa que corre á suicidarse.

LA NOCHE.

Como gigante armado De coraza inmortal de escamas de oro, De las lindes del mar que con sonoro Cántico le saluda alborozado, He visto yo lanzado Al astro rey en el inmenso Oriente: Impetuosamente En la rojiza diestra Alzó el arpón de su flamante lumbre; Lo vibró, lo arrojó, y escandeciente Rehiló del cielo en la zafírea cumbre Y se clavó en los muros de Occidente.

Todo fué luz y animación y vida, Como ahora es todo oscuridad y muerte; Repliégase en la sombra entumecida, ¡Noche de horror! naturaleza al verte. Envuelven la extensión tus negros velos; Calla el mundo ante tí, callan los cielos Al tocarlos su cetro funerario;

3 Y enlutada con tétricas preseas, Del desierto cénit te enseñoreas, Como yo de este campo solitario.

¿Qué es el mundo en tus brazos? ¿Qué es el mundo Cuando no se le ve? Sombras te ciñen, Te cerca inmensidad. Tu voz silencio, Oscuridad tu luz. Inmensa fuente De alta contemplación brota en tu seno, Y en se goza reposando el alma, Ya apenas turbe el céfiro tu calma, O ya te arrulle retumbando el trueno.

Yo gozo ¡oh noche! en tí. Velada en sombras La faz sublime, revolando en torno La veste densa que los mundos cubre, Las horas de su imperio Anuncia el querubin y en tu presencia Se llena inmensamente el hemisferio. :Oh noche! el misterio De la creación. Sepulta en Occidente Tu mano al sol, y fúlgidas y bellas Con tibio resplandor tantas estrellas De tus sombras ¡ oh noche ! arrebatadas En el glacial torrente, A los pies de tu trono están brillando, Y a tu invisible frente En espléndido círculo formando Magnífica aureola : Sola en el mundo estás y reinas sola.

4 En pos la blanca luna, Extendiendo su disco de topacio, De invisible cadena suspendida, Baña en su luz los senos del espacio. Retiembla ya perdida En la vaga extensión del firmamento,

Y al desplomarse el viento Arrastrarla parece en su caida. Tiembla otra vez. Las nubes Velan su clara faz; mas prosiguiendo Su eterno rumbo en el cénit trazado, Torna en su luz á esclarecer la esfera,

Y en las ondas del piélago argentado Cien prismas luminosos reverbera.

Gózate ¡oh noche! en su esplendor. No ha mucho El sol mi frente ardia, Y la tierra en cien rayos revolvía Su rayo abrasador. El aire era El humo de un volcan. Pero estos auras,..,, En la oscura caverna de la fiera, Ó á la sombra tal vez del sauce amigo, No busco ya un abrigo

A la intemperie y al calor Es puro

El aire que respiro

Como las brisas del Abril , es puro

Como un dulce suspiro

Que vagase en los labios de natura,

Como también es pura

Esa alba luna que en su lento giro

Aman mis ojos contemplan....

5 ¡Vosotras, Almas de hielo sin placer, sin pena

Y sin felicidad! Entre el perfume De la esencia asiática que exhala En bacanal festin el pebetero,

Al fulgor de magnífica bujía,

Al eco de la orquesta placentero

Que atruena la espaciosa galería,

Gozad, yo no os envidio; que en el lecho

De ébano y oro y de damascos hecho,

En los brazos de frágil cortesana,

Bajo el dorado techo

Os sorprenda el albor de la mañana.

Si no nacisteis para ser felices,

Volad tras el placer. Yo aquí contento

Más que en áureo salón entre tapices,

Levanto mi cabeza al firmamento,

Y engrandecerse siento

Mi corazón, mi ser. Entusiasmado Al Dios que me ha criado Alzo los ojos y la voz, le veo; Su dedo omnipotente Ha tocado flamígero mi frente.

Yo soy mayor. Un mundo A mi placer me creo, Y solo estoy en él, que no me arredra El graznido del cárabo que yerto Entre el ramaje muerto Del ciprés melancólico, en la piedra De la entreabierta tumba

6

De losa en losa hasta en el alma zumba. ¿Qué me dice tu voz, cantor supremo? ¿Qué me dice? ¿La muerte? Y ¿yo la temo, Yo que soy inmortal?— Aunque la huesa Mi polvo mezcle con su polvo un dia, Esta llama, esta luz que al cielo guia,

Y hasta el trono de Dios, hasta su seno, Remonta la inflamada fantasía,

No se apaga jamas Retumba, ¡oh trueno!

Y anuncia ya mi hora

Vén, rayo, vén Ahora

Que entre tumbas estoy ¿Cuándo más lleno

De la sublime idea

De eternidad, de muerte?

Mi sien el aire de la tumba orea,

Un túmulo es mi asiento;

La niebla de la noche

Entre la hueca calavera humea,

Y silba en ella pavoroso el viento.

¡ Meditación sublime! ¡Genio de paz y de entusiasmo! El vuelo Dejas atrás del águila: las nieblas Del valle son tu manto, La soledad tu atmósfera y tu encanto, Y el foco de tu lumbre las tinieblas.— Tu voz el elocuente Silencio de los bosques ó el bramido En la negra montaña del torrente : Te da su colorido El iris encantado

7 De la imaginación y de la mente,

Y es el mundo en que habitas lo pasado

Y el hondo porvenir y lo presente. ¿Tú abandonarme? Nunca, Nunca jamas. Mi alma

No busca ya en el sueño,

En el olvido de mi ser la calma ,

Y altiva, libre, ardiente, Sacude de mi sien la adormidera : ¡Harto en la tumba que dormir la espera!

Mil siglos han rodado En columnas de fuego sobre el mundo,

Y el mundo amedrentado Ha visto presagiarle su caida

De la nada en el piélago profundo

Media creación hundida.

Cimbráronse los polos

Bajo la inmensa mano

Del gigante huracán, y el peregrino

Entre el betún volcánico ya en vano

Del Vesubio el escombro pulveriza

Para hallar entre pálida ceniza

El escombro fulgente de Herculano.

¿Dónde estuvo la Atlántida? Buscadla

En el fondo del férvido Océano :

Sin norte los navios

Que en sus playas recónditas surgieron,

Las férreas anclas al azar botaron,

Y entre escombros de Atlántida se hundieron,

Y en las torres de Atlántida se hincaron.

Profunda como el mar, en todas partes Del tiempo que ya fué la huella veo,

Y en el destrozo universal que existo, Que existir puedo aún apenas creo. Tronó de Dios la maldición. Se alzaron Los pueblos de la tierra,

Y al grito heroico de venganza y guerra A la liza en tropel se abalanzaron.

Su consagrado acero

Alcanzó bajo el solio á los monarcas,

Y al tremendo vaivén se desplomaron Los frágiles colosos

De la infamada humanidad. ¿Qué resta De su esplendor primero, De su grandeza ya? Sólo el reguero De sus inultas víctimas. Un hombre Es ya vencido el formidable atleta,

Y el brillo de su nombre

La ráfaga sangrienta de un cometa Que en los anchos espacios errabundo Corrió, yermó la inmensidad del mundo.

¿ Quién sabe si este polvo Que en humo se levanta Al asentar mi planta No es el polvo tal vez, no es la ceniza Que ayer llorosas á exhumar corrieron Con vanas é impotentes oblaciones Al redor de una pira cien naciones ?

¡Oh vanidad! ¡oh escarnio! ¡oh impotencia! ¡Oh don de una terrible providencia! ¡Vivir para morir! Y alza en su orgullo La dominante sien. Y entona un canto De amor y gratitud. Y mientras huellas De cien humanidades las reliquias, Ensálzate ¡oh mortal! en la alta idea De tu inmortalidad. Sobre mi pecho Cruzo los brazos yo. Tiendo mis ojos Sobre la tumba universal y á todo Le pregunto por Dios. ¿Dónde está, dónde? Y nadie me responde.

¿Nadie? ¿Es verdad? ¿En lo interior del alma Una voz no sonaba hace un momento Que al corazón sediento En su eterno anhelar con sed de calma, De Dios estaba y como Dios hablando? ¿Quién esa voz pudo acallar? ¡Ah! ¿Cuándo Venceré estos rebeldes pensamientos Que á merced de los hados iracundos Me arrastran ¡ay! por ignorados mundos, Como á ramo tronchado inquietos vientos? ¿No hay para el alma luz y eternamente Será la humana mente, De paz, de dicha y de ilusión desnuda De la tierra y del cielo en los senderos, Pasto de estos buitres carniceros, La horrible negación, la horrible duda?

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Vén y muéstrate, ¡oh Dios! y sepa el alma Que para ella no hay muerte. Rodeadme, Visiones de otros mundos, y decidme Que es algo más la eternidad que un nombre, Que hay algo de inmortal y que es el hombre. Venid, cercadme y removed la tierra, Los sepulcros abrid, lanzadme en ellos; Que sepa yo cuanto la tumba encierra, Y ¡oh arcanos de la muerte! revelaos. ¡Ah! sí. Mi alma es un caos Lleno de inmensos gérmenes y sabe Que en la tumba no cabe.

II

LA FIEBRE.

Esto es morir Mi corazón, mi frente

La fiebre quema y el afán devora, Y el rayo azul de la naciente aurora Penetra en tanto hasta mi lecho ya.

Despierta el mundo como yo despierto : El despierta al placer y a la alegría; Yo despierto al dolor, á la agonía Que mi existencia atormentando está.

¡Ah! sí; que el mundo de la paz el sueño En su lecho de sombras ha dormido, En tanto que mi lecho han combatido Negros fantasmas de inquietud y horror.

Ni una ilusión entre celajes de oro Vino a templar mi bárbaro martirio, Ni a engañar con ensueños mi delirio Cándida virgen de celeste amor.

No escucho yo de las volantes auras El trémulo batir entre las flores, Ni al son del viento la canción de amores Que las hijas del valle entonarán.

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En vano el pino doblará en los montes Sus plumeros flotantes de esmeralda , En vano su magnífica guirnalda A los vientos los sauces ondearán.

Yo que de esa feliz naturaleza, Tan pura y tan hermosa en la mañana, Las nubes de oro y de zafiro y grana Flotar en torno de mi frente vi;

Yo que siempre ante el sol sentí exhalarse De mi cítara un canto de alegría,

Y redoblarse la existencia mia En el placer de la creación sentí;

Yo en este lecho me revuelco ahora, Yo maldigo mi lúgubre existencia,

Y ¡oh, si no hubiese en mi letal demencia Dulce esperanza de vivir y amar!

Un principio de vida inagotable Late en mi corazón, piensa en mi mente : ¿ Quién alcanza esta sangre tan ardiente En este ardiente corazón á helar?

La muerte ¡Ah! sí. ¡Desesperada, horrible

Necesidad del ser! ¡Brazo de hierro Que al mísero mortal en su destierro Lleva al sepulcro hasta dejarle en él.

Arrastramos la vida por el mundo Entre espinas y víctimas y escombros; Inmensa carga en nuestros flacos hombros, Aun nos la haces amar, ¡oh hado cruel!

'3

Y en tanto á no volver pasan las horas Y no pasa el dolor. ¡Oh, si a lo menos De esos campos espléndidos, serenos Pudiese yo los aires respirar!

Una corona de nacientes flores, Empapadas en gotas de rocío, Viniera allí con delicioso frió Mi turbulenta sien á refrescar.

En fresco lecho de oreantes hojas Mis miembros de dolor reposarían; Como nubes los bosques cimbrarían Sus retemblantes copas sobre mí.

En ellos la salud, y si la muerte En los bosques también fuera entre ñores, No con tantos tormentos y dolores Como me están despedazando aquí.

Naciera yo, naciera en las montañas, Yo que admiro su rústica belleza, Más cercano de tí, ¡naturaleza! Con tu luna, tu sol, tu inmensidad.

Y salvando las breñas y torrentes De las fieras salvajes al bramido,

No hubiera con su aliento corrompido Mi falleciente ser la sociedad,

Y no que estoy con rabia contemplando, Desde el profundo abismo de mi suerte, El triste pensamiento de la muerte

Las horas de mi vida presidir,

H Si es lo que suena mi tremenda hora , Llevaré hasta la tumba mi deseo. ¡ Crepúsculo oriental ! yo no te veo, Ya para no hay sol Esto es morir.

DIOS.

Mírale, Albano, y niégale. Es Dios, el Dios del mundo, Es Dios, el Dios del hombre. Del cielo hasta el profundo Por medio de los cielos deslizase veloz.

Mírale en ese carro de arrebatadas nubes : Mírale entre esos grupos de espléndidos querubes : Oye en el son del trueno su omnipotente voz.

¿Adonde va? ¿Qué dice? Como le ves ahora, De la creación atónita en la suprema hora Precipitando mundos bajo sus pies vendrá.

Al aquilón postrero que aguarda en el abismo, Tal vez le está diciendo en este instante mismo : «Levántate», y mañana la tierra no será.

¡Ah, miserable el hombre que dice que no existe! ¡Desventurada el alma que á esta visión resiste, Y no levanta al cielo los ojos y la voz.

¡Señor! ¡Señor! te escucho. ¡Señor! ¡Señor! te veo. ¡Oh tú, Dios del creyente! ¡Oh tú, Dios del ateo! Aquí tienes mi alma Tómala eres Dios.

i6

A JUSTA.

¡Divinidad feliz! ¡Alma belleza! Bajo todas tus formas yo te adoro : Ansiando contemplarte en tu pureza, En todas partes sin cesar te imploro : Tu templo la inmortal naturaleza, Los prodigios del mundo tu tesoro, Y envuelto en nubes de perpetuo incienso, Amor te rinde el sacrificio inmenso.

Amor, amor que ante tus pies rendido^ Dichoso esclavo en tu dichoso imperio, Con la magia secreta de un latido Las almas liga al blando cautiverio. El mundo que es amor, porque él ha sido Su ley primera y su primer misterio, Bello es por tí. ¿Qué es ¡ay! naturaleza Sino el amor que abraza á la belleza?

La aurora ardiendo en luz que al mundo llueve, La hermosa primavera orlada en flores, La onda azul que las riega, el aura leve Que empapa la alba pluma en sus olores,

*7 La frente del invierno envuelta en nieve

Y la sien del verano en resplandores, El cielo, el sol que desde el cielo envia En torrentes de ráfagas el dia;

Todo cuanto en la faz de la existencia, Ora en la vida ó en la muerte existe, Es la belleza en su divina esencia Que luz y formas y colores viste. El alma es el amor. Su omnipotencia Del tiempo edaz al ímpetu resiste,

Y en el mundo sin fin yaciendo interno, Con juventud eterna lo hace eterno.

Vedla : en el cielo, en la mitad del cielo La esposa del crepúsculo aparece,

Y astro de paz y nuncio de consuelo, Entre las sombras y la luz se mece. Al alba el manto yála noche el velo Ciñe y se ruboriza y se oscurece,

Y entre tantas creaciones la más bella,

El mundo es del amor, de amor la estrella.

Belleza, amor que para ser hermanos Unisteis al nacer vuestra existencia,

Y al mundo su esplendor y á los humanos La dicha da vuestra inmortal presencia; ¿Dónde, decid, los hados soberanos Vuestro germen han puesto y vuestra esencia? ¿Dónde el tipo magnífico, el modelo

Fijó de amor y de beldad el cielo?

r8

Miradla; es la mujer. El gran momento Fué de su animación. Naturaleza Bañó la faz en celestial contento

Y admiró la beldad en su pureza. Amor en su más dulce sentimiento

Y en su forma más bella la belleza Del seno de los ángeles manaron,

Y ¡oh admiración! á la mujer formaron.

Solo el mortal en la creación yacía, De las manos de Dios salido apena,

Y en su estupor las horas consumía Mudo, insensible, sin placer, sin pena : Faltaba el lazo que de unirle habia De los seres del mundo á la cadena,

Y en la vida común él solo inerte, Nacido él solo pareció a la muerte.

Vio empero á la mujer. Por vez primera Blando placer su corazón ungía. Sintió y amó. Naturaleza entera Con su más bello ser se embellecía. Su mirada tendiendo por la esfera De la mujer al cielo las volvía,

Y ella fué el lazo, el eslabón divino

Que á Dios le unió y á su inmortal destino.

Habla y habla el amor, y el grande arcano Su propio sentimiento le revela Del ser eterno que la eterna mano En las entrañas de los mundos cela.

19 Lanza un suspiro : el céfiro liviano A las cavernas de los ecos vuela : Lo aprende un eco y al mortal lo envia,

Y el hombre ya comprende la armonía.

Ya es poeta, ya canta. Allá en su cuna Lazaba iris de paz los elementos : Tranquilo el sol, espléndida la luna, Sin furia el mar, sin tempestad los vientos. Reposando el mortal en su fortuna, La mente, el alma de admirar sedientos, Su admiración con nueva idolatría De la mujer al seno le volvia.

Despliega el bosque su ramaje umbrío, La gruta se abre de perfumes llena,

Y entre las flores vuela a su albedrío Del aura leve la gentil sirena.

Tal vez henchido ostenta de rocío Su cáliz de alabastro la azucena,

Y enlazándola en ramos de esmeralda, El amor al amor da su guirnalda.

Y allí en los valles del Edén sereno, Bajo el sauce gentil que al aura ondea, Del aura el son que el agitado seno Con el vapor de la mañana orea; Al son de la onda que en el cauce ameno Bajo un dosel de flores serpentea, Alzan, los corazones palpitantes, Sus cánticos de amor los dos amantes.

20

¡Amor! ¡Felicidad! ¡Ah! sed dichosos, Agotad ese cáliz de delicias; Guirnaldas son los lazos venturosos Que enlazan vuestro cuello en sus caricias. El mundo en vuestro tálamo, ¡oh esposos! El universo os brinda sus primicias : Amad, gozad del cielo en la presencia: Esa felicidad es la inocencia.

Venid, volemos. De la edad primera Quiero habitar las blandas soledades, Do vio á sus pies brotar la primavera La hermosa juventud de las edades. Gozoso el mundo en donde el hombre impera, Levanta como el hombre á las deidades De inocencia y de paz los dulces nombres..... El puro amor de los primeros hombres.

¡Oh Justa! deja que mi mente vague Por un mundo de encanto y poesía, Donde el amor de la inocencia halague Con celeste ilusión el alma mia. ¡Ah! nunca, nunca mi entusiasmo apague La impotente verdad que el alma enfria : Lejano el mundo en mis delirios miro,

Y soy feliz, feliz mientras deliro.

No es ilusión. Para el amor nacida Fué la mujer la inspiración primera; La mujer y el amor fueron la vida,

Y amor llenaba la creación entera.

21

Abierto el pecho á la ilusión querida, La voz del hombre resonó en la esfera,

Y el genio que es un Dios ornó de flores La cítara inmortal de los amores.

Así rendido al yugo lisonjero,

Y en dulce esclavitud el alma esclava, Cantaba yo con himno placentero,

La lucha, el ansia de mi amor cantaba. Fué el primer ¡ ay ! mi cántico primero De aquel primer amor que me inspiraba,

Y hoy con nuevo placer, con nueva pena Del alma herida en lo profundo suena.

Resuena, sí; y al canto, á la armonía, Como el fénix, mi espíritu revive; Crece en la exaltación mi fantasía, Mi corazón del entusiasmo vive. Recibe la que mi voz te envia, La ofrenda de mi cántico recibe;

Y á mi blando laúd ciña otra rosa,

Don de amistad, la mano de una hermosa.

22

MEDITACIÓN RELIGIOSA,

Yo te adoro, gran Dios. El alma mia, Como exhalada nube, En alas de mi ardiente fantasía Hasta el Empíreo sube.

Sube, y el trono del Querub mi asiento, Y el cielo es mi morada,

Y contemplo á mis pies el firmamento,

Los mundos y la nada.

Sube, y el rayo de la eterna lumbre Cual un perfume aspira,

Y reina en la creación y allá en la cumbre

Como un planeta gira.

¿Quién dijo : «El mundo se engendró á mismo. Su Dios es el acaso»? ¿Quién, que no halló bajo su pié el abismo Al avanzar su paso?

*3 ¡ Ay! Es verdad : en mi razón la duda Se apacentó algún dia; Yo quise ver la realidad desnuda Del mundo en que vivia.

Y en mi estéril razón desencantados El mundo y su belleza, Á un confuso tropel de ciegos hados _^ Di la naturaleza.

¿Dónde ya la ilusión si la esperanza Desparecido habia, Al fenecer en su feliz bonanza De la creencia el dia?

Ciego embrión de seres abortados Por un fatal destino, Por la muerte en la tumba despeñados En medio á su camino;

Trasformacion sin límites del lodo En que mi planta hundía, Naciendo todo y pereciendo todo Allí donde nacia;

Eso fué el mundo para mí. Un abismo, Y en ese abismo nada : Yo llevé la impiedad al fanatismo, La voz del alma ahogada.

24

¡Perdóname, Señor! Hálito inmundo Bebiendo de impureza, Sobre la tumba universal del mundo Doblé yo mi cabeza.

Y la noche pasó, y el claro dia Con su luz, con su velo, Y yo no levanté la frente mia Para mirar al cielo.

Pero tu voz que en la extensión resuena. En cántico sonoro, El alto son que el universo llena De tus cien arpas de oro;

El eco melancólico que vaga Por la extensión vacia, Cuando la tarde en Occidente apaga Con la tiniebla el dia;

Ese acento inmortal que en la mañana, Cuando el Oriente dora, Resbala sobre el tálamo de grana De la naciente aurora; .

Esa voz, voz del cielo, de otro mundo Vago, inmortal sonido, Volvió, volvió a sonar en lo profundo Del corazón herido.

25

Yo te adoré sin sondear tu arcano , Y sobre el alma mia Vertió, Señor, tu omnipotente mano Tu cáliz de ambrosía.

En todas partes ya mi vista asombra De tu poder la muestra; Yo contemplo en la luz, busco en la sombra El sello de tu diestra.

Del universo en los profundos senos Tu nombre allí, tu gloria, Llenos están de tu grandeza, llenos Los siglos y la historia.

¡Triste razón! En su mezquino vuelo Hasta la tumba alcanza; De la tumba á los ámbitos del cielo La senda es la esperanza.

Ni es dogma, no, la religión del hombre, Ó ciencia ó pensamiento : Si el alma tiene para Dios un nombre , Dios es un sentimiento.

Esta gran sed del corazón ardiente , Este afán, este anhelo De un ser más grande á quien rendir la frente De un bautismo en el cielo;

26

El instinto inmortal de un gran destino Que ignora y que desea, ¿No son, Señor, de tu poder divino La inapagable idea?

¡Oh ser del ser! Los astros y los mundos Te cantan y obedecen, La tempestad, los piélagos profundos A tu voz se estremecen.

Tu providencia que el misterio vela Desde la inmensa altura Sobre las alas del arcángel vuela Y encarna en la natura.

Y da la luz al sol con tu mirada Y al mar los aquilones; Mueves tu voluntad y la honda nada Se puebla de creaciones.

¿Adonde, adonde volveré los ojos ¡Oh Dios! que no te vea? De los mundos que han sido en los despojos La mano está que crea.

«Dios» en la tumba en que la noche mora Grabó tu ardiente mano; «Dios», al mecer la cuna de la aurora, Exclama el Océano.

27

«Dios», graba el rayo al encender su lumbre Del huracán el seno; «Dios», clama el eco de la ardiente cumbre Que despedaza el trueno.

De la extensión espléndida en la frente Está su nombre escrito; El alma en todas partes y la mente Encuentran lo infinito.

¡ Oh! ¿Qué es el hombre cuando rompe el lazo Que le une á su alta suerte, Y de la madre tierra en el regazo Siente latir la muerte?

Yo con la fe del corazón venero Tu santa omnipotencia ; Yo exclamo: «Dios», y el universo entero Se inclina en mi presencia.

Solo, gran Ser, como tu gloria es sola, Do quiera te contemplo; Tu altar el sol, los astros tu aureola, La inmensidad tu templo.

Sí: que, aunque nunca la razón comprenda Que a la fe conduce, Que á los ojos cubiertos con su venda Un sol eterno luce;

28

Lo sabe el alma y en su luz enciende La osada fantasía, Y las tinieblas del misterio hiende Tras el eterno dia.

Lo sabe ¡oh Dios! y á conquistar se lanza Desde el mezquino suelo, Exhalada en dulcísima esperanza, Su altar, su patria, el cielo.

Allá en la inmensidad fulgente ondea De eternidad la palma: Bajo su copa que al Edén sombrea Va á reposar el alma.

Y en el seno de mil eternidades Blandamente adormida, La alimenta el maná de las deidades Y hasta la muerte olvida.

*9

AL SOL.

El carro de oro y el bridón de llama Lanzas ¡oh Sol! á la celeste cumbre,

Y á torrentes vivífica tu lumbre

Por los mundos que laten se derrama.

En medio al cielo que tu luz inflama Pareces sostener su pesadumbre,

Y de seres sin fin la muchedumbre

En himnos mil su procreador te aclama.

¡ Gigante de los astros ! ¡ Rey del cielo ! ¿Qué extraño ¡oh Sol! que el hotentote rudo Su Dios te implore y tu piedad demande?

Si con la mente ó el sentido el velo Que le oculta á su Dios rasgar no pudo, ¿Qué obra de Dios adorará más grande?

3o

LA ENTRADA DEL INVIERNO.

Á ALBANO.

Ya viene, ya, con su celeste coro De brumas y de nieblas y aquilones : Ya viene, Albano, la estación que adoro Con su entrañal tesoro De profundas y agrestes emociones.

Oye los robles de la selva anciana Que en airado vaivén el viento impulsa, Sonar como una lira sobrehumana Que en la extensión lejana De la ignea tempestad el genio pulsa.

Mira en el vasto cielo los nublados Precipitarse en impetuoso vuelo Como ejército de ángeles alados, Y en el cénit alzados Al sol velar en la mitad del cielo.

3* Míralos entre eléctricas vislumbres Abarcar los opuestos horizontes, Y amontonados en las altas cumbres, Formar sus pesadumbres Pirámides de montes sobre montes :

Mientras rodando por la nube ardiente El trueno, voz del Hacedor eterno, El campo en torno sollozar se siente,

Y clamar el torrente

Y la tierra clamar : «¡Invierno! ¡Invierno!»

Balad, ovejas, retirad, pastores, El ganado al redil. Naturaleza, Da un adiós a tus brisas y a tus flores, Recoge tus verdores Y reclina en la escarcha tu cabeza.

Mas ¿por qué abandonar esta morada De paz y bienandanza y alegría,

Y el blando despertar con la alborada,

Y el aura perfumada

Y el fragor de la ardiente montería?

¿Por qué desamparar la abastecida Mesa de blanca leche y pan moreno,

Y el vino fulvo que a ensoñar convida,

Y el hambre bendecida

Que el más rudo manjar nos hace bueno?

22

¿Por qué, por qué trocar el noble oficio De tanta agitación en tanta calma,

Y el sueño siempre á nuestro afán propicio,

Y el áspero ejercicio

Que al cuerpo da salud, salud al alma?

¿Adonde, caro Albano, adonde vamos? ¿Qué nos da la ciudad ó quién nos llama, Que este rústico albergue abandonamos, Y á consumirnos vamos, Mariposas incautas, en la llama?

Allí el estudio ingrato y la vigilia, No ya á los goces de la mente dada, Sino á aquella escolástica familia Cuya incesante homilia La mente oprime, el corazón enfada.

Allí las graves aulas, Capitolios De la ignorancia con sus triunfos vana, Los ergos, los digestos, los escolios, Los bárbaros infolios, Insano pasto de la mente insana.

Allí esa ciencia de las rancias leyes, Urdimbre de la fuerza en su victoria, Con que entretejen las humanas greyes Los mantos de los reyes Y los falsos telones de la gloria.

33 No, Albano, no, de mi desden te asombres ¿Acaso el ansia que tu mente agita Lograrás aplacar con esos nombres En que juzgan los hombres Del Criador encerrar la obra infinita?

Te engañas, pobre amigo. Más se aprend* Como Rioja y León mirando al cielo,

Y la mano inmortal que el sol enciende

Y del polo suspende

Esta admirable máquina del suelo;

Más se aprende adorando los arcanos Hechos de Dios y su poder fecundo, Que removiendo con incautas manos Los esqueletos vanos De la ignorante ciencia de este mundo.

Deja las aulas pues. Aula es el campo Donde se aprende á Dios que es toda ciencia; Lo mismo el sol que de la nieve el ampo, Destellan aquí un lampo Del sol de la divina inteligencia.

Deja las aulas, sí, y el libro inmenso Estudia de esos cielos de diamante; Yo aquí siento, aquí gozo y aquí pienso, Y á mi alma le es bastante La ciencia y la verdad que está delante.

34 Ya vimos á la blanca primavera Tender sus alas de amaranto : vimos Flotar la mies en la aventada era,

Y pámpano y racimos

La viña orlar donde aun otoño impera.

Sentados ora en el hogar seguro Donde la encina recinosa cruje, Mientras en torno al combatido muro El aquilón oscuro Cual sierpe silba y como toro muge;

Miremos a esta gran naturaleza Que del año fugaz en los despojos Como una anciana a recostarse empieza, Mostrar otra belleza

Y otra magnificencia á nuestros ojos.

Y abandonando su erial tesoro De los sabios del mundo al vulgo necio, Exclamemos en cántico sonoro : «¡Oh sabia Providencia! yo te adoro. «¡Oh ciencia, humana ciencia! te desprecio.)

35

VENECIA.

I.

¡Venecia! ¡Allí Venecia! Del golfo trasparente Se abren las blancas olas con armonioso hervor, Y una ciudad de mármol alza la tersa frente, Herida por la vara de un mago encantador.

No en la desnuda arena la roca antes desnuda, Ludibrio de las olas la abandonada red, O cuna y patrimonio, mansión de gente ruda, La barca miserable del viento a la merced.

Nacida de las aguas, bajada de los cielos, Dichoso encantamiento, fluctúante aparición; Nidos del aura leve los ondulantes velos Que en torno le murmura con apacible son;

En nubes reclinada de claros arreboles, Del aterido dálmata sereno luminar, Su seno trasparentan cien irradiados soles, Ciudad que el viento arrulla cuando la mece el mar.

36 En las serenas playas aparecióse un día, Movió rumor del pueblo donde silencio fué El caracol marino su parabién le envía, Del Adria los delfines se enroscan á su pié.

Venid y contemplemos la nueva Galatea Que en el cerúleo espejo ostenta su beldad; La candida nereyda de amores se rodea; Más bella pescadora no vio la antigüedad.

¡Oh, cómo el sol derrama sus ráfagas más puras, El más bello crepúsculo, la aurora más gentil, En esas blancas playas que, ardientes y seguras, Las conchas son las flores de su perpetuo Abril!

¡Oh, cómo si esas playas agita la tormenta. La luna, difundiendo su lumbre en derredor, Con su inmortal mirada la tempestad ahuyenta, Y atando el mar parece con su albo ceñidor!

En las serenas noches, al tembloroso rayo Que argenta el alto cielo, que argenta el bajo mar, En rápidos bateles que en lánguido desmayo Las voluptuosas linfas parecen arrullar;

Pintándose en la blanca llanura cristalina Con fúlgido, temblante, fantástico vaivén, Como impalpables formas de aparición divina, Se ven sombras y sombras, cruzar, cruzar se ven.

37 Y vuelven , huyen, giran, y piérdense á lo lejos,

Y rompen la distancia, y vienen y se van,

Y el golfo iluminado del astro a los reflejos Semeja red de perlas donde fluctuando están.

Y un canto melodioso de suaves barquerolas Turba el misterio apenas con lánguido rumor,

Y el arpa de los genios, del viento y de las olas Resuena con los ecos : «¡Amor, amor, amor!))

«¡Amor hasta la aurora!)) Mas vedla : el inflamado Soplo en los cielos prende la llama celestial; Se viste la mañana su manto nacarado

Y vierte sobre el mundo su risa de coral.

El sol despeña el carro de la alta cumbre de oro; La tierra alza en ofrenda sus nubes de arrebol;

Y el mar es una llama y el aire un meteoro,

Y un trono el universo en donde triunfa el sol.

¿No son aquellas playas que nunca holló la bruma, Las playas donde Venus apareció al mortal? ¿No es esa la que orlaba, iluminada espuma, De la flotante diosa la frente virginal?

¿Cuál viento pudo nunca más blando y más sereno Secar en sus cabellos el cristalino humor, Y dar carmín y aromas al labio, al rostro, al seno De la celeste madre del genio del amor?

38

¡Venecia, oh tú, Venecia! ¡Ciudad de los placeres, De crápula elegante, de liviandad gentil, Más que lo fué en los siglos el templo de Citéres Ó de la verde Gnido el lúbrico pensil!

eres la diosa antigua que un pueblo marinero De ilustres marcadantes un genio trasformó,

Y á recibir los dones del universo entero La playa de esos mares por concha la cedió.

Mecida por las brisas del blando clima ausonio, Altiva con tu origen , murada por la mar, La fiera independencia de ecuóreo patrimonio Cantando entre las olas del remo al golpear;

Vagando por los mares donde aun resuena el canto De la sirena antigua que oyó la edad gentil, Las costas recorriendo de Europa y Asia en tanto, Cuna de mil imperios, sepulcro de otros mil;

Bebiste allá en Bizancio, cadáver de la Grecia, De tu belleza rara la ardiente inspiración,

Y puedes decirles ¡oh espléndida Venecia! A los incautos pueblos que tus amantes son :

«Yo soy la Venus griega, la Venus soberana »Que atravesé el Oriente y á Europa aparecí; »La Venus del Olimpo con veste italiana, )>Y el fuego y los deleites de la oriental hurí.»

39 Mas ¡ay! ¿sólo eres bella? ¡Venecia! ¿sólo risas Hay para en el mu neta y liviandad y amor,

Y cantos que resuenen tus ondas y tus brisas,

Y máscaras que al rostro perdonen el rubor?

Como la antigua diosa que en el Olimpo griego, Por mensajero el Iris, por armas la beldad, Mudaba al blando antojo que disculpaba el ruego De los supremos dioses la eterna voluntad;

Como la antigua Venus que en manos del Tonante Los rayos encendidos sonríendose apagó,

Y á cuyo dulce encanto del inmortal semblante De la carroza de oro Mavorte descendió;

Que recogiendo amores y derramando rosas, Cercada de un enjambre de cupidillos mil, Encanto de los dioses, envidia de las diosas, Llevaba por los cielos su carro de marfil;

así, Venus impúdica ó Venus seductora. O pérfida, ó amable, ó caprichosa ya, Astuta consejera que las traiciones dora, O impávida amazona que á los combates va;

así, Venus de Europa, con plácido embeleso Vertiendo las palabras del labio seductor, De las naciones fieras en el marcial congreso Pediste el noble asiento, conquista del valor.

40

Pedístelo; y subiendo con vencedora planta, La púrpura ceñida con dulce majestad, Desnuda la alba frente, desnuda la garganta, Entre las mallas férreas de tu iracunda edad;

Con el ardid ganoso rigiendo a las naciones , Cual Venus sus palomas con cintas de color, Abriendo ante sus plantas abismos de traiciones, Y en oro rellenando los cauces del honor;

La espada de los pueblos tuviste en la pelea, Alzándola unas veces, bajándola otra vez: Amiga y enemiga, asiana y europea, Tu orgullo y tu fortuna fué igual á tu doblez;

Y en el atroz consejo de tu ambición sombría Que al ruido de sus fiestas la Europa nunca oyó, La paz ó las batallas, terrible mercancía, Un pueblo u otro pueblo ¡Venecia! te compró,

«¿Quién es», se preguntaron los pueblos y los reyes, «Esta insolente reina, vil pescadora ayer, »Que mueve en son de guerra para imponernos leyes «Las miserables barcas de un pueblo mercader?

» ¿Dónde aprendió», dijeron los reyes y naciones, «A levantar su frente á nuestra frente igual, )) Ella , que el férreo casco no ostenta en sus* blasones , ))Ni el asta, ni el escudo, ni el pabellón feudal?

4i «¿Cuál raza de plebeyos que cambia y que trafica )) Desde el confín del Asia de Europa hasta el confín, »En nuestras nobles lides viene á clavar su pica »Y á hacernos la figura del bravo paladín?

»Ella la industria ejerce del mísero judío »Y le abre sus comarcas el otomano infiel, »Y hoy llega en aparato de gloria y poderío, ))Hoy viene á que nosotros le alcemos un dosel.

» Sepamos pues, sepamos en cuál cimiento funda )> Esta marina foca la osada pretensión »De revolver su cuello sin la fatal coyunda ))Que sobre el débil pesa cual negra maldición.»

Dijeron las naciones, y sus magnates fieros Saltaron en las naves que les brindabas tú, Y en las mullidas popas doblaron altaneros Los miembros sobre alfombras de púrpura y tisú,

Y hollando los caminos del piélago domado, Vuelto en mudez y asombro el áspero desden, Al nuevo astro contemplan llevar desde un mercado Al cénit de la Europa la vencedora sien.

42

II,

¡Oh cuánto deslumhrabas! ¡Oh cuánto á las fulgentes Galas y al oro y perlas debiste majestad! Coqueta venturosa de las incautas gentes, ¡Cuan caros no vendiste tu halago y tu beldad!

Un pueblo que fué griego de un lecho de molicie Estímulos te pide á su último festín,

Y turba al Adria fúlgido la argéntea superficie El nauta veneciano, del ponto paladín.

Cayó aquel pueblo : el lábaro rompieron los alfanges. Turbó el caballo tártaro las aguas de aquel mar,

Y el genio de Mahoma, contando sus falanges, Se pone frente á frente la Europa á contemplar,

¿Tembló Venecia? En armas previene el pecho fuerte; Su inmensa ala de naves extiende hacia Estambul: Golpe dará por golpe, muerte dará por muerte, Rojas serán las olas del Helesponto azul.

Y el dia de Lepanto cuando la fiera España En nombre de la Europa arreste al osmanlí, Á compartir el triunfo con vengativa saña En su alto Bucentauro Venecia estará allí.

43 ¿Quién vio á la cortesana jugar con los rivales Y, Aspasia de los pueblos, tenerlos á su umbral, Sus dones repartiendo y su desden iguales Entre el rival vencido y el vencedor rival?

«He aquí)), dijo la historia, «de la grandeza el día » Sobre Venecia tiende su rayo protector, ))Y suenan en los brindis de su elegante orgía »La artera diplomacia y el cortesano amor.

))Los Césares y Antonios de la soberbia Europa ))En la encantada nave de esa Cleopatra van : ))Las perlas desleídas que beben en su copa )) Honor, gloria y tesoros costándoles están.))

República mercante de esclavos y tiranos ¿En cuál secreta magia se funda tu poder? Mas ¡ay! que para el tiempo no existen los arcanos; ¡Venecia! de tu trono apréstate a caen

No es la terrible, oscura, insomne tiranía Cuyos pesados brazos pesaron sobre tí; Te lanza de tu trono, te arrastra á la agonía La ley de las naciones que lo decreta así,

¿Quién vio pueblos eternos? ¿Quién dijo que era en pena Tu muerte de un imperio fundado en la maldad ? El tiempo es el gran crimen que a perecer condena Y sólo en los sepulcros está la eternidad.

44 Allá pasen las noches velando *en su quimera, De la entusiasta mente fantástica creación, Los que hacen de los pueblos imágenes de cera Que al molde de un sistema materia blanda son :

Los que del mundo quieren en su ignorante ciencia La liga necesaria borrar del bien y el mal, Allá pasen sus noches trazando la experiencia Que el vil metal separe del más noble metal

Desvelos menos tristes tus noches consumían; Venecia, los desvelos del néctar y el placer: Tu Homero es Maquiavelo, tu historia es una orgía, Las olas tu muralla, el oro tu poden

Y envuelta en sedas áureas, perdida entre tus fiestas Y alzando en tus festines un cántico de amor, Te hallaron ¡Reina hermosa! te hallaron las funestas Horas del triste ocaso de tu astro seductor

Mas ¿qué legas al mundo? ¿No dejas más que el drama De un carnaval sombrío que cubren velos mil, Los crímenes que mueven las lenguas de la fama Y agitan los pinceles, la lira y el buril?

¡Ah! no; que allá en el fondo de esa curiosa historia, Velada de ocho siglos en la honda bacanal, Hay algo que es la vida, hay algo que es la gloria, Algo que inmortal llama la humanidad mortal.

45 Piratas mercaderes en un trono de naves, Hay pueblos que heredaron tu potestad de ayer; Quizá de aprendieron la ciencia que hoy no sabes Y extienden el imperio del oro por do quier.

Y en el consejo oscuro de los pequeños reyes Que sobre velaban con ojo suspicaz, Nació el que al mundo rige, nunca sujeto á leyes, Gobierno de secretos, arte de guerra y paz.

No, no; grandeza tanta no fué del ciego acaso Vision que ante la Europa fantástica pasó : Guarda del sol que llevan las nubes al ocaso Un rayo que fecunda la tierra que alumbró.

Así camina el mundo. Un genio al hombre lleva En pos de sus destinos sin descansar jamás: Para labrar la tumba del pueblo que se eleva, La tumba del que muere es una piedra más.

¡Oh, cuántas tumbas, cuántas! En sus tremendas losas Los nombres de los pueblos que Europa alimentó : Levántate, Venecia, del sueño en que reposas, El astro de la Europa la tempestad veló.

De hoy más serán sus horas frenéticas é inquietas Y de ambiciones vanas y de embriaguez serán : De este edificio viejo en las crujientes grietas Las aves de la muerte su nido haciendo están.

46

Alégrate, Venecia. Levanta en tu agonía La frente vengativa con bárbaro placer: También la Europa tiene su estrepitosa orgía, También esta gran Reina del trono va a caer.

Osada, omnipotente para hacinar escombros Su demagogia bárbara los frenos rompe ya,

Y en vano cien Atlantes aplicarán sus hombros A sostener la mole que á desplomarse va.

¿No escuchas el suspiro que exhala todo un mundo, Titán que al cielo aun turba con sueños de ambición? ¿No ves ante sus plantas con eco gemebundo De las naciones muertas abrirse el panteón?

Hoy ciegos visionarios si apóstoles un dia,

Y quién sabe si mártires en la futura edad, Generación terrible, generación impía, Cien férvidos tribunos gritaron libertad.

Y alzóse un gran tirano, y el águila francesa Su garra en la melena de tu león clavó,

Y otra águila del Norte te hizo después su presa

Y viva en su sepulcro Venecia no existió.

¡Oh Italia! ¡Excelsa madre! ¡Cielo del sol latino!

Y ¿ya no hay esperanza, ¡oh Italia! para tí? ¿Vencida ó vencedora servir es tu destino, Cual te cantó algún vate con santo frenesí?

47 ¿ Quién sabe los misterios que Dios guarda en su arcano

Y si aun fulgente un hora el sol te alumbrará? Mas éstos son los dias del estertor romano,

Y á Europa que le llama Atila volverá.

43

EL RAMO DE FLORES.

Versos me pides pues, flores te envió; Que, aunque misma tu intención ignores, Lo mismo es en tus labios, dueño mió, Pedirme versos que pedirme flores.

Ni ¿qué son, dime tú, ¡oh encantadora Laura! los versos cuando son el canto De una beldad en su primera aurora, De una pasión en su primer encanto;

Qué son los versos, di, cuando respira Delicias sólo el corazón en calma, Qué son cuando eres quien los inspira Sino las flores del jardín del alma?

Versos ó flores pues, todo su arte Es ser hijos del sol y la mañana : Un gran poeta que aprendió a admirarte, Una gran musa que en tu amor se ufana;

49 Otra musa mayor, no la del hombre, Entusiasmada en tu beldad suprema, Sólo al oírme pronunciar tu nombre Para me ha enviado ese poema.

¿Sabes quién es? La primavera misma. ¿Quién tiene sino ella esos colores? ¿Quién ese rico y deslumbrante prisma De sombra y de matiz y resplandores?

¿Quién tiene, di, quién tiene á su albedrío La inspiración del sol, la blanda lira Del aura, el vago murmurar del rio,

Y el ruiseñor que modulando espira?

¿Quién este palpitar, este conjunto De fulgores y esencias y sonidos Que de un mundo feliz son el trasunto

Y embebecen el alma y los sentidos?

¿Quién tiene este magnífico idioma Para hablar y cantar á sus amores ? ¿Quién ¡ay! la castidad, quién el aroma? ¿Quién, Laura, sino ella tiene flores?

50

HIMNO AL SOL.

Levanta ¡ rey del mundo y de los astros ! Tu cabeza de rayos coronada; Extiende sobre el mundo tu mirada,

Y restituye el celestial calor :

Que el dardo de tu luz la sombra densa Rasgar no pudo en las tinieblas frió,

Y se helaron las gotas del rocío En el rígido cáliz de la flor.

Álzate ¡oh sol! En las mayores cumbres Ya tu rielante ráfaga prendia,

Y aun el caos de las sombras envolvía La falda y llano en vaga oscuridad.

Y un momento pasó, y hendió vibrando La distancia inferior tu rayo de oro,

Y fué toda la tierra un meteoro,

Y sonrió gozosa tu deidad.

Álzate ¡oh sol! El ruiseñor del bosque Tu presencia en los cielos solemniza : El aura blanda que su pluma riza, Canta en himnos alegres tu ascensión.

El pino ondeando su gentil plumero, Se inclina en tu presencia reverente,

Y en su cauce de rocas el torrente Se despeña clamando : «¡Bendición!»

Hasta las ondas de la mar se elevan Cuando en las cumbres del Oriente rayas;

Y rebosando en las turgentes playas, Se adelantan gozosas ante tí.

Palpita el orbe. Cielos, tierras, mares Que en la luz esperada se coronan, El himno excelso de tu gloria entonan,

Y el hombre siente la creación en sí.

¡Oh inagotable engendrador del dia! ¡Manantial de la luz, trono del rayo! Vén y del torpe y frígido desmayo Alanza con tu fuego la creación.

¡Guerrero inmenso del escudo de oro Como al bardo Osian apareciste! Vén y al imperio de las sombras triste Precipita el flamígero bridón.

¡Oh, cuan hermoso entre los mundos eres Con eterna y magnífica hermosura! La omnipotencia se cifró en tu hechura; Dios á mismo se admiraba en tí.

Corre, corre, ¡alto sol! Ya por los montes Tu derramada cabellera ondea : Que yo en tu hermosa plenitud te vea,

Y el rayo sienta de tu lumbre en mí.

52

Tal vez el cielo se cubrió de nubes; Sonó la voz de las tormentas bravas; como espectro lívido velabas La faz opaca y triste en la extensión :

Reflejándose rápido en tu espejo, Yo vi ancho bulto en majestad sombría;

Y era Dios y era Dios que conducía La carroza veloz del aquilón.

¡Dios, Dios, eterno sol! eres su imagen La luz y la verdad son una esencia : De admiración hendido en tu presencia, Yo siento en tu fuego celestial.

Mas no apareces iracundo ahora, La tempestad señoreando. El velo De las sombras cayó, y ardiendo el cielo Abre ante su pabellón triunfal.

¡Oh! ¡Cómo el universo palpitante, Al claro despuntar de la mañana, La rica veste que fulgura en grana, Ostenta ardiendo en celestial fulgor !

¡Oh! ¡Cuál la tierra, al parecer del dia, Con virgínea pureza resplandece,

Y en su alma frente recibir parece El ósculo primero del Criador!

¡Cómo, sonando en melodiosos cantos , Del claro templo del naciente dia, Arpa inmortal de célica armonía Que pulsa el más hermoso querubín !

53 ¡Cómo del ser la multitud confunde En una adoración la varia esencia,

Y el cántico sin fin de providencia Entona el mundo y de placer sin fin!

Él te saluda ¡oh sol! Al eco blando Despierta el aura que la luz aspira;

Y bate el ala temblorosa y gira,

Y esparce en torno el natural humor. Oyese al lejos el bramar del toro;

Vaga cual aérea flor la mariposa; Liba la abeja el néctar de la rosa; Bala el cordero, alégrase el pastor.

Por todas partes resonar se escucha La voz del campo, el taciturno ruido Que hablar parece el corazón dolido Intimo acento de inocencia y paz.

Doquier el ansia de admirar se embebe,

Y aduerme el sentimiento de las penas; Vagan do quier imágenes serenas

De quietud melancólica y solaz.

¡ Dichosos climas que en su eterno encanto Más cercanos del cielo estar parecen! 5 Dónde con tal viveza resplandecen Tus rayos de zafiro y de arrebol?

Natura se alza del nocturno lecho Resplandeciendo en líquido rocío,

Y abierto el seno blandamente frió, Como a un esposo te recibe ¡oh sol!

54 Pura, feliz, voluptuosa, rica De aromas, de colores, de frescura, Rebosando abundancia y hermosura Su almo regazo, templo del placer;

Contempla desde el radiante solio Los campos de la hermosa Andalucía; En vano busca en su carrera el dia Mansión más bella en que su luz verter.

La vista se reposa en las llanuras Sobre ramos de rosa y esmeralda; Cíñenla en torno su feraz guirnalda Bosque de mirto y lauro y arrayan.

Suaves colinas por do quier se ofrecen Al ojo inquieto en movimiento blando, Que al horizonte diáfano ondulando Cual si la tierra palpitase, están.

Ceñida allá de iluminadas brisas, En la margen sonora reclinada, Tendiendo por sus campos su mirada Entre raudales de infinita luz;

Alza la frente arábiga Sevilla, De mil ciudades imperial matrona; La perla más brillante en la corona Del imperio magnífico andaluz;

Y arrollando á sus plantas vencedoras El gran tributo del raudal lejano Que se adelanta el dios del Océano En su concha marina á recibir;

55 Bajo un dosel de retemblantes bosques Do la palma gentil recuerda al moro, Sus olas vuelca de diamante y oro Sobre alfombras de flor Guadalquivir,

¡Oh sol, gran sol! He aquí la encantadora Región de los suavísimos placeres : Aquí se nace amando; aquí á los seres Les falta vida para tanto amor;

Y esta Venus del mundo á levanta De un lecho de deleites su semblante, Como á un amante más, como a un amante Que le estás prodigando tu esplendor,

¡Ah! Siento yo bajo tan dulce clima Letargo ardiente, enamorado sueño, Y busco en ansia eterna un halagüeño Rostro y un seno que doblar mi sien.

Lleva el amor las horas de mi vida, Ora me arranco de sus dulces brazos, Preso en la red de seductores lazos Que llaman ¡ay! felicidad y bien.

Mas al sentir tu influjo soberano, Vaga ambición en mi alma se despierta, Dormida siempre, pero nunca muerta En la inercia fatal del corazón.

¡Oh sol! ¡Oh excelso sol! eres muy bello Bajo el cielo feliz de Andalucía; Pero ansio verte yo ¡padre del dia! Desde lejana incógnita región.

56

En donde enciende el trópico su antorcha, En la plaga hiperbórea de la tierra, De cuanto grande el universo encierra Corre á mi vista el puro manantial.

Al corazón cansado de mismo Patria será la inmensidad del mundo : Huya de por siempre este infecundo Goce que engendra tras del tedio el mal.

¿No hay más felicidad que un cerco impuro De enervantes y estúpidos placeres? ¿No hay en el mundo ya sino mujeres Que hagan también del hombre una mujer?

¿Dará alimento de emociones grandes La tediosa inacción al alma inquieta? ¿Es un alma inmortal la que vegeta Tan pequeña mañana como ayer?

Corre ¡gran sol! Lo mismo que las flores Renazco yo á tu luz, vivo y me aliento; Hervir instintos poderosos siento Con infinita aspiración en mí.

Al alma llega tu infinito rayo, Y me enseña el horror de su vacío; La luz es el espíritu y el mió Recibe altos estímulos de tí.

Corre, y mis ojos, en tu lumbre ciegos, Te siguen al cénit. Yo me figuro Que al levantarme de este suelo impuro A la patria suprema é inmortal;

57 Posará en tus espléndidas regiones Mi alma inmortal el infinito vuelo, Y en tu ardua hoguera á conquistar el cielo Se purgará del polvo terrenal. *

¡Antorcha de los tiempos y los orbes! ¡Luz de la inmensidad, de Dios espejo! El coro de los astros tu cortejo, El hombre tu incesante adorador.

Mi arpa y mi voz conciertos melodiosos Esparcen á las auras matutinas ; El alma, no los ojos, iluminas, ¡Astro inmortal! de tu feliz cantor.

Y ¡ojalá, y ojalá que roto un dia El eslabón que el ánima encadena, Océanos sin fin de agua ó de arena Atravesando en honda soledad;

Desde la cumbre de lejanos montes, De la cumbre del mar á se eleve Mi acento ¡oh sol! y el cántico renueve De entusiasmo, de gloria y majestad!

58

EL INSOMNIO.

El rayo azul de la naciente aurora Penetra ya la espesa celosía,

Y huye al sonar el cántico del dia De las tinieblas la glacial señora.

Y en vano el sueño y la quietud implora Del cielo sordo la plegaria mia; Sufra también del mundo en la alegría El que del mundo la tristeza llora.

Fiebre, insomnio y delirio y mi despecho Los genios son que sus fatales teas En torno vibran de mi ardiente lecho.

Vén con la eternidad si esto deseas, Hiere mi sien, sepúltate en mi pecho,

Y ¡oh sueño! vén aunque la muerte seas.

59

INVOCACIÓN.

Dame la trompa de oro, ¡ oh soberana Deidad que el alto pensamiento inspiras,

Y del tumulto de la gente humana El corazón magnánimo retiras!

Ya de mi vida en la feliz mañana, Sonando musas y escuchando liras, La inspiración sentí con que te imploro : Dame, excelsa deidad, la trompa de oro.

No vano ensueño de lujosa mente, Capricho de movible fantasía, Ociosa concepción del alma ardiente, Forma y color prestando a la armonía : Alto manjar del corazón que siente, Del cielo es voz la hermosa poesía : Dios pulsó el arpa eterna y a sus sones La nada ignota se pobló en creaciones.

¿Qué si hermosa ilusión la representa Sobre aéreo trono espléndida matrona,

Y de la historia en la mansión ostenta El laurel de la fama y la corona?

6o

Ella los héroes y los siglos cuenta, El tiempo fugitivo la perdona,

Y un instinto feliz hablaba al hombre Al darle forma, al consagrarle nombre.

Así con fervoroso desvarío Yo me figuro en el Olimpo griego Del rudo atleta enaltecer el brío Sonoro aplauso de entusiasmo ciego : Pulsar la lira ebúrnea miro a Clío, La mirada inmortal vibrando fuego,

Y aprendo en su semblante soberano La religión del pensamiento humano,

¡ Oh celeste deidad que la memoria Mueves al arduo y generoso empleo,

Y el sepulcro cerrado de la historia Coronas con espléndido trofeo;

que el placer de conquistar la gloria, Del alma grande ingénito deseo, Ilustre objeto a la ambición presentas

Y la llama santísima alimentas !

Vén, elévame tú. Mi alma sonora Con tu brillante inspiración se llene,

Y agitada la cuerda tembladora Con magnánimos cánticos resuene : Tu luz, como la luz de la alba aurora, Cuando tormentas ahuyentando viene, La tiniebla disipe honda y sombría Donde ahogándose está la mente mia.

ÓI

¿ Cantar, sólo cantar vanos amores Fingiendo risas y fingiendo llanto,

Y mecerse en los brazos tentadores

Do nunca hallé ni seducción ni encanto? ¿ Siempre gemir los íntimos dolores Que enardece el afán con que los canto? ¿Siempre correr tras míseros objetos, Que los voy a abrazar y hallo esqueletos?

No así a los muros en redor ardidos El sacro Homero de Ilion subia,

Y los dioses al canto suspendidos, La alta ceja de Júpiter movia:

Y la materna Grecia, removidos Héroes y pueblos en su tumba, oia Con alto gozo y entusiasmo interno De su olímpica lira el son eterno.

Ni así, trayendo entre contrarios vientos, Domado el Ponto, al fundador Eneas, Asentaba Virgilio en sus cimientos Las columnas de Roma giganteas;

Y el origen narraba y los portentos,

Y el valor y las bélicas tareas,

Y al canto que llenaba el Capitolio Marte latino se movió en su solio.

Faltó su voz á la espirante Clío, Cayó el Olimpo de la antigua gente. Estatua rota, sobre el polvo frió El mundo heroico doblegó su frente;

62

Mas heredando el generoso brío, Fénix divino entre ceniza ardiente, Arpa de más sublimes armonías, Musa de Europa, a modular nadas.

No del profano Pindó habitadora, Amansando las fieras de Tesalia, Cantando guerras si a Mavorte implora, Siguiendo á Venus en su dulce Idalia: Tu Pindó el cielo, ¡oh Musa vencedora! La voz del corazón tu onda Castalia;

Y otra fe y otro amor y estro más santo Vibra en tu inspiración , suena en tu canto.

¿ Quién no te vio de Europa los confines Correr velada en ígneos resplandores, Entre la airada hueste, en los festines, Cantando hazañas, suspirando amores? ¿ Quién no te vio de ardientes paladines El yelmo orlar en amorosas flores, Rindiendo á un tiempo con la ofrenda pura Culto al valor y culto á la hermosura?

I Quién no escuchó si la nación cristiana El ánimo inflamado convertia,

Y rescataba de la gente asiana El sepulcro del Hijo de María;

Quién la alta empresa en que á la estirpe humana

Espíritu mayor fortalecía,

No oyó en los labios del cantor egregio

A quien diste el osado privilegio?

¿>3 l Quién del nativo Edén la adversa historia, De la humana tragedia origen triste, No grabó, excelsa musa, en la memoria Cuando le cantaste y le gemiste? ¿Cuál resonaba el cántico de gloria Si el delito y la pena referiste Del fiero arcángel que tentó en su encono Encadenar á Dios sobre su trono?

La musa antigua en su terreno imperio No el cielo del espíritu veia; Pero á su mente osada el gran misterio Como al través de un velo aparecia : El caso enorme y el combate aerio Del padre Jove y del Titán fingia, Y de la estirpe diva al enemigo El Osa y el Pelion fueron castigo.

Más grande tú, nacida entre las nieblas, Musa inmortal, del Septentrión oscuro, Que de visiones impalpables pueblas Inmensos campos de idealismo puro ; Tal vez arrebozada en las tinieblas , Otro mundo evocando á tu conjuro, O en hondos bosques apartada y sola La inmensidad por única aureola;

Ora levantes las celestes alas Donde luce más claro el claro dia, Con dulces tintas y brillantes galas Animando la ardiente fantasía;

64

Que en gracia ¡oh musa! y en riqueza igualas El gentílico verso y poesía,

Y bebiste en purísimos raudales La pompa de los genios orientales;

Ora cubras de espléndidos laureles La tumba de los bravos campeones, Prez de la edad que, a ejemplo de Cibeles, Su frente coronó de torreones; O á las riberas de Erimanto vueles O en el Tabor congregues las naciones, Musa del vate que el gentil respeta, Musa del trovador ó del profeta ;

Siempre en tu hermosa inspiración domina Una voz de esperanza y de consuelo; Rayo de un sol eterno te ilumina, Tus ojos están fijos en el cielo : Vestida en majestad, con tu divina Presencia llenas el absorto suelo,

Y acompaña en concierto sacrosanto La lira de los ángeles tu canto.

Mas ¡ay! ¿qué nube oscureció tu frente

Y veló el resplandor del lampo de oro?

¿ Cuál soplo heló tu inspiración ferviente ,

Y empañó tu magnífico decoro? ¿Quién en los senos de tu inmensa mente Del amor y la fe ciega el tesoro ,

Y arrastra tus solemnes vestiduras

Y conmueve tu asiento en las alturas?

65 Muerta es la fe, manchóse tu inocencia: Cómplice funeral de un siglo ateo, ¡Musa excelsa del alma y la creencia! Tocar el polvo con la sien te veo. Ludibrio es ya tu antigua omnipotencia, Los despojos del alma tu trofeo; Cayó la copa de tu mano impía,

Y secaron los vientos la ambrosía.

¿Eres tú, hija del cielo, engendradora De mi antigua ilusión ? Desden y hastío Del altar donde un ídolo se implora Aportaron la voz del canto mió. Sierpe fatal mi corazón devora , El cáliz del placer está vacío; El alma empero, de ilusión sedienta, Con manjares divinos se alimenta.

Aun puedo yo si el entusiasmo alcanza, Aun puedo yo la majestad volverte: Dame cantos de gloria y de esperanza, Triunfaremos unidos de la muerte. A los cielos mi espíritu se lanza; Ya siento el estro hervir, hablarte, verte Pienso en tus formas de beldad primera,

Y mi alma con tu fe se regenera.

¿ Quién sino la que en mis raptos bellos De alta ilusión y celestial ventura Vision radiante en fúlgidos destellos A mi exaltada mente se figura ;

5

66

Alta la frente, el lauro en los cabellos, ígneo el mirar, solemne la hermosura, En suaves ondas desceñido el manto

Y reclinada en nubes de amaranto?

¿Quién derrama otra vez en mis oidos Torrentes de riquísima armonía, Que halagan dulcemente los sentidos

Y encantan la anhelosa fantasía?

¿Quién torna el mundo á abrir de los perdidos Sueños que ávida invoca el alma mia, Como en los años que por siempre fueron En redor de mi cuna aparecieron?

Al pié de esas soberbias catedrales, Dogma monumental del cristianismo, Que elevaron sus formas colosales Sobre el altar del ciego paganismo; Allí donde con rasgos inmortales La esperanza, el misterio, el idealismo, De inspiración sublime arrebatado, El genio de otros siglos ha trazado;

Ó en medio á esa genial naturaleza, Templo mayor de quien gobierna el mundo, Pródiga en seres de inmortal belleza, Rica en escenas de terror profundo; Inclinando en las aras mi cabeza, O del céfiro al son y al tremebundo Fragor del trueno, descubriendo nombres Con que Dios hablarles a los hombres ;

67

Yo cantaré. Y acaso los imperios Me dirán sus catástrofes extrañas : Moveré de la historia los misterios Del sepulcro en las lóbregas entrañas. El llanto de sus tristes cautiverios, El himno vencedor de sus hazañas Dirá mi voz; y su horizonte oscuro Abrirá ante mis ojos lo futuro.

¡Madre del canto, vén! No al que te implora El estro niegues con que el pecho alientas; Dame las tintas de la suave aurora,

Y la sombra y negror de las tormentas : Dame la voz del aura encantadora

Y la voz de las olas turbulentas : Viertan mis labios, con tu aliento ungidos, Raudales de colores y sonidos.

Yo he visto alzarse al águila. Ella guia Su rumbo incontrastable por el viento; Emperadora en la región del dia, Los palacios del aire son su asiento, Tal vez desciende tempestad sombría; Se conturba el diáfano elemento,

Y ella al compás del aquilón que truena Cierne con majestad su ala serena.

Águila más audaz que el trueno incita, Nacida á remontar más raudo vuelo, La mente humana como Dios habita La inmensidad, la eternidad, el cielo.

68

Imperecible, osada é infinita,

¿Qué mundos bastan á saciar su anhelo?

Su instinto la levanta de la tierra

Y lo posible y lo imposible encierra.

eres su encarnación, ¡Musa sublime, Entre Dios y los hombres mediadora! Humano ó celestial asunto dime

Y un canto superior comience ahora. Águila excelsa que entre lazos gime, Al cielo mire el que en la tierra mora,

Y eleve de esta patria de los males Mi alma inmortal sus alas inmortales.

69

LAS CRUZADAS.

FRAGMENTOS.

L

l Qué Cristo es ése por que cien naciones, Por conquista un sepulcro y lazo un voto, Cruzando, antes rivales, sus pendones, Turban venciendo el término remoto? ¿ Quién es que de tan fieros campeones Lleva en su mano el corazón devoto, Por quien Asia infeliz los ojos fijos Clava en la tumba abierta de sus hijos?

¡Silencio! En esas cumbres inmortales Aun dura el libro de Moisés abierto,

Y el ángel del Oreb sus celestiales Alas vuelve a tender sobre el desierto. En las ruinas del templo sepulcrales El alma santa de Judá no ha muerto,

Y al través de los tiempos Dios ha unido Los pueblos que ora son y los que han sido.

El Cristo es Dios. De Godofredo el alma. ¿Quién sino él cercó de fortaleza?

Y ya del triunfo eterno con la palma Glorifica en el cielo su cabeza.

Allí cesa el combate, allí la calma

De los que triunfan en su nombre empieza,

Y allí sobre su frente vencedora Radia en eterna luz eterna aurora.

Pudo olvidarlo el Nazareno, y pudo Por los frágiles tronos de la tierra, Cortando con su espada el santo nudo, Contra sí, contra Dios volver la guerra. Cayó Salen, que removió su escudo Cuanta infiel muchedumbre el Asia encierra; Voz es de Cristo la que en torno zumba, Que ha vuelto a hollar el musulmán su tumba.

La ha vuelto á hollar. Y aterrador, sombrío, Mostrando, roto el manto, la honda herida, Alentador del tímido, al impío Volviendo en el terror la fe perdida, Fantasma inmenso, alzado en el vacío, Se aparece a la Europa estremecida;

Y entre las sombras de su noche vaga,

Y con estrago y mortandad la amaga.

¡Ay! es Salen. La suplicante mano Tiende ala cristiandad, santa cautiva; Debelador del Asia, el mahometano De su adorada libertad la priva.

71 A su gemido el infanzón cristiano Los muelles brazos del placer esquiva;

Y la misma belleza que le adora Le señala a Salen y a Dios implora.

Con armas y caballos los feudales Castillos sordamente en torno suenan; Los campos con estrépitos marciales El hacha, el yunque y el clarin atruenan. De esperanzas y glorias inmortales Los ministros de Dios los pechos llenan,

Y alientos les infunde superiores

El ejemplo y la voz de sus mayores.

La gente cubre los serenos mares, Inunda de la tierra los caminos : La espada y el valor de sus hogares Trae, y la alta cruz que cifra sus destinos. A su lado en los bíblicos lugares Pelearán los espíritus divinos, Ya la enemiga hueste en la refriega El sol su luz porque sucumba niega.

Marcha en tanto el ejército cristiano, La fe en el corazón, la cruz al pecho, Inspirado de aliento sobrehumano, A la conquista celestial derecho. Hollando va la que su propia mano Multitud de cadáveres ha hecho : La planta mal segura entre despojos, En Dios el alma y en Salen los ojos.

72

Al tender su ancho manto la alba aurora, Cuando se alza la noche del profundo, Tiene el rápido pié, y al cielo implora Moviendo el labio en devoción fecundo. Su canto es fe. Y al resonar la hora En que espiraba el Redentor del mundo, Sin atreverse a levantarla al cielo, Hunde la frente pálida en el suelo.

Mas ¡ay! el ángel que sus pasos guia Del polvo acerbo su cerviz levanta,

Y armando en fortaleza su alma pía, Remueve más veloz la firme planta. Todos verán la que su pecho ansia Conquistada ciudad, Solima santa : Dios les presta su escudo de victoria,

Y todos la verán radiando en gloria.

Viéronla ya los que entregó en despojos A las fieras y al hambre su destino, O sus tristes cabezas como abrojos Segó la cimitarra en el camino. Viéronla, sí, que á sus dolientes ojos, Velados ¡ay! en resplandor divino, En medio de su estática agonía, La Sion de su alma aparecía :

Las visiones del sueño, los sagrados Deliquios de la fe que los alienta, Les hablan á esos hombres inspirados La voz de la ciudad que se lamenta.

73 Ella a sus ojos, de llorar cansados, Bajo formas divinas se presenta : Virgen nupcial que desespera y ama, Madre infeliz que por sus hijos clama,

O ya cual hermosísima matrona Que en su trono de inmensos pabellones, Levanta sobre el mundo su corona

Y cubre con su manto á las naciones. El cielo mismo, la invisible zona Que anhelan sus ardientes corazones, No es más que otra Sion nunca vencida, Patria del alma por su mal perdida.

«Marcha, marcha a Sion ¡oh pueblo mió! » Quebrantad ¡dulces hijos! sus cadenas; » Torne, libre por vos, del yugo impío, ))Bajo el manto a dormir horas serenas. ))Maná en el hambre y en la sed rocío, ))Y altos consuelos os daré en las penas : «Ella á quien ya vuestra presencia tarda, ))Con los brazos tendidos os aguarda.»

Así, bajando del celeste asiento La alma voz de la tierra a los confines, Infunden a la hueste heroico aliento En el nombre de Dios los serafines :

Y respondiendo al celestial concento Aquellos venturosos paladines, Resuenan las montañas y llanuras «¡Hosanna, hosanna, hosanna!» en las alturas.

74 Oreb, Siná y Tabor la frente inclinan, Se estremecen al son los hemisferios, Las sombras de la noche se iluminan, Abre el cielo el raudal de sus misterios; Y el genio funeral de los que arruinan El Asia en derredor muertos imperios, Clama con voz que lúgubre retumba, «¡Tú no mueres, Sion!» desde su tumba.

II.

¡Ay, quién naciera en los antiguos dias! ¡Quién pudiera tener cien fanatismos, Y en horas ó apacibles ó sombrías, Viera siempre ante cielos ó abismos! ¡ Quién pudiera ahuyentar sombras impías Que al alma ciega en sus arcanos mismos, Sin comprender ni la virtud ni el crimen , Como á un cadáver que sintiese oprimen !

Mirar al cielo, hallar una esperanza , Imponerse un heroico sacrificio, Vestir la cota y empuñar la lanza O los miembros ceñir con el cilicio; Espirar en Sion y la alianza Con la muerte sellar de un Dios propicio, O en el silencio y soledad del yermo Cerrar al mundo el corazón enfermo;

75 Oir la voz del Señor en el oscuro Raudal de rayo y trueno y torbellinos, Mirar sobre las nubes en el puro Rapto de la ilusión seres divinos; A las cumbres subir do en lo futuro, Del hombre adivinando los destinos, Derrumbarse Pitágoras veía Los robles de la antigua idolatría;

Llamar á Dios con fervorosas preces Al rendir y al alzar la sien del sueño, De la existencia embalsamar las heces De la contemplación con el beleño;

Amar, gozar, creer, vivir dos veces

En el cielo, en la sierra ¡oh halagüeño

Éxtasis de la mente! ¿Aquellos dias No encerraban más puras alegrías?

No, nunca, nunca en lo presente alcanza Ni hombre ni humanidad el bien soñado; Vive en lo porvenir con la esperanza, Vive con el recuerdo en lo pasado. Del caos eterno en su ilusión lo alanza : La losa funeral que lo ha tragado Se alza a su voz : los túmulos se agitan, Y héroes, pueblos y siglos resucitan.

¿No veis con vuestros ojos esa historia Que allá en los lindes de la edad se estrella, Con sus grandes pasiones, con su gloria, Ardiente, heroica, y entusiasta y bella?

76

Despierta de su sueño la memoria Los siglos que pasaron sobre ella; El Asia lleva en sus maternos brazos La humanidad haciéndose pedazos.

¡Oh gran rivalidad! ¡Oh encono! ¡Oh guerra Antigua como el hombre y como el mundo, Que á los pueblos que pasan por la tierra, Impele, arrastra en su raudal profundo! Ella es la historia ; entre su estrago encierra Un principio de bien alto y fecundo;

Y esas luchas que ceban sus pasiones, Son la vida también de las naciones.

Ved al Asia y la Europa. Sus escudos Siempre anunciando lágrimas chocaron; De su clava fatal los golpes rudos Los ecos de sus montes fatigaron. Una enfrente de otra, en sus desnudos Miembros jamas las llagas se cerraron,

Y si acaso cesaron un momento, Cesaron ¡ ay ! para tomar aliento.

Los siglos al nacer piedad imploran , Piedad sobre la estirpe maldecida,

Y bajan a la tumba donde moran, De vergüenza y terror la sien ceñida. Las dos cual dos leones se devoran : A ahogar parece, a sepultar nacida En este mar de sangre que la asedia ¡Ay! media humanidad á la otra media.

77 Y ¿siempre lucharán? ¡Ah! Yo las veo Del porvenir en la región serena Cesar en el combate giganteo

Y las armas dejar sobre la arena.

¡Oh Europa! ¡Oh Asia! Al heredado empleo No más el cielo plácido os condena : Lazarán vuestra sien las mismas palmas

Y la'misma creencia vuestras almas.

El gran combate en el Edén empieza : Se lanzó entre vosotros la serpiente,

Y hondo germen de estrago y de impureza En vuestros pechos escupió su diente. Tiempo será que rompa su cabeza

El brazo protector de un Dios clemente : De un Dios. ¿Le conocéis? Su nombre santo ¿No fué la causa en que luchasteis tanto?

a Dios es mi Dios», clamabais, «es el mió»,

Y era el Dios de las dos. ¡Sombras del templo! ¡Cadáver del que fué pueblo judío!

¡Manes de Egipto y Grecia! Al alto ejemplo La frente levantar y el polvo frío Sacudir de las tumbas os contemplo. ¡Ah! ¿no es verdad que en los antiguos dias Esperabais ya todos un Mesías?

Vedle allí, que allí está. Dios, se hizo hombre; Inmortal, él murió con muerte dura; Cielos, tierras y mar cantan su nombre; Cerca la humanidad su sepultura,

7* Él volverá porque Luzbel se asombre, Redimirá otra vez la criatura, Y extendiendo su cruz de polo á polo, Será la humanidad un pueblo solo.

79

MONOTONÍA.

Es bella ¡oh Laura mia! Es bella Andalucía, Su luz, su sol, su firmamento de oro; Sus nubes de colores Y de auras y de flores El rico, inmenso, perenal tesoro.

Bella es la primavera Que esmalta la pradera Con bosques de naranjos y rosales; Las candidas auroras, Las aves bullidoras, Los vivos horizontes de corales.

Es bella esa verdura Nunca igual, siempre pura, Que se extiende del valle á los oteros; Y los revueltos mares De blancos azahares Que llueven de su sien los limoneros.

8o

Bello es el mediodia, Bella es la tarde umbría, Bella es la noche con su sombra y calma; Y en plácida indolencia Es bella la existencia En este Edén fascinador del alma.

Mas ¡ay! naturaleza Con su genial belleza Bajo este cielo que el deleite envia, Se postra y se adormece, Y lamentar parece Su eterna, su inmortal monotonía.

Dame, Laura, otro suelo, Dame, Laura, otro cielo, Otro sol, otro mundo, otros colores Y que mis ojos vean Campos donde no sean Primavera sin fin las estaciones.

Dame nevados montes, Ceñudos horizontes

Y bosques ¡ay! de la creación hermanos

Y playas y arenales

Y fieros vendavales,

Y siempre embravecidos Océanos.

8i

Dame, dame el eterno Bramido del invierno, Allá en el polo donde el mundo empieza;

Y el hiperbóreo clima Donde de espanto gima,

Y no de languidez naturaleza.

No, Laura, no te asombre: Tan mísero es el hombre Que le cansa hasta el bien que tanto ansia; Y en tan feliz sosiego, Con este aire de fuego, Bajo este ardiente sol mi alma esta fria.

El ala vagorosa Pidamos, Laura hermosa, Al ave que en los cielos se apresura; Tomémosla y volemos Allá donde encontremos Otro mundo, otro sol, otra hermosura,

Que en esta ansia secreta En que mi mente inquieta Y mi insaciable corazón se abisma, Mudar, mudar prefiero : A sola te quiero , Como se quiere a Dios, siempre la misma.

6

82

LA PRIMAVERA.

¡Oh campos! ¡oh deleite! ¡oh hermosura! ¡Oh rica aurora en rosicler y en gualda! ¡ Oh flores que en balsámica guirnalda Os derramáis por la feraz llanura!

¡ Oh bosques de prolífica espesura Que de los montes recamáis la espalda! ¡ Oh vivas auras que de falda en falda La fragancia lleváis y la frescura!

¡ Oh hermoso rio que el genial tesoro Dilatas por la espléndida ribera, Fluctüante espejo del naciente dia!

¡Oh claro cielo de amaranto y oro! ¡Oh mañana del año! ¡Oh primavera! ¡ Oh alma esposa del sol ! ¡ Oh Andalucía!

*3

CLASICISMO Y ROMANTICISMO

EPÍSTOLA Á ALBANO,

Anoche, Albano mío, De tu mansión volviendo, Hálleme, no cómo, A Horacio, mi maestro. -¿Adonde vas? me dijo; ¿Adonde vas, mancebo, Tan ocupado el ánimo Con graves pensamientos, Que pasas tu camino Sin ver al pobre viejo Que te dictó al oido Tus infantiles versos ?

Maestro, respondíle Con grande acatamiento; Cabalmente me hallasteis Volviendo y revolviendo Vuestro divino nombre En mi febril cerebro.

¿Lo invocas? replicóme; ¿Sientes hervir el estro?

Siento hervir una furia

84 Del literario Averno.

Pues ¿cómo así? ¿de dónde Vienes? Maestro, vengo De un tribunal nefando

De Radamantos fieros

Que, en nombre de una especie

De Santo Oficio nuevo,

De lesa poesía

Me declararon reo,

Y con tenazas luengas Mis versos recogiendo, Dieron hermosamente En el hogar con ellos.

Grave es el caso, grave, Repuso sonriendo,

No hay otro desde aquella Catástrofe de Atreo. Mas vamos, habla, cuenta Los lances del incendio. ¿Qué Santo Oficio es ése Del auto de fe nuevo? ¿Tal vez la hidra Lernea, Tal vez el león Ñemeo, O la tebana esfinge O el Minotauro fiero ?

Señor, todo eso junto

Y aun inferior me quedo : «El Clasicismo.)) Basta.

¿Le conocéis?— Entiendo.

¿Sabéis de la Gran Bestia De que habla el Evangelio? Pues ésa ¡El Clasicismo!

«5 ¡El Clasicismo! Hablemos. El caso fué juntarnos Por permisión del cielo Diez clásicos de un lado, Yo solo del adverso; Pegarla ellos al punto Con mis incautos metros,

Y sentenciar ex-cátedra Sin tregua ni rodeo Romanticismo, malo,

Y clasicismo, bueno. Yo pues, arrebatado Por el amor paterno, Trepé raudo á una mesa Con iracundo ceño. «Sois un coro de asnos

»Que estáis pidiendo un pienso», Díjeles; y entre todos Tumbándome en el suelo, Dieron principio al auto Que referido os llevo,

Y á no ser porque ahorcan Me queman á mesmo. Mas no, no es esto solo; Pues lo que más yo siento Es que os hicieron cómplice Del atentado horrendo. Apellidando Horacio

Fué como me prendieron,

Y con textos de Horacio Ligáronme los miembros. Dijéronme ¡oh calumnia!

86

¡ Oh mental vilipendio ! Que yo no os entendía,

Que ni os leí ni os leo

¡Yo que os de memoria Tal como el Padre nuestro ! En fin la atroz sentencia Firmóse en nombre vuestro,

Y la hecatombe horrenda En vuestro nombre hicieron.

En cuanto a la hecatombe, Dijo, y sonrió de nuevo, Recelo yo que Apolo

No se apesare de ello.

Y como quier, muchacho, Sabe que, en punto á versos, Si son plumas de ganso

No han menester de incendio; Si son plumas de fénix Los acrisola el fuego. Mas dime, ¿tan montado Estás en ese nuevo Pegaso que te expones A tanto vapuleo?

Maestro, respondíle, No lo yo de cierto,

Pues la verdad soy franco...

Cuando por dicha os leo, Soy clásico y muy clásico; Mas me pongo a hacer versos, E involuntariamente Romántico me vuelvo. ¿Por qué? no lo adivino.

»7 Debe de ser el viento Que por el mundo sopla Al tiempo que corremos. lo has dicho, hijo mió, Es el viento, es el viento: El viento que el gran Jove Envia desde el cielo.

Calló luego el gran vate, Miró en torno y suspenso, Cual si en su mente excelsa Se fuesen confundiendo Las cosas que ora via Con las que vio otro tiempo, - Sí, repitió, hijo mió, Es el viento, es el viento Que trae Grecias y Romas Y se las lleva luego. Mas a la fin, le dije,

Señor yo que os venero

Románticos ó clásicos, Gibelinos ó güelfos, ¿Cuáles, pregunto, cuáles Los malos y los buenos? Los buenos, hijo mió, Los buenos son aquellos Que no buscan el molde Del vivo pensamiento Ni en el enteco vaso De un arte contrahecho Que yo y el de Stagira Ya apenas conocemos ,

88

Ni en la salvaje copia De este brusco universo Que aun las informes huellas Guarda del caos primero. El tipo soberano Del soberano ingenio Está en el gran sentido Del ideal supremo, Que es de un divino mundo Intelectual reflejo,

Y siendo siempre el mismo Se muda con los tiempos.

- ¡Viva! El señor Horacio Medio alemán se ha vuelto. —Calla, gran mentecato, ¡Qué alemán ni qué cuerno! ¿Y Platón? ¿Y Aristóteles?

Y aparte los preceptos,

¿Y Homero? ¿Y el demonio? ¿ Y los bíblicos vuestros ? La Epístola ad Pisones ¿Qué dice? Dice eso; Sino que no la entienden Los críticos modernos. ¿Piensas por ventura Que lo ideal es nuevo? Mi ideal fué el Olimpo Cual tu ideal el cielo. Pues qué, ¿yo que te hablo, No estoy desde aquí viendo La Catedral que es gloria Del hispalense suelo?

h

Y bien, ¿por qué otra sea Que el Capitolio excelso, Entrambos no convienen En ser como bosquejos

De un templo inmensurable, De un colosal modelo Que el hombre a ver no alcanza Claro, cabal, entero,

Y a trozos va copiando Conforme lo va viendo Entre el flotante pliegue Del velo de los tiempos? Sí, sí, templos son ambos

Y ambos a dos son buenos : Ayer gigante símbolo, Hoy colosal misterio.

Así se compadece

Lo mudable y lo eterno :

Así yo hablé romano

Y hoy hablo como puedo.

- Gusto me da escucharos. ¿Con que es decir, maestro, Que no soy un hereje Cuando en mi fe protesto Que me revienta Jove, Que me empalaga Venus, Que me encocora Marte

Y de Palas reniego?

Verdad. Que soy romántico.

Eso ya no, no es eso. En fin cuida la forma.

¡La forma! ¡El tema eterno

9o

De aquestos ululantes Canes del Pindó Viejo! Maestro, y ¿qué es la forma? Porque, según yo entiendo, Son, bien examinados, Fondo y forma uno mesmo; O ya se me figuran Tales como alma y cuerpo, Que nadie aun ha trazado Fronteras entre ellos.

Cuerpo y alma no es símil Aquí muy verdadero :

Más bien sustancia y modo En teologal dialecto. En eso que tu dices Hay algo en que convengo : Nunca habrá forma buena Donde no hay fondo bueno. Mas abreviar es fuerza, Y si oyes mi consejo, No apartes de tu mente Este sumario ejemplo : Diamante es el diamante Aun sin pulir, es cierto; Pero el diamante en bruto Para guardado es bueno : Con que adiós y clásico.

Señor, señor, ¿qué es esto? ¿Tan gran contrasentido Con lo que estáis diciendo? ¿Así os burláis de un pobre Religionario vuestro?

V

clásico á tu modo, Que es el mayor secreto,

En fin, ¿en qué paramos? ¿En que á merced yo quedo De esta insensata turba

De Heródes parnasescos Que me amenaza ahora Con nuevos contratiempos, Si no hago incontinenti Una égloga en tercetos Con Coridon por nombre

Y Filis por cortejo,

Y el cielo por montera

Y por lucerna Febo?

Sonrióse el noble anciano,

Y con gentil gracejo, Cogiéndome la oreja Como a él en otro tiempo (No si a él ó a Virgilio) El mismo Dios de Délos;

Y en mi irritada mano Poniendo un corpulento Garrote en que apoyaba Sus ya vetustos miembros,

¿Églogas? ¿Eh? me dijo: ¿Egloguitas tenemos? Pues si de tal se trata

Y siguen en su empeño, Ahí tienes el cayado Que ha de regir tu apero. De un árbol es del Tíbur,

92

Vulgo llamado queráis : Con él sacudí el polvo

Y contundí los huesos A muchos criticambrios De la calaña de éstos. Tómala, y cuando llegue El zampoñil momento, Mídeles las costillas

Y di que ése es mi cetro :

Y adiós, que se hace tarde

Y voy teniendo sueño.

Albano, esto me dijo Aquel de los excelsos Pindó y Parnaso antiguos Legislador supremo. Me hizo también confianzas Que para reservo, Acerca de unas cuantas Notas que está poniendo A esa famosa epístola Que invocan a destiempo Quienes leer no saben Lo que hay bajo su texto. Habrá de sus resultas En ambos hemisferios Más mortandad de críticos Que si lloviera fuego. Yo imprimiré la obra Por donación del dueño: Saldrán mil ediciones

Y haré buenos dineros.

93 Aun me añadió otras cosas Que callo por respetos : Verbi gratia, que á todos Esos sanguinolentos Doctores que en retóricos Gimnasios y liceos A Horacio representan Como un apaga-ingenios , Les diga de su parte Que son unos zopencos,

Y a que, si persistes, Acabarás por serlo. Con lo cual, y sentado Que son malos mis versos, Mas no es mala la tranca Que ilustremente heredo,

Y haré de ella en un trance Maravilloso empleo; Aquí fino, abundando

En el feliz concepto Que de vosotros forma Nuestro imparcial maestro,

Y repitiendo ahora Con mayor ardimiento : «Sois un coro de asnos

»Que estáis pidiendo un pienso,»

94

EL CREPÚSCULO.

Ya estoy aquí Sobre mi frente el cielo,

Bajo mis pies la tierra y el abismo; Solo conmigo en mi dolor me duelo, Mi dolor embellece mi idealismo. Cubra ante la sociedad un velo : Mi Dios soy yo, mi sociedad yo mismo : Ni su voz, ni su imagen, ni su nombre : Lejos de la sociedad y el hombre.

¡La soledad! Respiro. Y entre tanto Se abre ante el sol la tumba de Occidente, Y velan ya las sombras del espanto Su frente de oro y mi inflamada frente. ¡Oh cuántas veces escuchó mi canto Allá en las playas de la mar rugiente ! ¡Cuántas sobre la sien hermosas flores Secó de un niño que cantaba amores!

¡ Y va á morir! El huye cual los dias De mi ventura y de mi amor huyeron; Muere como las vanas alegrías De aquella edad dulcísima murieron.

95 Hondas memorias, vagas fantasías Recuerdan ¡ay! al corazón que fueron. ¡Hermosos sueños de mi edad temprana, ¡Oh! si volvierais como el sol mañana!

Pero no volveréis. Este que llevo Siempre en el corazón dolor sombrío, Amargo cáliz que en mis noches bebo, Nube que empaña el horizonte mió, Este es el bien y la ilusión que os debo ¡Sueños de un mundo que arrojé al vacío! Un mundo ¡ay Dios! de seres tan pequeños No, no es el mundo que soñé en mis sueños,

¡Ah! No volváis, que tornaréis a huiros

Y otro pedazo arrancaréis del alma,

Y otro nuevo dolor y otros suspiros, Si no el placer, me robarán la calma. Aunque yo en mi ilusión torne á pediros De amor, de gloria ó de ambición la palma, Nunca volváis, que rotos vuestros lazos, Mi propio corazón se hará pedazos,

Lejos aquí de cuanto ayer amaba, Trocadas ya mis flores en abrojos , A un inmenso placer que yo ignoraba Abro mi corazón, alzo mis ojos. Sello de gloria mis potencias graba, Soltar parece el alma sus despojos,

Y para el mundo de los hombres muerto, Al mundo de los ángeles despierto,

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¡Ah! cuando el mundo sin beldad, sin brillo Sobre su frente y á sus plantas mira, Sobre el escombro del feudal castillo Se apoya el bardo en su temblante lira. Con la luz del crepúsculo amarillo De sombras en un mar el viento gira,

Y meciendo á sus pies la adormidera Hace el viento ondular su cabellera.

«Hijo del entusiasmo y las pasiones, ))Que diste a las pasiones tu existencia, »¿ Tienes felicidad?» «Mis ilusiones.)) «¿Tienes inspiración?)) «Ella es mi ciencia, )>Mi encantada creación son mis creaciones: »E1 hombre llama mi dolor demencia: »¿Qué importa? Mi dolores mi consuelo: »Yo soy mi propio Dios solo en mi cielo.»

Y alza la frente y lleva en su mirada La fuerza del arpón , la luz del rayo,

Y hace oscilar su mente enajenada Ora la exaltación, ora el desmayo. Oye la voz del ábrego irritada

Ó respira los céfiros de mayo,

Y al vaivén de contrarias emociones El universo amolda a sus pasiones.

Tal vez la imagen de su amor impía, De un amor que aborrece le importuna; Él lanzará del corazón la arpía Como Alcídes las sierpes de su cuna.

97 Ya todo corazón y fantasía, Encadena a sus plantas la fortuna, O ya tal vez en su arrogante idea La muerte anima y universos crea.

¡Bardo, tu lira! El entusiasmo quiero Que tu existencia en resplandor inunda, La inmensa voz que por el mundo entero Mi inspiración como la luz difunda. Pueda exclamar : «En la creación impero» Donde mi sien la inmensidad confunda,

Y al son del himno que mi labio entone La tempestad del polo me corone.

No soy el bardo yo. Mi labio invoca La inspiración del trovador y el vate,

Y ya burlada mi esperanza loca Desalentado el corazón se abate. Mi castillo de encantos se derroca De la atroz realidad al fiero embate ,

Y tocando en mi engaño mi deseo Un ser de más en la creación me creo.

¿Dónde está mi entusiasmo? ¿Dónde, dónde La hermosa luz de la esperanza mia? ¿ Dónde aquel genio de ilusión se esconde Que bañaba mi pecho de ambrosía! ¿Dónde está, dónde está que no responde Con sus ecos divinos de armonía Al ¡ay! de un triste la que amante y bella Fué de mis noches de placer la estrella?

7

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También despareció. No amor, placeres De la beldad los senos me brindaron; Corrí tras el amor de otras mujeres

Y no yo las amé ni ellas me amaron. Del mundo bello de mis bellos seres Los genios del dolor me despeñaron,

Y sin que ya la realidad me asombre Dudé del hombre al conocer al hombre.

Gozo yo en escuchar en las montanas El férvido ondear de los torrentes, Que en torno orlados de silvestres cañas En rocas de coral rompen sus frentes. Tal vez miro en el valle las cabanas , Mansión de paz, asilo de inocentes,

Y el alma un punto la ilusión encierra De que hay seres felices en la tierra.

¿Los hay tal vez? La soledad imploro Para dar libre rienda a mis congojas: El viento del crepúsculo sonoro Sus raudales despeña entre las hojas. ¡ Hora de paz en que del cetro de oro, De tu manto de fuego te despojas! ¡Naturaleza inmensurable! El hombre A esta gran sensación no encuentra nombre,

Y otra vez, y otra vez mi vista inquieta, Ansiosa de lo grande y lo sublime, Se vuelve hacia el magnífico planeta Que el Occidente con su peso oprime.

99 Venid, venid. La lira del poeta Que bajo el peso de su mente gime, Lanzará sobre el piélago profundo Himnos sin fin al Hacedor del mundo.

Y aun retiembla su rayo en los sonantes Bosques de la erizada cordillera,

Que enclava sus pirámides gigantes, Horadando las nubes, en la esfera. En lluvias de topacios y diamantes Desenvuelven su ráfaga postrera Los vientos de la tarde y en su tumba Del universo el cántico retumba.

Adiós, gran rey de la creación. La tierra, De la noche en los brazos recostada, En la profunda oscuridad se encierra Cual si durmiese el sueño de la nada. Sus cumbres dobla sobre el mar la sierra, El valle cubre la tiniebla helada, Y pliega en tanto sobre el cauce frió Su manto de olas en silencio el rio.

Y rueda y gime por la sombra el viento Como en el fondo del sepulcro helado,

Al eterno vaivén de su tormento,

El alma sin quietud de un condenado.

Tal vez resuena un ¡ay!, se oye un lamento

De la eterna región de lo increado,

Se levantan los muertos de las tumbas,

Puebla el terror las negras catacumbas.

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¡Oh poder de la humana fantasía, Que á mundos del mortal desconocidos, Encadena con férvida energía El corazón, la mente y los sentidos! ¿Quién sabe ¡oh Dios! si la ilusión impía De esos fantasmas de terror vestidos, El gran misterio de tu suerte encierra Más allá ¡ frágil hombre ! de la tierra !

¡Ah! los que el aire respirando impuro Del salón que iluminan las bujías, Del tedio buscan el falaz conjuro En la hediondez de impúdicas orgías, Esos levanten en la tierra un muro Entre su alma de hielo y las sombrías Meditaciones que despierta un mundo En brazos de la noche moribundo.

Si no el placer, la inspiración al menos, Este rapto del alma y de la mente, Baña en su luz del corazón los senos Y el hombre piensa porque el hombre siente. No son los campos de hermosura llenos Los que él encuentra al revolver su frente; Es la noche, mortales, prosternaos : Dios en la inmensidad llenando el caos.

¡ oh sol ! que ya no escuchas mis clamores, Reposa en paz en el confín del dia; Aunque el espacio con tu luz no dores, Otro sol tengo yo, mi fantasía.

101

Yo dormiré sin ilusión de amores, Yo dormiré como dormir solia, Sin locos sueños de esperanzas locas, El sueño de las fieras en las rocas.

102

AL REVERENDO PADRE MAESTRO EXCLAUSTRADO

FRAY MANUEL SOTELO,

CATEDRÁTICO QUE FUE DE LATINIDAD EN EL COLEGIO DE SANTO TOMAS

DE SEVILLA.

I839.

¡Tú, gran levita del que santo aclaman Y en su profunda omnipotencia eterno, Dios de los hombres y los pueblos todos, Cielos y mundos!

¡Tú, gran maestro en las humanas artes Que, la genial severidad templando, Con tierno amor que con amor te paga Grato mi pecho;

Cual tronco rudo horticultor paciente Al rico ingerto que responda en fruto, A tu doctrina fecundante abriste La mente mia!

¡Tú por quien dado en prematuro verso Con ritmo hispano remedar me fuera Los nobles vates de la madre Roma, Virgilio, Horacio!

103

¡Tú que adiestrarme en tu fervor tentaste A interpretar en su nativo ritmo Los grandes genios de la hermosa Grecia, Píndaro, Homero!

Adiós, adiós. Abandonar es fuerza Los áureos campos do rodó mi cuna, La blanda orilla del paterno rio, Fúlgido Bétis.

Y lo que más el corazón me aqueja, Cuando este adiós el corazón te envia, Es ¡ay! dejarte en la orfandad del mundo, Náufrago anciano.

¡ Era terrible la que el mundo corre ! «¡Esclavitud y libertad!)) nos dicen, Y el labio exclama : « ¡ Libertad ! » y luego Pregunta : ¿En dónde?

¿En dónde está la soberana diosa, De mi ilusión engendradora? Suyo Fué el primer canto de mi lira y suyo Será el postrero.

Mas al mirarla cual procaz Bacante Vilipendiada en el revuelto foro, Ante mis ojos su semblante augusto Se vela en nubes;

104

Y con la espada goteando sangre, En su marmóreo pedestal vacilan Los que adoré como supremos héroes. Catón y Bruto.

Víctima en tanto del civil tumulto, Del templo y aula y del hogar lanzado, Donde a la infancia y juventud abriste Sendas de gloria;

Entre el fragor, como el varón Horacio, Levantas la imperturbable frente, Iluminada por el nuevo rayo Del Evangelio.

Dios que a los hombres y a los pueblos juzga,

Y estas tormentas sobre el mundo suelta,

Y que su fin y su principio sabe,

Será tu escudo.

Él velará por tus ancianos dias : A su morada que será la tuya, Por en constante y fervoroso ruego Irán mis votos;

Y donde quiera que en la senda oscura Del porvenir por la región ignota, Llanos ó cumbres, tempestad ó calma, Me arrastre el hado;

Do quier tu noble y paternal recuerdo, Do quier tu imagen guardará esculpida El que solo adoctrinar supiste. Animo indócil.

Do quier tus altos de virtud ejemplos, Do quier tus altas de saber lecciones Conservarán en religioso culto Mi alma y mi mente.

Y al enviarte mi filial recuerdo, Si no en la lengua de Marón divino, En los que tanto de mi musa amaste, Números patrios;

Siento ¡ay de mí! que mis mejillas surca, Como el metal que en el crisol se funde, El que no fácil de mis ojos brota, Férvido llanto.

V

io6

NAPOLEÓN EN SANTA ELENA,

Miradle allí, miradle cómo alienta : Baten las rocas truenos y nublados : Su alma, dominadora de los hados, En la pasión del mundo se alimenta.

Campo es el mar en que sus huestes cuenta; Sus banderas los vientos desplegados: Las olas sus corceles y soldados, Y su carro de triunfo la tormenta.

Goza en la tempestad, que la calma En el mundo á encontrar no eras nacido : El fuego inmenso que te abrasa el alma

¡Cuántas vidas no hubiera consumido! Muere, que aun para queda otra palma. Napoleón, ¿cuántos siglos has vivido?

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AL CONVENIO DE VERGARA.

[Correo Nacional; 14. Setiembre 1839,)

Ellos son. Los que el yelmo del romano, Que nunca impunes las naciones vieron, Al reblandir del brazo sobrehumano Con el hacha fortísima rompieron. Ellos son. Los que el águila de Jano Cuyas garras el mundo sostuvieron. Temblando ante sus fieras alimañas, Vieron rendida al pié de sus montañas.

Ellos son. Ellos son. Los descendientes De aquellos impertérritos vascones Que buscaron del mar las hondas fuentes Entre brumas y hielos y aquilones; Los hijos de los cántabros valientes Que en su escudo marcial cuentan blasones Desde que Iberia padeció el estrago De la antigua Fenicia y de Cartago,

Vedlos allí. La esclavitud que un dia Los pueblos á los tronos aherrojaba, Vio sucumbir su furibunda arpía Al rudo golpe de su ingente clava ;

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Y en tanto ¡oh Dios! que en la opresión gemía, Presa del mal, la humanidad esclava,

En el hogar reinó de los vascones La libertad de antiguas tradiciones.

Id á arrancarles la deidad que imploran , Id á romper las tablas de sus fueros, Id á violar la libertad que adoran Aquellos pueblos con su origen fieros. Las peñas erizadas donde moran Brotarán á torrentes los guerreros,

Y atronando en redor los horizontes Trompa de guerra sonará en sus montes.

Y la escuchasteis ya. Que aquel que encierra, Infausto procer, la infeliz España, Hizo bajar en confusión de guerra La fiera multitud de la montaña. Seis luengos años fatigó la tierra El propio encono y la ambición extraña; La libertad al ímpetu violento Hondamente temblaba en su cimiento.

Mas ¡ay! venid, venid. ¿Quién despedaza La infausta enseña que agitó el tirano? ¿Por qué el escudo protector que embraza Pone el hermano al pecho del hermano? ¿Por qué el guerrero que al guerrero abraza Restaña el corazón que hirió su mano? Esos amigos ya y un tiempo amigos l No eran ayer soldados y enemigos ?

109

Eranlo, sí; pero olvidadlo. El cielo, Dispensador de tan excelsos hados, Manda un ángel de paz que tiende el vuelo Sobre la haz de los pueblos vascongados. La oliva crece en el sangriento suelo Que el roble sustentó, donde arrancados Por la mano fatal de la venganza Fueron ya tanto dardo y tanta lanza.

¡Vascongados! Oid. No hay vencedores : No hay más que un pueblo en derredor de un trono. Donde aun niña Isabel duerme entre flores, Más Reina y más sagrada en su abandono. So el árbol de Garnica no hay traidores : Un abrazo inmortal ahogó el encono : La ambición, el valor, todo se inmola Al grande empeño de la fe española.

Y no se romperá. Mas ¡ay! que aun arde, Aun arde en torno la caliente hoguera,

Y el soplo de un traidor ó de un cobarde A volverla á encender bastante fuera.

No es tarde aún; á la ambición no es tarde; Aun puede revivir la atroz quimera,

Y sobre el ara de las leyes santas

Más sangre vomitar sus cien gargantas.

¡Ah! ved á España de dolor transida, Mal firme la corona en su cabeza, Con bálsamo de paz curar su herida Junto á la palma que á nacer empieza.

110

Y ¿será que otra vez sangre querida Deslustre su magnífica belleza,

Y en lágrimas más tristes aneguemos La dulce patria que ofendido habernos?

¡Oh poetas! cantad. Mas no resuene El guerrero clarín de los Tirteos; Que ya harta sangre en manantial perene De un crimen de hermandad nos hizo reos. No ya el canon de la discordia truene : En la lid de los pueblos europeos Harto excelso lugar os da la historia. ¡Oh con inmenso mal comprada gloria!

Cantad himnos de paz. Por vez primera, Generación de la naciente España, Alza una voz que el corazón no hiera Con roncos ecos de exterminio y sana;

Y si aun quieres orlar esa bandera Con lauro más feliz de nueva hazaña, De otra España hablarán á tus guerreros Gran Colon, gran Gonzalo y gran Cisneros,

¡ Oh ! si por dicha ó por desdicha un dia Mueve el mundo sus miembros giganteos,

Y retumba en la atmósfera sombría El cañón de los pueblos europeos; Cuando el volcan que en torno removía Napoleón ceñido de trofeos,

Vuelva á tronar y con su llama encienda Pueblos y reyes en marcial contienda;

III

Cuando esa guerra cuyo germen cunde Por el gran corazón de las naciones,

Y cual tromba en el Ponto se difunde Esperando otra vez Napoleones; Cuando esa ley de providencia inunde De naos el mar, la tierra de legiones,

Y eleve al fin en libertad fecundo

Al genio audaz del porvenir del mundo;

Entonces ¡oh momento! en esa guerra Miraréis á las huestes españolas, De los galos a par turbar la tierra, A la par del inglés domar las olas : Renovarse la página que encierra Lepantos, Garellanos, Ceriñolas, Grande, invencible al español guerrero, De la España que fué digno heredero.

Y «¿quiénes son?» al recibir sus leyes Preguntarán los pueblos espantados : «Son de la Europa los antiguos reyes», Responderán los pueblos admirados. «¿En dónde esos leones que cual greyes » Lleva ante los pueblos conquistados, «Volvieron á afilar la fuerte garra?» En los montes del Vasco y de Navarra.

Escrito está. Con su buril divino En letras refulgentes como el dia, Grabólo el Dios que al vuelco del destino Delante de la paz la guerra envia.

112

Tal vez a nuestro afán está vecino Esa que ve llegar la fantasía, Momento nuevo de bonanza y gloria Que a España guarda la futura historia.

Y entonces los espléndidos laureles Del siglo de Isabel desvanecido, Sombrearán renaciendo los laureles De cuanto de España y español ha sido. Estos que llora aún triunfos crueles Del combate civil cubra el olvido, Y ante la imagen de la patria cara No haya aquí más laurel que el de Vergara.

Esto cantad,., los que en el alma ardiente, Como en mágico espejo retratadas, Las glorias reflejáis de lo presente, Las glorias que serán y las pasadas. Esto cantad, y vuestro labio cuente A cien generaciones asombradas El valor inmortal de los guerreros: Los Aquíles ¿qué son sin los Horneros?

¡Reina hermosa, en el oriente hispano Brillante sol tras tempestad sombría! ¡Astro feliz que al término cercano La rota nave entre aquilones guia! ¡Al cielo plegué bendecir tu mano! ¡ Pluguiese al cielo levantarte un dia, en quien España su esperanza adora, Del mundo arrodillado» emperadora!

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A LA GUERRA DE ORIENTE,

1839 Y 184O. FRAGMENTOS DE UN CANTO.

I.

INTRODUCCIÓN.

¿Cuál en los áureos climas que la aurora Con sus rayos primeros abrillanta, Estremeciendo el mundo se levanta, Decid, decid, insólito rumor? ¿Cuál del Indo al Eufrates, de las cumbres Del Líbano sagrado giganteas, Retumba en las Pirámides Nileas Voz de exterminio, acento de terror?

¿Qué tempestad los misteriosos ríos, Qué nubes ¡ay! los valles enlutaron Donde su blanda grey apacentaron Los hijos patriarcales de Abrahan? ¿ Por qué á las puertas del harén resuena El relincho del árabe caballo, Y ahondando el polvo con el férreo callo Llama á la guerra al héroe musulmán?

ii4

¿Son otra vez los sacrosantos dias Que á su planta Israel, Dios en la cumbre, Ancha aureola de celeste lumbre Coronaba de gloria el Sinaí? ¿O en que abriendo y cerrándose los mares, Cual la palma de un hombre, en su hondo seno, Retumbó del Señor la voz de trueno

Y dijo a Faraón : «Yo estoy aquí»?

¿ Se ha alzado otra Babel y para alzarse Los montes hacinó sobre los montes,

Y del mundo llenó los horizontes Sombreando con su mole la extensión? ¿Ha vuelto a levantarse Babilonia

Y a sembrar en sus torpes liviandades Con palacios mayores que ciudades Del profanado Eufrates la región?

¿Es Dios, es Dios que sorprendió á los pueblos En el festín del crimen y el pecado,

Y el torrente soltó de fuego alado Que en ceniza los torne y vanidad?

¡Qué voz! ¡Qué horrenda voz! ¿Será Isaías? ¡Ay de los pueblos que el Señor maldijo! La madre estrecha en su regazo al hijo

Y en su dolor le anuncia la orfandad.

¡Asia! ¡Patria común! ¡Cuna del mundo! ¡ Profetisa inmortal de las naciones ! ¿Quién desgarró tus blancos pabellones? ¿Quién tu guirnalda con su aliento ajó?

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Puso el Señor sobre tu frente excelsa ¡Asia inmortal! sus manos inmortales; De la luz del Edén los manantiales En tu regazo inmaculado abrió.

El mundo fué. Del primitivo caos El gran principio se alanzó fecundo : Dios empezó por la obra del mundo

Y aplacióse en tu hechura su deidad. En brotó la primordial semilla Que mordió la serpiente del pecado. ¡Árbol de vida que la muerte ha dado

Y debió cobijar la humanidad!

El mal su sombra fué : pero á su sombra Revolaba un espíritu divino,

Y bajó de los cielos el destino

Y les dijo a los hombres : «Por aquí.» El canto oscuro del primer profeta Aun resuena del mundo en la memoria,

Y el hombre vuelve, al recordar su historia, Llena su faz de admiración, á tí.

La religión con sus altares de oro, Con su arpa omnipotente la poesía, Cuanto el mortal divinizaba un dia, Dogma, belleza, tradición, verdad; Todo fué tuyo. Un siglo y otro siglo Amasó los magníficos cimientos: En vertió su mundo de portentos El genio de la osada humanidad.

n6

Yo sobre el libro de oro de tu historia ¡Madre del hombre! en mi niñez dormía,

Y en mi entusiasmo y mi ilusión sentia Los siglos palpitar bajo mi sien.

Yo he visto en los abismos y en los cielos El surco eterno de tu huella ardiente : De combates sin fin largo torrente Cauces de sangre abrir en el Edén.

He visto arder y consumirse a Troya De la Europa invasora al lento fuego, Rodar el carro del terrible griego Sobre el cadáver de la antigua Ilion. Seguí a Alejandro que hacia llevaba El azote fatal de sus conquistas; Volaron tus imperios como aristas Al soplo del antiguo Macedón.

Mahomet tendió sus brazos a tus tronos Como a las presas fáciles las fieras, Cual las sierpes de Libia á las palmeras, Cual rayo al cedro, como tromba al mar.

Y has escuchado cien Tamorlanes

A sus hordas gritar de hambrientas hienas : «No llevéis armas, no; llevad cadenas »Con que á esos pueblos sin coraje atar.»

Tú, que después te adormeciste un dia Bajo el laurel de tus brillantes siglos,

Y ahuyentaste de como vestiglos Los genios de tu gloria y tu ambición;

ii7

Tú, que arrojando el libro de tu historia A los pies de tus bárbaras legiones, Olvidaste en el ocio tus blasones Como Dios en su tumba á Faraón;

Tú, que en mal hora recordaste un dia Que el primitivo Edén brilló en tu seno, Que de ventura y de inocencia lleno Se alzó aquel mundo inmaculado en tí;

Y las sombras dolientes evocando

Del bien perdido en cuyo afán te inquietas, Junto al ara que alzaron los profetas Del placer te entregaste al frenesí;

Tú, que de afeites sórdidos ungida, Sierva infeliz y adúltera sultana, Ni en la noche ¡Asia infiel! ni en la mañana Volviste al cielo en oración tu voz;

Y el alma entre pereza y el sentido Envuelto por las mirras de tu suelo, ¡Hija del cielo! abandonaste al cielo, ¡De tu Dios primogénita! a tu Dios;

¡Esposa del infiel! ¿por qué del lecho De tus blandos placeres te levantas? ¿Por qué los que a tus pechos amamantas, Leones del desierto de Ismael, Por qué afilan sus garras carniceras De Abrahan en la santa sepultura? ¿Por qué suena tu bélica armadura, Brilla tu alfanje y salta tu corcel?

n8

Tus montes han temblado. El nublo oculta Tu inmóvil sien de sempiternos hielos : Llevando entre sus garras los hijuelos El águila del Líbano voló. Sangre vuelcan las fuentes de tus rios, Tus cavernas mefíticos vapores; Sobre el manto esplendente de tus flores Honda esterilidad se recostó.

Del antro oscuro en que los siglos yacen Sellados ya con sempiterno olvido, Alzaron sobre el seno estremecido Tigris y Eufrates la violenta sien ; Y extendieron los brazos y las aguas Movieron en sus fuentes perenales ; Turgente el cauce vomitó raudales, Bagdad la santa retembló al vaivén.

Y allá do el Ganges sus torrentes claros Bajo un dosel de témpanos sepulta, Donde en la sombra del misterio oculta A los ojos mortales su deidad; En el silencio de la noche vaga Hondo clamor de horrenda profecía; Chocar de haces y de armas y agonía, Voz de exterminio en son de tempestad.

¡Asia! ¿Qué es esto, di? has escuchado La trompa de los célicos querubes; Tu has oido rodar sobre las nubes El flamígero carro del Señor,

ii9

El dedo augusto que la muerte escribe Te selló con el sello del infierno; El manto de las iras del Eterno Arde tu seno en fuego abrasador,

¿Temes al Dios que abominaste? ¿Temes Que se abra el cielo sobre tí? ¡La guerra!!! Oprimid con ejércitos la tierra, Hijos, los que aun lo sois, del Alcorán; Renazcan las antiguas muchedumbres Que en sus brazos llevaban el destino; Despierte un Solimán ó un Saladino La raza fiera del soberbio Islam.

Y ore el imán en la mezquita y llamen A la oración postrera los muecines : Que retumbe del Asia en los confines ¡Arma, guerreros! ¡Fieles, religión! La fe en el corazón , la cruz al pecho, La cristiandad en Palestina impera; Vuelve a clavar la cristiandad entera En la tumba de Cristo su pendón.

Romped la losa, levantaos ¡profetas! ¡Vírgenes de Salem! Templad la lira : El ángel que en el Gólgota suspira Las alas tiende á la feliz señal. Torna a lucir de la nación cristiana El claro sol en su fulgente cuna; Arded, rayos de Dios, la media luna Caña será que tronche el vendaval.

120

Y otra vez y otra vez Mas no, perdieron

Su calor celestial los corazones : Impulso de magnánimas pasiones, No hay ya en el alma de los pueblos fe. El genio excelso de la antigua Europa En el Jordán se bautizó dos veces : Hoy va á agotar de su vivir las heces Y olvida ya que Jesucristo fué.

121

II.

MEHEMET ALÍ,

Cien Sesóstris y cien su cimitarra Ya en la antigua pirámide afilaron : Del Nilo vencedor se derramaron Torrentes mil de guerra y de invasión.

Los gigantes del Atlas que han blandido Su maza atroz del Asia en las contiendas, Descansaron tal vez bajo sus tiendas Del Nilo sacro en la feliz región.

Hoy de alto esfuerzo y de esperanza henchido, Con su ambición de porvenir fogoso, Alza la frente impávida un coloso, Un pié en el Asia, en África otro pié.

Abre el Corán, le arranca el fatalismo Que al Oriente impulsó mientras vencía : Sus fuertes naves al Ocaso envia De sus artes en pos, no de su fe.

Vedle : es Egipto que renace. En torno Las ruinas aparta con su mano : Europa da la muerte al Otomano Y al Egipcio le infunde su vigor.

122

Movióse al fin y el déspota del Asia Le dijo ya : «Tu esclavitud mi herencia»;

Y él gritó con magnánima insolencia : «Tu esclavo no; si acaso tu señor.»

Y ensilló sus caballos y sus tiendas Sobre el lomo cargó de sus camellos : Él como espigas segará los cuellos De los que al paso del cobarde van.

En vano el Turco en muchedumbre inmensa Como nubes agolpa sus falanges; Los hados iracundos sus alfanjes Contra su mismo pecho volverán.

¿Quién eres tu, que el manto ensangrentado,

Y ensangrentado el estandarte ostentas?

¿ Quién eres, di, que por tus glorias cuentas Las horas de una vida de ambición?

¿Quién eres tú, cuya terrible frente Las nubes velan del afán interno,

Y vuelves á la tierra y al infierno

Tu ojo de fuego y tu mirar de arpón?

¿Acaso en la honda noche, cuando vagan De Faraón y de Moisés las sombras, Con terribles imágenes te asombras Como el genio fatídico del mal?

¡Bárbaro inmolador del mameluco! ¡Bajá que abriste á la traición tu pecho! ¿Saltan, di, revolcándose en tu lecho, Las víctimas sin fin de tu puñal?

123

¡Ah! no. ¿Dónde no hay crímenes que arrastren En cadena infinita a los culpados? La sangre pide sangre. Así purgados Los tristes pueblos de sus monstruos son.

Estrella fué de tu azarosa vida Llevar sobre cadáveres su planta; Segar con tu cuchilla la garganta Del que a tu genio amenazó traición.

Mira en torno de tí; mira ese trono, Astro del Asia al declinar de Roma : La sombra le ha cubierto de Mahoma: Duermen las razas del Oriente allí.

¿No ves, Alí, de los que en él vencieron Sangre y más sangre destilar las manos? ¿No has visto rodearse á los tiranos De un muro de cadáveres, Alí?

Pregunta á ese Sultán. Que él te responda Si la ambición arrepentirse debe : Ese tu gran rival que en torno mueve De un trono más excelso su broquel,

Con las cabezas que cortó una noche Ciñó las torres del Serrallo un dia : En vano a su genízaro pedia, Al pasar a otros dueños, el corcel.

El muro de su imperio en los combates Mahamud en su enemigo derribaba : Tú, al que un trono á tu valor cerraba De que fué su cadáver tu escalón,

124

Álzate pues, ¡Napoleón del Asia! Invade á esa decrépita Turquía : Tu pueblo es joven, en tu lanza fia : ¡ Alí! desencadena tu león.

eres el sol que anuncia a las naciones De su grandeza y su esplendor la aurora; Mahamud el sol que á refulgir un hora Asoma entre tormentas y a morir.

Mahamud de la progenie vencedora De sus padres los héroes'el postrero; Tú, padre de hijos que en el gran sendero Tu alma en su alma sentirán latir.

¡ Rebelde ! ¿ Quién ? ¿El que a la tierra envías De un pueblo ¡oh Dios! á inaugurar la historia? Los héroes, instrumentos de tu gloria, Esos ¿rebeldes ante serán?

¿Lo serán ante el hombre los que vencen, Que hasta en el crimen la grandeza admira? La gloria es la virtud. En su alta pira Héroes, naciones á purgarse van.

Marcha ¡excelso Bajá que un nuevo Egipto Con las reliquias de los siglos creas! vencerás, aunque vencido seas, Que no te vence una batalla á tí.

Dios, al rendir la edad tu fuerte diestra, Alienta un sucesor en tu regazo. Turbe el Asia Ibrahim. El es tu brazo. Marcha á la empresa de tu gloria, Alí.

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vencerás, porque tu causa vence; vencerás, aunque te arrastre un crimen; Los pueblos con la sangre se redimen; Su bautismo es la sangre, es pelear.

vencerás, aunque en la atroz contienda El hado funeral de las batallas Destroce tu pendón, rompa tus mallas, Tus hijos lance á la región de Agar.

Aunque rompa tu alfanje el Otomano, Se alzarán en tu tumba cien Alies; Y en el Edén las candidas houríes El himno de tu gloria cantarán.

Así la providencia de los pueblos Grabólo ya con su buril divino : Cien campeones de tu gran destino En tu sagrada tumba se alzarán.

126

III.

LA EUROPA EN ORIENTE,

¡Delito no, fatalidad del Asia, Dormida en sus antiguos mausoleos, Abrir a los avaros europeos , Su entraña de oro y de diamante abrir: Librar a la ambición y a la codicia Los abundosos ámbitos de Oriente; El golfo claro del coral ardiente, Las áureas venas del oculto Ofir!

La Europa en todas partes. Esta Europa Que, el dolor de la muerte en sus entrañas, Lleva do quier por márgenes extrañas De sus crímenes ¡ay! el paladión; Esta Europa sin fe que al recostarse En la tumba de cien generaciones, Quisiera inocular en las naciones El germen de su propia destrucción.

Allí está, allí. Del sórdido egoismo Por quien su gloria y su entusiasmo abjura, Corrompe la funesta levadura, Del Asia el corazón corrompe ya.

127

Arranca el estertor de la agonía El Alcorán en tu mayor cimiento; Dócil el cuello al eslabón sangriento, El león de Mahomet no rugirá.

¡Ay! que la Europa su inquebrable escudo, Señora al fin del Dardanelo, embraza! ¡ Ay ! que levanta su terrible maza Para imponer los grillos de su ley ! ¡Ay! que ya tiende al solio del Oriente Desde el seno del Bosforo sus brazos,

Y ata en la red de sus traidores lazos De tantos pueblos la turbada grey!

En las comarcas de recuerdo santo Donde su hueste el musulmán divide, Ella el gran sol de las batallas mide

Y clava en medio al campo su pendón;

Y en aquel mar a cuyas blancas olas Olas de sangre llevarán los ríos, Inmobles como rocas los navios

El trueno aguardan del primer canon,

Pueblos que en las pasiones de los pueblos Negocian como viles mercancías, Que sin la fe de sus antiguos dias No adoran otro Dios que el interés; Los hijos de Ricardo y Godofredo Recorren esa mística ribera, Sin recordar en su estupor siquiera ¡Ay! que la tumba de sus padres es.

128

¡La tumba de su Dios! Vedla, esa Francia, Madre de los tribunos y tiranos , Lleva hasta allí, blandiéndola en sus manos, Su hacha de agitadora libertad; Francia, esa Francia en cuyo vasto seno Remueve Dios el porvenir del mundo,

Y amamanta á su pecho moribundo Hado feliz de venidera edad.

En vil mercado trastrocando el orbe Para hacinar el oro en sus hogares, Allí también, pirata de los mares, Su púnica amistad vende Albion;

Y abriendo el ala que al rozar los tronos La envidia de los déspotas despierta, Impele hacia Stambul la garra abierta, Su águila blanca el Czar del Septentrión.

El ruso y el inglés, los dos colosos Que aprietan a la Europa entre sus brazos : La Francia tricolor que hace pedazos Cuanto la empresa de los siglos fué. En pos caminan al fatal despojo Pueblos y reyes en ansiosa muestra,

Y tiembla en derredor la gran palestra Del asiano confín bajo su pié.

¿Por qué oprimió el inglés con sus navios Del Indo sacro la inviolada espalda? ¿Qué esperan ya del Caúcaso en la falda Esas fieras estupidas del Don?

129

¿Por qué no desplomaron los sultanes El trueno de su antigua omnipotencia? ¿ Por qué no fué su ambicionada herencia Aquella Europa que temblaba al son?

¿Por qué? La historia abrid. Porque á los pueblos Brazo fatal sobre la tierra guia : Dios un arcángel á su cuna envia, Manda otro arcángel á su tumba Dios. Habla el destino en las tremendas horas Y á los pueblos detiene en su camino : Ora en los pueblos fulminó el destino De invencibles catástrofes la voz.

¡Voz de lo que será! ¡Voz que á los hijos Del Redentor y del Profeta llama; Que en guerra el Asia y en tumulto inflama, Que á Europa lleva al oriental confín ! Ved á las fieras que abortó el desierto De las haces seguir las hondas huellas; Ved congregarse y revolar sobre ellas Bandas de buitres al mortal festín.

v¿ Quién vencerá?)) los pueblos á los pueblos « l Quién vencerá ? » preguntan asombrados. «¿Adonde, adonde van esos soldados, «Instrumentos de ajena esclavitud?» Pueblos que exentos de opresión respiran, Pueblos donde los déspotas imperan, Que surjan desde allí temen ó esperan Raudales de exterminio ó de salud.

130

¿Veis con ojos inmóviles sentado En su nueva Termopila al Heleno ? ¿No está el abismo de sus males lleno

Y el alfanje y la cruz apresta ya?

Y con la fe de su martirio eterno,

Al grito sordo que en el orbe zumba, Se levanta Polonia de su tumba

Y pregunta también : «¿Quién vencerá?))

¡Oh Dios, gran Dios que en tu furor retiras De la doliente humanidad la diestra,

Y en la vida, en la muerte larga muestra Das ¡ay! de tu grandeza y tu poder!

Dos grandes razas que en la historia humana Caín y Abel sobre la tierra fueron,

Y en su odio vengativo se creyeron Hechuras ambas de distinto ser;

A decidir la inmemorial contienda Convocaron por fin sus naciones. ¡Oh Dios! ¿Se abrazarán los campeones? ¿Sucumbirán las dos en su furor? Tal vez va á levantarse sobre el mundo El Leviatan del postrimero dia; Se cumplirá, Señor, la profecía : La nada en tus creaciones ¡oh Creador!

J3i

IV.

EL ÁRBOL DE LA HUMANIDAD.

Y vino un ángel y me dio sus alas ,

Y yo en sus alas me elevé hasta el cielo,

Y vi crecer en su nativo suelo El árbol de la triste humanidad.

Lo vi tender por la anchurosa tierra Su áurea copa de ramas inmortales,

Y beber del Edén en los raudales Santo jugo de alteza y majestad.

Del mismo Dios la omnipotente mano ¡Asia inmortal! lo fecundó en tu seno, Al alumbrar pacífico y sereno El primer luminar de la creación.

Aura de gloria murmuró en sus ramas; Profundizó en la tierra sus raíces ; Padres, hijos no más, pueblos felices Nació á cubrir en tu feliz región.

Nació á criar en primavera eterna Pimpollos tiernos y olorosas flores,

Y al soplar de favonios protectores Nunca el rigor del huracán temer;

132

Mas al brotar en su inmortal guirnalda El pimpollo gentil 5 la flor más bella, Viento de culpa marchitaba en ella El dulce germen del humano ser.

Creció, creció. Mas su raíz mordía Con el diente letal reptil interno : Su primavera se trocó en invierno, La espina del pecado en él brotó.

Creció. Pero en su tronco carcomido La serpiente fatal se retorcía,

Y en sus frutos el tósigo vertía Que el Edén primitivo arideció.

¿Qué importa ¡oh Dios! que entre sus ramas cante Himnos del cielo un viento soberano, Si á su pié sólo suena del humano Dolor el ¡ay! eterno, el ¡ay! fatal?

¿ Qué importa ¡ oh Dios ! que se levante al cielo

Y cubra con su sombra inmensidades,

Si á su sombra han de estar las tempestades Que arrasaron la choza patriarcal?

Sacerdotes, profetas y caudillos A su sombra fatídica espiraron; Con sangre de sus venas lo regaron El genio y el valor y la virtud.

De sus ásperos brotes las naciones La lanza de guerra construyeron ; Mas ¡ay! en vano fabricar quisieron Un arca de alianza y de salud.

*33

¿Dónde están ya las patriarcales chozas Que protegió su primitiva sombra? Babilonia á su pié tiende su alfombra

Y el delito levanta su ciudad.

: ya vendrá la tempestad postrera

Y la copa caerá y el trono ingente,

Y de la nada arrastrará el torrente El árbol de la triste humanidad.

í34

A ROMA.

No hay salvación : al último romano En el gran Cicerón el hierro amaga : Entre las tumbas de los Peños vaga La sombra de Catón republicano.

El manto imperatorio alza una mano, La hoguera popular con él apaga, Y Bruto, en el furor que lo embriaga, A César matará, mas no al tirano.

emperador, ¡ triunviro ! En Roma hay solio Venga á la Roma que holló las gentes De la Roma que aborta Catilinas :

Y á otros Dioses abierto el Capitolio, Láncense pueblos mil que alcen sus frentes De ese pueblo insensato en las ruinas.

135

EN EL CAMPO,

¡ Con qué placer respiro El aire de los campos! ¡Cuan gozoso Por las montañas y las selvas giro Mi vista ansiosa de espaciarse! El cielo. La tierra, el sol, la creación entera Resplandece a mis ojos admirados Con nuevo resplandor, y por la esfera, Cual fecundante llama, De la existencia universal el germen En torrentes de vida se derrama.

Yo te siento también, ¡oh tú, gran genio Que en los misterios del Creador te inspiras, Y por los orbes que su sien coronan, La calma en pos ó la tormenta, giras ! ¡Oh tu, inmortal naturaleza! El lecho Deja a tu voz el mundo, En que la flaca mano Le abandonó del árido verano. ¿En dónde el infecundo Polvo que la brillante lozanía

i36

Marchitó de su faz y su regazo Cual tumba abandonada aridecía? ¿Dónde el calor inerte Que en los sedientos prados A la feraz vegetación postraba

Y en estupor de muerte

Y honda inmovilidad la sepultaba? ¡Campos! reverdeced. ¡Flores! alzaos. ¡ Céfiros! respirad.

Ka sólo un hora La ancha tierra á mis plantas extendía Su manto seco de áridos abrojos,

Y donde en vano reposar buscaban Miradas también áridas mis ojos;

Y en la tristeza mía

Como ardiente perfume respiraba El polvo que mi planta removía.

Hórrida simpatía El alma adivinaba Entre la estéril sequedad del suelo Y la aridez del corazón. No hallaba De amor ó de amistad un sentimiento Ni en los otros ni en mí; y en torno, en torno Yermado y triste y sin vigor el campo Con un placer estúpido miraba De su vivaz fecundidad vacío Cual volcan bajo piélagos de lava : Mustia la flor estaba Sin céfiros, sin lluvia, sin rocío, Los sauces en la orilla desmayados9

m

Y en los antros profundos recostados Los genios melancólicos del rio. Aquel placer sombrío

Gustaba yo del propio sufrimiento

En el ajeno padecer. Mi alma

Esas horas amargas discurría

Que anhelamos tal vez que todo sienta

Porque padezca con nosotros todo ;

Y á la pálida flor y al árbol seco

Daba yo un alma en mi dolor profundo, Para tener en mi dolor un eco

Y consolarme en el dolor del mundo. Un instante no más, y ante mis ojos Se alzó de su letargo el universo

Y mi frente á par del. Mi pecho hería De agitación vivífica un latido,

Y á mi vista un momento confundido Cuanto el orbe en sus ámbitos encierra, Con el fervor del entusiasmo oia

De los cielos la voz llenar la tierra.

¡Oh sublime placer! El viento, el viento De la inflamada tempestad. Las furias De los aires y el mar se levantaron,

Y ministros del fuego, los querubes Sobre el mundo sin fin precipitaron Su ardiente carro de polares nubes.

Y el trueno y el relámpago y el rayo

Y torrentes de lluvia y huracanes

Y la vida con ellos. ¿Dónde, dónde ¡ Furia del mundo ! huíste

r38

Que en tu abrasado vuelo No me arrancaste al suelo?

En los fugaces días En que niño yo fui, ya palpitaba Mi pecho enardecido ¡Sublime tempestad! á tu rugido,

Y un placer siempre nuevo

Cuando me envuelves en tus alas pruebo. Ahora te vas. Tus nublos desbandados Se alejan como leones fatigados, Para volver tal vez. Sí, vuelve, vuelve,

Y la comarca aun hervorosa inunda Con torrentes sin fin de agua fecunda. En tanto, de placer embebecidos

Mis ojos, mis sentidos, En el cuadro magnífico se gozan De la creación regenerada. El prado Su ancho festón de renacientes flores Despliega en derredor, y sacudiendo Con el ala gentil el polvo leve, Espira en torno suavidad y olores El aura blanda que los bosques mueve.

Mas ¿dónde estás, oh sol? He allí su lumbre En la celeste cumbre, Deshechos ya los tempestuosos velos, El glorioso monarca de los cielos Aparece otra vez. Su rayo de oro Que el manto de las nubes envolvía,

*39 Las nubes rompe y á la tierra envia De su luz el vivífico tesoro; Mientras con más vigor reverdecientes, Sus coronas de pinos agitando, Le están los altos montes saludando Con la sonora voz de los torrentes.

Y esta vida sin fin y esta frescura También refresca el corazón. ¡Oh, cuántas Ilusiones de dicha unidas tengo A la paz de los campos, á una vida De celestial contemplación! Lejano, Lejano aquí de cuanto enciende ahora En fuego de dolor el pecho mió, ¡Ay! tras el bien que ansio Correr mi vida por los años viera Como el raudal que el céfiro arrebata En limpio cauce de búhente plata De su cítara al son por la pradera.

¿Qué se aprende en la vida? Que la vida Es ¡ay! la eterna lucha Del desengaño y la ilusión. Amores, Placeres, juventud, sueños dorados, Cuantos tal vez nos ofreció el destino, Pasan cual luminoso torbellino Por el tiempo en su flor arrebatados. ¿ Qué es la gloria tampoco si la frente Que orla el laurel fulgente, En la ardiente palestra recogido,

140

Más grave el peso de la suerte abate?

La vida es un combate,

Y el hombre lucha para ser vencido.

Ondead á mis plantas, océanos De árboles y de flores. Yo á mis solas Miro temblar al soplo de los vientos La varia inmensidad de vuestras olas. Alzad, rosas de estío, La frente virginal y el cáliz lleno Del vivífico humor de las tormentas Ofreced á las sílfides del aura. ¡Oh, cómo se restaura Mi perdido vigor al dulce aliento! Conforto y alimento Busca y encuentra el alma En la dichosa calma De estos valles tranquilos que á mis ojos Ofrecen con más vida y más colores, De la misma tormenta en los despojos, La imagen de la paz entre las flores. Y en tu feliz regazo, Madre naturaleza, adormecido, La pena y el temor dado al olvido, Roto del mundo engañador el lazo, Paréceme que siento Con íntimo contento De un invisible ser el dulce abrazo : El abrazo de un ángel que en su vuelo Quiere arrancarme al suelo.

I4I

OCTAVAS.

Almas, almas ardientes que el destino Ó el acaso tal vez dotó en mal hora Con ese don que apellidáis divino, La fiebre que os abrasa y os devora; Que atropellando el valladar mezquino En donde el vulgo de las almas mora, Vivis en la región del pensamiento Toda una eternidad cada momento;

Decid : ¿os comprendéis? En ese mundo Que corréis y corréis en vuestro vuelo, Del infierno en el báratro profundo, En las cumbres espléndidas del cielo, Entre tanto fantasma vagabundo Como cruzó vuestro inmortal desvelo, ¿Vuestro ser, vuestro Dios, vuestra fortuna, Ninguna voz os reveló? Ninguna.

Tal vez en las fronteras de la nada, Prodigando á torrentes la existencia, Lo eterno y lo infinito por morada, Creéis del mundo adivinar la esencia;

- 142

Pero tiembla delante y se anonada De vuestro propio ser vuestra omnisciencia : Sondeáis el cielo y el infierno en vano : Vosotras sois vuestro insondable arcano.

¡Oh, si el poder os concediera el cielo De dar vida y calor á esas creaciones Que os forjasteis tal vez en el anhelo De vuestras soberanas ambiciones! ¡ Si desgarrado el misterioso velo De tantas y tan bellas ilusiones, Pudiese contemplar la absorta tierra El mundo ideal que vuestra frente encierra!

Pero no, no podéis. La fantasía Color no tiene igual a sus colores, Ni los vientos del mundo su armonía, Ni el sol, ni el mismo sol sus resplandores. No alcanza el hombre en su mayor porfía Esferas a esta esfera superiores , Ni á expresar la belleza soberana Palabras hallará la lengua humana.

H3

LA NUEVA MUSA.

¡Ay! Entre nubes candidas velando Las formas que le dio la fantasía, Muerto el sol que en su frente refulgía Con resplandor de eterna juventud; Tendiendo al cielo las dolientes palmas, Al aire sueltos los cabellos de oro, Mudos los ecos del celeste coro Que sonaban vibrando en su laúd;

Vedla del mundo ingrato abandonada, Intérprete de un Dios que el mundo olvida, Con horrible sarcasmo escarnecida

Y desgarrado el manto protector; Vedla tender las alas inmortales

Y el aire hender y abandonar el suelo. Huye del mundo, sí, vuélvete al cielo, ¡Genio de paz y de virtud y amor!

La Musa fué de la verdad. Un dia, Eterno en los anales del destino, Apartó del pacífico camino Su incierto pié la ciega humanidad.

144

Abismos á sus pies, sobre su frente; Abismos encontraba en todas partes : Cien Esfinges, cien Hidras y cien Martes Abortó en su furor la sociedad.

Ella, la hermosa, la celeste Musa Soltó su voz en el feroz tumulto : La voz de la verdad , la voz del culto, El ¡ay! de la ofendida religión.

Y al pié se arrodilló de los verdugos,

Y en el polvo se hundió de las ruinas,

Y en canciones tristísimas, divinas, Exhaló ¡virgen pura! su aflicción.

No la escucharon, no. Bárbaros pueblos, Con furor de locura enfurecidos, Su corazón, su labio, sus oidos Al acento cerraban de la paz. Ahogó la tempestad de las pasiones Aquel clamor en libertad fecundo : Sacerdotisa del altar del mundo ¿En dónde estás ¡oh Musa! en dónde estás?

Pasaron ya con su entusiasmo fiero, Pasaron ya con su grandeza impía, Noche de tempestad que el nuevo dia Con su lumbre vivífica ahuyentó; Pasaron ya los ciegos fanatismos Que un siglo asolador llamó su ciencia : Dogma de destrucción, feroz creencia, A su impulso fatal ¿qué resistió?

145 Mas busco en vano tus brillantes aras, Musa de la verdad. Pálido, inerte, Esqueleto abrazado con la muerte, ídolo sin grandeza ni virtud; El genio de un helado escepticismo Alza do quier su lívido semblante : A sus plantas se arroja palpitante El alma de una triste juventud.

Ignorancia la fe, Dios un fantasma, Ceguedad la virtud, la dicha un nombre, Inmundos goces que devora el hombre

Las creaciones divinas del amor

¡Ah! ya no más. El cáliz de amargura Hasta el borde fatal se ostenta lleno : Vuestros labios abrid. ¡ Sólo veneno ! Abrid el corazón. ¡Sólo dolor!!

Yo lo siento también. También yo dudo Y me atormento yo. Dadme mi lira; Fantasma atroz ante mis ojos gira : Yo con cantos de paz lo ahuyentaré : Mas no, que entre sus cuerdas destempladas Sólo la voz del desengaño suena. ¿Cuándo me aliviaré de esta cadena? ¿No hay ya esperanza ni virtud ni fe?

Mis ojos tiendo con horror de muerte Sobre esta Europa cuyo sol se apaga : Su corazón es una inmensa llaga Podredumbre, ruina, liviandad :

I o

146

Y en esta grey de incrédulas naciones Que entre la duda y el terror se agita, Ni una esperanza de virtud palpita, Ni se siente un impulso de piedad.

¡Oh! ¡cuánto, cuánto á padecer nacida, Generación que sobre tumbas creces! ¿No encuentras, di, para endulzar las heces De ese cáliz de hiél algún licor? ¿No hay para creencias ni entusiasmos? ¿No hay para ni gloria ni sosiego? Juguete del vaivén de un hado ciego, ¿No abrigas más pasiones que el furor?

¡ Ah! Si la historia de su gran cadena No soldase en el mundo los pedazos, La frente doblegar, cruzar los brazos, Desesperar debieras y morir; Mas si es verdad que el alma de los pueblos En la tumba del tiempo resucita, ¡Oh juventud! la humanidad te grita Que abras delante de ella el porvenir.

¡Dichosos ¡ay! los que debéis al cielo La inspiración y el genio del poeta, El alma ardiente, impetuosa, inquieta, Sublime hasta en la calma como el mar! El fuego que os devora os alimenta, Por la tierra pasáis mirando al cielo, Dais como el sol vuestro esplendor al suelo, Podéis ¡oh dioses! como Dios crear.

H7 ¿Qué es el genio? ¿Es ser Dios? Sobre este mundo Arrastrando en su espléndida miseria Un eslabón de terrenal materia Que ata al suelo su espíritu inmortal; No lo comprende en su ignorancia el hombre Por más que el peso de su mano siente; ¿Por qué no has puesto ¡oh Dios! sobre su frente Al genio como al ángel tu señal?

Cometas del terror, hijos del caos, Inflamados gigantes del vacío, Vense tal vez con resplandor sombrío Sobre el mundo en los siglos descender;

Y en la sombra y terror de la insondable Religión del espanto el hombre ciego, Ve á Dios sobre esos témpanos de fuego El mundo entre sus manos resolver.

Así en el cuadro refulgente, inmenso En que los pueblos que en el mundo han sido Se arrancan á la noche del olvido Al bajar de la historia al panteón; El profeta, el guerrero, esas deidades De la asombrada humanidad descuellan; Un pueblo, un siglo con su nombre sellan

Y astros de pueblos y de siglos son.

Los pueblos fueron. En su infancia oscura De su propia existencia se asombraron,

Y en portentos magníficos buscaron

El gran principio á quien su origen dar:

Y enlazando la tierra con el cielo, Buscando religión antes que hazañas, En su cuna de bosques y montañas Vieron un Dios y alzaron un altar.

Vedlos después la lanza de la muerte Al laurel arrancar de la victoria. ¿Quién en su ardiente juventud la gloria Como al nacer la religión les dio? ¿Quién sino el genio fué? ¡Pueblos del mundo Que sin romper los hierros que os oprimen, A la venganza, a la impiedad, al crimen, La furia de los pueblos entregó !

¡Pueblos que osáis á par de las cadenas Romper también de la deidad los lazos! El velo de la muerte entre sus brazos, Abre ya Dios la tumba a vuestros pies. La duda es el buitre que os devora: Júpiter que atormenta a Prometeo. ¿ Queréis un himno ? Os nacerá un Tirteó. ¿Queréis un Dios? Os lo dará un Moisés.

¿Ni un canto ya ni un Dios? ¿Queréis la muerte? Horneros, despertad. Que las naciones Escuchen vuestra voz. Sus altos sones Lance la lira en santa inspiración : En brazos del amor la paz descienda

Y abra el seno fecundo á los mortales : Cegad la catarata de los males :

De paz y amor vuestros destinos son.

149 Para tan alto fin en otros dias Llamó la Europa al Partenon de Atenas, Y entre góticas torres y entre almenas De su tumba se alzó la antigüedad. Para labrar el porvenir del mundo Que la sangre iba ahogar de las batallas, Inerme el pecho entre feudales mallas, Volvió la inteligencia á ser deidad.

Otro Olimpo la Europa. De esos pueblos, Cuyo recuerdo engrandeciendo asombra, Del Lacio, Atenas evocó la sombra Con los cantos de Píndaro y Marón. La epopeya magnífica de Cristo Desde el Pindó sonó con otro acento : De aquellas musas aprendió el talento Su nueva, su más grande vocación.

¡Ay! ¡Ojalá que en el supremo instante Por los siglos y el hombre preparado, Cuando el que fué con víctimas colmado Se abrió terrible abismo más voraz; Ojalá que el Bautista á quien guiaba Hacia el nuevo Jordán la Providencia, Sin manchar los raudales de la ciencia En paz cumpliese su misión de paz!

Mas al poner en las celestes aras Las nuevas tablas de las nuevas leyes, Las coronas sagradas de los reyes Vio en el altar sobre la misma ley :

¿5° Las vio y al polvo las volvió en su ira, La espada asiendo en sus robustas manos; De esclavos y verdugos y tiranos Se alzaba ya la enfurecida grey.

Brilló el puñal y la segur del pueblo Al resplandor de incendiadoras teas : Ostentando sus formas giganteas El nuevo Alcídes á la lid corrió. Tronó su voz; tribunas los altares, Cadalsos fueron los antiguos solios : Reyes, dioses, palacios, Capitolios Su cuadriga de furias arrolló.

Viérase entonces el infierno abrirse De una generación bajo las plantas: Abrir la eternidad sus cien gargantas, Ser la muerte la paz, la única paz. Los siglos al clamor despavoridos A contemplar la lucha se pararon; Las naciones atónitas tornaron Al grito inmenso la espantada faz.

¡Ay, que a los pies del bárbaro tribuno Rodó en escombros el altar del cielo! ¡Ay, que de sangre y de ceniza un velo El porvenir del mundo oscureció! ¡ Ay, que otra vez entre sangrientas llamas Se elevaron los genios de Sodoma! La Europa entera, cual la antigua Roma, Brenos y Atilas sobre llamó,

i5i

¿Dónde estabas ¡oh Dios! en dónde estabas Que así del hombre mísero olvidado, Al furor y á la duda abandonado Le dejabas correr hacia su fin? ¿Dónde que la garganta de los pueblos, Olvidados quizá de ser mortales, No segó en sus inmundas bacanales De tu venganza ¡oh Dios! el querubín?

La libertad cual fiera Pitonisa, Con vil prostitución abierto el manto, En el templo soltó su voz de espanto

Y en las tumbas habló la maldición ;

Y aquellos francos y la Francia aquella Que el sepulcro de Cristo redimieron, Sangre en el cáliz del altar bebieron , Sangre de un himno de impiedad al son.

No: nunca ya, Dios de los hombres, nunca Tornara el hombre á su primer creencia, Ni en ni en tu olvidada omnipotencia, Nunca á esperar volviera ni á creer; Si al borde ya del precipicio el mundo, Por cien y cien tormentas sacudido, No hubiese en la hora horrenda detenido El brazo ¡oh Dios! de tu inmortal poder.

Mas le detuvo, sí. Y un sol más bello Apareció tras la tormenta brava : La onda saltó sobre la ardiente lava, La palmera en el yermo floreció.

152

¿Quién á gustar conducirá á los pueblos El agua de salud y el pan de vida? ¿A quién el cielo la quietud perdida Volver al mundo y á los hombres dio?

Dejad, hijos del canto, como ensueño De enferma y delirante fantasía, Como horrenda visión de un alma impía Que el infierno en sus raptos presintió; Dejad pasar los hórridos fantasmas De esa fatal cuanto insondable historia, Que atormentando está vuestra memoria Desde que el pueblo rey os la contó.

El pueblo que es un niño á quien llevaron A romper los objetos de su culto; El pueblo que el cadáver insepulto Del monstruo que abortó no osa tocar; Ese inocente criminal que un dia Provocaron al crimen los tiranos,

Y hoy vuelve á Dios las suplicantes manos

Y espera á su profeta en el altan

Cantad, cantad los que sentís el alma Arder, hervir en conmoción secreta. Cantad, cantad. El genio es el profeta, El alma que tenéis la inspiración. ¡Seres que ois los célicos conciertos Sonar y resonar en vuestra lira! ¡Intérpretes de un Dios! En esa pira Arrojad como ofrenda el corazón.

153 Ved á la flaca humanidad que acosan Las furias todas del profundo Averno, Correr, llevarse con impulso interno Cual torrente sin dique á perecer : Miradle entre la tumba que se abre Y el camino de gloria que se cierra : El lazo que une al cielo con la tierra, Iris que fué de paz, se va a romper.

¡Oh poetas! cantad. Si a vuestros ojos La historia del mortal no es un arcano; Si á su pesar el corazón humano Abre su inmenso abismo á vuestra voz; Decid al hombre que maldice y duda, Decid al hombre que bendiga y crea; Cantad, creed, y vuestro canto sea La fe en el alma, la esperanza en Dios»

¿No es más grande, decid, no es más hermoso, Si ya la gloria humana es más que un nombre, En vez de abismos ofrecer al hombre Alas para volar á la Deidad? ¡ Cuántos á los apóstoles del mundo Nombres de amor en la futura historia! ¡Cuan grande en las edades la memoria Del genio que cantó la humanidad!

Callad, voces del mal, y el universo No más de un hado ciego el templo sea :

Pueblos sin Dios y libertad atea

Imposible ¡gran Dios! todo sin tí.

*54

Mas no será : las almas que te sienten Repudiarán el inaudito ejemplo : Tu hermoso arcángel volverá á tu templo Y hablarán las creencias desde allí.

Con lazo eterno, en hermandad eterna, Tocados de un espíritu divino, Caminarán á su inmortal destino Cien pueblos con un solo corazón. Padres, hijos'no más, los hombres todos Al seno estrecharán la paz perdida : Semillas nuevas de esperanza y vida Les da ese Dios con quien ingratos son.

Profetas, vuestra voz. Suenen en torno Los conciertos del arpa y del salterio; A Israel que salió del cautiverio Llueve el maná la nube del Querub. Dios sobre el pueblo que purgó sus culpas La gran columna de su fuego envia,

Y á la alba aurora y en la noche umbría Lleva su pié por senda de salud.

*

¿No oís? ¿No oís? Los cánticos se elevan, El corazón se exhala en blando incienso : La aureola de nubes del Inmenso Torna la sien del hombre á iluminar : En paz y amor regenerado el mundo Del Hacedor las maravillas canta,

Y al prodigio del canto se levanta La tierra absorta, palpitante el mar.

i55 No es ya la musa del Olimpo antigua, Triunfando en Grecia, arrebatando a Roma; Las musas del Oriente y de Mahoma Allá en su tumba enmudecieron ya. Musa del alma y de la fe, otra musa Viene hoy del hombre a consolar el llanto : Alzad, voces de Dios, alzad el canto, La obra del genio á consumarse va.

Y es vuestro el porvenir. A vuestra planta La tumba está de mil generaciones : La lanza se tronchó de las naciones, De sudario les sirve su pendón; Y los pueblos que viven recostados De los pueblos que fueren en la tumba, No oyen la eterna voz que dentro zumba, El ¡ay! terrible, la fatal lección.

Mas vosotros lo ois. Para vosotros No es muda la quietud ni el polvo inerte; La elocuencia terrible de la muerte Os habla allí la humanidad que fué. La palabra arrojad de las creencias Entre el clamor de la incesante lucha: Cantad, cantad, la humanidad escucha: ¡Pueblos, la libertad! ¡Hombres, la fe!

Ni ante esos monstruos que en la Europa rugen Retrocedáis en la contienda un paso: Huye la dicha de la gloria acaso, El genio es una gran fatalidad.

156

Mas aprended del infortunio mismo La fe que templa y regenera el alma. ¡ Genios del bien que ambicionáis la palma ! El martirio del genio soportad.

¡Ah! ¡Bendición sobre vosotros! Ornan Las ofrendas del hombre vuestra lira, Aura de paz entre sus cuerdas gira O en sus cuerdas se agita el aquilón : Y al velarse en las sombras de la muerte En la cumbre del cielo su planeta, Es un templo la tumba del poeta, Su alma es un astro, el cielo su mansión.

iS7

LA HISTORIA,

«Tiranos, pereced. La omnipotencia No es vuestra ya, que os vence la anarquía : La frente que á los pueblos desafia, De los pueblos hundid en la presencia.»

«Pueblos, callad. Reposa en vuestra esencia El germen ¡ay! que los tiranos cria : La humanidad no es más que tiranía

Y los siglos proclaman su sentencia.»

« ¡ La libertad ! » « ¡ La esclavitud ! » « ¡ Victoria ! » Gritan a un tiempo pueblos y tiranos;

Y arrollando los títulos de gloria

De los dos grandes monstruos soberanos, Pasando sin mirar clama la historia : «El combate es la ley de los humanos.»

i58

LA TEMPESTAD.

Viéndote estoy; mirando Tu excelsa majestad. Dijiste ((abrios»,

Y se abrieron las puertas de los cielos : El coro eterno enmudeció temblando, Aprestó el querubín los atavíos, Desplegó el huracán los negros velos Con que la oscura tempestad se viste,

Y en el carro flamígero subiste.

La rueda volvedora, Despeñada en las cumbres inmortales, Engendró los estrépitos del trueno : En donde el fuego entre prisiones mora Se abrió profunda boca a sus raudales,

Y los rayos hirvieron en su seno : Tus bridones la llama respiraron ; Tus bridones volaron y volaron.

De astro en astro, de cielo En cielo descendiste. Sus regiones Abrió la inmensidad bajo tu planta : Al ronco son de tu inflamado vuelo

J59 Se congregaron nubes y aquilones,

Y abrieron los abismos su garganta : De la tierra a los términos llegaste

Y extendiste tu brazo y te paraste.

Ahí estás : en un templo, Fábrica de tu mano, do no aspira Ciego el mortal en tu presencia y mudo : Yo con pavor te escucho y te contemplo; Yo siento los latidos de tu ira; " Yo miro arder las ascuas de tu escudo : En tus manos ¡gran Dios! al mundo vueltas Tienes la tempestad y no la sueltas.

La tierra en torno gime; No gime, sino calla. En calma el viento, El bosque inmóvil, aplanado el rio; Nublo sin fin la atmósfera comprime; Los montes se hunden en su propio asiento; Negros fantasmas cruzan el vacío; Tocando el sol la meridiana cumbre, Cual si fuese á morir veló su lumbre.

¡Oh Dios! ¡Oh Dios! ¿No miras Cual vuelve á su faz naturaleza, Con inmenso terror desemblantada? El brazo que en tu enojo le retiras, ¿Por qué á mover la tempestad no empieza Y de una vez nos vuelves á la nada? ¿Por qué, si es éste de la muerte el dia, Te complaces del mundo en la agonía ?

1 6o

Tal vez suena el graznido Del ave audaz que al huracán espera

Y en la región de las tormentas boga : Tal vez con ardentísimo bramido Asorda el bosque la ardorosa fiera Que el bochorno tenaz del aire ahoga : Zumba el viento en la gruta, el pino estalla,

Y el silencio otra vez y todo calla.

Mas súbito en vaivenes Se columpia la esfera y rompe el trueno La inmóvil masa de la nube oscura : Tibia humedad discurre por mis sienes; Del aire rueda en el convulso seno Menuda gota que el torrente augura : Va á henchir la lluvia los etéreos cauces

Y la tierra en su sed abre las fauces.

Helo allí, que ya agita Su inflamada cimera de huracanes, El ángel que los rayos atesora : A su voz inmortal se precipita La cohorte de horrendos leviatanes Que en las regiones de lo oculto mora : Lanzó el abismo cuanto nublo encierra; Los cielos se han juntado con la tierra.

¿En dónde están los montes? ¿ Dónde la selva está y el verde llano, Que no los ven mis anhelantes ojos? ¿Quién conturba horizontes y horizontes,

i6i

Que el campo desparece y busco en vano O su lujo y su pompa ó sus despojos? ¿ Quién al furor de los contrarios vientos En uno confundió los elementos?

Raudales y raudales, Precipitados con impulso ciego, Bajan del cielo y suben del profundo; La tierra se columpia en sus quiciales : Serpiente inmensa de tonante fuego Circuye en torno la extensión del mundo : La voz de las catástrofes eternas Va á despertar al tiempo en sus cavernas.

aquí, he aquí el postrero, ¡Región triste del hombre! ¡Oh tierra, oh tierra! De tu breve existir postrero dia No tornarás á tu esplendor primero : El ceño que á los ángeles aterra Muestra ante su majestad sombría : Dios á los hombres grita : «Arrodillaos.)) Torna á hablar y te dice : «Vuelve al caos.»

ii

i62

LEYENDO A HORACIO,

Aquí del sauce á la movible sombra, Nido del ruiseñor cuyos amores El céfiro acompaña con su lira; Sobre el lecho silvestre y blanda alfombra De hojas y arbustos y odorantes flores Que el ojo vago y errabundo admira;

Aquí donde respira, Mientras la cumbre aún con sus rayos arde El sol postrero á trasmontar cercano, Los puros vientos de la fresca tarde Naturaleza en brazos del verano;

Vén, dulce libro, vén. Mi blando acento La antigua voz de la latina musa Haga sonar en estas soledades. Siempre la amé yo en tí. Fije un momento El tono amigo que en tus cantos usa, De un ciego corazón las veleidades.

1Ó3 Encantos y deidades Torne el mundo á brotar; pueblen la tierra A la voz de la fábula movidos; Y admire yo cuánta hermosura encierra La religión que hicieron los sentidos.

Cruza la inmensidad mi mente inmensa; Vuela y vuela sin fin , y en su osadía Nunca el secreto de los mundos halla. Late mi corazón, mi frente piensa : A las tinieblas y á la luz del dia Les hablo, les pregunto y todo calla.

¿Dónde encontrar la valla De esta infinita soledad? Acaso La mente vaga en la ilusión recreo; La tierra brota genios á mi paso, Y una familia de deidades creo.

¿Cuál mundo empero que á tu Olimpo exceda, De una y otra ficción capricho humano, Vate inmortal, á producir bastara? ¿Dónde el bello ideal que darle pueda Al hombre, ya de la deidad cercano, Objetos tantos de beldad más rara?

La tierra templo y ara. Volved, abridme el penetrable cielo, ¡Profanos dioses que el mortal fingia! Muy grande es Dios para habitar el suelo, Pero vosotros sois la fantasía.

164

Céfiro sus palacios abandona, Mensajero de amor. Amor suspira,

Y á amar le enseña y modular su canto Él de mirto y de flor la sien corona,

Y en torno, en torno de las ninfas gira,

Y derrama en su seno el dulce encanto : Suena la lira en tanto;

Corre el Fauno veloz tras la adorada Ninfa gentil que la belleza engríe,

Y sobre el bosque, en nubes reclinada, Venus, alma del mundo, se sonríe.

Así estos campos animarse veo,

Y el mudo espacio de las selvas triste Poblarse ya de genios protectores : Tal, si mis ocios delirando empleo, Ante mis ojos admirados viste

Una y otra ilusión forma y colores.

El trono de las flores Ocupa una deidad; otra domina La mar ó el viento ó el zenit ó el polo; Me habla en la noche de su amor Lucina ,

Y contemplo en el sol la faz de Apolo.

¡Oh, cómo las imágenes serenas, Los gustos breves de mi tierna infancia Recuerdas hoy á la memoria mia! Entonces del oscuro verso apenas En mi dulce y pacífica ignorancia La verdad y el sentido comprendía.

i65

La tierna fantasía, Vate feliz, te adivinaba empero Con temprana ansiedad del estro santo; Y al poder de tu ritmo placentero El oido y la voz formaste al canto.

Tal la risueña fábula fingia Abierto el seno de la casta Flora De Favonio gentil al beso leve : Tal la copa en que Júpiter bebía, De manos de la bella escanciadora Recibe el néctar que á raudales llueve.

Así la tierra embebe Fecundo rayo y manantial rocío Que el germen productor hincha en su seno; Abril lo ve brotar y en el estío Es ya pompa y dosel del bosque ameno.

Yo amo volver a las pasadas horas En que el estro insonoro y balbuciente Se ensayaba en dulcísimas canciones. ¿La luz de aquellas rápidas auroras Fué más pura quizás, que el alma siente Perdidas ¡ay! sus caras ilusiones?

Tú, que el alma dispones, Templando el ceño á la razón austera, Dulce poeta, al meditar suave; ¿Es la edad más feliz la edad primera, Que siente el bien y el mal y no lo sabe?

i66

¡Oh infancia, infancia, esclavitud del hombre! Clamé yo veces mil. Mas por ventura ¿Que sino eterna esclavitud la vida? Yo aprendo en para quien más que un nombre La dicha fué, y al gozo y la blandura Tu amable canto el ánimo convida.

Lleva en veloz huida, Con envidia y piedad, contento y pena, El tiempo robador a su Leteo ; Y hacer más leve la fatal cadena Sólo alcanzó quien rige su deseo.

cantas, y el amor y alegre vino Suena tu voz; campestre apartamiento, Y del vulgo falaz la lejanía. Vivir, gozar. Empero yo adivino, Cuando el halago de tu ritmo siento, Más que el placer, su amable hipocresía.

,j Siempre te sonreia Felicidad, donde secreto espanto Turbaba á Roma con dolientes sones? ¿No hay en tu corazón, no hay en tu canto Del romano dolor palpitaciones ?

Vé, poeta feliz, murmurando Sentencias de gentil filosofía, Los gustos á buscar que en Roma imperan Te va el dedo de Roma señalando ; Tus palabras más dulces que ambrosía Las Tais y Aspasias de tu edad esperan.

JÓ7

Alégrate y no mueran El aplauso, la gloria y los placeres, En tanto duren voluntad y espacio; Oye clamar a Roma y sus mujeres : «¡Horacio, el gran poeta, el dulce Horacio!

¡Amor, belleza, de placer tesoro! ¿No responde su voz? Rugas asoma Su frente que la edad orló de canas. Horacio está en el Foro. El sacro Foro Se tornó en lupanar y allí ante Roma Prostituye el romano á las romanas ;

Imágenes lejanas De la antigua virtud ardiendo en ira, Secreta indignación do quier renueva : La que á sus plantas arrastrarse mira, Es otra Roma que á morir se lleva.

Víctima y héroe del orgullo humano, Muere y triunfa Catón. Ya no retumba Aquella voz funesta á Catilina. Despojo criminal de heroica mano, Sangrienta veste en la cesárea tumba Al pueblo incauto á la venganza inclina.

Triunfante en la ruina, La sombra de los Gracos se levanta Sobre el altar de las violadas leyes, Y en temor de mismos la garganta Al yugo dan los ciudadanos reyes.

i68

lo sientes, ¡ah! sí, noble poeta, Cuando ese imperio ves, con raudo paso Volar el tiempo a sus grandezas breve. ¿No te dice una voz honda y secreta Que el sol latino al entreabierto ocaso Turbado el disco en tempestades mueve?

; que tu voz se lleve A esas deidades cuyo Olimpo espira, Cuyo altar sin ofrenda se desploma: Yo oigo clamar los sones de tu lira : «¿Quién sois ¡oh Dioses! que os hundís con Roma?»

¡Oh! Dado á Roma contemplar te fuera, Ya de una cruz fatídica pendiente, Eternizada en el Calvario eterno. Correr la raza indomeñabley fiera, Volcar los pueblos con la maza ingente Su falso Olimpo, su turbado Averno.

Embriágate en Falerno, ¡ Horacio ! ¡ Horacio ! Tu cantar liviano Pienso yo que presagia los Nerones, Como al son de los versos de Lucano Se oyen trotar los góticos bridones.

Amo yo empero figurarte acaso No en Roma, no en el Foro; en las cascadas

Y alamedas de Tívoli sombrías. Allí a la clara aurora, al tibio ocaso Extiendes tus patéticas miradas,

Y el ave y flor te alegran y ondas frías.

169

«Gocemos)), repetías, « Huye la edad. ¡ Feliz el que se aleja )) Del grave cargo y vulgo removido, »Y á la ambición con el insomnio deja »Y mañana y ayer pone en olvido!»

¡Dichoso cuanto dichoso el hombre, Que al sueño ó a la lira tus afanes Das reposando en plácida enramada! El tiempo vividor dirá tu nombre Cuando en torno al ciprés vaguen tus manes

Y otro dueño suceda en tu morada. Ora, si la indignada

Sombra de aquella Roma se te ofrece Que asesinó la libertad de Graco, El néctar milagroso la adormece

Y ensalzas á Catón brindando á Baco.

¡Estoico Anacreon! ¡Dulce maestro! ¡Alentador de mi afición natía Que en el canto armonioso persevera ! ¡Ah! Siga yo con el poder del estro El vuelo igual de tu alma poesía Donde bebí la inspiración primera.

Audaz, docta ó ligera, Risueño joven que al placer se mueve, Como un licor sus cánticos apura, Y á ella en la pena y en los ocios debe Documento y solaz la edad madura.

170

¿Cuál de tus versos cantaré? ¿La gloria Del constante varón de ánimo entero, Despreciador del vulgo y del tirano? Aquel guarda entre todos mi memoria, Y á Augusto, á Baco y al Amor prefiero Tu apoteosis del orgullo humano.

Poeta cortesano, lo dijiste : Entre el fragor y el lloro El hombre alcanza á contrastar la suerte. ¿ Dirélo yo que en el orgullo adoro La última religión del alma fuerte?

I7I

Á ELVIRA,

¡ Noche de amor y de deleite , Elvira ! ¡ Noche de amor y de ventura y calma ! El mundo todo en derredor suspira: También naturaleza tiene un alma :

Sí, Elvira, también ella Ama y ama sin fin, y así es tan bella, i

La luna tiende su sereno vuelo Como un bajel por el amor guiado, Que amarse eternamente lleva al cielo Las almas que en la tierra se han amado,

¡ Oh, cómo se extasía En su plácido albor el alma mia!

Mi alma y tu alma también. Dime ¿no sientes Algo dentro de que está pidiendo Alas para volar á esas fulgentes Regiones de la luz que, circuyendo

La esfera cristalina, Nos bañan en su atmósfera divina?

172

Volemos y esos mundos recorramos: Esta tierra infeliz, cuando es más bella, No, no es la estrella en cuya luz soñamos, De la dicha ideal no es, no, la estrella :

De amor no es la morada, No es el centro del alma enamorada.

Y en aquellos dulcísimos instantes Que reclinado en tu feliz regazo, Se estrechan nuestros pechos palpitantes Y se une nuestro ser en un abrazo,

Y entre nosotros mana Todo el torrente de la dicha humana;

Es cuando siento más aquí en mi seno l Esta de un sumo bien sed infinita, La mezquindad de nuestro ser terreno, El rugido del alma que se irrita,

El peso, la miseria Del espíritu preso en la materia.

Entonces es cuando presiento y veo, Sueltos ya nuestros lazos terrenales, Un mundo más hermoso que el deseo, Patria de los amores inmortales,

Donde entre etéreas palmas Eternamente se amarán las almas.

*73

CANTO BÍBLICO.

Dame el arpa ¡oh Señor! de los profetas, El arpa de Moisés y de Isaías , El arpa en que anunciaron tus poetas La venida y el triunfo del Mesías.

Dame el arpa ¡oh Señor! á cuyos sones, Cuando todo en el mundo era la nada, Fué el tiempo, fué el espacio, y las regiones De innumerable ser cuna y morada.

El arpa celestial. Ya el torpe humano La oyó sonar por el confín del mundo; Patente fué tu incomprensible arcano, Gimieron las potencias del profundo.

Y levantado el Líbano en su asiento, Sobre la frente del Profeta ungido El cedro altivo, insultador del viento, Se inclinó en reverencia al sonido;

i74 Dame el arpa ¡oh Señor! el arpa santa No usada a mundanales armonías; Mi alma es digna de tí, y á levanta Sus alas ¡ay! con el dolor sombrías.

Ella ambiciona un fin desconocido; De su oscura mansión huye la calma; El mundo no responde a su latido; ¡Infinito dolor el de mi alma!

La roca empero que aridece estío Brota el raudal que refrigera el suelo, Y de la roca del quebranto mió Brotan también raudales de consuelo.

Porque horas son que la ambiciosa mente Se aparta ¡oh Dios! del apetito humano,

Y vuelvo á mi corazón, mi frente, La humilde voz, la suplicante mano.

Porque horas son que mi esperanza llevo Más allá de esta patria de los males,

Y contigo y conmigo á solas pruebo El manjar de los gustos celestiales.

Aura nativa de región ignota Me halaga con su dulce resonancia; El campo de la vida en torno brota Eternas rosas de inmortal fragancia;

175 Y entre aérea, iluminada, ondeante niebla De mi alma ¡oh Dios! las vastas soledades, Y entre misterios de misterios puebla, Silenciosa familia de deidades.

Suspenso entonces el profano oido Escucha el son del célico instrumento, Y en éxtasis divino adormecido Rodar á su compás los orbes siento.

la pulsaste ¡ oh Dios ! La fantasía Te ve la esfera atravesar del caos : Ni noche ni crepúsculo ni dia; Pero suena tu voz: ((¡Iluminaos!))

Y son luz las tinieblas. Y el concierto Infinito prosigue. Y el espacio Pueblan en torno, en torno, antes desierto, Astros de lumbre, esferas de topacio.

Dame el arpa ¡oh Señor! la eterna lira Que de la cumbre de los cielos pende, Cuyo alto son que majestad respira, Inmensidad de inmensidades hiende.

En ella hay sones para el raudo viento, Del mar para la fuerza movedora, Para el aéreo compás del firmamento, Para los himnos de la alegre aurora.

176

Obediente á su ingénita armonía, Se mueve el universo al son divino,

Y ella también ¿No es ella la que guia

La ciega humanidad en su camino?

Yo el libro abrí de la primera historia ; Allí está el canto de tu excelso nombre; Para la ofrenda de tu inmensa gloria La tierra altar y sacerdote el hombre.

Brilla el Edén con celestial verdura Mientras vive el mortal en tu presencia,

Y en torno agita de su frente pura

Tu arpa inmortal los sueños de inocencia;

Pero al vibrar la cuerda de tu ira La primavera se cubrió de abrojos; El hombre ciego por la luz suspira, Fantasmas del terror cercan sus ojos.

Veló su frente pálida la aurora, Brotó la fuente del quebranto eterno, La inocencia se huyó que el mundo llora, Nació la muerte, se pobló el infierno.

Aletargada en su aterido espanto La tierra cadavérica gemia; El bronco trueno retumbaba en tanto

Y la cuerda fatal se estremecía.

i77 El diluvio cayó. Fueron tus nubes Orla y sudario funeral del suelo, Y entonaron temblando los querubes El himno de la cólera del cielo.

¡Oh Dios! ¿Dónde está el hombre? De repente Aplaca el ronco son la eterna lira, La tierra vuelve a levantar su frente, El aura del perdón vaga y suspira.

Himnos de amor el universo canta, Se corona de flor la primavera, Torna a mover la humanidad su planta Y prosigue en el mundo su carrera.

¿No es verdad, santo Dios, que en el acento De tu arpa celestial el soberano Espíritu, el interno movimiento Está de las creaciones de tu arcano?

Di, ¿no es verdad que de tu mano eterna Hombre y humanidad son alta hechura, Y un concierto infinito los gobierna Al son de tu furor ó tu dulzura?

¿No era tu canto un canto de esperanza Cuando á Israel mandabas tu ambrosía? ¿La cuerda no vibró de tu venganza Cuando el diluvio su torrente abría?

i78

¿No lanzas sóbrelos pueblos, dime, Que con las sombras del pecado inquietas, Como raudal de inspiración sublime, La voz providencial de tus profetas?

Dame tu arpa ¡oh Señor! El alma mia, Desdeñosa del mundo y de los hombres, Mi alma ¡oh Dios! mi alma ¡oh Dios! está vacía Y á expresar su dolor no encuentra nombres.

Llénala ¡oh tú! de tí. Dame tu canto; Tu inspiración, tu inspiración, Dios mió; Halle en el ara de tu templo santo El alimento celestial que ansio.

Yo tiendo por doquier mis ojos tristes; Tu altar caterva de ídolos corona; La fe divina que á los hombres distes Sus aras combatidas abandona.

El templo es soledad ó ya en el templo Suelta impúdica voz la raza impía, Y abierto el corazón al torpe ejemplo, El ara es Dios y el mundo mercancía.

¡Sufrimiento, dolor, error eterno! ¡ Ceguedad en la mente y sombra espesa! El ángel de las iras del infierno Que se anticipa á devorar su presa.

i79 ¡Ay! así fué como el linaje humano De su seno abortó razas de ateos, Rompió del mundo antiguo el grande arcano Y ante el ara movió sus vicios feos.

Así como asomados al abismo Los de la edad gentil pueblos gigantes, Paseó blasfemando el paganismo Por su desierto Olimpo sus bacantes ;

Así como entre lúbricos misterios, Cual segunda Babel, nueva Sodoma, Se volcó en el panteón de los imperios La inmensa estatua de la antigua Roma.

Otra vez, otra vez color de espanto Tomó la humanidad. Sobre la tierra Descienden otra vez horas de llanto, Horas de destrucción, horas de guerra.

Hoy disputan su fe con ciencia vana Los pueblos que á la Europa enaltecieron : El ángel del Señor vendrá mañana, Vendrá y exclamará: «¿Dónde estuvieron?

i8o

EL CRISTIANISMO.

El hombre fué y al misterioso anhelo De un ser del ser que en su interior sentía, Divinizaba el mundo que veia, En la tierra buscando al Dios del cielo.

Mas no le halló, y en la aridez del suelo Su planta removiéndose sin guía, Los ojos a su espíritu volvía, Rico de fe, sediento de consuelo.

Entonces fué cuando del negro abismo Brotó una luz y á un nuevo santuario Llevó el mortal sus súplicas inquietas.

Y exclamó la deidad del paganismo Al morir con el Hombre del Calvario : « Sócrates y Platón fueron profetas.))

i8r

AL EJÉRCITO ESPAÑOL

EN EL PRIMER ANIVERSARIO DEL CONVENIO DE VERGARA.

{Correo Nacional ; 31 Agosto 1840,)

Alzad un monumento que lo diga; En la piedra grabad la gran palabra : En bronce relevad la mano amiga Que tanto bien desde su trono os labra. El genio de la paz su obra bendiga; España el templo de las leyes abra,

Y clame descollando entre blasones : «Contemplad y leed ¡generaciones!))

Reinó la paz hermosa. Los aceros Cayeron al blandirse de las manos, Palpitó el corazón de los guerreros

Y les dijo una voz que eran hermanos. Llanto corrió por los semblantes fieros, Se apagaron los odios inhumanos,

Y al borde de la tumba que se abría España venturosa renacia.

El mismo sol que amaneció en Vergara Torna a bañar en su esplendor el cielo,

Y extraña tierra de la muerte ampara La adversa hueste en vergonzoso duelo.

182

En vano, en vano al espirar prepara Luto más grande en que cubrir el suelo : El eco de Vergara en tomo zumba,

Y allí donde nació se abre su tumba,

Soldados : ¿qué haréis ya que de la gloria Se os acaba el magnífico alimento,

Y el brillante laurel de la victoria

Y el himno santo que arrebata el viento? El excelso lugar que os da la historia No basta a vuestro bélico ardimiento,

Y aun en los fuertes corazones late El amor del peligro y el combate.

¿Adonde os volveréis? Por dicha el mundo En saludable convulsión se agita,

Y removido el ámbito profundo, La Europa por doquier se precipita. De inmenso porvenir germen fecundo En su atrevido corazón palpita,

Y los vientos del mar v de la tierra Repiten por do quier cantos de guerra.

¡Guerra feliz! Su venturosa llama No es la hoguera que abrasa á los humanos : Las gotas de la sangre que derrama, Son los dientes de Cadmo á los tiranos. La libertad que vuestro pecho inflama Su pendón deposita en vuestras manos,

Y os manda derramar por las naciones Esa vida, esa sed, esas pasiones.

1*3

Ved á la Europa en brazos del destino Penetrando en los senos del Oriente,

Y volviendo la edad de Constantino, El Asia remover con nueva gente : Rasgar el velo al ignorado chino Que tantos siglos ocultó su frente,

Y rota para siempre su muralla

De los pueblos llamarle a la batalla.

Volved la vista allá donde el hispano Forzando al hado penetró en sus leños,

Y ved al revoltoso americano

A esta Europa fatal pidiendo dueños (*);

Y si tendéis al África la mano

Y renováis los bélicos empeños, Os dirá el asombrado beduino

Que ceder á la Europa es el destino.

Todo el mundo es ya Europa. Nunca vieron Destino igual al que en el mundo asoma, Los siglos que en sus brazos sostuvieron A Atenas muerta, moribunda á Roma. Los pueblos ya la herencia recogieron De Cortés, de Alejandro y de Mahoma,

Y en el fondo letal de sus cañones Llevan el pensamiento á las naciones.

(*) El autor, que, demasiado joven en aquella época para tener opinión sobre las cosas de la América española, expresó aquí la que, autorizada en Europa desde el congreso de Verona por un célebre escritor y hombre de estado francés, vino años más tarde á producir tan funestos resultados, tuvo entonces bastante ocasión de mostrar que no eran tales sus ideas, no habien- do corregido estos versos porque así son muy conocidos en aquellos países.

184

El cielo os mandará quien en el alma El genio sienta arder que al triunfo os lleve,

Y á España, orlada de su antigua palma, En alto asiento ante la Europa eleve. Horas de paz y de ventura y calma Este pueblo infeliz en tanto pruebe,

Y los triunfos oyendo a que os envia Con su heredado orgullo se sonría.

Mas si queréis, soldados valerosos , Coger los frutos de la paz amiga,

Y en los campos tranquilos y abundosos, Conservando el laurel, sembrar la espiga; Si de la alma quietud que hace dichosos El fuerte pecho la esperanza abriga,

Y de los bosques preferir la sombra De los combates á la ruda alfombra;

A esos nobles y libres vascongados Tornad la frente que el laurel decora; Labradores hoy ya, si ayer soldados, Allí la paz como en su templo mora. Al hogar de sus padres arrimados, Cuando sonó de la hermandad la hora, Lanzas que resistieron tantas pruebas En arados volvieron y en estevas.

Allí al compás del tamboril sonoro Que alegra hasta sus mismas alimañas, Al redor del hogar que en lampos de oro Tiñe la verde faz de sus montañas.

i85

Guarda ese pueblo el primordial tesoro De una inocencia que recuerda hazañas,

Y en sus antiguas leyes descansando, ' Su Homero patriarcal está espirando.

Soldados ¿ qué esperáis , que a las mansiones No corréis de la paz ó en tierra extraña, Ilustre con tan ínclitos blasones, No tremoláis el pabellón de España? ¿Qué nuevas, qué fatídicas pasiones, Qué insensato furor, qué ronca saña, Bramando y revolviéndose feroces, Os están aturdiendo con sus voces?

Es la revolución, es la anarquía, Es el tumulto que sus olas mueve; La estúpida y feroz soberanía De que hablan los tribunos á la plebe; La ambición de la torpe medianía Que á luchar frente á frente no se atreve,

Y de grandeza y porvenir escasa, Su servil libertad con sangre amasa.

¿Dónde está pues la paz que conquistamos Con sangre tan magnánima comprada, Árbol hermoso que á tender sus ramos Comenzó por la Iberia desolada? ¿Es ésta aquella paz ó viendo estamos, Traidoramente del puñal armada, Nueva guerra que á trances más sangrientos Por las plazas trocó los campamentos?

i86

Aquí está ya, que la ocasión espia; Ha nacido del fango ese Briareo; Sobre su frente escuálida y sombría La envidia sopla el criminal deseo. Su nombre demagogia; su energía Fiebre fatal; y en su bastardo empleo, Llevada como un niño de la mano, Obedece á un tirano, á otro tirano.

Pigmeo, sí; mas el puñal aguza

Y le dejan criar brazos y brazos; Pigmeo, sí; pero los brazos cruza

El fuerte atleta que enredó en sus lazos. Como á un lebrel al populacho azuza Leyes, trono y altar á hacer pedazos,

Y el precio que señala en su torpeza, Un pedazo de pan cada cabeza.

Ya lanzará la Europa de su seno Los demagogos, sus modernos hunos,

Y el pueblo llamará con voz de trueno Enemigos del pueblo á los tribunos.

Mas ¿qué dirán los que hoy con noble freno No acallan sus clamores importunos, Si ésta que aun osan proclamar mezquina, Si esta revolución los asesina?

Soldados, no hagáis cómplice á la gloria Que hubisteis en tan ásperas batallas, Del crimen fiero, de la atroz victoria (¿ue amenaza romper todas las vallas :

i87

A la inocente víctima expiatoria Sirvan de escudo vuestras nobles mallas,

Y que encuentre el fusil de los leales Entre el pecho indefenso y los puñales.

¿Decis que no osarán? ¡ Ay! que ya rugen Esos tigres sedientos de matanza : El trono tiembla, sus cimientos crujen,

Y en la sangre se ceba la venganza. Como tromba infernal los ecos mugen Del huracán que por el aire avanza,

Y sobre España vacilante ondea

Y ¿no será decis? ¡Ay! cuando sea

¡ Ay de la libertad ! Enardecidos De alegría feroz sus ojos de hiena, Lanza el demagogo sus aullidos De los motines en la ardiente arena.

Y á pueblos en el mal prostituidos Impondrá luego un hombre su cadena, Para el deber y la justicia ateo

¿No le veis? ¿No le veis?».... ¡Ah! Yo le veo,

Mas no será, que hondísimos cimientos La libertad en nuestro suelo cria. Es del pueblo y del trono. Sus acentos No alcanza á ahogar ninguna tiranía. Batida por contrarios elementos, Se alienta y robustece en la porfía. Santa, inmortal y en su victoria ufana, ¡Pueblos! la libertad es soberana.

i88

¿Sabéis en dónde está? ¿Dónde se asienta? ¿Quiénes la conquistaron? ¿Quién la ampara? ¿Desde dónde ese sol que nos alienta, Derrama por do quier su lumbre clara? Volved la vista allá donde se ostenta

La reina que aclamasteis en Vergara

Calle, calle el furor; ceda el encono. ¡Pueblos! la libertad está en el trono.

A NAPOLEÓN

EN LA TRASLACIÓN DE SU CADÁVER DE SANTA ELENA Á FRANCIA EN 1 84.C. {Heraldo ; 4 Julio 1 841.)

Vuelve : tu sombra en el Océano impera No hay tempestad : el Océano calla : Él te conoce ya como si fuera Tu bridón generoso de batalla.

¿No es éste el voto que elevaba al cielo La voz de tu alma con su Dios a solas , Allá en las noches de tu inmenso duelo, Al solemne murmullo de las olas?

Vuelve, Napoleón; vuelve a esa Francia Que tu ojo moribundo requería : Ya, ya se pierde en la brumal distancia La roca del martirio y la agonía.

Gime el viento si suena, la onda gime, Y el silencio otra vez. ¡Silencio y calma! El mundo siente en su estupor sublime La sublime presencia de tu alma.

¿No viste en tu vendido Capitolio, Con aplauso y escándalo de Europa, Trotar por las alturas de tu solio De un Czar salvaje la salvaje tropa?

¿ Qué extraño ya (la osada fantasía Mira avanzar los genios del destino), Qué extraño ya que emprendan otro dia Las fieras hordas el fatal camino?

Allí do nuevos pueblos amanecen, Allí está el porvenir. Y hoy cuando tornas A este suelo francés do ya no crecen Los lauros ¡ay! con que tu frente adornas;

¿No sientes, di, Napoleón no siente, Aun de la muerte en la insondable estancia, Que acaba de sonar en el Oriente Un nuevo Waterlóo para la Francia?

¿No escuchas el rugido y los furores Del leopardo que el piélago domina,

Y hace indignos de los Tres Colores

Y también en la tumba te asesina?

¿No oyes la voz de tu rival sangrienta Que á los pueblos asiáticos asombra, Y zumba en las Pirámides y ahuyenta Tu águila excelsa y tu enojada sombra?

193 ¡ Qué paz es esa paz? ¿Qué Francia es ésa? Mas ¡ay! que acaso se levante un dia,

Y renovando la tremenda empresa, Ella misma se espante en su osadía.

Sí, que, aunque atados a la espalda lleva Los brazos poderosos el gigante, El suelo tiembla si á moverse prueba

Y la Europa se mira en su semblante.

Ya sonará la guerra. El gran momento Por la oscura región del tiempo avanza; La Francia, dando su estandarte al viento, Soltará en las naciones su venganza.

¡Guerra aquélla será que el mundo llora Con funeral presentimiento! Entonces Cortará la segur niveladora Cuanto dejen en pié marciales bronces.

Entonces ¡ay! al recordar la historia, De quien tu Francia y nacisteis hijos, Cubrirá las efigies de tu gloria, En los ojos con espanto fijos.

Los tronos derretidos como cera, Tronos y altares, leyes y blasones; Los pueblos consumiéndose en la hoguera, La Europa ardiendo como cien Iliones;

13

194 ¿Ésta la dicha fué que allá en el día, Tribuno emperador, de tus hazañas, A los pueblos incautos prometía La hidra que te abortó de sus entrañas?

Tan negro porvenir finge la idea, Por siniestros presagios combatida : No hay salvación para la Europa atea, De los siglos que fueron desprendida;

Y al contemplar tan iracundos hados, Dueños del mundo y de los hombres dueños, A los ojos de sangre salpicados Aun los Napoleones son pequeños.

Pequeño también. La fantasía, Sin penetrar el formidable arcano, Dignos de tu grandeza sólo via Dosel el cielo, tumba el Océano.

Mas al cumplir tu voluntad postrera, Cumple el destino sus ocultas leyes : César tu Bruto fué la Europa entera, Pero fuiste el Bruto de los reyes.

Vuelve pues, vuelve pues, donde presidas La última saturnal de los esclavos : Aquí como en tu roca ennegrecidas Nubes te cercarán y mares bravos.

*95 Que en esa tumba do á los pueblos quedan El contagio y los triunfos de tu audacia, Las tempestades de los siglos ruedan Y estrellan contra la democracia.

Vuelve y tu crimen y el de Francia expía : Cuando surja de nuevo la htínda plaga, Los prestigios que el mundo obedecía, Humo serán que al viento se deshaga.

¿A qué invocar en el horrendo trance Al nuevo Atila que en el Norte asoma? No es menester que el Septentrión los lance : Los bárbaros están dentro de Roma.

Vive, vive en tu tumba, en ella espera: Dios al mirarte arruga el sobrecejo: La historia, esa deidad también severa, Te llama el Tamorlan de un pueblo viejo.

196

A DON JUAN DONOSO CORTÉS,

A LA SAZÓN EMIGRADO EN PARÍS.

SOBRE EL MISMO ASUNTO.

Y es fama que al ocaso se levanta Su grande sombra y oscurece el día.

« No hay más que yo. Doblegúense las leyes )) Ante la ronca voz de mis legiones : )) Romperé el áureo cetro de los reyes )) En su espantada frente á las naciones. ))

Donoso Cortís.

184:

le cantaste ya Su grande sombra

Pasó por tu inflamada fantasía

Yo le he visto á tu acento que le nombra,

Alzarse, alzarse de la tumba fria.

¡ Hombre fatalidad ! Fueron su alfombra

Los pendones sin fin de la anarquía,

Y heredero del pueblo soberano,

Fué tribuno de Europa y fué tirano.

¿Qué le preguntas tú? Dime, ¿esa frente No piensa ya? La Europa desvelada Que, aun rendido ese brazo omnipotente, Cree sentir el amago de su espada,

i97 Se acerca al monumento refulgente, Del vencido Titán nueva morada,

Y parece inquirir su mano fria

Si hay alma en ese cuerpo todavía.

' ¡ Gloria á Francia que llama a su regazo Al hijo primogénito de Francia, Al que fué grande en corazón y en brazo

Y en tentar de la suerte la inconstancia ! ¡ Baldón si, á la victoria dando un plazo, Soñase en su fatídica arrogancia

Que a cebar sus belígeras naciones Napoleón dejó Napoleones !

Pero el mármol cayó. Después del hombre Que alzó como el destino su cabeza, Después de esa epopeya que en su nombre No se sabe si acaba ó si aun empieza, ¿ Qué espectáculo habrá que nos asombre En esta Europa, enferma en su grandeza, Que á la tumba viviente en que se agitan Los hados de la historia precipitan ?

Morir la Europa siento. En su ruina Otra Europa, otro mundo alzarse debe; Hacia el ocaso el sol que la ilumina El disco torvo y tormentoso mueve. ¡Libertad santa! ¡Autoridad divina! Ambas sucumbiréis al golpe aleve : Raza de ateos que á luchar nacimos, Luchamos contra el cielo y sucumbimos.

198

¡Dichoso aquel á quien la etérea llama Del genio santo el corazón alienta,

Y lejos de los hombres que desama, En sus alas magníficas se ausenta.

Él al férvido impulso que le inflama, Sobrepujando la civil tormenta, Del sol eterno el resplandor recibe

Y en los siglos futuros antevive.

Pero ¿qué es dado ver en la presente Donde un momento reposar el vuelo? ¿Dónde está, Juan, el suspirado oriente Del nuevo sol que regenere el suelo? Soberbia y vanidad es hoy la mente, El corazón inacabable duelo,

Y esta del siglo omnipotente ciencia Impotencia no más, sólo impotencia.

Pregunta á ese cadáver y él te diga Qué Europa dejó en pos. Hijo del hado, El nació de un volcan, y en su cuadriga Por la misma erupción arrebatado; Arrollándolo todo en su fatiga, Lo presente á la par de lo pasado, Fué sembrando volcanes que en su abismo Le sepultaron sin piedad á él mismo.

En vano los monarcas y naciones A cegar el gran cráter acudieron; En vano los antiguos paladiones Sobre la lava réerigir quisieron :

í99

Vivo y abierto á nuevas erupciones, Vivo está ese volcan que a ahogar corrieron Pueblos y reyes en confusa tropa : Francia es el cráter del volcan de Europa»

Él lo dijo al caer: «Republicana ))Ó cosaca serás.» Sí, sí, ya asoma El brazo de la fuerza soberana Que en la tumba ¡oh Europa! te desploma. La ley eterna de la historia humana; Tras el César los Césares de Roma, Y el Bajo Imperio en pos, el Bajo Imperio. ¡ Revolución y guerra y cautiverio !

¡Ah! corre tu que por ventura igualas Al genio de la humana inteligencia, Otro genio más alto en cuyas alas Dejas atrás los vuelos de la ciencia; La fe, genio del alma, en que te exhalas Con raptos de magnífica elocuencia, Conjurando al amigo que te escucha A anonadar los monstruos con que lucha;

Corre a esa Roma que tu pecho ansiaba Contemplar en su pompa y su grandeza : Desde allí se ve el mundo; el que allí acaba, Mundo antiguo detrás; el que allí empieza, Moderno mundo que en la cruz se enclava, Delante; entre los dos Roma en su alteza: De allí con sus insignias y estandartes Se ve la humanidad por todas partes.

200

Corre á la gran Basílica de Cristo

Y dime lo que ves No lo presente,

Que harto los ojos con dolor lo han visto

Y el rebelado espíritu lo siente

Dime si esta visión que yo resisto, Mas que persigue sin cesar mi mente, De la tumba de Europa en vez del solio, De lo alto no se ve del Capitolio.

Ahí mismo fué donde en igual momento, Cuando Roma en el mundo no cabia,, Mas, ya perdido su prístino aliento, En el lecho imperial languidecía, Sonó la voz que en funeral lamento «Se van, se van los dioses », repetia; Voz que escuchó la humanidad doliente De Norte á Sur, de Oriente al Occidente- No, no eran Dios los dioses que se fueron

Y este Dios no se irá. Mas las tormentas Que el nuevo Capitolio sacudieron, Aun agitan sus alas turbulentas.

Dias vendrán cual los que ya vinieron, De hecatombes y lágrimas sangrientas : Horas que en sus postreras agonías Sólo salvan al mundo los Mesías.

En tanto, Juan, el formidable estrago De esta fiebre del siglo en vano huimos : No hay mente que resista al golpe aciago,

Y mientras más robustos más sufrimos.

201

Luchamos, sí, con el terrible endriago : Mas vencidos estamos, y sentimos En este vencimiento sin venganza La desesperación de la esperanza,

2QZ

EL DESALIENTO,

Vén ¡oh genio feliz del idealismo Que en el raudal de lo infinito bebes; Tu que en el hondo abismo De su aislamiento y soledad remueves El alma audaz que al venturoso fuego De tus rayos magníficos se inflama! Vén, vén, mi voz te llama ¡Oh genio bienhechor! Vén y que al ciego Revolver de la mente, alas sonoras Cadencias de tu mágica armonía, Se abrevie el curso de mis lentas horas, Se aclare el sol de la existencia mia. Su ingénita arrogancia Recobre el alma solitaria y fiera, Y su antiguo calor y resonancia Bajo tu ardiente inspiración adquiera.

Obedece á mi voz. ¿Quizá no eres El mismo ya que mi dichosa cuna, Presagiando tal vez mejor fortuna, Coronabas de encantos y placeres? ¡Ah! no, ya no me llevas,

203

Sediento siempre de emociones nuevas,

A buscar la ilusión en las mujeres

Ni á sembrar la amistad entre los hombres*

Prodigando con labios inocentes

En ímpetus fervientes

De amor y de amistad los dulces nombres.

Cayó deshecho en tierra

Aquel altar en que rendí mi culto,

Y el mundo sólo es ya campo de guerra Donde como cadáver insepulto

Yacen muertas en flor mis esperanzas. Pero te llamo yo. que aun alcanzas ¡Genio feliz! á conmover mi pecho

Y a templar el ardor de mi suspiro : A veces ¡ay! aun revolar te miro

Y con tus alas orear mi lecho.

Vén, vén. Esta pereza Que en la tumba fatal de mi esperanza Su frente adusta a levantar empieza, Tu aliento solo a desterrar alcanza. Vén, vén. Mi alma te implora. ¿Quién sino tu virtud inspiradora, Tu exaltación vivífica á este tedio, Sombra de los placeres que se ausentan Para nunca volver, será remedio ? Vén si aun al alma tu favor concedes; Y, si el placer no puedes, Dame, dame el dolor, dame el combate,

Y no la indiferencia y no el hastío Que enervando mi espíritu lo abate

Y el mundo torna para en vacío.

204

¡ Ah! ¿por qué yo con la ambiciosa mente Aun no gozados devoré los goces, Anticipando el curso al desengaño ? Triste y ansiosamente, Ahondando cada vez dentro del pecho Los puñales ocultos de mi daño, Con fúnebre despecho Contemplo ya desparecer veloces Los genios que otras veces agitaba Tu fervorosa inspiración. Al mundo Quiero en vano volver donde encontraba Manantiales sin fin la sed interna,

Y aquella agitación vaga y eterna,

Y el generoso instinto y la osadía

Con que el alma del cielo hasta el profundo Las alas rutilantes extendía... ..

Todo, todo pasó Todo Y en vano

Intento despertar el sobrehumano

Delirio hermoso, inenarrable, inmenso

Yo sentí, yo ideé, mas ora pienso.

Pienso y el alma inconsolable gime. eras la fe, divinidad sublime, eras la fe. Bajo zafíreos velos En torno revolando De mi inspirada frente, Los mundos ¡ay!, los inefables cielos Con tu soplo vivífico animando Que en su afán de crear forjó mi mente, ¡Espíritu divino! donde quiera Conmigo te llevaba,

205

Y una secreta voz que tu voz era, Dentro de y en la creación entera, A solas con mi espíritu me hablaba.

Me hablaba y me decia :

«Corre y lo alcanzarás El alto objeto

)>Que creó y adoró tu fantasía.»

Y un impulso magnánimo y secreto, Emanación de espíritu divino, Sustentaba mi fuerza en el camino. Si el ánimo tal vez desfallecía ,

La voz me repetia :

«Más allá, más allá.» Celeste lumbre

A. mis ojos brillaba de con tino,

Y esperaba alcanzar en la alta cumbre La conquista feliz de mi destino.

Ni yo dudé ni vacilé un instante,

Cual raudo navegante

Que entregado del mar al rumbo incierto,

Aun al rugir la tempestad sombría,

Tal vez ignora el puerto ,

Mas el faro divisa que le guia.

Entonces ¡ay! cuando en mi hermoso cielo Volabas con tu arrogante vuelo, ¡ Genio de inspiración y de osadía ! El imposible ante mi vista huia

Y hasta en la oscuridad vi resplandores. Busqué el amor y su regazo abria, Brotando para turbas de amores, En su trono de rosas la hermosura,

206

Y en cantos me exhalaba de ternura

Y gozaba también en mis dolores. Amé la soledad y el palpitante Seno me abrió naturaleza amante,

Y al parecer la aurora,

Y al espirar el dia,

Y al extender la tempestad sonora

Su ala inmensa de nubes y aquilones,

Y al nacer y al morir las estaciones Que a fecundar la tierra el sol envia;

Y en su genial belleza,

Y en su inmortal grandeza,

Y en la honda noche y en el claro dia, Ora en la agitación, ora en la calma, A su hermoso lenguaje respondia

Lo mismo que una cítara mi alma.

¡Himnos de admiración y de armonía! ¡Himnos del alma que asentir empieza! Felicidad el mundo me ofrecía

Y me hablaba de Dios naturaleza. Pero elevóse un dia

Otro genio fatal, tocó en mi mente, Su palabra falaz vertió en mi oido,

Y al volver otra vez a mi frente, ¡Arcángel de mi infancia! ya eras ido.

«La ignorancia es la fe», me dijo el mundo,

Y te huí con desden cuando volviste,

Y ora te llamo en mi dolor profundo

Y ya no vienes á alegrar á un triste. Los himnos se acabaron ,

207

Los cielos se cerraron ,

Y de la vida en el umbral primero, Hollando con mi pié todas las flores, Me atormento con íntimos dolores

Y reclino la sien y desespero;

Y desdeñando aspiración más alta, Exclamo sin cesar : « La fe me falta. »

208

EL AQUILÓN.

Él es Él es Ya viene El polo cruje,

El sol se vela en la extensión remota, El mar se encoleriza y se alborota, La tierra se estremece, el aire muge.

Ya viene, ya se acerca y silba y ruge , La tempestad de entre sus alas brota; Ya anuncia la agorera gaviota La lluvia que aun resiste al alto empuje.

¡Aquilón! ¡Aquilón! ¡Lira sublime De la naturaleza entusiasmada Que en canta, en llora y en gime !

Vén y atruena la esfera al son turbada; Tu vibración al universo imprime Y en los brazos me arrulla de mi amada.

1209

EL FANTASMA.

Huye de aquí, deslumbrador fantasma Que, mis pasos siguiendo a todas horas, Te levantas conmigo en mis auroras, Te sientas en mis noches junto á mí.

Huye, huye de mí. Sin la vida La dicha y el placer sólo me ofrece : Contigo todo en torno se oscurece: Sólo en la sombra te distingo á tí.

Huye y no vuelvas más. En el regazo De la mujer que adoro, en los salones Del mundo, en las espléndidas mansiones Donde reinan la gloria y la ambición;

Cuando los goces que el mortal ansia Como el únidb bien de la existencia, Acuden sonriendo a mi impaciencia, De la suerte propicia fácil don;

En los momentos ¡ay! que al labio ansioso Brinda el beso feliz un labio amante, Y se abre á mis abrazos palpitante Un corazón en que me siento amar;

14

210

En los momentos que el laurel que ansio Va á coronar mis delirantes sienes, U otros del mundo ambicionados bienes Con la mano tal vez voy a tocar;

allí, allí con tu implacable risa A gozarte en trocar mi risa en llanto, allí con tu perpetuo desencanto, allí con tu fatídico esplendor;

Y no llevo una vez al labio mió La copa de los goces de la vida, Sin que sienta tu mano fementida Entre el labio anhelante y el licor.

*

Eres hermoso, sí. ¡Ay, harto hermoso! Tu celeste mirada me fascina ; No hay otra luz ante tu luz divina, Desparece ante toda beldad.

Pero ¿qué importa, di, todo tu encanto Si tu mismo delito es tu hermosura,

Y á lo que vienes con tu infiel ventura Es a desencantar la realidad?

¿Qué importa, di, que tan hermoso seas Si entre y entre no existen lazos, Si te voy a abrazar y huyes mis brazos

Y huellas con tus pies mi corazón?

¿Qué importa, di, que a prometerme vengas Una dicha y un bien que nunca pruebo, Si la única ventura que te debo Es la desilusión de mi ilusión?

211

El amor imposible, la imposible Mujer, el imposible arrobamiento, La imposible intuición del pensamiento, El sentido imposible del poder;

El laurel imposible de la gloria, La imposible virtud, la fe imposible, La suprema, inmortal, inaccesible Sublimación del universo ser

¡Oh impostura! ¡Oh crueldad! Y en vano, en vano

Los ojos con dolor cierro á no verte

Aquí estás, siempre bello, siempre inerte, En mi mundo interior, dentro de mí.

Te llamo y no respondes; te persigo

Y en la vaga penumbra te retiras ; Mas con amor y con piedad me miras

Y vuelves otra vez ¿Quién eres? di.

¿Quién eres, dime, que la humana dicha Se desvanece en tí, no se depura,

Y la escoria no más, la escoria impura, Queda al pasar por tu fatal crisol?

I Eres recuerdo de perdido cielo, Como dijo un cantor de alta memoria, O ya esperanza de futura gloria, Présago lampo de futuro sol?

¿O eres tal vez Desesperada el alma

Se ceba en su profundo desengaño,

Y ahonda el cuchillo de su propio daño Redoblando el dolor dentro de sí.....

212

¿Eres tal vez el implacable espectro De la ambición y la impotencia humana, Que vienes con tu risa soberana A apacentarte y a cebarte en mí?

¡Vision del cielo ó del infierno! habla,

Y dime la virtud que en se encierra; Si me arrancas las glorias de la tierra, Dame, dame otra gloria, otro placer.

Vén, acércate, abrázame y el fuego De mis sentidos y potencias calma; Te doy mi corazón, te doy mi alma, Mas vén y ensalza hasta tu ser mi ser.

Haz posible ¡oh fantasma! lo imposible,

Y la encarnación de mi deseo : El buitre infernal de Prometeo Mi corazón despedazando está.

materia ¡oh espíritu! ¡Oh materia! espíritu también y ¡completaos! Sacad un nuevo ser del nuevo caos, De este caos de la humana aspiración.

Mas no, ¡vana ilusión, delirio vano! ¡Insensata ambición del alma mia! Un tiempo fué que en tu verdad creia

Y mi felicidad era tu fe.

Mas quise en vano a tender mi vuelo O hacerte descender desde tu esfera : que no hay realidad en tu quimera

Y que nunca jamas te alcanzaréc

213

Huye pues, huye pues, y no oscurezcas Mi vida con tu luz deslumbradora; Con lágrimas de sangre el alma llora La terrible impostura que hay en tí.

Huye y no pongas entre y el mundo Tu belleza fatal, tu calma horrible. ¡ Fantasma sin piedad de lo imposible ! Huye y no vuelvas más. Huye de aquí.

214

DON QUIJOTE.

ROMANCES.

Después de haber fatigado Con cien batidas el monte

Y haber errado más tiros

Que hojas penden de estos robles; Después de matar hoy mismo, En magnífica hecatombe, Un jabalí portentoso

Y dos venados enormes; —En cuya hazaña, sea dicho Para gloria de mi nombre, No^tuve parte ninguna

O por novel ó por torpe, Aunque tampoco hice cosa De un héroe tan desconforme Como cierto amigo tuyo, Nuestro capitán prevoste, Que apellida Extremadura El Nemrod de sus Nemrodes:—

215

Después, repito, de andar, Lo mismo que un hotentote, Dos días de sol á sol Por entre el monte y el bosque, A las jaras y lentiscos Repartiéndoles mandobles, Hasta encontrar digno empleo Al arcabuz y al estoque; Mientras al cabo esta tarde Mis bravos comilitones, La sien sudosa enjugando Con laureles vencedores, En un frondoso repecho Con más espacio disponen Albergue y viandas y pieles,

Y sus pellejos de aloque Para comer y beber

Y dormir hasta que asome El nueyo sol; yo, señora, Libre el alma de prisiones, No saciado el pecho mió De estos saludables goces De los campos a que nunca Debió renunciar el hombre; Entre dos tajadas peñas

Y de un arroyuelo al borde, Viendo alzarse sobre Cien y cien rocas inmobles, Cual vasto conciliábulo

De sesudos gigantones, Que discuten buenamente Con silencio que da voces

2:6

Sobre si consigo mismos Han de apedrear al orbe; Contemplando al través de ellas, Por limitado horizonte, Sólo un pedazo de cielo Como cortado á jirones, Mas recibiendo en mis miembros Despedazados e insomnes De un sol otoñal de Octubre Los confortables fulgores; Aquí pues, en este sitio, De esos que el alma disponen A abandonar para siempre Las moradas de los hombres; Contemplando a pocos pasos El esqueleto de un bosque De adelfas que aun purpurean Entre espirantes verdores; Suelto el cuerpo en un peñasco

Y el alma en mis ilusiones, Al rayo del sol que muere,

Y al son del agua que corre,

Y al soplo de auras cargadas De campesinos olores, Dulcemente te dirijo Estos incultos renglones.

No esperes de mí, no esperes Históricos pormenores De esta venatoria gira Que ya esculpirán los bronces. Lo principal dicho está :

2i y

Lo demás,— incluso el noble Torneo y paso de armas De este Suero de Quiñones, El cual en unos jarales Se fingió un rinoceronte,

Y asesinó un mal rocin Cargado de provisiones, Culpando á unas antiparras Con las cuales ve visiones,

Y que no debió llevar Cuando ganó su renombre Todo será a nuestra vuelta Grave asunto de razones

En esas de tu salón Breves cuanto largas noches. Entre tanto has de saber Que no cómo ó por dónde Han comenzado á asaltarme Raras imaginaciones. Yo no si por aquí Llegó á pasar Don Quijote : El buen Guadiana anda cerca Con otros de aquella prole, Caballeros y escuderos

Y trasgos y encantadores, Con quienes él se trató Allá en sus expediciones. Ello es que toda esta escena Que ojos y plantas recorren Desde que salí de ahí,

De tal modo corresponde Al teatro de las hazañas

2l8

De aquel de mundos mejores Gran soñador, tal cual yo Me lo fingí en mis trasportes, Con júbilo cuando niño, Con tristeza hoy ya de joven, Que en todas partes le veo, Como el mundo le conoce, Con su rocin y su lanza

Y sus reliquias de procer, En los repliegues del llano, En las quebradas del monte, Del camino en las revueltas O de la venta en el porche;

Y en este instante aquí está Tal cual era cuando dióse A remedar a Amadís Penando en la Peña Pobre. La cosa es ya tan formal

Que lo he dicho á estos señores,

Por si también se han soltado

De mi juicio los gonces.

Yo sostengo que le he visto :

A lo cual ellos responden,

Primero, que no existió,

Que no deja de ser óbice,—

Y que si existió murió,

Razón también de razones;— Mas yo digo á lo primero Que es la calumnia más torpe A la humanidad decir Que no ha existido tal hombre. ¿Quién sino él fué quien hizo

219

Cuanta cosa de algún porte Se hizo en el picaro mundo Desde Adán hasta estos postres? Es verdad, yo no lo niego, Antes estoy muy conforme; Fué un animal entusiasta Que hasta por ser el más noble, Es el más grande animal Que existió nunca en el orbe : Pero un animal sui generis De sublimes propensiones,

Y el que no tiene algo del

Es el más ruin de los hombres. Quién dice que fué Cervantes, Quién que la España de entonces, Yo digo que ambos á dos Para que nadie se enoje. Lo que es Cervantes, la vida Quijoteando pasóse Desde Lepanto hasta Argel;

Y España ¡ Dios la perdone! Fué el Quijote de los pueblos

Y el pueblo de los Quijotes,

Y así vinieron yangüeses

Y nos molieron á coces. Para todo esto es claro

Y está probado a priori; Ademas que me lo ha dicho Sancho, mi grande amigóte, Que es un crítico profundo De estos que ahora se conocen. En fin velo á preguntar,

220

No sólo á los españoles,

A cualquier cristiano ó moro

Que por la Mancha se asome,

Y verás cómo es más fácil Probar con demostraciones Que no existió Napoleón

Que el que no hubo Don Quijote.

Esto en cuanto á si existió : Cuanto á las otras cuestiones Sobre su supervivencia Hasta los tiempos que corren, También pregúntelo á Sancho

Y me mostró hesitaciones. «Yo», me dijo allá en los ratos En que conmigo expansióse, «Soy la humanidad plebeya, »Mi amo la humanidad noble, »Y entre los dos componemos, »E1 la testa y yo la mole. »Por esta razón presumo »Que si es que vive se esconde, »Pues siempre anduvo de sobra »Y ya no queda ni el molde. »En cuanto á no hay cuestión: »Yo no me muero y que conste : »Voy á cursar la finanza

»Y á ser más rico que Rothschild.» Esto me dijo el buen Sancho

Y estoy dado á los demontres, Porque yo he visto á su amo

Y aun tengo con él entronques.

221

Mas supongamos que no, Que no le he visto y murióse : Yo he de sostener que Porque adoro estos errores.

Y en fin desplómese el mundo

Y húndanse generaciones :

Si Don Quijote se ha muerto, Yo voy á ser Don Quijote.

222

II.

Tomada está ya la heroica Resolución. ¡Dios me salve! Ayer bajó el santo influjo De aquel heroico romance, Que dejó pendiente el hilo Para colmo de mis males; Viendo la aplacada sombra Del gran caballero andante Salir por entre las breñas A aplaudirme y saludarme; Viendo ademas como agüero De mis hechos formidables, Cruzar en cerniente vuelo Los estupefactos aires Un buitre que, aunque no suele Augurar sino un cadáver, Es de lo más imperial Que hay en el mundo volátil; A las voces de la gente Y al ladrido de los canes Que me juzgaban ya presa

223

De los lobos circunstantes, Acudí al lugar sagrado Donde á la luz vacilante Del sol que también quería Cenar y refocilarse; Sin más mesa ó más mantel Sino el tomillo odorante, Campeaba rústicamente Copia excelsa de manjares, Cuya vista en produjo Tras la que pudo llamarse Inspiración del espíritu La inspiración de la carne;

Y allí a los ojos de Dios Que no está por tafetanes, Tendido en el santo suelo

Y de los cielos delante, Después de aplacar los fieros Remordimientos del hambre, No á lo Quijote, á lo Sancho Panza que a Panza complace; En la expansión y alboroto Del Jerez vociferante Notifiqué al gran concurso Mis caballerescos planes. Viéraslos al punto á todos Abrir la boca tan grande

Y echarse al coleto un trago Como para santiguarse; Mirarse como diciendo

«Este hombre está de remate»,

Y pensar todos á una

224 En llevarme á los Orates : Hasta que yo, vaso en mano, Con la elocuencia tonante Del licor, «Follones)) dije, «Malandrines y jayanes, «Que siete sois, los mismísimos «Siete pecados mortales; «Que bajo todas las formas » Manducables y potables, «Hoy adoráis en la gula » Todas las divinidades; » Sabed que soy Don Quijote, «El mismo Quijote de antes, «Sólo que vengo esta vez «Con pensamientos de sangre. «No me hagáis más aspavientos »Que servirme en lo que os mande, »Y he menester por el pronto »Un Sancho y un Rocinante. )) Sanchos los siete lo sois : )) Presentad los memoriales »Y tomaré a mi servicio «Al que más me acomodare. )) Rocinante no hay decir, »No hay tampoco que buscarle: «Nuestros caballos se fueron «Con los árabes sus padres, »Y al menos por estas tierras «Abundan los Rocinantes. «Con que un Sancho y un rocin, «Y dicho está y Dios os guarde. »

225

En suma; ¿en qué pensarás Que han parado los debates? Pues han parado en que todos Estos varones feudales Solicitan ya la plaza Del Sancho Panza flamante, Cual si fuera el vireinato De las Indias ó de Flándes. El más urgente de todos Es tu animoso compadre : Yo le he dicho que te escriba

Y que haré lo que mandares. Sancho, el verdadero Sancho, No viene por lo que sabes De sus nuevas ambiciones

Y financieros arranques; Mas éste puede suplirle

Y tal vez aventajarle : Es socarrón como él, Hablador inagotable, Liberalon, mas cristiano

Y con sus puntas de fraile. Tiene ademas mucha hacienda,

Y hablándole yo de darle El burro que ayer mató Para que en él cabalgase,

Dice que él es Sancho en coche,

Y con boato y con auge, A lo cual yo he respondido Que revindico mi parte.

¡5

226

Ahora bien; ¿qué falta aquí Para perla de este engarce ? Pues falta una Dulcinea, El principal personaje. No hay caballero sin dama

Y todo el mundo lo sabe; Pero aquí es más esencial Por razones singulares. Pues qué, ¿acaso piensas tú, Como estos nobles magnates, Que yo me lanzo a una vida De aventuras malandantes, Para enderezar entuertos,

Ni para matar gigantes, Ni para asaltar castillos , Ni desagraviar á nadie? Pues grande tu error sería Si tal cosa imaginases : Oficio de redentores Siempre fué cosa de azares,

Y harto haré yo en este mundo Si á rescatarme acertare

A mismo de mismo, Que soy mi mayor gigante. Es por tener Dulcinea Por lo que arrostro estos lances ,

Y hasta ahora no hay candidata A mis amores vacantes.

Yo soy aquí el candidato Que tengo que presentarme,

Y si me dan calabazas, Va a suceder un desastre.

227

En esta materia pues Me resuelvo á consultarte,

Y puesto que entre los dos Ha de haber sinceridades, Comenzaré por decirte

Sin circunloquios ni ambajes, Que mi elección está hecha

Y no es fácil apearme. Mi Dulcinea eres

No te admires ni te enfades

Y por por quien á solas En aquestos robledales

He formado estos proyectos De adoración militante. Mira pues si quieres serlo

Y respuesta al punto dame;

Y aun bueno será que sepas Lo que hay aquí de más grave. Aunque no quieras serlo, Aunque te opongas y rabies, Mi Dulcinea has de ser, Pésele á quien le pesare.

Y aun digo más; si yo mismo En lo mismo me empeñase, Siempre lo mismo sería

Y no hay contra que buscarle. Pues qué, ¿depende de

A misma destronarte De este soberano trono De mis bienes ideales? ¿Depende de tampoco El llevarte ó no llevarte

228

Allá en la cúspide misma De todo lo imaginable? Nada, no, pueden aquí Las humanas voluntades : Ser Quijote ó Dulcinea Es cuestión de talismanes,

Y es sin querer amado,

Y es sin querer amante,

Y de esto el mundo está lleno En sus secretos anales.

Pero mejor es queriendo; Sélo pues de buen talante,

Y verás cómo al poder De una maga favorable Que sólo esperando está

Que en tu nombre se la llame,

Un dichoso encantamiento

Ante nosotros se abre,

No caverna de vestiglos

Ni mansión de nigromantes,

Sino palacio divino

De humanas felicidades,

Realidad maravillosa

De los sueños inefables

Como nunca le tuvieron

En sus antiguas edades

Melisendras ni Orianas,

Palmerines ni Esplandianes.

¡Oh qué mundos! ¡Oh qué mundos

Para volar y explayarse

Esta loca fantasía

Que en ninguna parte cabe !

22Q

En fin, Doña Dulcinea, Di que aceptas y no tardes : Entre tanto aquí está Sancho, Haciendo sus memoriales; Pero, si á te parece, Dejemos á Sancho aparte, Que en estas cosas de amor No están bien las trinidades. De vuelta estaremos pronto, Ellos para reposarse, Yo para volver contigo A estas vastas soledades. Contigo, sí, pues yo quiero No una Dulcinea estante, Sino andante como yo Y como yo cabalgante. Ancas tiene mi rocin Para tus miembros reales, O te daré una hacanea Con gualdrapa de diamantes.

Esto si quieres Si no

Dicho está no hay ya rescate

Para Del mismo modo,

Sólo en mi camino errante, La Dulcinea serás De mis bienes y mis males, Porque para amar á solas No se necesita á nadie.

2-30

LA ROSA,

Esta del nuevo Abril rosa primera Que, pensando en el bien que me enamora, A los rayos purpúreos de la aurora Arranqué del rosal donde naciera;

A tí, mi venturosa primavera, Primavera del alma que te adora, A consagro yo, dulce señora, Fresca aún del humor de la pradera.

Rozagante en color, fecunda en hojas, Sin temor délos vientos que la ultrajen, Confiando en su olor que es duradero;

Cuando en tu mano celestial la cojas, Contempla en ella de mi amor la imagen, Y ponía allí donde reinar yo quiero.

231

EL DÍA DE OTOÑO,

Ya, ya aumentando la nocturna sombra Abrevia el sol el término del dia; Ya extiende el viento la movible alfombra Al turbio otoño que la tierra enfria.

Tristeza al alma mia Inspira el mundo ya. Tristeza al alma Que respondiendo al estertor del mundo

Voz en este profundo Silencio busca y vida en esta calma : Al alma que en misma se repliega, Que está del mundo en la tristeza triste,

Y a su dolor y soledad se entrega,

Y á sentirse penar dura y existe.

232

¡Oh, cuál la noche alas diurnas horas Extiende ya su tenebroso imperio ! ¡Cuan breve al fin la edad de las auroras Desfallece en el huérfano hemisferio !

Desde el confín aerio, Cual roncos leviatanes, desprendidos, Los vientos de equinoccio voladores,

La pompa y los colores Arrebatan al bosque entre bramidos; Y el árbol que aún en hojas se circunda Es con su verde pompa en tanto daño, De la vegetación ya moribunda Postrer ofrenda en el altar del año.

Así engañado el corazón doliente, A cada sentimiento que prodiga, Entre el mismo dolor que le arrepiente, Con un recuerdo la existencia liga.

Pero ¡ay! menos amiga Al corazón renace la esperanza Que al árbol y á la flor la primavera.

Si teme cuando espera

Y otro temor le duele cuando alcanza, No respondan jamas al triste anhelo, No respondan jamas las ilusiones,

Y vuelva el fruto y la verdura al suelo Sin que vuelvan ú alma sus pasiones.

233 ¡ Cuan dulce empero respirar los vientos Que restauran la fuerza y dan la vida,

Y pisar de los bosques macilentos La orgullosa guirnalda desprendida !

Triste, yerta, aterida, Parece prorumpir naturaleza En ayes de dolor. En cada hueco Se aflige y llora un eco Por la que fué magnífica belleza De estación más feliz. La escarcha oprime Con lenta pesadumbre las campañas,

Y mustio el genio de la tierra gime Recostado en su lecho de montañas.

Venid, cercadme ¡oh nieblas! Cubre el cielo Vuestra fluctüante túnica de plata, Y en leve lluvia de menudo hielo Vuestro humor cristalino se desata.

En vano se dilata Para abarcar la vista el horizonte Que aereo y vaporoso linde cierra:

Pero el mar y la tierra, La selva despojada, el turbio monte, Al través de vosotras contemplados Apareciendo en vaga lejanía, Formas les da de objetos increados En su afán de crear la fantasía.

234 Que ama la mente en su ilusión liviana Los seres y los mundos que están lejos,

Y dora siempre la región lejana Un sol de idealidad con sus reflejos.

Así como en espejos De un etéreo cristal se nos ofrece La imagen inmortal de lo pasado,

Y es más dulce esperado El dulce bien que el ánima apetece : Que todo la ilusión se lo figura Sin la mancha de mal que el bien afea,

Y las cosas miradas con la idea Por el lado se ven de la hermosura.

Venid , cercadme ¡ oh pálidas neblinas Del oscuro crepúsculo del año! Extended vuestras alas argentinas

Y ayudad á mis ojos en su engaño. En panorama extraño

Y en confusión fantástica perdidos Los objetos del mundo en la distancia,

Con bella extravagancia En los aires parecen suspendidos :

Y en honda sensación el alma herida Que lo aéreo y vago y lo dudoso anhela, Como en alas de un genio suspendida, Allá en la inmensidad se pierde y vuela.

235

Otras palabras dadme, y lo que aprende Os podré yo decir, lo que á misma Se dice el alma, si su vuelo emprende Y al cielo sube ó en el caos se abisma:

Inexplicable prisma Los objetos le pinta: un gran sentido De más alto poder se mueve en ella:

Vuela, y cual blanca estrella Que, el quicial de diamante sacudido, Se pierde en las atmósferas del cielo En pos de las esencias inmortales, El alma, astro más puro, de su vuelo Va trazando en el éter las señales.

Y vuela y vuela y vuela. Lo infinito Es siempre más allá. Del que la oprime Lazo vil de materia, al alto grito De una voz inefable se redime.

La inspiración sublime Sus alas son, la inmensidad su esfera, Las potencias creadoras su alimento.

El puro sentimiento De lo que aun antes de los siglos era, Un gran poder que á comprender aspira Parece despertar en su memoria, Y en sus raptos magníficos respira Aire de exaltación, aire de gloria.

236

¡Ah! Dadla mundos que abarcar. Colores Dadla que pinten la insondable escena, Multiforme, confusa, de creadores Genios é instintos inmortales llena.

Ni la intuición serena De la primer beldad que amor inspira, El casto amor del éxtasi halagüeño;

Ni el arrogante ensueño Que forja la ambición cuando delira; Cuanto en la tierra esperanzó la mente En su alterno vaivén de orgullo ó calma, Nada es igual á lo que el alma siente Cuando se pierde en lo infinito el alma.

De informes, vagos, mágicos objetos A la incansable animación asiste : Los mundos son brillantes esqueletos Que ella en su luz y con sus formas viste.

Cuanto existió y existe

Y lo posible y lo imposible encierra En el mundo infinito que imagina,

Y vuela y determina Los confines extremos de la tierra;

Y parándose en noble señorío

A contemplar de lejos su morada, Ve rodar por los cauces del vacío Raudales de materia hacia la nada.

237

Y corre las tristísimas regiones Por donde el caos se dilató primero,

Y de los rudos vientos las mansiones, Agitadores del brumoso enero.

Y al templo placentero

De la alba primavera el vuelo tiende, Del céfiro risueño engendradora,

Y a la tranquila aurora

En su lecho de púrpura sorprende,

Y se posa en la luna; y más audaces Las alas inmortales alza luego,

Y en la candente zona á las voraces Serpientes ve circunvolar del fuego.

Ve la creación que nace y que fenece, Al tiempo ve con el semblante austero, Ve el caos que nunca mengua y nunca crece, Cuna y sepulcro al universo entero.

Ve el rápido sendero Por do, las fauces hórridas abiertas, Su carrera los siglos precipitan;

Y el antro donde habitan Las potencias del mal siempre despiertas. Mundos sin aire y luz, de potestades Infinita mansión; y ve los senos Donde aguarda a que mueran las edades La hora final entre inflamables truenos.

238

Y siempre más allá. Mundos y mundos

Y torrentes sonoros de armonía,

Y astros sin fin y gérmenes fecundos, Animándose al soplo que los guia.

Y ni noche ni dia

Ni luz ni oscuridad. Y un ancho velo De inexplicables mágicos colores ,

Y en vivos resplandores Bañado el aire, centellando el cielo.

Y en los inmensos páramos vacíos Con solemne compás y eco sonoro, Astros y astros sin fin nadando en ríos De olas fulgentes de amaranto y oro.

En mitad de los mundos, sosteniendo El curso igual y la alta pesadumbre, De los soles el sol está ciñendo Su corona inmortal de viva lumbre.

Allá la excelsa cumbre Brilla en nuevo esplendor donde las palmas De eternidad y eternidad florecen.

Allí las rosas crecen , Alimento y perfume de las almas.

Y el espíritu vuela; y allí olvida

La mansión terrenal del ente humano, Bebe el licor de inacabable vida

Y aprende de los cielos el arcano.

239 Así el arcángel del primero día, Obedeciendo á su inmortal destino, Con las alas flamígeras se abria Por la noche del caos largo camino.

Artífice divino, La inspiración de Dios alimentando , Por la desierta inmensidad volaba:

La nada que abrazaba Con el soplo hacedor iba animando;

Y de la eterna cítara a los sones Llevado en la región opaca y sola, Bajo su pié brotaban las creaciones

Y alumbraba los mundos su aureola.

También el alma se remonta y crea

Y entonces es el alma. No vencida Por terrena pasión , no el alma atea Que se agita en las redes de la vida.

Libre, restituida A su alteza primera y su albedrío, La dulce patria que perdió recobra,

Y es ya de un Dios la obra, No el fatal menester de un hado impío. ¡Honda contemplación, sublime grito Que resuenas del alma en lo profundo! Yo de un Dios para mi alma necesito

Y encuentro á Dios cuando abandono el mundo.

240

Helo allí. En las purísimas regiones Que alcanzaron las alas de mi mente, Aquí está. En los nublados y aquilones Cuya sombra y furor la tierra siente.

Pero no el Dios que miente El humano terror. El Dios que adoro Es la inmortalidad, es la esperanza:

Espacios de bonanza Los cantos llenan del eterno coro: La lira, estremeciéndose en mis manos, Voces sonando en mi interior secretas, Siento en con delirios sobrehumanos, Siento la inspiración de los profetas.

¡Ah! ¿Por qué, por qué yo del alto objeto A que siempre aspiró mi fantasía, Con rabia interna y con dolor secreto Aparto sin cesar la mente mia?

¡ Oh mundos de poesía ! ¡ Oh divinas imágenes ! Si acaso Me arrastran á vosotras un momento,

La que en el alma siento Sed de ilusión y el fuego en que me abraso, Yo mismo, como torpes ligaduras, Los lazos de mi ser rompo yo mismo,

Y en mi entusiasmo y mi ilusión locuras

Y en mi mundo ideal hallo un abismo.

24I

Alas cobré para subir al cielo, Yo no quiero subir. Hunda el poeta Su frente altiva en la hediondez del suelo

Y refriegue en la duda el alma inquieta. Mentira es la secreta

Voz que a objetos magníficos le llama,

Y la celeste inspiración mentira: El genio que le inspira,

No con rastrero estímulo se inflama. El mundo está para los vulgos hecho; Es humo la ilusión, la gloria un nombre; Ahoga ¡oh poeta! el cántico en tu pecho,

Y aprenda el hombre la verdad del hombre.

Vosotros ¡ay! los que sabéis la vida, Decidme cuáles son vuestros caminos, Y la hermosa ambición prostituida, Conquistemos más fáciles destinos.

En lazos más mezquinos Aprisionado el ánimo, se asombra Del soñado imposible que desea;

Que nuestro mundo sea El círculo no más de nuestra sombra. Abandonando mis pueriles sueños, Sepa yo al fin vuestro lenguaje hablaros; Mientras más os contemplo más pequeños, Despreciándome aprendo á despreciaros.

2\t

Y en tanto en honda soledad perdido, Por el campo al azar mi planta yerra, Ni aquí me turba al menos el ruido Del gárrulo tropel que el mundo encierra;

Todo en la muda tierra Me parece que sufre. Gozo en esta Sensación de dolor que el orbe exprime:

Naturaleza gime Y en su lecho de invierno se recuesta : Devasta el aquilón las hojas frías; La pompa de la selva ya no existe; Duerme ¡oh vegetación! Más tristes dia§ Vendrán aun en estación más triste.

¡Oh pura, oh inmortal, oh deliciosa Naturaleza de los campos ! Lleno De tí, y el alma de abrazarte ansiosa, Me arrojo yo gozándome en tu seno.

Ó que retumbe el trueno, O que suspire el céfiro, ó que vierta Su copa abril ó su huracán octubre;

O si el hielo te cubre, Ó engalana el jardin la rosa abierta; En tu furor, tu luto ó tu hermosura Mis ojos por tu faz con ansia llevo; Y sólo tu espectáculo ¡oh natura! Siempre grande á mis ojos, siempre nuevo.

H2

Soplad ¡vientos oscuros! Levantaos Sobre los bosques donde otoño impera; Mi frente donde siento hervir el caos, Los restaurantes ósculos espera.

Antes que el himno muera

Y enmudezca su voz mi poesía, Acordaré mi lira a vuestros sones,

Y en salvajes canciones De los campos dirá la musa mia. Nunca imploré la soledad en vano; Solaz en su regazo y calma siento;

Y ¡oh! ¡quién pudiera con su propia mano Arrancar de su frente el pensamiento!

244

Á LA REINA DOÑA ISABEL II

EN SU CUMPLEAÑOS.

(Primer número del Sol: 19 Noviembre 1842.)

Miradla Yo la veo

Mustia la faz, rompida la armadura, El manto imperatorio en sangre tinto; Sin gloria, sin reposo, sin trofeo, El raudal de sus lágrimas apura La soberbia nación de Carlos Quinto.

Vagó por su recinto Silencioso el león que en mar y en tierra Mundo y mundo en sus garras sostenía;

Y si, emulando un dia Del vencido Muslim la heroica guerra, Ella sola entre atónitas naciones Abrió la tumba del mayor guerrero; El hado ó iracundo ó justiciero Vuelve a lanzar el trueno en sus mansiones; Vuelve; y de espúreos hijos larga tropa Moviendo, alimentando en sus entrañas , Es ludibrio y escándalo de Europa La España que pobló mundos de Españas.

H5

¡Ah! lejos de la lira Los que borrar quisiera odiosos nombres De su libro inmortal la torva historia. La voz no acostumbrada á la mentira, Si proscribiesen el deber los hombres , No ensalzara del crimen la victoria.

A cuya memoria Con recuerdos é imágenes de espanto Desde el nacer se alimentó en la cuna;

A tí, de la fortuna Víctima amamantada con el llanto; A tí, rama del árbol de los reyes Por crudos vientos sin cesar batida; A que aun eres símbolo de vida En el violado altar de nuestras leyes; A se vuelve con semblante ufano La España esperanzada y en adora; Que en la cumbre real del solio hispano Del sol del porvenir eres la aurora.

Naciste y á tus ojos Remedaron cien míseros pigmeos Al Titán de los pueblos conjurados. Creciste y avarientos de despojos, Como nunca lo fueron de trofeos, Empuñaron tu cetro unos soldados.

¿Quién sabe si los hados No lo ordenan así y altas lecciones Con tan injusta adversidad te inspiran?

246

Los ojos que te miran Traspasan de dolor los corazones. Pero reinas aún; y hoy mismo, hoy mismo Que en derredor del trono en que te asientas La usurpación procaz abre un abismo Y llama sobre nuevas tormentas ; Hoy mismo, puestos en la infiel balanza El cetro, el sable con audacia impía, El nombre de Isabel es la esperanza E invoca el dictador la monarquía.

Duerme el último sueño ¡Oh reina! de tus años infantiles, ¡Oh niña! de tu inmensa desventura. Duerme; si el hado te mostró su ceño De tu edad en los tétricos abriles, La dicha ya con el poder te augura.

Cuando en la noche oscura, Corriendo, el alma de pavor transida, De tu regia mansión las soledades,

El ánimo persuades Al largo azar de tu naciente vida, ¿No has visto alzarse en animadas sombras Sobre fondo de vivos resplandores, Las banderas del mundo por alfombras, La familia imperial de tus mayores? ¿No has escuchado, di, su augusto acento Que aun de la historia en los sepulcros zumba, Presagiarte cercano el gran momento Que ilustres el blasón que orna su tumba?

247

Las liscs, no teñidas En España con sangre, aquí señalan De tu estirpe borbónica el imperio. Las águilas, al sol del Austria uncidas, De otra España en los ámbitos se exhalan Que redujo la Europa á cautiverio.

Más allá,.... ¿entre el misterio

No la ves de otra edad? Rendidos, mudos

Los leones al pié, la cruz al pecho,

Al cetro en nudo estrecho Lazados de cien reinos los escudos,.... ¿No la ves, ostentando la corona De la beldad también, cuál se adelanta, Hembra sublime, valerosa y santa, De los reyes de España la matrona? Ella tu nombre dice; su nombre; «¡Isabel! ¡Isabel!)) Nunca en la historia Pudo mejor imaginarse el nombre La inocencia abrazada por la gloria.

Ella cual en la infancia, Ella en la juventud lloró amarguras Y tocas de orfandad vistió en su duelo. Ella su frente armada de constancia, De un trono disputado en las alturas, De discorde ambición opuso al vuelo.

Ella con noble anhelo, Ante la hispana y la extranjera gente, Simbolizando un inmortal destino,

248

A los triunfos previno Vengada religión, patria naciente. Ella, soplando espíritu de hazaña En la española juventud guerrera, A la sombra feliz de su bandera Con cien coronas fabricó una España. Aquella España rebosó en su seno Como el mar bajo el cúmulo del dia, Y el mundo vio de sus grandezas lleno Que en ella un mundo antípoda cabia.

También, también vienes ¡Oh segunda Isabel! cual la primera, En tiempo a reyes y á naciones vario. Bajo el escudo que en tus brazos tienes, De sus siglos magníficos espera Tu gran nación el grande aniversario.

¿Piensas que al temerario Genio de Europa que en tenaz empeño El universo atónito sondea,

Única España sea Nación que duerma inacabable sueño? Mira a todas las playas : ¿sus regiones Ignotas hallará la raza aquella Que no pondrá su pié sino en la huella ¡Oh segunda Isabel! de sus Colones? El Asia; allí un camino. En donde el moro Aun llora de Granada la alta hazaña, Otro camino. En la región del oro Cien caminos allí. para la España,

249

¡Oh, cuántas al torrente Que la concordia universal fecunda, España mezclará fulgentes olas ! ¡Oh, cuál los pueblos dueños del tridente, En la extensión que el piélago circunda, Sulcos verán de naves españolas!

¡oh Reina! que tremolas Del solio castellano en la alta cumbre El hermoso pendón á cuyo abrigo De un porvenir amigo Vierten los genios prósperos su lumbre; Tuyo el blasón de recordar al mundo Que, aquende los cerrados Pirineos, Aun existe aquel pueblo sin segundo Cuya historia es un templo de trofeos; Y si otro tiempo de la gente extraña Fueron sombra y terror sus pabellones, Que al menos hoy la renaciente España De la Europa se cuente en las naciones.

Tal el despojo augusto Que la acerba expiación de lo presente Legará á la española monarquía : Con las naciones y los reyes justo, En tamañas catástrofes se siente La mano de aquel Dios que las envía.

Luzca por fin el dia Que esta triste nación ve no remoto, Más robusta Isabel tras sus dolores;

250

Que ni ella ni llores, Que ella cumpla tu voto, su voto. Entonces, desde el trono congregando Tus hijos todos á pesar de algunos, La libertad enseña á los tribunos Y á los reyes enséñales el mando, ¿Qué tiemblas, Isabel? ¿Sientes acaso Surgir bajo tu pié nuevas traiciones? No, no; la usurpación toca a su ocaso : El cielo no nos dio Napoleones.

Mas ¡ay! di, ¿por qué oculta Tu sien despavorida en su regazo La hermana que á llorar contigo existe? ¿Qué objeto de terror allí se abulta, Que apartarlo quisieras con tu brazo,

Y tu vista a mirarlo se resiste? ¡Oh niña! ¡Oh reina triste!

Al pié del trono que aun el golpe siente, Sangre un cadáver sin cesar derrama;

Y en vano, en vano llama Tu labio en tu favor la Madre ausente; Acércate, Isabel, que ese guerrero, Que esa víctima inulta no te asombre; Él fué tu más glorioso caballero,

Y el héroe vive aunque perezca el hombre. Tu excelsa Madre á quien España implora, Cuando reines, tornará por verte;

Y ella que al bravo de los bravos llora, Te dirá de su vida y de su muerte.

25 1

Tormentas te mecieron Al nacer ¡ oh paloma ! El rayo, el rayo Hirió á tus padres y abrasó tu nido. Mas ya las auras tu gemido oyeron, Mas ya comienza á alborear tu mayo, Mas ya ornan rosas tu pensil querido.

Levántate al florido Soplo de la lozana primavera Que a tus arrullos lánguidos sonríe :

Con tu poder te engrie

Y águila de la encumbrada esfera. Águila : nadando entre arreboles Por donde nace y donde muere el dia, Blande sobre las gentes todavía

El cetro de dos mundos y dos soles;

Y cuando Europa de dictar sus leyes á nación y á nación la investidura, Arroja en el congreso de los reyes

El blasón español desde la altura.

252

LA TRIBULACIÓN.

Hay un Dios, me lo dice el alma mia, La tierra de otro mundo es el camino; Para el hambre y la sed del peregrino El desierto arenal la palma cria.

Yo tengo sed y hambre. La alegría Por siempre huyó del corazón mezquino,

Y ya no pido á mi cruel destino

El bien que allá en mis sueños le pedia.

Deshechas ya mis ilusiones veo Como pedazos ¡ay! de mis entrañas,

Y ni temo ni espero ni deseo.

¡ Oh que en mi aislamiento me acompañas ! ¿En quién he de creer si en no creo,

Y a quién me he de volver si me engañas ?

-53

EL ALCÁZAR DE SEVILLA,

Ó LAS DOS ESPAÑAS.

AL EMINENTE POETA Y LITERATO DON JOSÉ MARÍA TORRES CAICEDO,

MINISTRO DE NUEVA GRANADA EN PARÍS Y EN LONDRES

842.

Arpa feliz de mis antiguos cantos , Vén conmigo otra vez á estos pensiles, Edén de huríes, pabellón de encantos, Donde allá de mi infancia en los abriles Mi tierna fantasía,

Como rojo clavel que arder se siente, Al sol resplandeciente De la risueña inspiración se abría.

Todo, todo habla aquí Naturaleza

Toda luz, toda amor, toda armonía, Prodigando á torrentes su belleza Bajo el cielo feliz de Andalucía, Por el genio oriental hermoseada En esta melancólica morada

*54 Y abriendo al sol su maternal regazo En voluptuoso abrazo, Al brillo junto aquí de sus colores Los portentos del pórfido y del oro, Los primores del arte á sus primores, Los tesoros del arte a su tesoro.

Mas ¡ay! que no es su voz la que, turbando De esta apacible soledad la calma, Los siglos en sus tumbas despertando, Viene á arrancar de su quietud al alma. ¿No es éste ya del musulmán imperio Alcázar, trono de su gran victoria, Padrón de nuestro antiguo cautiverio, Despojo al fin de nuestra inmensa gloria?

Sí, sí, todo habla aquí Mas la que siento

Es voz de destrucción, voz de lamento, La voz de dos Españas soberanas, Enemigas las dos, las dos hermanas. ¡Hermanas ¡ay! que separaba un templo

Y de eterno rencor dieron ejemplo! La vencida cayó La vencedora

¿Do está que el mundo la temió señora,

Y rendida después su hercúlea clava, Hubo quien quiso contemplarla esclava? ¡España de Almanzor! desparecistes,

Y ¡España del Cid! tampoco existes.

No existís, no existís; pero yo os veo...., Al tibio albor de macilenta luna

^255 Que parece llorar vuestra fortuna, Un espectro, otro espectro giganteo Ante se levanta,

Y en voz que el alma azora, Altas hazañas canta

Y altas tragedias llora.

Desde aquí, desde aquí con voz ingente Del fiero Islam á la progenie inquieta En la Arabia gritar se oye al Profeta : «Hijos de Agar, a Oriente y á Occidente: »Que vuestro brazo por la Europa arrostre )>Y ante el Corán la Cristiandad se postre.»

Y el árabe obedece,

Y la tierra al impulso se estremece :

Y á par que sus falanges Del Nilo extiende al Ganges,

Y doma la abrasada Palestina,

Y á Bizancio infeliz infunde miedo Hasta encontrar junto á Salen divina, Paladin de Jesús, á Godofredo; Como el león hircano, Desciende por el ámbito africano, De España ve las puertas

Por la traición y la venganza abiertas,

Halla á Rodrigo en brazos de la Cava,

En Guadalete con el godo acaba,

Y, atrás dejando el conturbado Estrecho,

Se dilata á Pirene y á Moncayo,

Hasta que allá en León siente en su pecho

La punta de la espada de Pelayo.

256

¡Oh epopeya magnífica! ¡Oh momento Solemne aquel en que, los dos movidos De un impulso mayor que el de la gloria, Exclamando los dos en su ardimiento : «No hay más Dios que mi Dios», y enrojecidos Con la sangre más noble de la historia, Hollando con el pié de sus bridones Sepulcros de naciones y naciones. El hijo de Mahoma, En la liza mayor que el mundo ha visto, Al hijo viene á disputar de Cristo El gran cadáver de la antigua Roma. Aquel de cuyos miembros giganteos Nacerán los imperios europeos Hasta arrancar de su yaciente mano El cetro soberano

De África y Asia, y en la antigua cuna De Aníbal y Yugurta alzar un solio, Y su áurea Media luna Plantar en el segundo Capitolio Del universo aquel que fué latino, La Bizancio imperial de Constantino!

Entonces, cual dichoso encantamiento, Entonces te alzas tu, gran monumento; Entonces los feudales Castillos á emular, las catedrales Sobre cuyos cimborrios y techumbres, De un misterioso espíritu al conjuro, Su ala inmensa de sombras y vislumbres Tiende del Septentrión el genio oscuro,

257 En contraste feliz por los espacios, A elevar sus moradas orientales. Con sus manos de perlas y topacios, Desciende entre aromáticos raudales La hurí de los edénicos palacios : Entonces, al estruendo de infinitas Lides y al eco de infinitas zambras , Se levantan en Córdoba mezquitas Y se levantan en Granada Alhambras : Entonces los de guerra y los de amores , Cantos de los valientes trovadores A vencer con el son de su armonía, Vuela desde sus cielos carmesíes La hurí de Alá, la hurí de las huríes, La santa hurí de la oriental poesía; Entonces con temprana Aurora, entre las nieblas de Occidente, Despuntan en la España musulmana Las ciencias, hijas de la humana mente, Las artes, hijas de la industria humana: Entonces la magnífica palmera Del imperio de Alá con la altanera Copa que desparrama al mediodía De la conquista el huracán fecundo, Cubrirá con su sombra medio mundo, Medio mundo que cubre todavía; Entonces el turbante Del califa andaluz brilla más alto Que las altas coronas, y un instante El mundo dudará con sobresalto Si el nuevo genio que la aurora envia, Del Septentrión al genio en la porfía

17

258

Va á vencer; y si, al ronco

Rugir de los arábigos leones,

El desgarrado tronco

De la vencida Europa y sus naciones

Cuyo sol de victoria se amortigua,

Como el del Héctor de la Ilion antigua,

En torno a los Iliones

De los pueblos atónitos cristianos,

Arrastrado será por los bridones

De los nuevos Aquíles mahometanos.

259

ií,

Mas no, que no será. Dios lo previno, Siglos la lucha el musulmán prolonga , Mas España es de Cristo y de los godos; Que no a rendir su pabellón divino Se levantó Pelayo en Covadonga Contra el poder de los destinos todos. ¡Estirpe generosa de Alarico! ¡Hija de Teodorico Que ya, al alzar la frente Entre los turbios vahos De aquel humano caos, Mostrabas en tu oriente La aureola de luz de las naciones Que Dios destina á ser Dominaciones! De el rescate espera La Cristiandad entera : De hierro son, de hierro esas montañas,

Y de ahí nacerán muchas Españas. La guerra no es la muerte,

Es la vida del fuerte.

¡Guerra y más guerra á la morisma impía!

Y qué, ¿también un dia,

2Ó0

Carlomagno inmortal, padre de Europa,

Con incauta doblez en son de hazaña,

con tus Pares y tu franca tropa

Vendrás á herir el corazón de España?

¡Carlomagno! traspon los horizontes

Si no buscas aquí tu mauseolo :

Huye y combate tras esos montes;

Huye, mas huye avergonzado y solo.

Huye, que ya los vascos,

Trepando á sus peñascos,

Aun sin las armas que á su esfuerzo bastan,

Desde la cumbre aplastan

Hombres, caballos, flámulas y cascos.

Su cántico guerrero

Será tu mensajero :

Tumba de francos á sus férreas plantas

Serán esas gargantas;

Y el cuerno de Roldan en Ronces valles ,

Sonando por los montes y los valles,

Dirá con su terrífica elocuencia,

Entre aquellos mortíferos trofeos,

Que de entonces serán los Pirineos

Columnas de la hispana independencia.

Mas ¿cuál entre pirámides de espadas Roja cruz allá asoma

En la Roma que fué y es siempre Roma? ¿ No es la cruz inmortal de las Cruzadas ? ¡Alzaos, alzaos, naciones! Corred, ¡oh campeoneá De la guerrera Cristiandad naciente!

¡

2ÓI

Y resguardad con vallas De petos y de mallas

La otra puerta de Europa allá en Oriente, Nosotros en España pelearemos

Y al desierto el Coran arrojaremos. No sólo en nuestras cotas y pendones, En nuestros corazones

Esa cruz está ya. ¡Cruz de victoria!

¡Cruz de la humana y la divina gloria!

He allí el apóstol, capitán y guía

Que el cielo nos envia:

He allí á Santiago en su caballo blanco

Con la espada de luz que Dios bendijo,

De la hueste muslim romper el flanco,

Atropellando moros en Clavijo.

¡ Santiago, cierra España !

¡Muslim, á la campaña, á la campaña!

En vano, España mora,

Dinastías tendrás de Abderramanes

Que inunden á la Europa en resplandores

En vano, en mala hora

Vendrán como huracanes,

Como el Simún de Alá, tus Almanzores;

Alfonsos hay aquí que son mayores;

Fernandos hay á manejar aceros;

Y si no bastan ya reyes guerreros, España se hará hombre

Y el Cid será su nombre;

Y en el mar de penachos tremolantes De los de aquella edad siglos gigantes, De la Europa de Cristo meteoro, Sobresaldrá del Cid el yelmo de oro,

2Ó2

¿Qué importan tantos siglos de porfía Ni á nuestra sangre abiertos Tan anchos cauces desde Uclés á Alarcos ? Cada siglo en la historia es solo un dia,

Y nosotros también de cuerpos muertos Sabemos levantar triunfales arcos. Luchemos pues, luchemos

Y en el nombre de Dios os venceremos.

¡Lucha sin tregua y sin piedad! En tanto

El usurpado manto

De aquella generosa monarquía Que de montes a mares se extendía, El manto que entre góticos escombros A Rodrigo arrancasteis de los hombros , A vosotros ahora nuestro brazo Pedazo tras pedazo

Irá arrancando hasta arrancarlo entero

El gran Pelayo os arrancó el primero,

Y Asturias fué y León Y allá en la franca

Frontera otro pedazo se os arranca

Pedazo que será la gran corona

De Aragón y Navarra y Barcelona

Y otro pedazo aún donde la silla

Se alzará de Castilla

Castilla, madre de la España toda, Libre otra vez como la España goda.

¡ Oh espléndidas visiones De timbres y blasones ! ¡ Oh de las dos Españas Valor, constancia, hazañas, De otra España mayor alto comienzo

2Ó3

Y presagio feliz de su fortuna!

Él es, él es como en el noble lienzo

De mi paterno hogar junto a mi cuna A mi vista asombrada parecía,

Y en silenciosa voz que aun mi alma siente , Ceñudo y sonriente

Las glorias de mi patria me decia

Esculpido en mi frente aquí le llevo,

Y amor y admiración a un tiempo pruebo..., Él es, él es La veneranda sombra

Del monarca más grande de Castilla,

Conquistador de la imperial Sevilla

Manto azul, blanco armiño, roja alfombra..., Alfombra de banderas fluctuantes

Y lunas y turbantes

El yelmo su corona En la siniestra

Mano y manopla muestra

La cruz de Hermenegildo y Recaredo

Que a los hijos de Agar infunde miedo,

Y a defenderla en la invencible diestra La espada de los cielos bendecida

Que al infiel dará muerte, á España vida.

Altísimo trofeo,

De la conquista y la venganza arreo,

La armadura en sus miembros centellea

Que á sustentar la secular pelea

Dio el mismo Dios a la alta dinastía

Que de Asturias fundó la monarquía

¡gran padre de España! la llevabas

En Covadonga Alfonso allá en las Navas.

Otro Alfonso, otro Alfonso denodado, La llevará también en el Salado,

264

Y al cabo de ocho siglos no abollada

La ostentará Isabel allá en Granada.

¡Gran Reina! ¡Grandes reyes! ¡Grandes hombres!

¡Gloria, gloria sin fin á vuestros nombres,

Restauradores del paterno suelo!

¡Gloria á tí, gloria á tí, tercer Fernando,

De quien es templo España, tumba el cielo!

A tus plantas guardando,

En mora sangre tinto ,

De Muza y de Tarif las cimitarras ,

El león español está esperando

La aurora de Isabel y Carlos Quinto

Para tener al mundo entre sus garras.

Mas ¡ay! que aun tarda el venturoso dia.

¿Cuál otro bulto entre la luz sombría ?

Otro monarca Tras el gran guerrero

El gran legislador Alfonso el Sabio,

El inmortal autor de las Partidas

Aun suena aquí su acento lastimero, Aun el sollozo de su anciano labio

Repiten estas auras doloridas

Este alcázar le vio con su astrolabio El curso señalar de las estrellas

Y exhalar, ya sin trono, sus Querellas. ¡ Oh noble y triste y colosal figura Que ningún corazón contempla inerte! Ser grande en el fracaso de la suerte No es tener pedestal, sino estatura.

¿Por qué no ser también Alfonso el fuerte,

Y aquella España que antevio futura

265

No legar á los godos en su muerte?

¿Por qué, por qué á deshora

Soltar la que él también blandir sabía,

Espada vencedora

Que á Granada y al triunfo conducía?

Genio fué de la paz, no de la guerra:

Él quiso combatir otro islamismo

Y por tierra cayó mas no por tierra.

Con el monstruo luchó del feudalismo,

Y vencido venció, le abrió el abismo. Coloso de la humana inteligencia En la vasta penumbra de la ciencia, De la estirpe de aquellos precursores Que son entre los grandes los mayores; En láminas grabando diamantinas

Sus Hablas Alfonsinas, Por cima de su siglo se levanta, Lucha, sucumbe, canta, En su dolor se encierra

Y llena de sus lástimas la tierra

Mas España ¡oh Alfonso! te maldijo,

Y contra prevaleció tu hijo.

¡Sancho! Allí está Ganoso de pelea,

Bajo la cruz al infanzón alista,

Y hacia el campo muslímico espolea

El heroico bridón de la conquista.

Otra sombra ¡Fernando! Por él vela

María, la rival de Berenguela;

Que ¡oh cara patria! en tus gloriosos días,

Para que al mundo con tu genio asombres ,

266

Si grandes hombres por azar no crias, Las mujeres serán tus grandes hombres,

Y tendrás Berenguelas y Marías. Mas no, que no se acaba

Esa raza inmortal de hombres de hierro Que del mísero amante de la Cava

Rescatan ¡ay! el primitivo hierro

Vedle ¡Otro Alfonso! ¡Nombre de victoria

El Salado es su página en la historia.

Y así como un Alfonso allá en su dia, Cuando el cimiento de la España abría, La comenzaba con eterna loa Plantando sus pendones en Lisboa,

La comenzaba por la patria hermana,

La patria lusitana;

Este Alfonso, el postrer, apresurando

Del sol de la conquista el lento giro,

A Gibraltar cercando,

A Gibraltar mirando,

Rendirá su alma á Dios con un suspiro,

Ambos trazando á siglos venideros

Los mal guardados límites iberos.

267

III.

Mas ¡ay! ¿qué dolorida Beldad suprema de supremo encanto A la noche y al viento y a las flores, De un velo funeral la sien ceñida, Viene tal vez a confiar su llanto Y el eterno rubor de sus amores? ¡Oh beldad soberana de Castilla! ¡Oh hermosa, oh hermosísima Padilla! á fuerza de ternura y de belleza, Como a Pedro, á la historia enterneciste, Y, si no como un ángel de pureza, Cual ángel de bondad apareciste.

Mas ¡ay! es él tu maldecido amante

El tigre humano, el tigre carnicero

No imprimas, no, tu labio en su semblante. La sangre que hay en él borra primero.

¿No los ves? Dos espectros Doña Blanca

«¿Qué te hice yo sino adorarte en vano?» Clama y un ¡ay! del corazón arranca.

El otro «¡Hermano, hermano

»En Montiel nos espera Don Enrique! »

¿Quién es? Es Don Fadrique

268

¡Atridas ¡ay! de la española historia!

Y qué ¿hay también para los monstruos gloria

Y la imparcial posteridad no miente? El con el brazo ingente, Agitando el puñal ó las cadenas, Quebrantará la frente, Desangrará las venas

Del gigante feudal que con su maza La frente de los pueblos amenaza : El, al caer como Fadrique un dia A sus plantas caia, Se alzará con indómita arrogancia, Maldecirá á la Francia,

Y allá en la venidera

Edad será para la gente ibera

Espectro soberano

Del fiero patriotismo castellano.

El de bárbara edad bárbaro atleta,

Tendrá su gran poeta :

El pueblo lo será que es un Homero;

Y al querer en sus páginas juzgarle, La historia no sabrá cómo llamarle : Pedro el Cruel ó Pedro el Justiciero.

269

IV.

La historia es un gran crimen; El crimen de los pueblos y los reyes : Los que oprimidos son y los que oprimen,

Y la cuchilla el cetro de las leyes.

No se oye más que el ¡ay! de los que gimen, El ¡ay! fatal de las opresas greyes,

Y otro ¡ay! tremendo de mayor encono, El ¡ay! del opresor sobre su trono.

Pasad ¡sombras! pasad Y que á lo menos

Cubra ante la historia

Con el manto esplendente de la gloria

De su miseria y corrupción los senos.

La sangre de la espada es noble y santa,

Mas ¡cuánta sangre vil! Y ¡oh, cuánta, cuánta

Miseria que no es sangre y que es miseria!

¡ Grumos ¡ oh humanidad ! de tu laceria !

Pasad ¡sombras! pasad. Llega ¡gran dia De Isabel y Colon! Por los verjeles Vagó también mi planta Donde bajo magníficos doseles De granados y mirtos y laureles La Alhambra con sus torres se levanta. Pero no, no sus cármenes de flores,

270

Ni sus auroras de amaranto y oro,

Ni sus bosques, mansión de ruiseñores,

Ni de su vega el perenal tesoro

Fué lo que vi Se descorrió en mi mente

El espejo ideal de lo pasado,

Y en visión esplendente,

La Sultana oriental del Occidente Vi apercibirse á contrastar el hado.

La vi, la vi Cercado de vestiglos

El áureo trono de la España mora,

Del combate fatal de tantos siglos

Llegada ya la postrimera hora,

Cerrados mar y tierra,

Castilla al pié con su pendón de guerra,

Yo vi, yo vi á Granada

En la fatal jornada,

El estandarte del Profeta alzando,

Congregar del Profeta la falange,

Y el bridón del Profeta demandando,

Y del Profeta el consagrado alfanje, Bajar al llano, y con terrible acento Encendiendo en redor los corazones, Romper por los cristianos escuadrones

Y caer en el campo sin aliento.

La vi, en rugidos de furor trocados De su antigua victoria los lilíes, Chorrear de sus miembros desgarrados Sangre de Abencerrajes y Zegríes : La vi, su rostro de pabor cubierto, Maldiciendo á su Alá que la abandona, Un pueblo de héroes á sus plantas muerto, Arrojar al cristiano su corona;

271

La vi en el cautiverio

Perder aquel imperio

De quien fuiste ¡oh Sevilla! ilustre cuna,

Que en Córdoba veia

Á los cielos subir la Media luna,

Y en el tremendo dia

En Granada, en Granada sucumbía.

«Cayó, cayó Granada»

Clamó Sierra Nevada,

«Cayó Granada» repitió Occidente

Con himnos de alegría;

«Cayó Granada» resonó en Oriente

Con voces de agonía

Cayó Granada Su cadáver yerto

Se volverá al desierto

Leones y panteras Serán sus plañideras :

Y Boabdil, y Boabdil, el rey postrero, Impotente á embotar en su coraza La sentencia de Dios contra una raza, Terror ayer del universo entero,

En tierra la rodilla, Recordando sus huestes y sus naves De su baldón al apurar la copa, Entregará á la Reina de Castilla Las llaves de Granada, aquellas llaves Que son tus llaves ¡libertad de Europa! Que son tus llaves ¡religión de Cristo!

Y por fallo de Dios , sólo previsto

De un hombre entre los hombres sin segundo, Son tus llaves también ¡oh Nuevo Mundo! Las llaves de la América.

Perdona ¡ Sombra de aquella España musulmana Que fué España también! si el labio mió Himnos sin fin de adoración entona A aquella refulgente soberana, A aquella gloriosísima matrona, Que, en Dios depositando su fortuna

Y en el fuego del alma enardecida,

De la Alhambra arrancó la Media luna

Y a Europa se la dio rota y vencida.

¿Vencida? Pero no que al otro lado

De aquel mar con la sangre purpurado De cuanto ha sido entre los hombres gloria Mediterráneo Mar, Mar de la historia;

En la ciudad que se erigió aquel dia En que, rendidos los robustos brazos De sostener el mundo, en dos pedazos El coloso romano se partía; Allá en Bizancio, en la segunda Roma Que la otra Roma, al declinar su solio, Intentó consagrar entre las gentes Trono de los tres viejos continentes

Y del Dios del Calvario Capitolio; De nuevo al mundo asoma

El terrible estandarte de Mahoma,

Y la hueste de Cristo amenazada Pone en nuevo temor mano á la espada. Mas no, mas no, que en tanto, También en sangre mahometana tinto, Del África amagada en el recinto, Ardiendo de Isabel al estro santo, Pasará por el mundo Carlos Quinto.

V3

Y allá, y allá, bien pronto, En los dorados mares

Donde, al son de su cítara marina, La sirena gentil del Helesponto Se consuela evocando en sus cantares A la Grecia triunfante en Sal amina; Del cielo el alma de Isabel bajando,

Y en otro heroico nieto

Con su celeste espíritu inflamando La santa inspiración del santo objeto; Verá la Cristiandad alborozada, Libre otra vez su corazón de espanto, Del nuevo Jérjes con su nave armada El turbante flotar, flotar el manto : Verá la cruz que refulgió en Granada Reflejarse en las aguas de Lepanto,

Y entusiasmadas pregonar las olas El triunfo de las armas españolas : En un trono verá de querubines, Más que la luz del sol resplandeciente, Cercada de sus bravos paladines,

La aureola de Dios por yelmo ardiente, A la reina Isabel en los confines Aparecer de Oriente y Occidente, Cubrir la Media luna con un velo,

Y volverse otra vez, volverse al cielo.

il

274

¡Oh Isabel! ¡Oh Isabel! eres España, La España que existió, no la que existe ; La que criaste en tu materna entraña,

Y á tus pechos maternos la nutriste; Aquella a quien tras siglos de campaña A campaña mayor apercibiste;

Y la cruz en la paz, la espada en guerra, Fué su casa y su hogar toda la tierra.

¡Oh! no; del patrio amor no es vanagloria, No es falaz ilusión de lo pasado : Memoria igual a tan feliz memoria Hombres, razas y siglos no han guardado. ¡Fábula, sí, nuestra pasada historia Que la fábula antigua no ha igualado! ¡Fábula de portentos que fué hazaña! ¡ Fábula que hizo realidad España !

¡Vosotros entre todos los más grandes Que, no contentos ya con los caminos Del África y del Asia, Italia y Flándes, Desdeñando los piélagos vecinos,

275

Del Misisípi á los remotos Andes

Más acá más allá nuevos destinos,

Mares serenos, áureos continentes, Otros mundos abristeis á las gentes!

¡ Los que de un siglo en la inmortal carrera Que eclipsó con su luz los siglos todos, Tomando la gloriosa delantera Que el cielo os dio por tan excelsos modos, No un pueblo ya, la humanidad entera Llevabais en la nave de los godos;

Y el Océano se volvió fecundo,

Y el Non Plus Ultra se borró del mundo!

¡Los que, más reyes que los altos reyes De la gloria en el trono soberano, Alzasteis tantas infelices greyes A la santa hermandad del gremio humano ! ¡La España que, enlazando con sus leyes Al continente el continente hermano, Civilizó más mundo en paz y en guerra Que todas las naciones de la tierra!

Y ¡una vana y procaz filosofía, Sujetando la historia á molde estrecho, Emplaza ante la historia en su osadía A la grande nación que un mundo ha hecho! Grande fuiste entre todas, patria mia, Y el mundo entero proclamó á despecho De la ignorancia y la pasión extraña El Siglo Diez y Seis Siglo de España.

278

Pero ¿qué á la libertad? ¿Quién libre Como tú, como el hombre primitivo, Ni el de la antigua libertad del Tibre, Ni el del Eurotas que paró en cautivo? Ni ¿quién, quién sabe si, por más que vibre Al santo nombre el corazón altivo, El mundo no se apresta en estos dias A nuevas y más grandes tiranías?

¿Quién sabe si tras tanta y tan hermosa Esperanza de bien que el alma encierra, En tanto que la mente se reposa En sueños de hermandad para la tierra; Mas cuando el cráter del volcan rebosa Lava y más lava de discordia y guerra,

Y anuncia el son del subterráneo trueno El incesante hervor del ígneo seno;

Quién sabe si en los siglos del futuro, Cumpliéndose de Dios altos misterios, Abierto de la Europa el seno impuro Al estupro de nuevos cautiverios, De pasadas edades al conjuro Volarán como arenas los imperios,

Y renovando vuestra antigua hazaña ¡Hijos de Sem! aun volveréis á España?

Pero no Dios es Dios ¡Astro fecundo

De la naciente edad! luce sin velos; Vive-y alienta ¡libertad del mundo! ¡Sol de la humanidad! sube á los cielos.

279

El germen que en la tierra está profundo Ni estivos rayos secarán ni hielos : Árbol dará de inmarcesible sombra, Del gran pueblo de Dios dosel y alfombra.

Y esta España será que hoy se levanta Con la memoria de sus tiempos claros, Por más que aherrojen su robusta planta Hados aun de su grandeza avaros, La que irá con su enseña sacrosanta, Al fondo del desierto irá á buscaros , Y, juntos en un sol nuestros dos soles, Seréis por siempre España y españoles.

¿8q

EL DESCOTE,

Fulana, di á Fulana, pues tu has sido De nuestras confidencias confidente, Que en efecto por ella últimamente Sintió mi corazón cierto latido;

Mas, al mirarla en el salón henchido Lucir ese descote irreverente, Brindando a las miradas de la gente Las prendas del favor correspondido ;

Como amor es curiosidad al cabo,

Y he visto ya sus rutilantes pechos,

Y no se trata de feriar un pavo; Mis votos se dan hoy por satisfechos:

Y, si cual nunca su belleza alabo, Renuncio por pudor á mis derechos.

28 1

A LAURA,

Laura, Laura, soy yo. Mi triste acento Vaya esta vez a lastimar tu oido; Eco desgarrador, hondo lamento Del amor y el placer desvanecido.

Laura, Laura, soy yo. Y el alma mia, Tras el bien ideal siempre corriendo, Con su nunca engañada simpatía Que aun te acuerdas de me está diciendo.

Que, si amor suele unir los corazones Con guirnaldas que el céfiro arrebata, También tiene cadenas de eslabones Que la tumba quizás no los desata.

Yo arrastro esa cadena. Y que un día A cuya última luz morir debimos, Tu alma sintió lo que sintió la mia Y un alma sola para amar tuvimos;

282

Cuando anheles la dicha, cuando hastiada De tanto bien como halagó tu vida, Vuelvas la planta atrás por la encantada Región feliz de la ilusión querida;

Por mustias que halles las antiguas prendas, Las flores muertas, los verdores secos, A te llevarán todas las sendas Y de te hablarán todos los ecos.

Mas no, no, que soy yo. Laura, es el niño Tímido, silencioso, enamorado Que llevaba en su pecho tu cariño Como esencia purísima encerrado :

Es aquel niño que en el lento fuego De ignorada pasión se consumía, Y alucinado y delirante y ciego, Adorado imposible te veia :

Que en su misma ilusión embebecido, Sin osar hasta tender su vuelo, Como en las alas de su amor subido, De tu divino amor se halló en el cielo:

Aquel que tu alma desgarró mil veces Con celos, con rigores, con agravios, Que apuró la pasión hasta las heces Pendiente de tus ojos y tus labios.

283

Laura, ¿lo escucharás? ¡Cuánto recuerdo A tu existencia y tu hermosura unido ! ¡ En cuáles mundos de ilusión me pierdo De tu nombre no más, Laura, al sonido!

Ora es la noche, el solitario monte, El moribundo sol y el viento blando, La alba luna que argenta el horizonte, Tu y yo en la soledad gozando, amando.

Ora ya el sol con su primer mirada, Cuando los campos á dorar empieza, Y en su lecho de flores reclinada Despertando al placer naturaleza;

Y yo aspirando en mi ilusión de amores Las brisas de ámbar de la blanca aurora, Y conmigo entretejiendo flores, Mi dulce Venus, mi brillante Flora,

O ya en las selvas bajo el rayo estivo, Entre alamedas de verdura y sombra, Al son del arroyuelo fugitivo Adormecidos en la blanda alfombra;

Cual dos pastores de los siglos de oro De Arcadia ó de Amatunta en las florestas, De los goces del campo el gran tesoro Apurando los dos en largas siestas.

284

¡Oh Laura! hasta los ecos balbucientes De la musa infantil de mi poesía, Hasta aquellas imágenes rientes, Olimpo de mi tierna fantasía;

Sí, todo, todo cuanto fué mi gloria En aquel tiempo por mi mal pasado, Revive y se levanta en mi memoria Al poder de tu nombre idolatrado;

Y cuando considero lo presente

Y esta ausencia infinita considero, Pienso que de mismo estoy ausente

Y nada ya de la existencia espero.

Mejor fuera olvidar. Mas ¡ay! en vano Quiero borrar del alma ilusionada Aquel país de resplandor lejano Donde siempre te encuentro á abrazada.

¡Ah! ¿Por qué no es así toda la vida? ¿Por qué la dicha misma se convierte En sombra de dolor al alma asida Con recuerdo tenaz hasta la muerte?

¿Por qué, al dejar con nuestra edad primera El palacio de encantos é ilusiones Donde se agota por la vida entera El raudal de las puras emociones;

285

Por qué al pisar del mundo los umbrales , Cuando vais á espirar, horas dichosas, Por qué no se nos clavan cien puñales Donde al menos muramos entre rosas?

¡Ah! ¿por qué el corazón, copa vacía Del licor de la fe, del entusiasmo, No se nos cae del pecho ¡ oh Laura ! el dia Que en sus heces gustamos el sarcasmo?

¿ Por qué llega en la vida un fiero instante Que, aun del amor que verdadero ha sido, Sólo queda un recuerdo agonizante Cual la luz de la tumba del olvido?

¿Por qué, por qué también el tiempo corre En lo que nunca se soñó pasado,

Y esto te escribo yo sin que lo borre Sangre del corazón despedazado?

¿Por qué al primer amor sobrevivimos, Al primer dios, á la primer creencia,

Y altares a otros dioses erigimos,

O sólo queda un dios, la indiferencia?

Pero no temas, no, que yo marchite De tus dulces creencias los objetos ; No temas, no, que en tu presencia agite De mi seca razón los esqueletos;

286

Que aun de tu vista y de tu voz lejano, Como en la aurora de mi amor yo siento El noble freno de tu hermosa mano, El blando influjo de tu blando acento.

Reconóceme, Laura, soy el mismo: Un inmenso volcan mi fantasía, Mi mente abismo, inmensurable abismo,

Y tuya, siempre tuya, el alma mia.

Y ¡oh! ¡si aun pudiera reclinar mi frente En el seno feliz de tus hechizos,

Y sentir agitar tu mano ardiente

De mi sien juvenil los blondos rizos!

¡Oh! ¡si a mis ojos aun velar pudieras Con la venda feliz de tus halagos De esta imaginación, toda quimeras, El devorante fuego y los estragos !

Pero no puede ser. ¡Dulces amores! ¡Única dicha cuanto breve cierta! Aunque volvierais con las mismas flores, Vuestro sol era el alma y está yerta.

¡Oh sueños! ¡oh memorias! ¡oh alegrías! ¡Oh ya lejana cuanto dulce historia! Laura, no volverán aquellos dias; Pero inmortales son en mi memoria.

í

287

EL OSO,

Á MODO DE SÁTIRA,

1843.

Que no, digo que no, que no repito: No ha de ser exclusivo privilegio De tu sexo y de tí, mujer ingrata,

Decir que no Repito que no quiero.

No quiero escribir versos en tu álbum ;

Primero, porque es álbum y detesto

Los versos de álbum yo, que en serlo solo

Son el gran pamplinismo de los versos;

Y es tu álbum mismo con sus claros nombres,

Gloria del Pindó y del Parnaso ibero,

La mayor colección de tonterías

Que se escribió ni en español ni en griego.

Segundo, porque no es en ese libro

Siempre a una plebe de salón abierto,

Colmena de golosos literatos,

Más que de tu hermosura monumento,

Donde yo lo que siento he de decirte,

Donde yo he de decirte lo que pienso;

Y, si se trata de llamarte hermosa,

288

Hay un álbum mejor, y es un espejo. Tercero en fin, porque en el caso mió Salir yo ahora echándote requiebros En estilo oficial de circunstancias, Sería para tanto trofeo Como si un mal galán en un mal drama, Llegado el catastrófico momento, Al compás de la silba del concurso Se pegase á mismo un palmoteo.

¿Qué soy yo para tí? Según dices

Y repite una cáfila de memos, Soy el niño mimado de tu tribu, Tu favorito soy, tu ojo derecho,

Y aun hay quien cree que mi privanza llega Hasta el zenit de tu encumbrado cielo.

Mas, según la opinión de hombres más graves

Y mujeres también, gran voto en esto,

Y en fin, según yo mismo que me fundo En mis propios fehacientes documentos, Lo que soy es tu oso, un oso blanco, Porque no soy siquiera un oso negro. Un oso blanco, sí, no ya criado

Al calor de estos climas donde hay fuego, No ya nutrido en el hermoso clima Del sol de tus favores y embelesos, Sino un oso polar, un pobre oso, Ayuno y lacio y aterido y yerto Bajo el clima glacial de tus desdenes, Vagando entre las nieves y los hielos De tu hiperbóreo corazón En vano

289 La llama de un volcan llevo aquí dentro; Me descuelgas tus témpanos encima Y tirito de amor, no ya me quemo.

Repito pues que no. Di lo que quieras:

Di que soy montaraz Así es más cierto

Ese símil del oso A todo el mundo

Di que soy brusco, antisocial, grosero,

Que en vano quieres tu civilizarme,

Que el mundo no entra en donde yo entro,

En fin que soy un oso Me persigue

La palabra fatal Y es que, en efecto,

Un oso es lo que quieres que sea,

Un oso es lo que ha tiempo estoy yo siendo,

Un oso por las calles y las plazas ,

Un oso en los teatros y paseos,

Un oso de esos osos que te cercan

A quienes, como al oso verdadero,

Les cuesta más trabajo en dos que en cuatro

Patas andar En fin un oso de esos,

Émulos del venado y del marido

Y de otros animales inmodestos Que, abdicando las armas naturales

Y usurpando la insignia y privilegios Á aquel otro animal que es en España Emperador de los circenses juegos,

Y que aun más que el león á ser comienza Símbolo y prez del castellano pueblo,

Lo que llevan y lucen y tremolan Desvergonzadamente en el testero,

Es ahora que te me pones fosca

19

Es ahora que tus remilgos tiemblo

Es ¿á qué no lo digo? ¿á qué lo digo?

Es un frontal de inmarcesibles cuernos, Y colgado del morro por tu mano, Nuevo toisón de oro, un buen cencerro.

Pues bien, ya se acabó. Yo no soy oso : Te destierro ¡canario! de mi imperio: Ni me amenaces con enviarme el álbum Porque sin más ni más te lo devuelvo; O si tal vez la tentación me vence De la inmortalidad que en ello pierdo, En vez de usar las rosas y azucenas,

Y las perlas y el oro y los luceros,

Y toda esa infernal farmacopea Que para convertir en adefecios

Las buenas mozas como tú, autoriza

Más que otro alguno el español ingenio;

En vez de embadurnarte como estampa

De bodegón en colorines viejos;

De par en par el corazón me abro,

Te encajo una verdad mayor que un templo,

Y un escándalo habrá que se hunda el mundo O tendrás que quemar el libro entero.

¿Qué verdad? dirás tú. Pues qué, ¿no sabes, Monstruo de iniquidad y embaucamiento, Más mala que Eva, tu difunta abuela, Que al cabo fué leal con su cortejo; Pues qué, no sabes tú, más que yo mismo, Que estoy enamorado? No me atrevo

291

A decir como un bestia, y sin embargo No hay palabra mejor para el concepto.

Te amo pues como un bestia No te enojes....,

La fórmula es fatal Si yo no tengo

Ni educación civil de esta que ahora Aprenden los que nunca la tuvieron, Ni esa otra sabia educación que enseña

A versiculear ¡ Mira qué verbo

Tan indigno de tí, de la Academia, Del sentido común que voy perdiendo ! Ni ¿cómo osara yo manchar tu álbum Con esta pluma que parece un bieldo?.....

Si doy a lo mejor un estampido

Si soy oso también bajo este aspecto

Si bien que tus tímpanos taladro

Y te causo fenómenos de nervios Cuando en este lenguaje inverecundo

Prorumpo a lo mejor como un zopenco

Mas yo me enmendaré Cuestión de guantes.

Ya les pondré yo guantes a mis versos,

Y hasta en los labios me pondré yo guantes. Cuando te dignes concederme un beso.

Digo pues que te amo y que te adoro;

Que te amo como un ángel Esto es bueno

Que te amo como un ángel á otro ángel

¡Canario! Esto es mejor Esto es muy bello.

Ya, ya yo que el néctar es tu vino

Y aquí tengo un tonel del más añejo.

Y ¡qué par, qué par de ángeles entrambos! Pero nada de broma, hablo muy serio.

292

Repito que te amo y que te adoro, Que no soy ya de mis potencias dueño, Que lo conoces tú, que me consientes

Y sin piedad me desengañas luego; Que tu táctica y á pesar mió Hago el papel más vil del universo; Que del género humano los silbidos En las orejas retumbarme siento; Que en tu mismo dominio envanecida

Y mi yugo en guirnaldas envolviendo, Tocas mi corazón como un piano (Sólo que con frecuencia me destemplo); En fin que para colmo de ignominia, Con ser y hacer el oso no contento, Soy oso como Ótelo y como Heródes, Soy el oso terrible de los celos.

¡Qué escenas, santo Dios! ¡Que gran payaso Voyá salir de aquí, divinos cielos! Delitos hay en que el derecho falta Para llevar á un tribunal á un reo,

Y basta y sobra para asarle vivo Como cuentan del pobre San Lorenzo. Uno de esos delitos es el tuyo,

Uno de esos derechos mi derecho,

Y si yo no te mato es porque hay horca, O porque al cabo conquistarte espero. Cuando recuerdo la funesta noche

De mi última función, hasta sospecho Que yo ya no soy yo, que soy ya otro O que soy cuando más mi propio espectro.

¿93

Y como en fin me da por lo sublime

Y trato a los romanos y á los griegos, Recorro las tragedias más famosas

Y ningún paso comparable encuentro.

Entro yo Tu en el trono Al pié del trono

Los magnates y sátrapas del reino

Sorpresa mia, que me llevo un chasco

Y que no sin motivo me lo llevo

Miradas de á de indiferencia

Miradas de á de alto desprecio

(Y aquí la traducción de las miradas Para escarmiento de osos. Yo comienzo) :

«Infiel, me has engañado.— Usté está loco. )) Aquí la prueba de tu crimen tengo.

«¿Qué prueba ni qué crimen? Tu billete. ))Y ¿qué dice el papel, que no me acuerdo?

» Decir, lo que es decir no dice nada.

»Pues a qué esos mohines y aspavientos?

»Es que lo que no dice en sus renglones,

»Está bien claro por debajo de ellos.

))En fin no dice nada. Dice dice

»Que usté es una coqueta. Y usté un necio. )) Señora, mire usted que la asesino. » Silencio y vaya usted mucho á paseo. »

Hasta aquí las miradas Y ahora sigo.

¿Has visto esas funciones de muñecos Que dan por Navidad en honra y gloria Del de Belén providencial misterio, En que sale furioso á echar discursos De oposición un Lucifer grotesco

294 Que por escotillón se va y se viene

Y por boca y nariz vomita fuego? Pues si antes no le viste y me miraste, Ya has visto a un Lucifer de nacimiento ; Sólo que no me hundí porque no habia Escotillón allí para el infierno.

¡ Santo Dios de Abrahan ! Aun me parece, Aun me parece que en el trance horrendo Viéndome estoy y que mi propia sombra Huye de de puro desconsuelo. Ser una bomba y reventar quisiera (Al fin no reventé y ahora me alegro); Por el salón donde en tu gloria imperas Como un tigre de Hircania me paseo, Contemplo con pavor los demás osos, Se me antoja un rival cada uno de ellos, Sobre el primer malsín que hallo delante El huracán de mi elocuencia suelto, Hablo francés para mayor desdicha Porque el mozo es de allende el Pirineo, (Mi francés que equivale a una pedrea)

Y en efecto lo tumbo y tergiverso; Acudes presurosa en su defensa,

Me intimas que me largue ó poco menos, Te hablo como el Tetrarca a Mariene, Como el Moro á Desdémona te increpo, Me proclamo señor de horca y cuchillo

Y triunfo en mi furor Mas ¡oh funesto

Poder de una reacción! Súbitamente,

(No si fué que en el cristal frontero Me vi la noble frente endiademada

Con los ya mencionados instrumentos,

295

O que tal vez tus iracundos ojos Cayeron sobre cual dos braseros

De escandecientes ascuas) es el caso

Que se me doblan mis cobardes nervios; Quiero disimular mi desventura

Y un aria de Rossini tarareo

Mas el hado cruel lo tiene escrito,

Y vista y tacto y voluntad perdiendo, Como al anochecer colado buho, Haciendo giros y pegando vuelcos, Sin saber do poner ni pies ni manos, Dando tras un tropiezo otro tropiezo, Voy á dar con el cuerpo endemoniado En aquel velador, ara del templo. Rueda a mis pies el insolente trasto, Chinas, sevres y conchas van al suelo, Los del Japón magníficos tibores

Se tumban con glorioso campaneo, Viene en fin la catástrofe más grande Que recuerdan los fastos europeos,

Y yo, yo mismo ya busco un cuchillo Para ofrecerme en holocausto al cielo : Mas la reacción á la reacción sucede, Un dragón infernal se irgue en mi pecho,

Y al ver aquella plebe amotinada Cercarme en son de ajusticiar á un reo, Como el gran Sardanápalo allá en Nínive, Como Nerón en el romano incendio, Como Manolo en el sainete insigne

Al volcar otra mesa y otros tiestos,

En vez de echarme á tus divinas plantas

Y tu gracia implorar con mis lamentos,

29Ó

Bramo, rujo, relincho, y como hollando Las ruinas ya del universo entero, Parezco proclamar á los mortales Que soy el Antecristo y que están muertos. ¡Aplauso, aplauso al oso, al oso grande, Al oso mastodonte y megaterio! ¡Al oso épico-trágico, al más oso De toda la creación !

Y todo esto Delante del rival de mis rivales, De ese gran personaje, de ese necio Monsieur ó Mister, Mandarín, Burgrave, Embajador de yo no qué imperio, Que es más oso que yo y aun por fortuna, Para la integridad de mi pellejo, Aunque mozo de tanta valentía, Es más valiente que él su propio miedo : Que si no con los pinchos de que habla, Sin contar sus castillos pirotecnios, A juzgar por las ganas que me tiene, Como un melón me perforara el cuerpo.

Y ésta es otra ¡canario! Y ésta es otra

Vivir un hombre sano en este riesgo

De que por sin compasión le trinchen

Y al cabo lo del cuerpo es lo de menos

Para eso es cuerpo Pero el alma el alma

Es cuestión de muchísimo momento,

Y si muero por como presumo. Sin más apelación se va al infierno. Ni te encargo tampoco que me reces,

297 Porque ángel eres, pero no ángel bueno, Y me han de valer más tus oraciones Con Satanás que con el Padre Eterno. En fin esto es vivir como la patria, Siempre en peligro

Y ahora el tema nuevo De que yo no hacer versos bonitos, Que me escapo por valles y por cerros, Que me vas á mercar una trompeta Para cuando me da por trompetero,

Y volviéndome voy más lacrimoso Que toda una ciudad de cementerios.

Búrlate, infame, búrlate Prefiere

Los versos de cualquier titiritero.

No es ésa mi desdicha Pero entonces

¿A qué cifrar tan mujeril empeño En que yo te desluzca con mi nombre Ese vanaglorioso documento Donde tanto loor más de tu gusto Los vates españoles ya escribieron? Pero ¡insensato preguntar! quieres Por la misma razón que yo no quiero, Porque, puesto que no el mayor poeta, Soy el oso mayor de todos ellos,

Y una vez declarado el oso en prosa, Quieres que me declare el oso en verso.

El oso, siempre el oso Soy el oso

Más oso de los osos de estos tiempos

Y al fin los grandes osos de la historia, El oso Marco Antonio, por ejemplo,

298

Fueron osos de temple y de coraje, Fueron osos heroicos, carniceros, Mientras yo sólo soy un oso herbívoro Que de miel cuando más un sorbo pruebo,

Y hambriento en torno de mi infiel Cleopatra, En vez de devorar, papamosqueo.

¡Ah coqueta! ¡coqueta! ¡gran coqueta! Sí, ya yo que se te frunce el ceño Cuando te llamo así siquiera en broma Porque broma verdad es tiro al pecho. En fin yo soy un oso, soy tu oso, Oso convicto soy, oso confeso

Y aun á veces estoy por resignarme

Porque así como así, por lo que observo,

El oso ¿Qué es el oso? Sólo una

Variedad más grotesca del gran género Del animal-mampara, buenamente Destinado á encubrir el hurto ajeno, Danzando al son del organillo fuera Mientras el crimen se comete dentro. Fué ademas, según consta de la historia, Principal personaje en todos tiempos,

Y así como en amor, también hay osos En todo rango, profesión y empleo.

Lo que es aquí en Madrid no hay más que osos.

Pues ¿adonde has de ir que no estés viendo

Al oso de salón ó al de teatro,

Al oso de palacio ó al del pueblo,

Al oso militar que es todo plumas

En su espada mirándose al espejo,

Al miliciano nacional, un oso

De patria y libertad que es oso y medio,

299 Al oso literario, melenudo El romántico, el clásico sin pelo, Calvo, quiero decir, éste por fuera, Calvos los dos, calvísimos por dentro?

Pues ¿y el oso político? ¿No hay osos

Más osos que en el monte en el Congreso, Ni es cosa de causar ningún asombro Ver osos Presidentes del Consejo? ¿Y el oso diplomático, el más oso De toda la creación ? Y si no apelo A mi digno rival, á ese que quiere Trincharme con su estoque, á ese mostrenco Que, cada vez que me habla de la Europa,

Se me quitan los celos y bostezo

Asunto es éste de importancia suma, Y un «Tratado del Oso» escribir pienso, Donde resolveré muchos problemas De los siglos que son y los que fueron.

En suma yo no qué hacer contigo : Tal vez te mate aún, pero no quiero Que me suceda á ningún percance; Le pediré á un romántico un veneno. Por otra parte, si verdad obliga, ¿Por qué lo he de ocultar? no desespero : La esperanza es un sol que no se pone Y el amor es por merecimiento.

Pero no En cuanto al álbum no transijo

Ni ¿cómo osaras demandar más versos? Éstos son ya más largos que la muerte, Más malos que mi humor que no es muy bueno,

3oo

Tal vez el canto de mi pobre cisne, Según lo antipoeta que me siento;

Y si es que aun otros a exigir te atreves Por consignar la obstinación del sexo, Inspíramelos con tus verdades

Cual tus mentiras me inspiraron éstos.

Inspíramelos Bien sabes cómo

Hiéreme aquí donde en mi amor te llevo,

Y ya verás cómo los hago entonces, No de la bilis azorada engendros , Sino cual con tu primor los amas; Versos del corazón, versos del cielo, Versos que sean copas de ambrosía, Urnas de esencias, nubes de recuerdos, Raudales de deleite y de ternura,

De la dicha ideal puros reflejos, Dignos de que por tenerlo todo, Demonio celestial, tienes talento. Mas nada de entusiasmo ó de blandura: De potencia a potencia tratar debo: Que aun siendo celestial eres demonio,

Y á santos de allá abajo yo no rezo. Resumen pues de cuanto llevo dicho En este romanzon de siglo y medio : Seré y haré cuanto en el mundo quieras, Pero ten compasión de mi tormento;

Y si á eterna ignominia me condenas, Allá va mi epitafio : UN OSO MENOS.

3oi

A CLIO.

TRADUCCIÓN DE HORACIO. ODA XII DEL LIBRO I : guem -virum aut heroa lira, etc.

¿Cuál varón ó cuál héroe con la lira, O aguda flauta á celebrar ¡oh Clío! Vas? ¿O cuál Dios á cuyo nombre suene Eco festiva en la garganta umbrosa De Helicón, en el Pindó, el Hemo frió, Donde las selvas en tropel siguieron A Orfeo invocador cuando en maternas Artes los saltos de los raudos ríos

Y los vientos veloces suspendía, O arrobadas al canto las encinas Llevaba en pos con las canoras cuerdas? ¿A quién antes daré digna alabanza?

¿A quién sino al gran Padre que el destino De hombres y dioses, mar y tierra y mundo, Del tiempo contrapesa en la balanza? Nada mayor, segundo ó semejante A Jo ve se engendró. Ni audaz en lides, Baco, te callaré. Ni á aquella virgen , Enemiga á las fieras. Ni á ¡oh Febo! Con la certera flecha. Diré á Alcídes

Y á los hijos de Leda, insigne el uno En domar un corcel, famoso el otro

302

En la atlética lid; cuya alba estrella No bien al nauta resplandece, cuando Las crespas aguas de las rocas fluyen , Los vientos calman, los nublados cejan,

Y la onda amenazante al blando influjo Se recuesta en el Ponto. ¿Cuál memoria Evocaré después? ¿Rórnulo acaso,

O de Numa el pacífico reinado, O de Tarquino las soberbias haces, O de Catón la valerosa muerte? A Régulo también y a los Escauros, O acosado del Peno a Paulo Emilio, De su alma grande pródigo, en insigne Canto dirá mi musa. Y luego á aquellos Que á la austera pobreza, al heredado Fundo arrancó de entre apacibles lares La guerra; aquel Fabricio, aquel Camilo,

Y Curcio el de la intonsa cabellera. Cual crece con la edad árbol fecundo, Crece la fama de Marcelo en tanto;

Y cual la luna entre menores luces, La estrella de los Julios resplandece. ¡Oh tú, Jove Saturnio, de la humana Gente padre y tutor ! A los hados Dieron velar por César. Reina y sea César segundo á tí; y al sojuzgado Parto que al Lacio amaga en justo triunfo Ora trayendo, ó al indiano y sera Sujetando en los términos de Oriente, Por rija él el orbe. Con tu carro

el Olimpo haz temblar y á las violadas Selvas los rayos de tu enojo envia.

3°3

Á POSTUMO.

TRADUCCIÓN DE HORACIO.

ODA XIV DEL LIBRO II: ¡Ekeu! fugaces, Pósame, Postume, labuntur anni, etc.

¡ Cómo, oh Postumo, Postumo, los años Se deslizan fugaces! No retarda A la instante vejez con sus arrugas Ni aun la piedad, ó á la indomada muerte. No con trescientos toros cada dia ¡Oh amigo! aplacarás al implacable Pluton que a Ticio y a Gerion triforme Retiene en la onda tétrica que todos Cuantos sustenta de la tierra el fruto, Rey ó pobre cultor, surcar tenemos. Vano es huir el sanguinoso Marte O de Adria ronco las rompidas ondas : Vano del otoñal austro maligno El cuerpo resguardar. El tenebroso Cocito con su lánguida corriente Errar hemos de ver, y de Danao La infame prole, y al castigo eterno Sísifo, hijo de Eólo, condenado.

3°4 Casa, heredad, consorte cara, es fuerza Dejar, y de estos árboles que crias, Dueño fugaz, sólo el ciprés odioso, Sólo el ciprés te seguirá á la tumba. Más de ellos que digno, tu heredero Los cécubos que hoy guardas con cien llaves Gozará en abundantes libaciones : Licor más generoso en el soberbio Pavimento vertiéndose á raudales Que en las cenas corrió pontificales.

3°5

LA VIDA DEL CAMPO.

TRADUCCIÓN DE VIRGILIO,

FINAL DE LA SEGUNDA GEÓRGICA : 0 fortunaos nimium, sua si Una norint, agrícolas, etc,

¡ Dichosos veces mil los labradores Si su bien conocieran ! Apartados Del tumulto civil y sus furores, Del seno maternal frutos preciados La tierra a su sudor rinde sin tasa. No es, no; no es, no, su casa La alta mansión cuyas soberbias puertas, De par en par abiertas, Vomitan de los ámbitos ingentes Oleadas de clientes Que del alba al rayar salutaciones Ofrecen al patrón. Sus ambiciones No son columnas de carey talladas, Ni las vestes de piedras recamadas, Ni las estatuas que esculpió Corinto, Ni en la púrpura asiría el vellón tinto, Ni el aceite dorado

20

3o6

Con indio cinamomo adulterado :

Mas aquella segura bienandanza

Que ignora de la suerte la mudanza,

Rica con tu riqueza,

¡ Oh gran naturaleza !

Pero los ocios vagos

En los tendidos fundos,

Los repuestos profundos,

Las vivas fuentes y los limpios lagos;

Mas del Temple la frígida floresta,

El mugido del buey, la blanda siesta

En la florida alfombra

De un árbol a la sombra,

Tales sus bienes son. Allí el salvaje

Montuoso matorral y el antro oculto,

De la fiera hospedaje :

Allí la juventud sobria y robusta,

Y de los dioses el temor y el culto,

Y la paterna .autoridad augusta : Allí su última huella en este suelo Estampó la justicia al irse al cielo.

¡Ah! denme a las soberanas musas Cuyo culto feliz mi pecho encierra

Y en cuyo inmenso amor siento inflamarme, Sobre todas las dichas de la tierra

Su divino favor dígnense darme. Plégueles revelarme Del cielo los caminos

Y el rodar de los astros cristalinos; Los eclipses del sol, y cómo alcanza

307 A la luna también igual mudanza; De dónde el terremoto; Por cuál poder ignoto Los mares se levantan, Sus cárceles quebrantan

Y vuelven en su seno a reposarse; Porque el sol invernal corre á bañarse Más pronto al Océano

Y la noche es más breve en el verano. Mas, si mi sangre helada

No acude al corazón y de natura

No alcanzo á penetrar los hondos senos,

Plázcame de los campos la morada,

Y entre selvas y arroyos mi ventura Ignorado buscar. ¡Prados amenos! ¡Valles tesalios que el Esperquio baña! ¡Verde Taigeto, espléndida montaña Que ves en sus campestres ceremonias Las vírgenes danzar lacedemonias ! ¿Quién ¡ay! quién ¡ay! me diera

Del Hemo en la ladera Reposar y mis sienes ardorosas Orear con sus ramos protectores?

¡ Feliz aquel que pudo de las cosas Las causas conocer, y á los terrores De la muerte, y al hado empedernido, Y al avaro Aqueronte y su ruido Firme pecho oponer ! ¡ Quién los favores De los dioses del campo tutelares, El Pan universal, Silvano el viejo

3o&

Y el hermanal cortejo

De las ninfas gozó ! Ni populares Fasces ni mantos de supremos reyes, Ni la discordia atrepellando leyes

Y á hermano contra hermano enardeciendo, Ni el Dacio descendiendo

Del Istro conjurado,

Ni Roma misma debelando imperios

Con muerte y cautiverios,

Turbarán su quietud : no condenado

A ser testigo con envidia ó pena

De la opulencia ó la indigencia ajena.

Coge el fruto que el árbol y el sembrado

Espontáneos le dan. Ni férreas leyes,

Ni el foro y sus archivos y sus greyes

Vio jamas. Otros á los mares ciegos

Lánzanse y los combates,

O bullen en los atrios palaciegos

De reyes y magnates :

Este arruina comarcas y penates

Por beber en un cáliz de zafiro

O arroparse en la púrpura de Tiro :

Aquél, perpetuo hacinador del oro,

Se acuesta en el montón de su tesoro :

Al uno ante los rostros le embebece

La popular arenga en los comicios ,

O en los anchos teatros se enardece

Cuando la resonante galería

Plebeyos y patricios

Asordan con aplauso y gritería :

A otro el furor de las facciones lleva,

Y en la sangre civil teñido el hierro,

309 Trocando el dulce hogar por el destierro, Busca bajo un sol nuevo patria nueva.

En tanto el labrador con corvo arado Abre la tierra donde el grano emplea,

Y allí comienza su anual tarea. De allí el sustento le será otorgado A la patria y los tiernos nietecillos , Al pacífico buey y á los novillos, Esperanza y promesa del ganado. Ni cesa en la fatiga

Hasta que el fértil año se corona Con frutos de Pomona,

Y bala el recental, cuaja la espiga, La mies se avienta en la tendida era

Y se hinche la panera.

Viene el invierno, y so la dura piedra La oliva exprime que Sicyon envia : Del encinar do la bellota medra, Vuelve el cerdo gozoso a la alquería : Purpurea en los bosques el madroño,

Y los áureos racimos y morados, Colmando las riquezas del otoño, Se maduran al sol de los collados. Del hogar en los puros regocijos Penden del cuello paternal los hijos : Castidad y pudor su techo cubre : De la vaca la leche de su ubre,

Y los corderos tiernos

Triscan y ensayan los nacientes cuernos.

Y él también tiene sus festivos días

3io

De nuevas alegrías :

Tendido en la pradera,

Rodeado de sodales placenteros,

Que en torno de la hoguera

Los vasos de licor llenan enteros,

Con sobrias libaciones

Entona ¡oh padre Baco! tus canciones :

Mientras adiestra al mayoral gallardo

El olmo a herir con el certero dardo,

O a ejercitar desnudo

Los duros miembros en combate rudo.

Ésta la vida fué de los sabinos, De Remo y del mayor de los Quirinos Así el seno de Etruria fué fecundo: Así fué Roma el esplendor del mundo

Y en su muro encerró siete colinas : Así también, primero

Que el cetro justiciero

De la broncínea edad Jove empuñase,

Y una raza funesta se avezase A devorar el degollado toro, Vivió Saturno en las edades de oro; Cuando el clarín de guerra

No escuchaba en sus ámbitos la tierra, Ni en el yunque macizo golpeada Sonar y resonar la ardiente espada.

3ii

LA MUERTE DE PRÍAMO.

TRADUCCIÓN DE VIRGILIO.

ENEIDA, LIBRO II : Forsitan et Priami fuerint qua fata requiras, etc.

Acaso ¡oh Reina! inquieras cual la suerte De Pr'iamo fué. Cuando invadida á Troya Vio, y del alcázar el umbral por tierra,

Y dentro ya del penetral al griego,

¡Ay, harto anciano! a los temblantes hombros La armadura circunda abandonada Por largo tiempo; el hierro inútil ciñe,

Y entre el denso enemigo á morir corre. En medio del alcázar, bajo el arco

De los cielos desnudo, una ara ingente Fué, y un lauro antiquísimo á su lado Recostándose encima y los Penates Con su sombra amparando. Allí agrupadas Cual banda de palomas que la oscura Tempestad precipita, Hécuba estaba,

Y sus hijas con ella, los aliares Rodeando en torno y abrazando en vano Los simulacros de los dioses. Luego

312

Que de su juventud cinto en las armas A Priarno vio : «¿Qué tentación funesta», Clama , «mísero esposo, te ha impelido

»A colgarte esas flechas? ¿Dónde corres?

»De auxilio tal, de defensores tales

»No se ha menester ya Ni mi Héctor mismo,

)>Si Héctor viviese Oye mis ruegos Esta

«Ara nos salve ó moriremos juntos.» Dice : al anciano hacia el altar impulsa,

Y allí le sienta en el lugar sagrado. En el instante aquel Polites, uno De los hijos de Priamo, los golpes

De Pirro huyendo y derramando sangre, Pórticos luengos y desiertos atrios Por entre dardos y enemigos cruza; Mas Pirro al verle desangrar le acosa,

Y ya la mano extiende, el asta esgrime, Cuando él, llegando entre los suyos, cae A los pies de sus padres, y la vida

Lanza entre olas de sangre. Al verle Priarno, También luchando con la muerte, en voces Prorumpe de furor : «Por tal hazaña, » Por tanta atrocidad dente los dioses »(Si hay alguno en el cielo que esto mire)

» Digna merced a tí, por quien mis ojos

»Ven la muerte de un hijo y de sus padres

«Manchas el rostro con su sangre Aquíles,

)>De quien mentidor te dices hijo,

»No fué tal para mí; mas respetando

»E1 derecho y la fe de un suplicante,

»E1 cuerpo exangüe de Héctor dio al sepulcro

»Y á á mi reino me volvió.» Y un dardo

3*3 Le arroja imbele sin herir que al punto El ronco bronce rechazó y en medio Del redondo broquel quedóse hincado. «Ve pues, responde Pirro, y á mi padre, ))A1 hijo de Peleo, mismo

)) Portador de estas nuevas Dile, dile

»Mi indigna acción y encarecer no olvides

»Cuál degenera Neoptolemo Ahora

)> Muere.)) Y temblando, y en la propia sangre Resbalando del hijo, a Priarno arrastra Hacia el altar; con la siniestra mano Del cabello lo prende, y con la diestra La relumbrante espada desnudando, En su costado la escondió hasta el puño. Así el destino se cumplió de Priarno : Tal, a Troya incendiada contemplando Y derruido a Pérgamo, tal "muerte Deparó el hado a aquel en otro tiempo De tantos pueblos y comarcas tantas De Asia soberbio reinador. El tronco Yace ingente en la orilla, y la cabeza, Cadáver ya sin nombre, separada.

3H

MONÓLOGO DE HAMLET.

TRADUCCIÓN DE SHAKSPEARE.

HAMLET, ACTO III, ESCENA IV -.Tobe, or not to he, that h the question, etc.

Ser ó no ser Tal la cuestión Del hombre

Cuál es acción más digna, si los tiros Sufrir y dardos de ultrajante suerte, O armarse contra un mar de adversidades Y hacerles frente y acabar con ellas.

Morir dormir no más y por un sueño

Terminar la ansiedad, los mil dolores

Que herencia natural son de la carne

Objeto es éste de anhelarse digno.

Morir dormir ¿Dormir? Soñar acaso

¡Ay! el punto está aquí Porque esta idea

Que sueños en el sueño de la muerte Puedan venir cuando soltemos este

Envoltorio mortal remora al cabo

Es y tormento de tan larga vida. ¿Quién sino los azotes, los escarnios Aguantara del mundo, la injusticia Del opresor, la afrenta del orgullo,

3i5 Del amor despreciado las torturas, De la ley los aplazos, la insolencia De la turba oficial, y las que alcanzan Al mérito paciente indignidades, Si uno mismo su paz darse pudiera Con un puñal desnudo? ¿Quién tal fardo, Sobre esta vida ya que es tan pesada, Sudando y renegando llevaría, Si el temor de algún algo tras la muerte, Ese país por explorar de cuyos

Lindes no ha vuelto aun ningún viajero

La voluntad no confundiese, y males

Nos hiciese sufrir que conocemos,

Más bien que a otros correr desconocidos?

Así nos hace la conciencia a todos

Unos cobardes; el vivaz semblante

De la resolución con su incoloro

Tinte la reflexión torna enfermizo,

Y las empresas de mayor momento

Tuercen su curso y hasta el nombre pierden

De ejecución Calmémonos ahora

3i6

LA MUERTE DEL REY DUNCAN.

TRADUCCIÓN DE SHAKSPEARE.

ESCENAS SACADAS DEL MACBETH.

MACBETH Y LADY MACBETH. ACTO I.

ESCENA V, LADY MACBETH sola.

Ronco hasta el cuervo está, ronco está el cuervo Que del rey Duncan la fatal entrada Groajando anuncia bajo el techo mió. Venid, venid ¡oh espíritus! vosotros Que á las empresas presidís de muerte; Arrancadme mi sexo aquí, ahora mismo. Venid, y de la punta del cabello A la punta del pié toda llenadme De crueldad que rebose. Sí, mi sangre Espesad. Toda entrada, todo acceso En el remordimiento halle cerrado; Que las visitaciones compuncivas De la naturaleza en mi terrible Proyecto á hacerme vacilar no vengan, Y que entre el acto y él no haya reposo.

3i7. Mi pecho de mujer henchid, mi leche Trocad en hiél, ministros de matanza, Do quiera que en sustancias invisibles Las negras tentaciones acechando Estáis del corazón. Vén, noche espesa; Del infierno en el humo más maldito Envuelta vén; que mi puñal no vea La herida que haga, y ni aun los cielos puedan, Al través de la capa de las sombras, Escudriñarme ni gritarme «tente.))

(A Macbeth que entra.)

¡Oh gran señor de Glamis y de Cawdor!

¡De dictado más alto en adelante

Por la común aclamación ! Tus letras

Me han trasportado á lo que aun no es presente,

Y en este instante lo futuro siento.

MACBETH.

¡Oh esposa de mi amor! A este castillo Duncan llega esta noche.

LADY MACBETH.

¡Y cuándo parte?

MACBETH.

Mañana, según piensa

LADY MACBETH.

Ese mañana Nunca lo verá el sol. Pero tu rostro Es un libro, señor, donde las gentes

3*8

Pueden leer preocupación extraña.

Ocasión es aquesta de alegría :

No la desmientas tú. Mano, ojos, lengua

Por do quier vayan bienvenidas dando.

A la flor inocente te asemeja

Con la sierpe debajo. Cuanto al huésped,

Yo a todo proveeré y en descansa

De los graves cuidados de esta noche;

La sola óyelo bien que para todas

Nuestras noches, señor, y nuestros dias

Poder, dominación, nos asegura.

MACBETH.

Ya hablaremos después.

LADY MACBETH.

Mas no te engañes, Regatear la ocasión es tener miedo. De todo lo demás yo me hago cargo.

ESCENA VIL MACBETH ^lo.

Si hecho estuviese hecho, bueno fuera

Hacerlo al punto Si el asesinato

Los casos todos precaver pudiera

Y su éxito ser él mismo, si este golpe

El principio y el fin fuese de todo

Mas de aquí, de este banco, este bajío De la vida saltamos a otra vida,

Y aquí mismo en la tierra hay un juicio. Sangrienta acción sobre su autor recae.

3*9

Con mano igual a todos la justicia Nos obliga á probar los ingredientes De nuestro propio envenenado cáliz

Con nuestro propio labio Dos, dos veces

Sagrado es aquí Duncan Ante todo

Soy subdito y soy deudo, cosas ambas

Que hacen mayor mi crimen. Huésped mió

Es ademas, y yo que debería

Cerrar la puerta al matador, yo mismo

Alzo el cuchillo contra él Y luego

Este, este Duncan tan humano ha sido, Tal en el trono fué, que sus virtudes Como ángeles con lenguas de clarines Acusarán tamaña alevosía,

Y la piedad cual un recien nacido Niño cruzando el aire en carnecitas, Cual querubin del cielo cabalgando Del aire en los corceles invisibles, Irán por donde quiera pregonando Mi atrocidad, é inundará la tierra

Un diluvio de lágrimas La sola

Espuela que me aguija en este intento, Es aquesta ambición desatentada

Que salta por encima de misma

Y sobre él va á caer.

Lady Macbeth que entra.)

¿Tú aquí? ¿Qué traes?

LADY MACBETH.

Está acabando de cenar. Mas ¿cómo La cámara dejaste?

320

MACBETH,

Por mí?

¿Ha preguntado

LADY MACBETH.

Pues claro está que ha preguntado.

MACBETH.

No hay que hablar nada más en este asunto. Me está honrando ahora mismo, y con las gentes Tan valiosa opinión he granjeado Que me quiero gozar en sus primicias Y no tan pronto despojarme de ella.

LADY MACBETH.

Dime ¿estaba borracha la esperanza

Cuando con ella te engalanaste,

Y ha dormido después y ahora despierta

Para mirar tan pálida y mohína

Lo que antes con tal brío? Desde ahora

Tal juzgo yo tu amor. ¿Temes acaso

Ser en ejecutar tan valeroso

Cual fuiste en proponer? ¿Así prefieres

La estima de los otros, ornamento

Para de la vida, y un cobarde

Ser en tu propia estima, aventurando

Que yo me atreva, sí, que yo me atreva

A no satisfacerme con deseos

Como el gato del cuento?

321

MACBETH.

Por Dios! calla.

I Yo soy capaz de cuanto lo es un hombre,

De más no lo es ninguno.

LADY MACBETH.

¿ Qué diablo Te hizo pues tu proyecto confiarme ? Eras un hombre cuando osabas , cuando Por ser más de lo que eras, más que un hombre Te arrestabas á ser. No eran aquéllos Ni tiempo ni ocasión : tales empero con tu voluntad quisiste hacerlos : Ellos vienen ahora y no parece Sino que á al hacerse te deshacen. Yo por que mi leche di á este niño, Me he acostumbrado á acariciarle tanto Que, cuando más me hubiese sonreido, Ya hubiera mi pezón de sus encías Sin dientes arrancado, ya le hubiera Aplastado los sesos si jurado Lo hubiese como tú.

MÁCBETH.

Mas ¿si fallimos?

LADY MACBETH.

¿Fallir? Pon alma y corazón al trance Y no hay aquí fallir. Luego que Duncan Al reposo se rinda, más profundo Con la jornada de hoy, sus dos guardianes,

ai

322

Hartos por de viandas y de vino, El guardián del cerebro, la memoria Tendrán ahumada y la razón inerte; Y cuando duerman como dos lechones De la embriaguez el mortecino sueño, ¿Qué hacer con Duncan solo no podremos? ¿Qué no achacar á sus vinosos guardas? ¿Quién con el crimen cargará sino ellos?

MACBETH.

No paras hijos sino varones :

Tu indomable sustancia sólo machos

Debe engendrar. ¿Crees tú, crees en efecto

Que, si á esos dos durmientes que en la regia

Cámara están con sangre los manchamos

Y de sus mismas dagas nos valemos,

A ellos se achacará?

LADY MACBETH.

Pues ¿quién osara Otra cosa creer cuando nos oigan Con dolientes clamores y alaridos Su muerte lamentar?

MACBETH,

Estoy resuelto. Enteros van, derechos cuerpo y alma Al terrible atentado. ¡Plaza! ¡Plaza! Cubra el interno afán plácida risa: A falso corazón falso semblante.

3^3

ACTO II.

ESCENA PRIMERA. MACBETH solo.

¿Es un puñal el que delante veo,

El mango hacia mi mano? Un puñal eres;

Vén, vén y te asiré Pero no puedo

Y no obstante ahí estás Como á la vista

¿No eres, visión fatal, sensible al tacto? ¿O eres sólo el puñal de la conciencia, Falsa creación de mi febril cerebro?

Mas ahí estás, y en tan palpable forma Como este que aquí saco. ¡ Ah! sí, vienes A servirme de guía, señalando

Camino é instrumento Y ó mis ojos

De los otros sentidos son juguete, O todo yo soy ojos Y aun te veo,

Y gotas hay de sangre en tu hoja y mango

Que antes no habia Pero no hay tal sangre

Es lo sangriento de mi empresa misma

Que se infunde en mi vista. Esta es la hora Que como muerta en la mitad del mundo Natura yace, y lúgubres visiones Van á inquietar el sueño entre tapices; Que á la pálida Hecate alzan ofrendas Las brujas, y el medroso asesinato (Por centinela el lobo y sus aullidos Por voz de alerta), de Tarquino á ejemplo, Con sordo tranco y atentada huella A su designio como sombra avanza.

3H ¡Oh tú, inconsciente, inconmovible tierra! No oigas mis pasos por do van, no sea Que hasta las mismas piedras me delaten, Y arranca, arranca la presente hora Del tiempo que la trae. Mientras yo amago,

El vive, él vive En cuanto llegue es muerto.

Dando está la señal esa campana: Duncan, no la oigas tú, que su sonido Te está llamando al cielo 6 al infierno.

(Entra en el palacio.) ESCENA II.— LADY MACBETH sola.

Lo que á ellos los tumbó me da á brío : Lo que á ellos los heló me da á fuego.

¿Qué sonido? escuchemos quieto todo.

Es el canto del buho, pregonero Fatal de unas terribles buenas noches. Él está consumándolo, las puertas De par en par, y los ahitos guardas Atienden á su cargo con ronquidos. Tal la bebida les mezclé con drogas Que la vida y la muerte disputando Están si han de ser muertos ó ser vivos.

MACBETH. (Dentro.)

¿Quién está ahí? ¿Qué es eso?

LADY MACBETH.

¡Ah! Temerosa Estoy de que los haya despertado

325 Y de que hecho no esté. No, no en hacerlo, En intentarlo en vano está el peligro.

A ver oigamos coloqué las dagas

En sitio que él las encontrase al punto. ¡Ah! si en su sueño Duncan con mi padre No semejanza tal tenido hubiese, Yo le hubiera matado ¡Mi marido!

(Sale Macbeth.)

MACBETH.

Hecho está ¿Oíste un mido?

LADY MACBETH.

Al buho y al grillo graznar y chillar. Y tú, ¿no hablaste?

MACBETH.

¿Cuándo?

LADY MACBETH.

Ahora.

MACBETH.

¿Al bajar?

LADY MACBETH.

Sí.

MACBETH.

Di, ¿quién duerme En la segunda estancia?

LADY MACBETH.

Donalbain,

326

i

MACBETH.

¡ Horrible vista es ésta !

(Mirándose las manos.) LADY MACBETH.

¡ Qué simpleza Llamar á eso horrible vista!

MACBETH.

El uno Reia durmiendo. El otro «¡Al asesino» Gritó y se despertaron uno á otro. Páreme y escuché. Luego rezaron Y el sueño á recobrar se disponían.

LADY MACBETH.

¿Estaban juntos?

MACBETH.

«Dios nos da su gracia»,

Dijo uno el otro Amén cual si estas manos

De verdugo mirasen. Al oirlos Quise decir Amén, pero no pude.

LADY MACBETH.

No pienses más en ello.

MACBETH.

Pero ¿cómo Decir no pude Amén cuando más siento Necesidad de orar y la palabra En mi garganta se estancó?

327

LADY MACBETH.

Estas cosas No han de mirarse, no, por tales modos: Volverse loco lo demás sería.

MACBETH.

Y una voz creí oír que «No más sueño, »Macbeth al sueño, al inocente sueño

» Asesinan, gritaba. «Al sueño, al sueño ))Que del cuidado la enredosa trama «Desenmaraña, cuotidiana muerte, ))Baño al trabajo duro, al alma herida » Bálsamo, de la gran naturaleza )) Función segunda y nutridor supremo ))Del festín de la vida.))

LADY MACBETH.

¿Qué profieres?

MACBETH.

Y así á las gentes del castillo todo «Despertad, despertad» iba diciendo. «Glamis al sueño ha asesinado...... Cawdor

))No dormirá ya mas Macbeth» seguía,

«No dormirá ya más.»

LADY MACBETH.

Pero ¿quién era El que gritaba así? Tu ánimo fuerte, Dueño y señor, con tan pueriles miedos No dejes flaquear. A nuestra estancia

328

por un poco de agua, y de tu mano

Lava con ella el sucio testimonio.

Pero ¿cómo esas dagas te has traido?

Allá es donde han de estar. Vé, a llevarlas,

Y á ambos durmientes con la sangre misma

No te olvides de untar.

MACBETH.

No, yo no vuelvo : Me espanta lo que he hecho y no me atrevo A volverlo á mirar.

LADY MACBETH.

¡Animo flaco!

Trae acá esas dagas. Muertos y durmientes Pinturas son. Los niños los que temen Al diablo pintado. Las heridas Aun sangrando estarán y con la sangre Les mancharé la cara. (Entra con las dagas.)

MACBETH.

¿Dónde llaman? ¿Cómo estoy que me asusta cualquier ruido? Y ¡qué, qué manos éstas! ¡Ay! Los ojos Arrancándome están. ¿Será bastante Todo el grande océano de Neptuno Esta sangre á lavar ? No, más bien ellas Los mares á teñir innumerables Trocando en rojo su verdor bastaran.

LADY MACBETH. (Volviendo á salir.)

También son ya de ese color mis manos ; Mas vergüenza mayor me causaría

3^9 Tener tan blanco el corazón de miedo. A la puerta del sur están llamando; Retirémonos pronto al aposento: Un poco de agua y acabóse todo. Verás qué fácil es. Tu fortaleza Te ha faltado esta vez. ¿No estás oyendo? Los golpes vuelven á sonar. Vén pronto : Ponte el ropón de noche y el momento De mostrar nuestro celo y vigilancia Podremos acechar. No te acobardes) No te abrumen así tus pensamientos.

MACBETH.

¡ Ah! sabes mi crimen, lo sabes : Por no saberlo yo ¡cuánto daría! ¿Despertarán á Duncan esos golpes? ¡Ay! ¡Ojalá que despertar pudiera!

33o

MITOLOGÍA.

1851.

Te devuelvo tu libro. Es un portento : Placentero cual tú, cual elegante : Un modelo de gusto y de talento : Digno en fin de una dama tan brillante:

Con cuyo gran motivo Los que antaño ofrecí versos te escribo.

¡Himnos sin fin! ¡Encantador poema! ¡La antigua, la gentil mitología! ¡El bien supremo, la beldad suprema! ¡El mundo, no cual es, cual ser debia!

Por lo niego en vano

Su esplendor me deslumbra y soy pagano.

Ni en vano que la belleza adoras, Este cuadro magnífico prefieres : Un poco material á ciertas horas, Pero todo venturas y placeres.

Y aunque parezca incienso, ¿Por qué te he de callar lo que yo pienso?

331 Si en la edad de los dioses por ventura, Tal como te hizo Dios, nacido hubieras, ¡Cuánta hicieran por tí, cuánta locura Aquellos inmortales calaveras!

Con sonreír un poco Al Olimpo gentil volvieras loco.

Ni al mundo por su mal viniera entonces Aquella gran cuestión de las tres diosas, Que á poco más le arranca de sus gonces Y origen fué de tan tremendas cosas :

A de mejor gana Te diera Páris la fatal manzana.

A Minerva en gracia y en talento, En esbeltez y en arrogancia Juno, Y en belleza y dulzura y sentimiento Venus de cien Olimpos, no de uno : A que en lid de hermosas, sola eres una de las tres diosas.

Ni ardiera Troya ni á lucir saliera Tanto héroe griego de feliz memoria, Ni hubiera Partenon, ni Roma hubiera. ¡Mira qué mudanzas en la historia!

Ni por un fementido Lo pasara tan mal la pobre Dido.

332 Pero no, ¡vive Dios! Pésele á Troya, Por quien sospecho yo que no te inquietas, Plácete en ser de nuestra edad la joya, Que, por más que digamos los poetas

Con llantos y clamores, Tiempos hubo en el mundo algo peores.

Sí, sí, mejor que entre nosotros vivas : En nacer y en morir siempre es temprano; Más bien que entre las ninfas fugitivas En tu salón te quiero mano á mano :

Y al cabo allá en el Pindó No encontraras jamas libro tan lindo.

Tómalo pues. Y si por dicha acaso, Allá soñando en solitarias horas, Vuelas por el Olimpo y el Parnaso Recorriendo estas hojas tentadoras,

Y arde tu fantasía Y sientes sed de néctar y ambrosía;

Yo que aun pruebo el arpón de ese Cupido Que en tu pecho hermosísimo se esconde, Yo que en mi corazón siento un latido A que tal vez tu corazón responde; Yo en fin que veces tantas, Esclavo en tu beldad, besé tus plantas;

333 Yo siempre sé, como en los breves días De tu antiguo capricho y mi quimera, Donde allá, so las bóvedas sombrías Del templo del misterio, nos espera

¡Dulcísima pagana! De los dioses la dicha soberana.

334

Á SALVADOR.

RECUERDOS.

851.

Pasaron ¡ay! pasaron Y ya no volverán. ¡Verdes riberas! ¡Claro Guadalquivir! ¡Cielo de oro! ¡ Bosques do nuestros cantos resonaron ! ¡Vergeles de naranjos y palmeras Donde vierten los cielos su tesoro !

¡Oh Edén, oh Edén del moro Donde aun entona su africano canto La hurí de las celestes melodías!

Todo está ahí con el antiguo encanto

Mas ¿dónde están nuestros hermosos dias?

Pasaron ¡ay! pasaron

Y ya no volverán Tus versos leo,

Tus versos, Salvador, que amé cual míos;

Y vida y alma y corazón vibraron ,

Y alzarse, alzarse en mi memoria veo Recuerdos ¡ay! en su dulzura impíos.

335 Secos están y fríos Los senos de las lágrimas ardientes, De la pasión y del placer despojos; Mas vienen las imágenes dolientes Y de verlas llorar lloran mis ojos.

Lloran con ese llanto De la humana impotencia que no alcanza A volver el pié atrás un solo dia. Adiós ¡ bella ilusión ! Adiós ¡ encanto ! ¡Arrogante y magnífica esperanza Que en nubes de oro el porvenir fingia!

¡Musa de la poesía, Y vosotras también, Julias y Lauras, De nuestro amor y nuestros cantos diosas! Ya no oiréis nuestros nombres en las auras, Ni nuestra mano os ceñirá de rosas.

¡Ah! Salvador. En esta Vida febril de agitación sin nombre Donde la hermosa juventud ha huido; En este circo de ambición funesta Do el hombre abraza para ahogarle al hombre

Y el más fuerte tal vez yace rendido ; ¿Acaso entre el mentido

Alborozar de la fulgente orgía

Y los rostros con máscara halagüeños , Nunca oiste una voz que te decia:

«No hay más felicidad que aquellos sueños?»

336 Al menos con la idea Volvamos otra vez a aquellas horas De esperanzas que fueron alegrías. Guadalquivir a nuestros pies ondea : Discurren por do quier auras sonoras

Y entona el ruiseñor sus melodías. Como en los bellos dias,

El soñoliento sol manda a la tierra Sus tibias, vagas, ondulantes luces,

Y por la orilla con nosotros yerra La musa de los campos andaluces.

Vuelve a cantar, poeta; Canta la primavera y su guirnalda; Canta, canta al amor, canta a tu amante.

Y si tiendes tal vez la vista inquieta, Mira allí alzarse la oriental Giralda Como airón de un magnífico turbante.

He allí, he allí al gigante Del fiero Islam cantando su victoria En el alcázar de la gran Sevilla. Vén y cantemos del Patrón la gloria

Y el amor de don Pedro y la Padilla.

O ya cuando la aurora, Tendiendo los cendales del rocío, Dore los firmamentos orientales ,

Y aquel solano de la sirte mora Venga a turbar la majestad del rio

Y la paz de los bosques inmortales;

337 Allí á los desiguales Salvajes ecos de su bronco acento; Como al son de una lira soberana, Cantaremos con férvido ardimiento Los versos de Gallego y de Quintana.

Volemos ¡ay! volemos A aquellos campos de la edad primera : Naturaleza nos dará un abrazo : ¿Quién sabe, Salvador, si aun no hallaremos, Flor de aquella celeste primavera, Palpitante de amor algún regazo?

Mira el feliz ribazo, Los bellos sauces, la enramada umbría, La barca leve, las serenas olas. ¿ Qué falta allí de cuanto fuera un dia Sino ellas dos con nuestro amor a solas ?

Sombra, silencio, calma, La blanca luna, Asnalfarache al lejos, Y el aura que recorre las colinas.

Amor, misterio, inspiración El alma,

Como al través de mágicos espejos, Ve pasar en las ondas cristalinas,

Fantásticas, divinas, Las que tanto invocó grandes visiones A embellecer nuestra futura historia : Los genios, coronados de ilusiones, De amor y ciencia y libertad y gloria.

338

¿En dónde están, en dónde? ¡Ay! todo, todo en derredor lo mismo, Mas no ya el mismo el corazón que siente. Eco ninguno á nuestra voz responde : El genio celestial del idealismo Sus alas apartó de nuestra frente.

Tal vez la refulgente Vision delante de mis ojos veo, Mas no, no es ya la de los bellos dias : Las tocas del dolor serán su arreo Y tormentos sin fin sus armonías.

Mírale ¿le conoces?

Es el cadáver del amor primero, Del solo amor feliz de la existencia. Pasad, ondas, pasad, pasad veloces : Huye de mí, que ni aun mirarte quiero, Maldecido esqueleto de la ciencia.

Y ¡oh escarnio, oh impotencia!

Otro cadáver más El de la gloria

Cuyo laurel se nos tornó infecundo.

Y otro que ayer ensordeció á la historia..

La libertad, la libertad del mundo.

¿Qué queda ya en la copa, Salvador, de los años juveniles Sino la hez que es tósigo enemigo? Esa postrer divinidad de Europa, Santo amor de los pechos varoniles, La postrera ilusión lleva consigo.

339 ¡Oh escándalo! ¡Oh castigo! Todos pusimos nuestra mano en ella Y sembramos de sal su santuario : Sigamos ¡ay! la ensangrentada huella Del nuevo Jesucristo a su Calvario.

¡Castigo, sí, tremendo!

Ella lo mereció, mas ella alienta Bajo el puñal que sus entrañas hiere : Viva, viva en su tumba la estoy viendo Sol envuelto en la lóbrega tormenta Que de sus polos arrancarla quiere ,

Se eclipsa, mas no muere

¡Así volviera con su hermosa calma El primer luminar de la existencia!

Sí, que esta fe nos fortalezca el alma

Dios y la humanidad son mi creencia.

340

A MIRABEAU.

EN SU MUERTE.

Silencio ya, silencio. ¡ Oh de los reyes A un tiempo Cicerón y Catilina! Silencio ya, que la hora se avecina En que no es el mortal quien dicta leyes,

Ambiciosa de víctima tan grande, De tu vida espiando el movimiento, Temerosa de oir el noble acento Que su inflexible voluntad ablande;

El ángel de la muerte se adelanta En silencio terrible hacia tu lecho : Se inclina sobre tí, hiere tu pecho Y oprime con su mano tu garganta.

¡Fiera inmovilidad! ¡Vedle cuál pliega * El ceño aterrador! El hombre fuerte Frente á frente mirando está la muerte, Y hasta parece que la dice: «llega.))

34i Llega, sí, y no temprano, no á deshora, Pues mañana tal vez tarde sería : Que si murió la antigua tiranía, Otra en su pedestal se alzó señora.

Pero ¿qué objeto ves? ¿qué voz escuchas? ¿Es tu alma que se ceba en tus despojos, Que saltan en sus órbitas tus ojos Y de tu lecho en arrancarte luchas?

Como el son de la selva, como el seno Del mar que empieza a alborotar el noto, Como al soltarse en el confín remoto El sordo retemblor del primer trueno;

Allí donde en el ansia que te agita Se clavan como arpones tus miradas, Allí suena un rumor que crece á oleadas Y á oleadas hacia se precipita.

Tribuno, es tu fantasma. Es él que viene A dejar en su tumba al grande hombre; Él que un momento al escuchar tu nombre A la voz de la muerte se detiene.

Es el pueblo, tribuno. Por ventura ¿No le conoces ya, no le conoces? ¿Las oyes murmurar? Son sus mil voces. ¿Esa sombra no ves? Su gran figura,

342

El pueblo, el grande, el solo hombre de estado

De la revolución El que no sabe

Adonde va, mas la crujiente nave Entrega a Dios y a su ministro el hado.

El pueblo que embriagaste en tu elocuencia, El ídolo a quien aras erigías, El monstruo santo de los grandes dias, El gran tribuno de la Providencia.

Pregúntale, pregúntale si es hora

Ya de vivir ó de morir Pregunta

Si la aurora de sangre que despunta Es de la libertad la blanca aurora.

Pregunta si al oir como solia, De su gran Mirabeau la voz tonante, En la senda fatal que está delante Su planta colosal se detendria.

«No», te responderá, «soy del destino : » Yo ya ni ante el abismo me detengo : »Yo no adonde voy, de dónde vengo, ))Pero sigo hasta el cabo mi camino.

»Un trono voy á alzar, la guillotina; »E1 nuevo trono de las nuevas leyes; »E1 nuevo trono de los nuevos reyes; ))E1 trono de la Francia Jacobina.

343 )) Desde él quebrantaré todos los yugos; »A él subirá la antigua monarquía; )>A él también subirán, reyes de un dia, )> Sus jueces subirán y sus verdugos.

»Y tú, fulminador de los tiranos, ))Tú que al pueblo su fuerza le enseñaste, ))Y el hacha que en sus manos colocaste, «Pretendes arrancar hoy de sus manos;

))Y tú, que hoy contra quieres ser fuerte, » ¿ Quién el primero sino tú. sería )>De esa desventurada dinastía ))De la revolución y de la muerte?

» Muere pues hoy con tu insensato empeño : » La guillotina te reclama hambrienta : )) Muere, y á Dios, no á mí, pídele cuenta : )>Dios solo es ya de mis acciones dueño.))

Muere, sí, Mirabeau, que ya no hay brazo Capaz de sujetar á ese gigante : Marchará, marchará siempre adelante Y hundirá una nación de cada hachazo.

Su propia sangre verterá á raudales; Mas marchará, mas marchará hasta el dia Que, abrazado el terror con la anarquía En lecho de impotentes saturnales ,

344 Suceda ante la Francia ensangrentada, Sin Dios, sin ley, sin paladión ninguno, De la palabra al inmortal tribuno El inmortal tribuno de la espada.

¡Mirabeau! ¡Napoleón! ¡Oh! ¿cuál más grande? ¿Quién la revolución meció en su cuna, Ó el que, heredero de su gran fortuna, Sus pabellones por el mundo blande?

Teatro es la historia en cuyo gran proscenio Ofuscan de la espada las vislumbres; Pero Dios, solo Dios, mide las cumbres De esas montañas que se llaman genio;

Y era voz de tu genio la arrogancia Con que en las horas del dolor sombrías, «Venid, cercadme, sostened», decias, (( La cabeza más grande de la Francia. »

Grande, sí, Mirabeau. Mas no en liviana Pueril ostentación la sien corones De epicúreas guirnaldas y festones, Indignos ¡ay! de la grandeza humana.

Muere que harto es morir— como quien sabe La que dejas detras terrible herencia, Y que tu absolución ó tu sentencia El porvenir en tu sepulcro grabe,

345 ¿Dónde la libertad? Tras largos dias Volvió de Europa a iluminar los cielos, Mas aun la cubren funerarios velos

Y ella misma engendró cien tiranías.

En tanto en los dos altos frontispicios De ese desmantelado monumento Que un gran siglo en su noble atrevimiento Erigió con tan prósperos auspicios;

Sus linderos guardando de consuno Como dos centinelas inmortales, Os alzáis en robustos pedestales El grande Emperador y el gran Tribuno.

Aun levanta su frente en el espacio Con moles de triunfante simetría El excelso edificio que debia Ser de la humanidad el gran palacio :

Mas de los vientos se soltó la tropa : La soberbia armazón yace desnuda,

Y el mundo al contemplarlo tiembla y duda Si es ése el templo ó el panteón de Europa.

346

A QUINTANA.

1851,

Cuando al rayar el dia, Allá de mi lejana adolescencia,

El dios de la armonía, Que es el dios de la humana inteligencia,

Su inspiración ardiente Vertió en mi corazón, vertió en mi frente,

Sonó, sonó en mi oido De patria y libertad un eco santo

De insólito sonido; La voz del vate, del profeta el canto

Que al ruido de tus olas ¡Patrio Guadalquivir! canté a mis solas.

No era, no, ya la Musa Que triscando por riscos y por faldas

Tonos femíneos usa, Y del dios del placer entre guirnaldas

Frivola adoradora, Dios, hombre, mundo, humanidad ignora.

347 Era la gran Poesía; La que del mundo en las remotas partes,

Como en la Grecia un dia, Fué madre de las ciencias y las artes,

Voz del cielo en la tierra, El himno de la paz y de la guerra.

Era la voz de un siglo Que al nacer y al morir luchó iracundo

Con el feroz vestiglo De la que fué superstición del mundo,

Y en generosa saña «Sé España, ¡España!)) le gritaba a España,

Era tu grande acento, ¡ Quintana! era tu voz que, en la sombría

Cárcel del pensamiento Sonando y resonando, removía

Con versos como espadas De España las entrañas ulceradas.

Pelayo, ardiente rayo Contra el Islam y el oriental Califa,

El Cid, nuevo Pelayo, Guzman, Bruto de España, allá en Tarifa,

Padilla en sangre tinto, A tu gloria fatal ¡oh Carlos Quinto!

348 Las del Panteón hispano Del austríaco Escorial turbadas sombras

Que á España dan en vano Las banderas del mundo por alfombras,

Si tu 'ígnea fantasía En ellas sólo ve la tiranía;

Aquellas sombras tristes Del grande emperador, del rey prudente

Que al tribunal trajistes De una infeliz generación que aun siente

Rodar por el vacío La España, su esplendor, su poderío;

El infecundo nieto De ellos en pos que la corona ingente,

No rey, sino esqueleto, Deja caer de la caduca frente,

Y a los Borbones fia, Esqueleto como él, su monarquía;

El pensamiento humano Que, arrebatado de ambición inmensa,

Arcano tras arcano A los cielos robándoles, condensa

La palabra del hombre En monumento que a la edad asombre;

349 España en fin, España, Sacudiendo dos siglos de desmayo,

Y con la antigua saña Blandiendo en las Termopilas de Mayo

La espada de Pavía Que la herrumbre del ocio carcomia;

Tal fué tu gran poema

¡Himno de las batallas! ¡Armonía

De muerte y de anatema Que de Bailen á Waterloo seguía

Con eco sobrehumano De la Europa vengada al gran tirano!

¡ Himno de las batallas ! De aquellas ¡ay! donde la fuerza blande

Sus bronces y sus mallas, Y de aquellas también do en lid más grande

Despliega su violencia El guerrero sin paz, la inteligencia.

En la memoria mia Nunca olvidados, no, mas confundidos

En la honda lejanía De los años en pos desvanecidos,

Tus cantos hoy se elevan Y el entusiasmo juvenil renuevan.

350

Mas ¡ay! ¿qué dejo amargo Posa en mis labios el licor ardiente?

¿Por qué de su letargo Quiere en vano salir mi torva mente,

Y enluta el alma mia Nube de funeral melancolía?

Triunfó la independencia Y la Europa triunfó; pero a la España

Se le arrancó la herencia De la que fué su inmarcesible hazaña,

Y envuelta en sus pendones La postrera quedó de las naciones.

Triunfó también un dia La libertad; pero la Europa entera,

Cual vasta alcahicería, Como inmenso taller do el oro impera,

Fabrica ciudadanos Que están pidiendo y que tendrán tiranos.

¡ Oh ! si la musa heroica Que cantó con trasportes sacrosantos

La libertad estoica De Grecia y Roma en inmortales cantos,

Volviese á la armonía; Con su lira de bronce, ¿qué diria?

35i ¿Acaso contemplados A la tétrica luz de lo presente

Los siglos ya pasados, Aquella España en cuya altiva frente

Tu rayo se blandia, La misma maldición te arrancaría?

El fanatismo odiaste : ¡Pluguiese a Dios que aun fanatismo hubiera!

El himno que entonaste Un fanatismo fué que en su carrera

Abrió cielos y abismos : ¿Qué es ¡ay! la humanidad sin fanatismos?

Ninguno ya, ninguno Existe ya; ni el que ensalzó al monarca,

Ni el que inflamó al tribuno : Un Dios brutal el universo abarca

Desde el altar deshecho, El Dios de la materia, el Dios del hecho.

Y en vez de aquella santa Familia de los pueblos soberanos

Que, libre la garganta De los yugos de todos los tiranos ,

Imaginó el deseo, El Bajo Imperio de la Europa veo.

352 Así en la acobardada Roma Horacio cantó mientras la lengua

De Cicerón clavada En los rostros guardados á tal mengua,

Tu última arenga hacia ¡Romana libertad! en tu agonía.

¡ Oh ilusión venturosa De una generación que se derrumba!

Nosotros, su ingloriosa Posteridad, junto á su ilustre tumba

Pasamos sonriendo, Su generoso error escarneciendo.

Nosotros, los espúreos Hijos del desengaño que trocamos

Por mantos epicúreos La toga consular que despreciamos,

Y, á toda patria ajenos, Sabemos más, pero valemos menos.

Y qué, ¿será mentira Cuanto el hombre esperó? ¿Será delirio

El genio que le inspira, La virtud y el valor vano martirio,

Y el Dios que al hombre cria El Dios de una perpetua tiranía?

353 ¡Oh! no : vendrá la historia Y, al legar á los siglos sus anales,

Dirá al fin tu victoria ¡Oh raza de tribunos inmortales!

Pueblos, guardad su herencia: La fe en la humanidad fué su creencia.

Y que el vate fuiste De esa tribu inmortal ¡noble poeta!

Y tu que enmudeciste, Vencido no, mas desdeñoso atleta,

Y en sombra refulgente

Velas hoy con rubor tu anciana frente;

Si aun vive aquella musa Que alentaste al despuntar su dia ,

Cuando con voz confusa, Vagando en el pensil de Andalucía,

Cantaba la infelice Tragedia de Pausanias y Cleonice;

No temas que abandone Las santas cumbres donde á ver se alcanza

El sol que no se pone; Sol de la humanidad y la esperanza,

El sol que el hombre implora,

El sol del porvenir que está en su aurora.

23

UN DIABLO MAS,

ESPECIE DE POEMA

Ó SEA COLECCIÓN DE EPÍSTOLAS k

DON JUAN DONOSO CORTÉS,

MARQUÉS DE VALDEGAMAS , EN 1851 Y 1852.

PRÓLOGO, PRIMERA PARTE Y TROZOS PUBLICADOS.

Yo digo lo que veo Y no lo que deseo.

Yo le canto á la Europa agonizante , Hollando con mis pies su cuerpo inerte , De un Virgilio infernal mísero Dante, La DIVINA COMEDIA de su muerte. Yo de esta tumba universal delante, Vate de un Dios sobre los mundos fuerte , Clamo á los pueblos que su brazo alcanza : Lasciate ogni speranza, ogm speranza.

(Poema.

357

PROLOGO

Julio de i!

Lector, yo soy amigo del diablo: No te asustes, lector, de veras hablo : Le conocí de niño, Me cobró algún cariño,

Y en ciertas conferencias amistosas, Merced a su dialéctica oportuna,

Me enseñó a no aprender cosa ninguna

Y a juzgar a mi modo de las cosas.

Y fué consejo aquél de grande aplomo : Yo más que Briján sin saber cómo.

Ademas de este amigo otro tenía (Y es mucho tener dos en este mundo), Otro amigo, lector, de alta valía; Talento colosal, genio errabundo Por cuanto de ancho y de alto y de profundo Abarca en su universa monarquía La cristiana y gentil filosofía. Hoy en. Europa con razón famoso, Se llamaba este amigo Juan Donoso.

358 Eramos pues los tres grandes amigos, Donoso, el diablo y yo. ¡Buenos testigos Son las paredes de la antigua casa Que hoy con harto dolor tras larga ausencia, Recorriendo a Madrid, contemplo al paso, Donde al calor de la flamante brasa, Del café inspirador á la influencia O al son tal vez de chaparrón no escaso, Contándole los bienes y los males De ciertas aventuras mundanales, Pasaba yo con el amigo tierno Noches de un largo inolvidable invierno!

Mas no casos de amores, Otras cosas mejores Trataba nuestro ilustre triunvirato Para pasar el rato. Era Donoso la disputa misma: Jinete en la razón ó en el sofisma, Al pobre contrincante acorralaba Con altibajos y mandobles prontos,

Y amaba la disputa y disputaba Sólo por disputar, como los tontos. Yo que del mismo mal adolecía, Yo en mi favor tenía,

Á falta de su ingenio soberano,

El botar y el rugir de un tigre hircano :

Y era tal el estruendo y vocerío

Que de enero una noche en lo más frió Cierta noble beldad de estos Madriles, Entonces en la flor de sus abriles ,

359

Y que hoy ya, si se mira en este espejo, Se encontrará su rostro un poco viejo; Vencido por el susto su recato,

Salió al balcón para tocar rebato,

Creyendo buenamente

Que en la mansión de enfrente

Se estaba cometiendo asesinato.

Ni tiento allí ni modo :

Armábamos disputa sobre todo,

Y, cosa de notar, nunca supimos

En qué ni en qué no disconvinimos.

«Te digo que la paz y que la guerra

))Te digo que el Oriente y Occidente

»Te digo que los cielos y la tierra

»Te digo que el fenómeno del ente

))Te digo que Confucio

»Te digo que está huero tu occipucio

Tal, buen lector, tal era Nuestro modo y manera,

Y el diablo que á la plática asistia, En diablo se reía.

Desde luego, lector, das por supuesto Que asunto principal en todo esto La maldita política sería. A Donoso y á la suerte adversa Que los hombres y cosas tergiversa, Por capricho especial lanzado habia A aquel partido, hoy ya desvencijado, Que se llamó en España moderado. Y de aquí entre los dos nueva disputa :

36° Al que de acuerdo está se le refuta. Por lo que hace al diablo, nos decía Que, allá en los tiempos en que Dios quería, El profesó también sus opiniones Sobre gobernación de las naciones : «Pero amigo)), anadia, «Años y desengaños )) Causan terribles daños: ))Tras vanas entidades » Corrí mil tempestades, »Y hoy, náufrago en la playa, » Dudando hasta que el mar se tenga á raya, )>Hoy vivo en la más santa indiferencia: » La política es ciencia sin conciencia. »

Tal se explicaba el diablo Al tiempo de que hablo,

Y nada en sus facciones desmentía La profesión que hacia ;

Pero Donoso concibió sospechas,

Le echaba unas miradas como flechas.

Hasta que al cabo un dia,

El, en estos juicios tan discreto,

Emplazándome aparte, me decia :

«Gabriel, este sujeto

))Es un conspirador, es un espía.))

Lo que más á Donoso le emperraba,

Puesto que al fin del diablo se trataba,

Era que el signo de la cruz le hacia

Y él con gran devoción se persignaba. Mas turbada amistad es vidrio roto ;

36 1

Devoto ó no devoto

El diablo salió al fin de sus casillas,

Fueron a punto de volar las sillas

Y Juan Donoso prorumpió : ^Abrenuntio

))Nulla inter nos conjuncíio.»

A lo que el diablo respondió : «¡Canario!

»No vuelvo a saludar á un doctrinario,

«Y me voy por anverso y por reverso

»A democratizar el universo.»

En efecto salióse tan girocho

Y urdió con su infernal perseverancia La del año de Dios cuarenta y ocho Santa y feliz revolución de Francia. ¡Momento aquél de universal sorpresa Cual la primer revolución francesa!

¡ De alta esperanza y general espanto Momento al mundo aquél! Donoso en tanto, Profeta de aquel vasto cataclismo, Pero aterrado al contemplar su abismo, Como el cóndor del Ande allá lejano, Trono del continente americano, Que la cumbre glacial do fué su nido Siente titubear al repetido Golpe y temblor del convulsivo trueno Que le desgarra el seno,

Y oye allá dentro con creciente arrobo La voz de las catástrofes del globo; Que vea sus pies en las crujientes rocas El volcan interior abrir cien bocas,

Y como el fuego subterráneo sube

3Ó2

En torrente de lava, de humo en nube, A raudales vertiendo en las campañas La nieve secular de las montañas, Mientras la ígnea cimera Tiñe en luz espectral la cordillera;

Y se remonta al cielo Pidiendo en su alarido Otra cumbre, otro nido Donde posar su vuelo; Donoso así, Donoso, Aquella inteligencia sin reposo, Zozobrante bajel de humana ciencia Que su puerto buscaba en su conciencia; Atónita la mente

Ante la ola creciente

Que arrasaba los santos paladiones

De las viejas naciones,

Y avanzaba a tragarse los altares De los cristianos lares;

En alas de su espíritu se lanza Pidiendo a Dios venganza, Anuncia a los mortales La suma de los males ,

Y blande contra el nuevo paganismo La cruz de un vengador catolicismo;

Y luego ya que en la tribuna hispana Fulminó aquellas bíblicas arengas, Triunfo mayor de la elocuencia humana, Que hoy corren tierras y naciones luengas, Soltando en los turbados parlamentos

De nuevas tempestades nuevos vientos; Hacia París corría

363 A ver cómo subia, En los hombros del pueblo soberano, Al trono de la antigua monarquía, El imperio romano.

Pero no anticipemos Lo que contar tenemos. Donoso pues, el exicial Donoso, Después de aquella espléndida campaña, De nuevos espectáculos ansioso, Se fué a París de embajador de España. Con lo cual, y en el tónico ejercicio De tan sublime oficio, Su ya noble intelecto Tornóse más perfecto Que mientras lo redujo á peroratas : Pues sábelo, lector los diplomatas, Acostumbrados á mover los mundos, Son siempre muy profundos.

Y aquí entra lo mejor del cuento mió. En tiempo aun más lejano cuya fecha Con santo horror el corazón desecha Entre espeluznos de calor y frío ; Por los años allá, según la cuenta, De ochocientos cuarenta; Cuando la Francia liberal de Julio, Émula de Catón y Marco Tulio En gloria y majestad parlamentaria, Trajo á Napoleón de Santa Elena,

364 Y al fiero son de su marcial plegaria Se vio otra vez volar la temeraria Águila del imperio sobre el Sena; Víctima de un político ostracismo En el mismo París Donoso mismo, Yo le escribí unas bravas, Bravísimas octavas, A todas superando en excelencia Aquesta apocalíptica sentencia :

«Morir la Europa siento En su ruina

«Otra Europa, otro mundo alzarse debe: » Hacia el ocaso el sol que la ilumina, ))E1 disco torvo y tormentoso mueve. )>¡ Libertad santa! ¡Autoridad divina! » Ambas sucumbiréis al golpe aleve : )>Raza de ateos que a luchar nacimos, » Luchamos contra el cielo y sucumbimos.

Buenos, malos, medianos ó perversos, Tales eran, lector, aquellos versos;

Y ni entonces ni ahora yo sabía Lo que decir quería :

Pero Don Juan los aprendió de coro,

Y en tono que el sonido , Recordaba á mi oido

De aquella voz de pulpito y de foro, Su gran voz de orador que parecía Una campana de oro, En una de sus cartas familiares, Entre otras muchas cosas singulares, Ahora me copiaba

3^5 La furibunda octava, Repitiéndome en términos diversos : ((Gabriel, caro Gabriel, vuelve á hacer versos.»

Éranse ya los postrimeros dias, Eranse las instables agonías De aquella infiel república que al cabo Pasó, pasó cual saturnal de esclavo.

Y por cierto, lector, que antes con mucho Que Monsieur Thiers, en parlamentos ducho, De lo alto de su trípode lanzase

Aquella estoica frase

Que corrió por el mundo tanto trecho,

«El imperio está hecho»,

Donoso con su don de profecía

Una vez y otra vez me la decia.

Y es fácil que Donoso la inventase, Que en frases de sentido

A Donoso jamas nadie ha excedido : Mas también es posible otra sospecha; Aun es más fácil que naciese hecha, Pues cosas hay de tan gentil donaire Que las frases se cuajan en el aire.

Bajo este pues desolador influjo, En hora para desventurada, Cuando de la atra-bílis el reflujo Saca al rostro tal vez la risa airada, De su impotencia aparatando el lujo La mente contra el cielo rebelada,

366

Y revolviendo en mi tenaz memoria De Donoso la carta admonitoria; Bárbara, extravagante,

Procaz, disparatante

Epístola escribí Llegó el imperio,

Crujió bajo su carro el hemisferio;

Y arrebatada ya mi fantasía

De aquella singular metromanía,

Cual si al reloj del pensamiento insano

Se le fuese la cuerda en son liviano,

O mi propio cerebro se volviera

Como un guante hacia afuera;

Sin objeto ni plan preconcebido,

Sin sentido común ni otro sentido,

Diciendo en incesante algarabía

Todo cuanto a las mientes me venía

(Y cuando digo todo,

Lector, advierte que hasta en todo hay modo,

Y que todo, es decir, su propio abismo, No se lo dice el hombre ni a mismo); Acometido pues de esta locura

Que sólo a fuerza de ímpetu se cura,

Y cabalgando alígero en el tema De aquella hora suprema,

Tal como en anatómico anfiteatro, Al rezajar de la cuchilla obnoxia, Quirúrgico doctor en dos por cuatro Descuartiza el cadáver de una autopsia; Yo así, blandiendo con presteza suma El lápiz ó la pluma, Tras epístola epístola escribiendo, Por aquí tropezando, allí cayendo,

3^7 Iba en fortuitos de papel retazos Arrojando con rabia los pedazos De esta, difunta ya de su dolencia, Insensata y sensata inteligencia : Resultando a la postre en pocos dias, Sin consorcio ninguno con las musas, Una sarta de coplas y folias Burlescas, estrambóticas, confusas,

Y aun más dignas de escarnio y vituperio Cuando dan en tomarlo por lo serio; Resultando, repito,

Cual cuerpo del delito,

Un diforme centón epistolario

Sin ningún parentesco literario,

Un embrión, un feto de gigante

Sin cabeza, sin miembros, sin semblante,

Un monstruo en fin de proporciones vastas,

Todo pies, todo cola, todo astas,

Que hoy que se trata de ponerle nombre,

Aunque el gremio académico se asombre

Y contra fulmine su anatema, Poema llamaré ó Antipoema :

Y éste es, lector, su verdadero apodo; No ya el Antipoema, el Antitodo.

¡ Oh perdición ! ¡ Oh vínculos funestos ! ¡Oh vil complicidad! No, no eran éstos, No eran éstos ¡ah! no, los que pedia Altos versos, magnánima poesía, Aquel ilustre y elocuente amigo, De mi primera inspiración testigo.

368

Otro canto, otra alteza, otra armonía

Esperaba él de Pero ¿qué digo?

¿Soy yo acaso el autor de tal portento?

El diablo, el diablo fué ¡Dios me es testigo!

El que forjó y aderezó este cuento.

El que, á pesar de la anterior querella,

No abandonó mi huella;

El que en su torpe ubicuidad leia

Las cartas que Donoso me escribía,

Y aprovechando el tentador momento, Su hálito me inspiró pecaminoso, Sólo por dar a su rencor sustento, Sólo para vengarse de Donoso.

Si tú, lector piadoso,

De tu sana intención no te arrepientes,

Y osas leer las páginas siguientes,

Ya verás cuál desde el comienzo mismo, Con aire triunfador y altiva cresta, El buen señor del susodicho abismo Otra vez ante se manifiesta; Verás cómo, fingiéndose el extraño

Y sin hacer mención de lo de ogaño, El es, él es quien el asunto elige

Y en dómine se erige;

Quien charla, quien diserta, quien discurre, Quien con su eterna digresión me aburre, Sin ser yo más aquí ¡ Dios me dispense ! Que un simple amanuense; Quien en lo más violento De aquel providencial revolvimiento Que armó el tropel y desarmó la tropa, Inaugura su atroz divertimiento

3¿9 Con el asesinato de la Europa; Como de las políticas regiones Se encarama después a otras esferas,

Y entierra y desentierra las naciones,

Y comete dos mil profanaciones Con sus desventuradas calaveras; Sus modos de traer al retortero

Y en términos tratar patibularios

La gente principal del mundo entero,

De la historia los altos dignatarios,

Reyes, emperadores,

Cónsules con lictores,

Vivos, muertos, antiguos y modernos,

Lo mismo oposiciones que gobiernos;

Su pérfida influencia

En esta universal efervescencia;

Su tono entre burlesco é iracundo,

Los puntapiés que le descarga al mundo;

Los trances, los sucesos

Que provoca este infiel con sus excesos;

Sus raras teologías,

Sus, digámoslo así, filosofías;

Sus vuelos y escarceos,

Sus viajes- y paseos

Por los mundos visibles é invisibles,

Posibles é imposibles

Del ser y del no ser; como en resumen

Este sulfúreo numen,

Con su naturaleza tormentaria,

Y sin que ruego ni piedad le ablande, Arma la más tremenda maquinaria

Y afronta la catástrofe más grande,

24

37o Inclusas las pasadas y presentes, De que hay recordación entre las gentes.

«Y bien», te oigo exclamar, lector profundo, «Los versos de este siglo tremebundo »No son ya los de Lope ó Garcilaso; »Son versos de más peso y más fracaso »Que cuando la infantil literatura «Era cosa de juego y confitura, ))Y la misma poesía ^Ignoraba su gran categoría. »Todo hasta aquí fué embrión inverecundo, «Hasta este siglo no comienza el mundo, »Y si ya se murió la Diosa Astrea, »Hoy tenemos la Diosa de la Idea. «Ahora bien; aplicando ese criterio «A este diaboliquísimo Misterio, «Pase por su archi-bárbara incoherencia, ))Pase por su sarcasmo é ironía, »Pase por su impudencia, )> Porque este vicio es la virtud del dia; «Pero diga el autor, diga en conciencia, »Si él también la conciencia no ha perdido, «¿Cuál la moralidad, cuál el sentido «Que nos vela esa máscara irrisoria? «¿Cuál es el ideal preconcebido? «¿Cuál en fin el objeto de esa historia? «¿Qué leyes ó qué arcanos «Les viene á revelar á los humanos Lector, eso es pensar, mas te protesto Que, supuesto el papel ó no supuesto De confidente, zagalón, comparsa

37' Que me ha tocado hacer en esta farsa, No si por modesto ó inmodesto, Yo nada me he propuesto, Pues si cosa formal me propusiera Otros versos 6 prosas compusiera :

Y en cuanto al diablo creo

Que, al hacer de su ingenio tan mal uso,

Tampoco se propuso,

Como término y fin de su deseo,

Levantar ningún muro ciclópeo.

¡ Cosa de puro azar, vil matrimonio

De mi musa infeliz con el demonio!

Como quiera, lector, yo me remito

A cuanto ese precito

Discurre allá en sus tesis y teoremas

Sobre poemas, sobre no poemas;

Y así en estos asuntos literarios, Como en otros muy raros y muy varios Que saltan de contino

Cual piedras del camino,

Lo mismo en las materias

Burlescas que en las serias,

Ora explore los páramos eriales

De estas pobres comarcas terrenales,

Ora corra en sus vuelos errabundos

Por los mundos, ex-mundos y post-mundos;

Oirás con qué desden ó qué soflama

A cada paso exclama,

Como argumento y conclusión supremas

De sabios y filósofos al coro :

«Mi sistema son todos los sistemas;

»E1 sistema de Dios es el que ignoro.»

37* Del mundo en la memoria Grabada está la historia De la postrer revolución de Francia, Ocasión de esta torpe extravagancia. El genio de la guerra A la Europa, á la tierra Se apareció otra vez, y aquel consorcio Que presagiaba al suelo Un siglo en paz y en libertad fecundo, Trocaron en sacrilego divorcio La autoridad del cielo, La libertad del mundo. Esforzado campeón de la fe antigua, Cuyo sol en la tierra se amortigua Al par que un himno de impiedad se escucha, Cayó Donoso, sucumbió en la lucha, Abrazando al morir la cruz sangrienta : Despareció el cóndor de la tormenta. Despareció, y de un vuelo Fui á buscar en el cielo

Paz, gloria, fe, inmortalidad Yo en tanto,

Presa de un miserable desencanto,

En el fondo arrojé de unos cajones

Aquellos jeroglíficos borrones,

Y en ellos han dormido

El sueño del olvido,

Sin acordarme ya ni por asomo

De Apolo, de las Musas, ni de Momo,

Hasta que hoy, con asombro de mismo,

Me vengo á hallar por desventura extrema,

En el fondo otra vez de tanto abismo,

Escribiéndole un prólogo al poema.

373 Más de tres lustros ya, diez y seis años Pasaron ya con su glacial torrente , Pasaron con su hoz de desengaños, Pasaron escribiendo en nuestra frente

La sentencia de Dios ¡Cuánta memoria!

¡Oh de mi corazón última historia!

Y ¡cómo en mis menguantes horizontes Desciende el sol tras los confusos montes! Pero no vengas tu, melancolía,

A enlutar con tu sombra el alma mia. ¡ Dichoso el que sin cuitas ni negocios Tiene un poema en que emplear sus ocios,

Jardín mas no jardin aquí no hay flores.

Campo sin artificios ni primores

Campo ancho y solitario en cuyos senos

Se respira á lo menos

Este, impregnado en saludable esencia,

Aire de libertad é independencia,

Que tanto han menester ciertos pulmones

Para no reventar en ocasiones !

¡Un poema al cabo embrión, al cabo feto,

Pues á dicha mayor está incompleto,

Un poema todo ruido y anarquía,

Espejo de este siglo de behetría,

Donde al cabo no soy toro embolado,

Por las reglas del arte enmaromado,

Sino antes toro en plaza

Que jinete y caballo despedaza,

Y al caer en la arena

Lleva en el cuerno heroico sangre ajena.

¿A qué estoy pues en balde discurriendo?

374 Al poema ¡vive Dios! y que haya estruendo, Al poema del infierno. ¿Acaso en esta Soledad de la mente, la más honda De todas las humanas soledades, Cuando ya nada al corazón le resta, Cuando nada hay en él que ya responda Del mundo a las esclavas vanidades; La terrible visión, el sueño horrendo, No me está más que nunca persiguiendo De una Europa que en torno se derrumba? Lector, este poema es una tumba Donde tiempo hace ya que muerto vivo,

Y desde ella te escribo :

Pero no pienses, no, que estoy yo solo

En este mauseolo :

Dios en esto excepciones no consiente,

Y conmigo lo habita mucha gente :

Ni tengo á esta mansión que convidarte, Pues tampoco estás en otra parte. Sí, insensato lector, tenlo por cierto, también estás muerto: Ni, á poco que avizores, Posible es que lo ignores :

Y si es que por el mundo andas tan serio Ocultando el misterio, —Perdóneme, lector, tu reverencia— Te habrán dado licencia.

Al poema, al poema pues, y complemento Demos á este orgulloso monumento, Cuyos desmesurados materiales Son las piedras y ruinas funerales Que se van sin cesar desmoronando

375 De este que están batiendo y arruinando De Dios los misteriosos aquilones, Formidable edificio de naciones. Pero aquí no hay más luz que la tiniebla; Todo, todo, hasta el alma ella lo puebla: Abro y abro los ojos y no veo: Voy á sentar la planta y titubeo : Espectros se levantan Que mi ánimo quebrantan,

Y no del diabólico arquitecto Verificar el infernal proyecto.

¿En dónde, en dónde está mi antiguo guía?

¿Cuándo más requerí su compañía?

A veces imagino

Que le llevo á mi lado en mi camino,

Que no me abandonó ni un solo instante,

Que siempre va detras ó va delante.

Mas á él en vano en la ocasión acudo

Y de él maldigo y dudo. ¿Dónde está el diablo, dónde? Mas hele que responde :

«Aquí está el maese Pedro del retablo : ))Hoy se duda de Dios, no del diablo. »

Con esto pues, y con la santa ayuda De su terrible majestad cornuda, Me propongo dar término y remate A este superlativo disparate. Grave asamblea de fervor castalio Recibióle al nacer con cruz y palio, Y algún amigo con sangriento gozo

376 Se aprendió de memoria más de un trozo:

Mas Donoso Donoso ¿qué dijera

El terrible Donoso si lo viera?

Un trozo serio publicado entonces,

La funesta canción del nuevo Atila,

Vio y halló digno de grabarse en bronces,

De esculpirse del sol en la pupila.

Mas la obra irreverente,

El monstruo de la mente ,

La sandia, la brutal bufonería,

Amasada con sangre á sangre fría,

Donoso no la vio y el vilipendio

Me ahorré de un vasto incendio.

Parto impuro de impuras circunstancias,

Temerario aluvión de extravagancias,

Yo mismo, lejos de juzgarle bueno,

Yo mismo le condeno;

Ni si ya resistirá la prueba

De época y gente nueva;

Mas sabes, lector, lo que es un vicio;

Un suplicio gustoso, aunque suplicio,

Y obramos tantas veces contra el gusto

Que hacerlo alguna vez no es más que justo,

Y ahora, lector nefando, Hasme de permitir que en tono grave Este prólogo acabe, Perdón de tanta culpa demandando, No á tí, pobre lector, tonto ó discreto, A quien yo no conozco ni respeto, Sino á cierta encantada Dulcinea,

377 Eterno culto de mi eterna idea. Es cosa bien lo que hoy no se usa, Resabio de mis clásicos estudios, Es una invocación a aquella Musa Que presidió mis métricos preludios, Allá en aquellos moros Campos, de vida y de beldad tesoros, Donde el Bétis retrata en sus raudales Orillas de naranjos y rosales,

Y á la cual ¡oh tardío, oh infecundo Dolor que hoy más el corazón me hiere! Traté con el desden con que en el mundo Tratamos la mujer que bien nos quiere. Pero ¿dónde está ya? También por ella Han pasado quizá los raudos años;

El dolor en su faz plantó su huella,

Y apagaron su voz los desengaños.

Mas no, que no es humana la hermosura De aquella de mi cielo criatura. Hela, hela allí, que las esferas hiende, Hela, hela allí que sobre desciende De su mundo ideal

¡Oh, tú, de esencias Inmortales formada, de esplendores Infinitos vestida, que naciste En el seno de Dios, y las potencias Sabes de la creación, y en sus albores Como en tu misma cuna te meciste ! ¡Inteligencia, oh, tú, de inteligencias Que, vibrando en la diestra iniciadora

378 La antorcha de la luz reveladora,

Y en himnos saludando de alegría Al primer hombre en el primero dia; Desde las cumbres de los sacros montes, Desde la orilla de los santos ríos, Abriendo fuiste ante él los horizontes De la tierra en los páramos vacíos, Trazándole su historia, Sembrándole su gloria;

Que en las ignotas vias

De tu arpa al son le guias

De las cumbres del Emodo remotas

Y la orilla del Eufrates y el Indo, A las cumbres fulmínicas del Pindó

Y la orilla de adelfas del Eurotas !

¡Tú, que en hora más grande al iracundo

Fragor del trueno en el Oreb oíste

Al Dios del mundo revelarse al mundo,

Y en el Calvario viste

Al Dios del hombre revelarse al hombre

Y exultarse los pueblos en su nombre! ¡Tú que en la gran tragedia

Que dos mundos promedia, Aquel que en Roma acaba

Y el que en Roma empezaba, Tumbadas ya las águilas latinas Al pié de sus colinas,

A los nuevos señores de la tierra, El godo, el galo y el sajón y el huno, Proclamaste en los campos de la guerra Una la humanidad como Dios uno, Sacando de aquel caos la soberana,

379 De naciones nación, nación cristiana! ¡Tú que, aun surcando por do quier torrentes De sangre humana, el holocausto eterno, En la moderna edad las nuevas gentes Inflamas con interno Ardor, instinto, presentir divino De un inmortal destino,

Y tiendes á sus pies los continentes ,

Y rindes a su voz los océanos,

Y prometes en sueños esplendentes

El dominio del mundo á los humanos! ¡Tú empero, que á su mayor victoria Mezclas un son de imperturbable duelo, Que recuerda hondamente á su memoria Su impotencia ante el cielo ! ¡Musa eterna del hombre, excelsa Musa, Tú, de la humanidad! ¿Quién, quién ha osado Decir que el genio tu favor rehusa,

Y que el mundo de desencantado No volverá a escuchar el noble verso, La impávida armonía

De aquella gran poesía

Que es la grande intuición del universo?

No, Musa, no; ni enmudeció tu canto,

Ni argumento mayor nunca ofreciera

Otro pueblo ni edad que la presente.

¿Por qué yo que he sentido el estro santo,

Aunque como Faetonte sucumbiera,

No levanté las alas de mi mente

A mirar frente á frente

Aquel sol cuya luz única y sola

El ánimo acrisola?

38o

No tú, Musa feliz del entusiasmo Que los vientos del mundo desafia, La musa fué del bacanal sarcasmo, La musa del escándalo y la orgía,

La que estos versos me dictó Perdona

De otros será tu celestial corona.

¡Dichoso yo sí, cuando un momento

De tu olímpico ceño te despojas,

Una mirada arrojas

Sobre este infaustosísimo argumento,

Y hallas en estas hojas

Digno de algún son, algún acento!

Yo siempre en te siento :

De ráfaga divina

Mi frente se ilumina;

Mi corazón, mi mente

Se abren á tu visión resplandeciente :

El Dios que es Dios, la humanidad que llora.

Esta es la hora del vate Esta es la hora

En que Virgilio canta :

«Nueva aurora de siglos se levanta.»

Estos los santos dias

Que oyeron de Judá las profecías :

Sí, sí; ya se adelanta

El que la tierra implora,

Del humano rescate aniversario :

Se levanta en los cielos otra aurora,

Se levanta en el mundo otro Calvario,

38 1

HIMNO Ó INTROITO.

Diciembre de 1 8 5 1 .

Yo soy el viento que en mis alas traigo,

Traigo la muerte de los pueblos yo

Yo soy el viento que en los pueblos caigo Cuando su instante postrimer llegó.

Yo soy el viento que en el trance horrendo Precipitaba al querubín Luzbel; Yo soy el viento que expulsó gimiendo A Adán y a Eva del feliz verjel.

De entonces fué mi perenal destino Sobre la triste humanidad rugir, Lanzar los pueblos al fatal camino Y ante sus plantas el abismo abrir.

Ya luengos siglos reposé en mi tumba Mas hoy de nuevo sobre el mundo soy : Oidme, oidme, que mi voz retumba : Buscando un pueblo moribundo voy.

382

Yo soy el viento que abrasé á Sodoma, Que á Egipto, á Grecia, á Babilonia hundí; Yo soy el viento que soplaba en Roma Cuando Alarico se acercaba allí.

Sonó una voz que me decia «vuela)), Y yo las alas sacudí á esa voz : Yo el viento soy que la historia asuela, Yo soy, yo soy el Aquilón de Dios.

Yo soy el viento que el postrero dia Traerá a la triste humanidad su fin : El viento de la culpa y la agonía; Manda ¡oh Señor! Yo soy tu Querubín.

Yo soy el viento a cuya diestra airada Hasta los cielos á su vez caerán : Soy el viento del caos y de la nada: Manda ¡oh Señor! yo soy tu Leviatan.

3«3

PRIMERA PARTE.

EPÍSTOLA PRIMERA.

LA REVOLUCIÓN DE 1848 EN FRANCIA.

Setiembre de 1851.

Cuatro años ha, Don Juan, y aun no cumplidos, Que en medio de una paz octaviana, Reposados del sueño los sentidos, Amaneció la Europa una mañana. Luis Felipe, aquel rey prudente y sabio, Luis Felipe era Octavio, El Octavio de Europa. Con cien llaves Cerrado el templo de la guerra habia, Para dicha común de cielo y tierra, Y, merced á unas pócimas suaves, También bajo su férula tenía A otro monstruo mayor que el de la guerra.

El nombre de este monstruo horrendo, insano, Gran compinche del pueblo soberano, Nombre fatal, tempestuoso nombre, Fascinación y vértigo del hombre, Ya le adivinas tú. Según se cuenta, Allá en el año treinta, Lafayette, aquel héroe de retablo, Mal cantor de políticas folias,

3*4 Acabando á la postre de sus dias Por huzmar que el tal monstruo era el diablo, Logróle adormecer con un conjuro,

Y luego que le tuvo bien seguro

Y que pasó lo fuerte del chubasco, A Luis Felipe se lo dio en un frasco;

Y el rey de la triunfante mezocracia, Dándole tantas gracias por la gracia A aquel infelicísimo belitre,

Lo guardó con gran tiento en su pupitre.

Allí estuvo en conserva. Pero un dia Que, según al principio te decia, Amaneció muy claro y muy sereno, Sin amago de rayo ni de trueno, De aquellos dias en que Dios potente Se burla de los hombres grandemente, Yo no qué violento Ademan ó impensado movimiento Fué a hacer el Rey, que la fatal botella Se cayó, se quebró y allí fué ella. El diablo en persona.

De repente Ardió París, la fragua de Vulcano De las grandes tormentas europeas : Turin retiembla sobre el Alpe ingente , Se vio bambolearse el Vaticano, Y las ondas arder partenopeas : Milán tudesca revivió lombarda,

385 Un nuevo Etna reventó en Sicilia,

Y el león de San Marcos su alabarda Apercibió en magnánima vigilia.

La Italia, dando el estandarte al viento Donde grabó sus inmortales nombres, Quiso animar con generoso aliento El grande sueño de sus grandes hombres;

Y en las tumbas de Borja y de Hildebrando,

Y del gran Gibelino de Florencia, Voces se oyeron resonar clamando : «Libertad, libertad é independencia.»

Ni sola Italia fué. Madre futura De una nueva Alemania que se agita, Cual feto gigantesco, en sus entrañas, Invistióse Francfort la investidura Que ya Berlin á quien el genio incita, Disputaba á Viena en las campañas ;

Y envolviendo en sus fórmulas extrañas Un mundo de ambiciones giganteas,

La Alemania que fué fábrica de hombres,

Ya convertida en fábrica de ideas,

Un concilio juntó de otros Luteros

Que, emulando y venciendo á los primeros

En la gran rebelión que inauguraron,

Nueva ley, nueva ciencia,

Otro dogma, otro Dios, otra existencia

A la Europa y al mundo promulgaron.

Más allá ¿No le veis? Donde el Danubio,

Rio de dos mundos de diversa gente

*5

386

Que parten el Oriente y Occidente,

Aun recuerda aquel bárbaro diluvio,

Diluvio humano, universal tragedia,

Que se llama Edad Media,

Sepultando en su légamo las mallas

De homéricas batallas,

Di, di, ¿qué nuevo pueblo se levanta,

Qué nuevo campeón mueve sus tiendas,

Y desnuda su espada y se adelanta

A dirimir de Europa las contiendas ?

¿Quién es, quién es que al mundo amedrentado

Se anuncia ya cual dictador del hado?

Pero ¿adonde voy yo? Don Juan, ¿qué es esto? ¿En qué almohadón de nubes me recuesto Que, atrás dejando montes y laderas, Remontándome voy por las esferas ? ¿Dónde iba yo á parar? Sí, ya me acuerdo. Ni á caballo ni en verso hay hombre cuerdo. En suma lo que yo decir quería Con esta horripilante algarabía, Era que el diablo se soltó y que en vano, Echando bendiciones con la mano

Y fuego y llama viva por los ojos, Guizot y Thiers y algunos otros cojos Se soltaron tras él á todo escape :

El diablo corre más, no hay quien le atrape.

Y tal traza se dio que en media hora, O si es mucho correr en hora y media, Armó toda esa bárbara tragedia

Que con voz más augusta y más sonora Que á tan pedestre asunto convenia,

3^7 Despertando á deshora Al cabo de diez años que dormía, Mi altisonante musa te decia.

El caso fué, Don Juan, sin redundancia, Que todo eso pasó; que ardió la Francia, Que ardió de sus resultas media Europa

Y la otra media se tostó la ropa : Que obra fué del diablo condenado Que se soltó en la hora del pecado,

Y que cosa mejor sin duda fuera Que en vez de suceder no sucediera.

Mas bien ¿Y qué? fué un susto,

Un susto pasajero. Justo, justo. Señor, que arde la fragua.

Pues venga un cubo de agua

Y adiós, incendio. Lamartin sonoro Con aquel pico de oro

Que nos recuerda el de Platón en Sunio, Adormeció á los cíclopes, y en Junio Acertó Cavaignac con tal remedio Que anduvieron a gatas siglo y medio. El buen Radetzky á la infeliz Italia Un grillete le planta por sandalia, Los magiares se tienden en el surco

Y Bem polaco degenera en turco. Viena vuelve a los tiempos meternicios, Y, en vez de andarse en juntas y comicios, El monarca prusiano

Pinta y retoca por su propia mano Una decoración de feudalismo

3S3

Que hiciera reir á Federico mismo.

Señor diablo, se acabó la danza:

Ahora estamos mejor si es que hay mudanza.

¿Qué importa que el prudente Rey y que el rey valiente, Lumbreras de Orleans y de Saboya, Hayan dado consigo en una hoya? ¿Qué importa este tumulto de demonios Que, dando de su furia testimonios En Novara, Hermanstad, Ñapóles, Roma, Como el ángel de Dios allá en Sodoma, A puro cañonazo

Le han partido á la Europa el espinazo? ¿Quién osa ya mentarnos esos nombres De sangre y destrucción? ¡Paz á los hombres!,

El drama se acabó. La Europa antigua El huevo aplasta de la Europa nueva ; La luz del vasto incendio se amortigua Y no hay ya por el mundo quien se mueva, ¡Gran solo de violón! Y sobre todo, El viejo Metternich ha hallado modo De volver á encerrar en su redoma Al diablo maldito de la broma.

Esto dicen, Don Juan, y ya no hay crisis La Europa es una égloga estos dias : Doña Revolución muerta de tisis,

3^9

Doña Reacción tocando sinfonías.

Mas, Don Juan, yo quisiera equivocarme:

Esta cosa no acaba de gustarme,

Y me atrevo a apostar algunas libras De este mi venturoso escepticismo, Contra un mínimo adarme

De ese grandilocuente dogmatismo

Con que en esos aires te equilibras

Cuando los rayos de tu mente vibras;

Don Juan, a que esta cosa

No ha de parar aquí. Todo reposa

En paz, en blanda paz. Pero sabes

La frase aquella que con modos graves

En diarios, folletos y revistas

Acostumbran usar los periodistas

Cuando hablan de una paz que no les gusta:

Es la paz de Varsovia, paz que asusta.

La Europa duerme en paz a la hora de ésta:

Mas ¿quién negar osara que mañana

Quinientos mil demonios con su orquesta

Le diesen una murga soberana,

De éstas que siempre oyeron con visajes

Ciertos hoy preteridos personajes,

Y a cuyos sones ya no se extasía Su inventora, la santa burguesía? ¡Demonios! ¡Mal vocablo!

Que demonio es sinónimo de diablo,

Y el diablo fué, como al principio dije, Quien de la oreja nos colgó este dije. Pero ¿a qué tal ambaje y tal rodeo?

En secreto, Don Juan, con gran reserva: Yo por dónde anda este Asmodeo

39° De la revolución. Yo qué hierba

Pisa La otra mañana,

Saliendo a distraer el tedio mió

Por las orillas de este pobre rio,

Ludibrio de la Musa castellana,

Yendo yo muy temprano y muy despacio

Por esta en embrión plaza de Oriente,

Allí junto a palacio

Me vi, Don Juan, un ente

De antipática y rara catadura,

Que con aire procaz echaba el lente

A aquella de monarcas de escultura

Muda pero elocuente dinastía,

Que por razón del viento ¡oh ironía

En estos tiempos de tan gran trabajo!

En vez de estar arriba están abajo.

Me miró, le miré y ¡oh parasismo!

¿Quién dirías que era? El diablo mismo:

El que á la Europa remontó en sus cuernos,

El diablo de todos los infiernos.

Díjele: Buenos dias. Y él respondió con graves cortesías : Dios guarde á su merced. ¡Estilo antiguo! Cada vez que me acuerdo me santiguo. Vuesarced me conoce á lo que veo. ¿Cómo no en esta patria de Asmodeo? Mas diga, buen hermano, ¿Qué viento sobrehumano, Cuando ya se le hacia en los profundos, Nos le vuelve á traer por estos mundos?

39 1 —Voy y vengo á mi antojo

Y me doy á sembrar cuando no cojo. ¿Y qué siembra en Castilla?

Lo que siembro en Europa, una semilla.

Y fué sacando del coleto de ante Unos polvos de un mixto fulminante Que entre sus mismos dedos se encendía,

Y en derredor de los esparcía.

-Compadre ¡vive Dios! ¿qué cosa es ésta? Mas me dio la callada por respuesta,

Y repentinamente,

Estirando una pata sorprendente,

Así como quien anda y se pasea,

Se plantó del palacio en la azotea;

Volvió a sacar su lente,

A Madrid contempló tranquilamente,

Me volvió a saludar con mucho aplomo

Y desapareció sin saber cómo.

Don Juan, fuera de broma, Algo va a suceder. No hay ya redoma Capaz de contener a este tremendo Espíritu de fuego y de violencia Que, aun sin subir más alto en su ascendencia, Ora las nobles formas revistiendo De Graco y Cicerón y Catilina En aquel gran tribuno de la plebe, Tonante Mirabeau de voz divina; Ora la imperatoria Espada del gran César reblandiendo En aquel otro César de la historia

39* Que está esperando en su entreabierta tumba A esta Europa que en torno se derrumba; Monarca nuevo de la Francia nueva, Triunfador de la paz, Néstor de Europa, En aquel Orleans que hoy también prueba De los hados borbónicos la copa; Verdugo de la sangre de una idea En aquel Satanás humanitario Que con una cuchilla y una tea Transformó una nación en un osario; Más tarde gran sectario Del parlamentarismo protestante En aquella gran pléyada triunfante Que renace en la espléndida Corina

Y que en Guizot con majestad declina; Voltaire con su sarcasmo, Rousseau con su entusiasmo,

En Chateaubriand novísimo profeta,

En Lamartin dulcilócuo poeta,

Negación antipática y profunda,

Segundo tomo y edición segunda

De Voltaire en Proudhon; hoy dogma ó ciencia,

Mañana libertad é independencia;

Hoy forma, transacción, liberalismo,

Mañana socialismo;

Hoy política pura

Y mañana infernal literatura; Clase alta, clase baja, clase media, Héroe de comedión ó de tragedia, Dictador de la espada y de la pluma, Periódico, vapor, industria, en suma, Proteo universal, grave ó ligero,

393 De cuantas formas revestir le plugo, Desde gran pensador hasta coplero, Desde conquistador hasta verdugo; ¡Ay! ¡ay! ese diablo, ese vestiglo, El mundo trae revuelto hace ya un siglo. En vano, en vano le negamos todos; Por varias artes y en diversos modos Todos somos sus cómplices. mismo, Agustín y Bossuet del siglo ateo, Que quieres confundir en el abismo El gran delito de que el mundo es reo; mismo en los arcanos de tu ciencia Su incontrastable omnipotencia adoras, Cuando otra omnipotencia Para vencer su omnipotencia imploras; Cuando con tu elocuencia soberana Llamas a un Dios airado y fulminante A que en el mundo atónito levante Vasta hecatombe de la estirpe humana. ¡ Ah ! yo que siento el natural imperio De tu genio y tu voz, al gran misterio

Huyo tocar Ante la faz divina

Mi mente osada con pavor se inclina.

Pero confiesa en tanto

Que este espíritu audaz de risa y llanto

Que a un tiempo horror y admiración inspira,

Genio de la verdad y la mentira;

Este horrible gigante, este pigmeo,

Tántalo eterno, eterno Prometeo;

Este es el hombre que se agita y piensa,

Ésta es la humanidad, ésta es la historia

Con su contradicción eterna, inmensa,

394 Pero también con su infinita gloria

Y su infinita aspiración. En vano Le dirás que se tenga en su camino : Impulsado de un viento sobrehumano, No sabe adonde va, de dónde vino, Pero marcha triunfante a su destino. Satanás de la humana inteligencia

Y Luzbel de la humana rebeldía Que, agotado el raudal de una creencia, Al cielo y al infierno desafia; Mefistófeles tétrico y sombrío

De la desolación de un siglo impío, Agitador, profanador, blasfemo; Otros le aclaman bienhechor supremo, Futuro autor de venturosos dias, Moisés, Jesús, legislador Mesías Que por los siglos y los mundos vuela, Dios que otra vez al mundo se revela. Sí, y hay momentos en que Dios parece Que a las mudas naciones se aparece,

Y con el brazo que forjó el destino, Empujándolas siempre en su camino, Mostrándoles su ceño ó su sonrisa, «Más aprisa, les dice, más aprisa»,

Y en sus alas de fuego arrebatado Sepulta bajo sombras lo pasado.

395

EPÍSTOLA II.

EL DOS DE DICIEMBRE.

Diciembre de 1851.

El diablo, Don Juan, aquel diablo De la primera vez, que tanto sabe : Enciende cuatro velas al retablo Y encomiéndate a Dios, que el caso es grave.

Pues, señor, va de cuento : Paseábame yo por mi aposento Dando vueltas al mundo acá en mi mente, Observando tal vez cómo este viento Que de esa Francia resoplar se siente, Va con su brusca irregular marea Remudando esta atmósfera europea, Y aun te debo observar que era de noche Para evitar hasta el menor reproche; Cuando hete aquí que sin razón ni aviso Muere la luz, y en su lugar diviso Dos luces, no ya una, pero tales Como allá en las regiones infernales Te figuras el lívido reflejo De algún planeta que se cae de viejo.

396 Báñase al punto en resplandor sombrío El aposento mió: Forma vaga, indistinta, En la pared se pinta, Que por virtud oculta Condénsase y se abulta : Primero informe objeto, Lincamiento después, luego esqueleto, Materia en fin que se modela en torno Como el metal cuando salió en el horno,

Y va mostrando relación lejana,

Si de hombre no, como de cosa humana : Vacilo, titubeo,

Rezo, que en la ocasión no hay hombre ateo En fin pasó aquel susto,

Y con inmenso gusto

En mi presencia pavonear veo Al ilustre señor Don Asmodeo.

Ilustre Y ¿por qué no? Yo bien me fundo.

¿Acaso no es ya ilustre todo el mundo?

Por lo demás convengo anomalías :

Hasta el diablo es ya otro en estos dias. Allá en la España antigua El diablo era una especie de estantigua, A modo de escribano ó de corchete, Con su correspondiente gallardete De plumas en la gorra milanesa : Nariz roma, ojo bizco, ceja espesa, Equivocable edad, risa burlona, Cojo para beldad de la persona,

397 Famosas antiparras,

En los pies y en las manos sendas garras, Su coleto, su estoque, su muleta,

Y siempre del color de la etiqueta; Pues, si el diablo alemán de colorado, El diablo español vistió de negro : En fin nos le trasmiten retratado,

Si como un padre a Dios, á él como á un suegro.

Mas hoy ya ¡ cuan mudado

En este siglo que por él se pierde !

La otra vez que le vide un pisaverde,

Y ora ¿cómo dirás, Juan, que se porta? La persona la misma, poco importa : Pero el traje ¡qué traje

Tan nuevo, tan flamante, tan moderno Para este asendereado personaje Que antes no lo era más que en el infierno ! Casaca azul arremendada de oro,

Y por mayor decoro, Paramentando la gentil casaca, Una placa, otra placa y otra placa : Calzón á la rodilla ,

Media de carnes, escarpín de hebilla, Encaje en la chorrera, Corbata con su lazo, Afeite en la testera, Tricornio bajo el brazo,

Y para colmo, Juan, de maravilla Hasta el guante inmoral de cabritilla : En fin yo dije al verle : «Ó estoy ciego, »0 el diablo se ha metido á palaciego.»

398 Juan ¡vive Dios! que á falta de otra cosa La musa se me muestra generosa En punto á hilar renglones y renglones : Nunca me ha dado a por descripciones : Mas no, que la pintura al caso hace,

Y luego esto me place.

Digo pues que, plantado Su Excelencia, Su Excelencia el diablo, en mi presencia, En metro vil más malo que la prosa, Algo indigno de facha tan airosa, Pero no sin las ínfulas del arte, Se descolgó por la siguiente parte.

Compadre, por las lenguas de la gente Ha llegado á sonar en mis oidos Que en boca me tomáis irreverente Sin los respetos que me son debidos. Pronósticos que os hice incautamente Decis que el tiempo los sacó fallidos; Ni era de vos de quien temer debia Que me negase el don de profecía.

Vengo pues como amigo ó enemigo, A dirimir con vos ciertas cuestiones : Vengo a probar si deshacer consigo De esa imaginación los nubarrones. Cosas que yo hago ó cosas que yo digo, Se fundan en razón más que en razones,

Y heos de probar con la verdad completa Que el diablo es profeta y muy profeta.-

Echó este exordio por aquella boca Con tal prosopeya y retumbancia,

399 Que con ventaja aventajó no poca Los oradores de Inglaterra y Francia. A España no la miento Porque, aunque aquí también hay parlamento,

De España no hay que hablar Ni aun oradores.

Tú, Juan, un animal de los mayores.

Es cosa muy sabida

Que España ha sido siempre una perdida,

Y todo lo que hicimos en el mundo Pura ignorancia y fanatismo inmundo. El profundo Guizot, aquel maestro, Lo dijo ya con el fervor del estro,

Y es ya propia opinión, no sólo extraña, No vale nada España.

Viniendo pues al caso,

Y dejando a la España con su atraso, Digo que el diablo pronunció este exordio Con aquel diapasón de manucordio

Que hoy rige en la política parlancia :

Tal vez en su arrogancia

Iba á echarme un discurso de ministro,

De aquellos que escuchábamos ha poco

Con entusiasmo loco

Del Sena al Manzanares y aun al Istro :

Mas hubo de pensar sin duda alguna

Que por lances de azar y de fortuna

El parlamentarismo decaia,

Que los años atrás prevalecía;

Y trocando su homilia En parla de familia, ((Sentémonos», me dijo, «Ser grave es ser prolijo»,

40o

Y diciendo y haciendo fué y sentóse, En la butaca opípara esponjóse, Terció la pierna y se tentó la panza Como uno de estos pollos sin crianza Que se estilan agora por el mundo,

Y con desden profundo,

En vez de gafas como antiguamente, Calando un vidrio de color bizarro, Despetacó un cigarro

Y se puso á fumar tan grandemente.

Compadre, vamos claros, sois un tonto.— Gracias, compadre. Convendréis bien pronto. Luego siguió. ¿Con que creéis de veras Que no van resultando verdaderas Las palabras que os dije este verano,

Y que dio tan lejano Del blanco mi bohordo, Cuando previ cercano

Un trueno gordo, retumbante y gordo?

¡Oh animal imperfecto

Este que llaman hombre! Y en efecto,

¿ Hasta tenéis la avilantez supina

De decir que el diablo es un tontina?

¡Ahí no, eso no. Lo que a mi fama atañe

No sufro que se empañe.

¿Qué le queda al diablo ¡vive Cristo!

Si se le quita la opinión de listo?

Quitarle esa opinión es suprimirle

Y aun me tiene aquí Dios para servirle.

40i

Compadre, dije yo, que al tratamiento Quise corresponder ¡Dios me perdone! A par del alma siento Que vuestra real merced se desazone; Pero, amigo, es lo cierto Que no hallo gran concierto Entre aquellas tormentas proudhonianas Que me anunciasteis vos allá en Setiembre, Y este viento que corre estas mañanas Desde principios del actual Diciembre. El diablo no sois vos, compadre, el diablo Es Luis Napoleón y os ha vencido. Yo con franqueza os hablo : El drama, vuestro drama, es concluido.

Compadre, eso es hablar perlas y oro : Alzad un himno y empinad la copa. Decid ¿por qué no entráis en ese coro Que todos los sochantres de la Europa, El trueno de Diciembre por orquesta, Cantan a la hora de ésta, Dando gracias á Dios que está tan alto Y que nunca les fué tan complaciente, Por el tremendo salto

Que el mundo ha dado atrás tan de repente? Porque, si no me engaño, esto es en suma Lo que hoy se reza con palabra y pluma.

Así es verdad, compadre, y si faltara Otra prueba mayor en vos la hallara.

■ib

4o¿

¿En mí? Pues es curioso.

Compadre, no es razón que yo haga el oso. A ver, decid, amigo.

Vamos claros, os digo

Yo también a mi vez. ¿Por cuál ventura,

Vos que andabais haciendo el demagogo,

Más mugriento y hambrón que un perro dogo,

Habéis aderezado la figura

Con tanta gentileza y hermosura,

Y os echáis á rodar por los palacios, Hecho un sol de diamantes y topacios?

Compadre, es maña mia

Y cuestión de mi gran guardaropía. Como en fin ya es bien largo mi abolengo, Allí guardadas tengo

Vestimentas asaz de cada era,

Desde la hoja de higuera

Con que Adán se tapó las pantorrillas ,

Hasta las mezocráticas trabillas.

Éste me hallé hoy á mano, éste me puse.

Compadre, no se excuse : Mirad por cuál prodigio

No topasteis más bien un gorro frigio. ¡Ah! compadre, compadre, francamente: Antes dudé, mas por creerlo acabo: Ha mudado de capa la serpiente : Vos no sois un Catón, sois un esclavo. Dicen bien los que cantan esa copla : El viento que soplaba ya no sopla : Vos trocasteis el club por la antesala. ¿Quién al diablo en estrategia iguala?

4°3 ¿Me conocéis, compadre? Ya lo creo.

¿De veras lo decis?- Sois Asmodeo.

Soy la revolución, el socialismo, Soy casi todo lo que acaba en ismo, Fatal terminación que he propalado Para hacer más científico el pecado.

A lo menos lo fuisteis, que es lo cierto.

Os juro por las aguas del Mar Muerto* Puesto que el lago Estigio

Perdió ya su prestigio,

Que eso que siempre fui soy este dia :

Nada de anfibología 6 neologismo :

A los hombres dejad la apostasía,

Que el diablo no reniega de mismo :

Soy el gran capitán de la anarquía,

Soy el gran demagogo del abismo.

No os enfadéis, compadre, no os injurio,

No os quiero reprochar ningún perjurio.

Mas ¿qué extraño sería

Que, disuelta la antigua cofradía,

Como otras muchas gentes respetables

Que visten togas ó que arrastran sables,

Por cuestión de aficiones ó intereses

O cualquier otro grave compromiso,

Hubierais pasteleado en estos meses

Y llegado por fin al paraíso?

Os digo pues que, aun admitiendo el caso

De ser yo, verbi gratia, un palaciego,

Yo por notas equívocas no paso,

Que ni al poder ni al interés me apego.

Compadre, el catonismo es lo que niego,

En fin, compadre, la cuestión no es ésa;

4-04 No armemos tempestad en una artesa, Que á hombres formales regañar no abona : La cuestión es aquí si en este instante La Europa anda hacia atrás ó hacia adelante,

Y por la parte que hace a mi persona, Si ejerzo dignidad ó hago servicio Contrario á mi carácter ó a mi oficio. Ahora bien, infeliz, bajo el influjo De tanto y tanto doctrinario brujo Como yo llevé siempre del cabestro

Y que hoy ya me reniega por maestro, Lo que buenamente te figuras

Es que en estas postreras aventuras

Que han la Francia otra vez descuadernado,

El buen Napoleón me ha saludado

Con cierta admonición irreverente

En la parte postrera de Occidente :

A lo cual digo yo que te equivocas

En suponer con presunciones locas

Que entre este personaje que aquí tienes

Y ese mozo de tanta bizarría, Aparte diplomáticos desdenes,

Ni existe, ni existió ¡por vida mia! Sombra de oposición ni antipatía;

¿Cómo por ahí salís? Por aquí salgo.

Compadre, á fuer de hidalgo,

Que si tonto os creí más tonto os creo. Decidme, Don Luzbel, Don Asmodeo, Quien quiera que seáis, trasgo ó vestiglo, ¿Conmigo lo tomáis por lo burlesco,

Y venis á fingirme un parentesco Con ese dictador que todo un siglo

405

De tormenta social y de anarquía De un puntapié para el abismo envia? Ea, dejadme en paz. Calma, compadre; Hablad en tono que mejor nos cuadre; Ni miento, ni me burlo, ni desbarro ; Prosigamos en paz, vaya un cigarro. Es de un cajón que destapó Cleopatra, De gran virtud contra la bílis-atra. Ea, fuera recelos, Que tabaco mejor no hay en los cielos,

Pienso haber dicho al comenzar mi obra,

Y es cosa que ademas aquí no sobra, Que, apagada la luz de mi aposento Por yo no cuál hálito de viento, Con dos luces me hallé, no solo una : Mas no era aquél el sol, no era la luna; Dígolo con terror. Aquellas luces

Que aun me están alumbrando a mi despecho,

Eran dos ojos, Juan, que aun me hago cruces,

Clavados en mi frente y en mi pecho

Como dos apuntados arcabuces.

Los ojos de Luzbel. Don Juan, dos ojos

Cuyas miradas de inmortal desvelo

Se clavan en las carnes como abrojos

Y queman enfriando como el hielo. Ojos cuya fantástica pupila

Es un sol de dolor y está tranquila : Ojos que á veces sorprendéis llorando; Ojos que están continuo revelando Con elocuente y formidable modo

40Ó

Que lo han visto ya todo, todo, todo :

Ojos que se abren en el caos eterno,

Ojos para los cuales no hay arcano,

Ojos que han visto el cielo y el infierno,

Ojos que ven el corazón humano

Que es infierno también. Ojos que aterran,

Que quisieran cerrarse y no se cierran,

Ojos ¡ay! que á los ojos que los miran

El don fatal de su intuición inspiran,

Y con lenguaje aterrador, tremendo,

« ¡ Malditos los que ven ! » están diciendo.

Pero ¿a qué se ennegrece

Con este nubarrón mi fantasía,

Cuando al cabo el asunto no merece

Sino jácara y tunda y batería?

¿Será, Don Juan y atiende á la pregunta

Que cuando uno se junta,

Cual yo me junto y hablo,

Con el señor diablo,

Siempre, aun llevando la conciencia en calma,

Queda un poco de tizne allá en el alma?

Yo no lo sé, pero los tales ojos,

Negados al fulgor del entusiasmo,

Fijos y ardientes, lívidos y rojos,

Raudales de desden y de sarcasmo,

Fascinado á tal punto me tenían

Que, aun con esto de echarla de hombre fuerte,

A mi vista azorada parecían

El espejo empañado de la muerte.

Tomé pues el cigarro,

Fumé, le hallé bizarro,

Y como el vicio es cosa que extravía ,

407

Y es tan dada a historiar la rnente mia,

Y el nombre de Cleopatra me abrió gana, Me di á pensar en la imperial gitana Que, según la infernal cronología, Hasta el capricho de fumar tenía.

Pero ¿dónde la lira? ¿Do la trompa? ¿Do la voz de huracán ó de torrente, Que las tinieblas de la Europa rompa

Y este grande espectáculo le cuente? ¿Dónde la inspiración de tanta pompa, Dónde el Apolo está grandi-locuente Que me ayude á cantar con estro santo La epopeya magnánima que canto ?

Aquí de esos fulmínicos poetas, Aquí de esos filósofos profundos Que del mundo moral son los atletas

Y á Dios le ayudan á tener los mundos. Aquí los estadistas de hondas tretas, Aquí los publicistas sin segundos

Que ni en versos ni en prosas infelices Saben decir do tienen las narices.

¡ Oh visión tremebunda y fulminante ! ¡Oh caso más sangriento que el de Atreo! ¡ Oh asunto digno de Virgilio y Dante ! «Lucifer, ¿dónde estás, que no te veo?))

Y es fuerza ¡vive Dios! que yo lo cante. «¿Dónde estás, que no vienes, Asmodeo? Ahora te he menester, habla, responde. Aquí estoy, compañero. Pero ¿dónde?

408

Traeme al instante aquí los siete sabios; Tráeme todas las musas y las hadas; Traeme tus telescopios y astrolabios

Y disponme en el aire unas posadas.»— El caso fué que apenas de mi labio Salieron las primeras bocanadas

Del humo de aquel haz de tabaquera, Cigarro, talismán ó lo que fuera

Mas no puedo seguir. Es vano intento, El terreno es fatal y no me arraigo, Aquí no basta el numen ni el talento; Lucifer, unas alas, que me caigo. Aquí están, aquí están. Voy al momento. Lucifer, date prisa. Aquí las traigo. Pues vamos, ponme un ala en cada hombro. Ya comienzo á volar. ¡Jesús! ¡qué asombro!

Y ¿ha de ser en octavas?— En octavas.

Repara que la silva es mi tesoro.

Trátalas como un turco á sus esclavas

Y saldrán del troquel como onzas de oro.

Ya surco de este mar las ondas bravas ; Adiós, compadre, adiós, tierra del moro. Ya soy un aquilón, soy un cometa : Aquí quiero yo ver á un marpoeta.

El humo aquel que por los aires sube No en volátil vapor se desvanece, Sino, girando en abundante nube, Sube y se espacia y se condensa y crece ;

409

De ante mi vista el infernal querube

Y el turbado aposento desparece , Y, como Ayax homérico, me veo Envuelto en un nublado giganteo.

No erupción natural de algún Vesubio, Erupción del infierno parecía, Diluvio precursor de otro diluvio Que en su vientre de fuego el globo cria : De Ausonio al Sund, del Bétis al Danubio La Europa de sus sombras se cubría,

Y de fatal presentimiento esclava «¿Qué será, qué será?» se preguntaba.

Los pueblos al pronóstico tremendo Se miraron con miedo en el semblante : Se alzó, el asta de Atila reblandiendo, Del Norte helado el scítico gigante ; Vióse de nuevo al alemán bruñiendo La coraza de Arminio relumbrante,

Y de naves sin fin ciñó su tierra La Cartago de Europa, Ingalaterra.

Al pié del Alpe do subir no ha osado, Vióse aquella nación que Dios olvida, El cuerpo de dolor descoyuntado

Y la faz de dolor descolorida;

Y siempre á la defensa el brazo armado

Y á renovar su historia apercibida, Golpeó la España en el Pirene rudo Del gran Viriato el inquebrable escudo.

En tanto de un sol triste que semeja Lámpara de una tumba de naciones, A la luz entre lívida y bermeja Se alzan de una ciudad los pabellones.

4io

Acicalada como torpe vieja,

La edad va demudando sus facciones :

Sorda, estridente aclamación se oia,

Y la voz de Luzbel que me decia : «Esa es París, la nueva Babilonia,

»De vuestra antigua Europa cementerio : » Ahora presenciarás la ceremonia »De la promulgación del nuevo imperio.)) ¡Profetas de Salen, Vates de Ausonia Que visteis en su lóbrego hemisferio Eclipsarse el gran sol de otras naciones! Entonad otra vez vuestras canciones.

Alzase en medio a la ciudad tremenda Monumento de bárbara escultura, Cadalso colosal, enorme tienda, Imposible á la humana arquitectura : Emula con su máquina estupenda La insensata Babel de la Escritura, De tanta y tan satánica osadía Que de toda la Europa se veia.

Era un trono, era un trono fabricado

Con pedazos de tronos Suena entonces

El popular aplauso redoblado,

Crujir de parches, retumbar de bronces :

Y del gran panteón de lo pasado Regirando las puertas en sus gonces, Los hierros de la muerte se quebrantan, Los muertos de sus tumbas se levantan.

Luis Diez y Seis, el mártir de la historia, Ofrenda de la antigua monarquía; Carlos Diez, que de un pueblo á la victoria Opone su derecho y en Dios fia;

4ii

Orleans que en la paz cifró su gloria, Principio y fin de excelsa dinastía, Y allí Napoleón la frente asoma, Moderno César de moderna Roma.

I Quiénes sois , que la mente encenagada En el negro Aqueronte del sarcasmo, ¡ Oh sombras de la Europa antepasada ! Siente al veros pavor y siente pasmo ? Vuelva a elevarme á su inmortal morada El águila feliz del entusiasmo ; Torne a agitar su inspiración severa La santa musa de mi edad primera.

¿O vosotros también, juguete y muestra Del azar que gobierna á los humanos, Que la fortuna y la desdicha vuestra Juguetes fueron de la suerte vanos; Que rotas visteis en la gran palestra Cuatro cetros de arista en vuestras manos, Miráis con ojos de irrisión profunda La tragedia de Europa moribunda?

Iban a hablar, pero en aquel momento Soltóse de la sirte soberana El soberano incontrastable viento De la infeliz fatalidad humana: El del mundo moral el firmamento Desencaja tal vez cual teja vana,

Y al impulso de su ala aterradora

El mundo corre un siglo en una hora.

Sopló, y á su asperísimo bramido Ondearon con ímpetu creciente El nublo de los polos suspendido

Y el Océano de la humana gente.

412

Y cual si fuera el funeral sonido Señal y anuncio de que Dios consiente, Alzóse un grito popular, guerrero :

« ¡ Napoleón , Napoleón Tercero ! »

Redobla entonces el marcial estruendo, Redobla la espantosa gritería,

Y entre la muchedumbre apareciendo Un hombre de heredada valentía,

Y del suelo a su paso recogiendo Una corona que en el suelo habia , Subió al tablado y en el mismo punto Callaron cielo y tierra todo junto.

Y allí, ante aquellas conturbadas greyes Que doblan al mirarle la rodilla, En presencia de príncipes y reyes Que ignoran si los salva ó los humilla, De pié sobre el cadáver de las leyes Cuyo cuello aun ostenta la cuchilla, Exclamó con magnánima arrogancia : «Yo soy Proudhon, Emperador de Francia.»

Profunda, estrepitosa Carcajada se oyó; volví la vista

Y vi á mi coronista,

El cual con cierto son: ¿Qué tal la cosa? Apuntadla, compadre, en el registro

Y censurad agora mi inconstancia :

Si él es Proudhon, Emperador de Francia, Yo soy su chambelán y su ministro.

Y aun algo más. ¡Secretos de los hombres!

4-13 No os paréis en la mutua jerarquía :

Ministro Emperador cuestión de nombres;

La principal persona aquí es la mia :

Con reserva, compadre :

Napoleón es mi hijo y yo su padre.

Compadre ¡qué visión! ¿Quién lo creyera?

¡ Qué prodigios se ven en esta era!

Mas yo con todo el mundo me equivoco.

Y ¿quién es todo el mundo? Un tonti-loco.

Sí, yo bien que a la presente hora,

Al sentir este vuelco inesperado

De un mundo que en escombros se derrumba,

Como alma en pena que en el limbo mora,

Como espectro que vivo se ha soñado

Porque anda dando vueltas a la tumba,

Alza la Europa antigua la cabeza

Y lo pasado a restaurar empieza. La edad de los Gregorios y Leones Exhuma ya sacerdotal teocracia; La Europa colosal de los barones Piensa reedificar la aristocracia;

La antigua, la soberbia monarquía,

Vencido ya el dragón de la anarquía,

Resucitar la era

De Luis Catorce ó Carlos Quinto espera.

Sí, es verdad. Todos estos personajes,

A modo de vestiglos

Que estuviesen durmiendo un par de siglos,

Y hoy, despertando con sus viejos trajes, Proclamasen delirio y fantasías Cuanto ha pasado en los modernos dias, De nuevo se levantan y se alientan,

414

Y armándose de rayos y de truenos, Anonadar lo acontecido intentan, ¿Qué me se yo? desde Lutero al menos. ¡Error! ¡tamaño error! ¿Qué ven ó han visto En este dictador de nuevo arte

Que tanto con su imperio los congracia?

No, no, yo de mi tema no desisto,

Compadre, id y decidles de mi parte

Que éste es Proudhon, que ésta es la democracia.

Con que adiós os quedad. Paz os deseo.

¿Os vais, Don Asmodeo,

Ahora que empiezo á columbrar el fondo

Del maremagnum infernal que sondo?

¿Ahora que llego á sospechar lo intenso

De ese talento colosal, inmenso?

¿Os vais? Me está aguardando

Napoleón. Estamos preparando

Los dos en paz y en gloría

El telón de esta escena imperatoria

Que por gracia especial á un ente humano

Habéis vos presenciado de antemano.

Compadre, tantas gracias por la gracia, Mas mi mente es reacia :

Proudhon emperador, éste es el hecho; Pero, ¿y la explicación? A lo hecho pecho.

Compadre, eso es indigno: Ya sabido lo más, no me resigno. Pues bien, un pacto haremos

Y veréis qué poema componemos Tan bestial, tan absurdo, tan omnicio : La política es sólo el frontispicio. Pero aún falta política y no poca.

4i5 ¿No oís ese esquilón que a muerto toca? Y lo contrario fué que con el humo Del talismán, despareció en lo sumo.

Don Juan, si Su Excelencia persevera, Aun tendrás una epístola tercera : Con lo cual, ya es razón, por hoy concluyo Memorias de Luzbel. Yo siempre tuyo.

416

EPÍSTOLA III.

CADÁVERES.

DicUmbrt 1 851.

Ea, Don Lucifer, vamos siguiendo— La lógica es, Don Juan, á lo que entiendo, En el mundo ideal de la teoría Lo que la línea recta en geometría. Ahora bien, caro Juan, merca una vara De medir ú otro invento Que sirva para el caso : Échate al campo raso

Y ponte muy atento

A medir la terrena superficie : Que no es plana verás ni la planicie. Este animaluchon paciente y bobo Que llaman los geólogos el globo,

Y que ya pesará sus veinte arrobas, Todo él está lleno de jorobas.

Por aquí, verbi gratia, un Chimborazo A modo de espinazo; Por allá una hondonada, nimia cosa; Un mar le cabe dentro y no rebosa;

Y como por decencia anda en camisa,

4i7 Se le ve la película tan lisa Que, si echas á correr por cualquier parte, Te expones, caro Juan, á desnucarte : Siendo ésta la razón , según discurro, Por que la humanidad que, como un burro, Se revuelca en sus plácidas llanuras, Toda ella llena está de mataduras. ¡Oh vil embrión! ¡Oh máquina imperfecta! ¡ Oh impotencia del hombre ! ¡ Oh ciencia escasa ! ¿Dónde está, caro Juan, la línea recta? No es llana ni la sala de tu casa.

Pues bien; esto que pasa Tocante á la escabrosa periferia De este mundo brutal de la materia, Esto pasa también en la eminente Esfera del espíritu y la mente Donde tiene su patria el idealismo. También cumbres allí, también abismo : En el mundo moral también hay montes De altísima eminencia, Que cortan los humanos horizontes Y detienen las alas de la ciencia; Antros donde la mente se confunde, Senos do toda luz en sombra se hunde; Anchos, profundos, procelosos mares Que conmueven del mundo los pilares; Mares que al turbio sol de óptica oculta Parecen ofrecer fácil camino

27

4i8

Del espíritu humano á la impaciencia; Mares ¡ay! donde acaso se sepulta, A la voz de un Moisés que es el destino, Maldecido Faraón , la inteligencia.

Sí, Juan, la mente, la ambiciosa mente, Este Luzbel que su impotencia siente, Pero que mueve á Dios eterna guerra; La mente, como el cuerpo que se arrastra, En el seno cruel de esta madrastra, Madrastra, madre no, que llaman tierra; Siempre, siempre en su marcha vacilante, Siempre encuentra el obstáculo delante. La misma mano ha escrito La ley de lo finito y lo infinito ;

Y así como no es dado a la atrevida Mano que el mundo esclavizar desea^ Sujetar al nivel de una medida

La extensión desigual que le rodea, Así tampoco es dado al iracundo Espíritu que al cielo desafía, Encontrar la gran fórmula del mundo

Y el alma reducir a geometría :

Y ¡ay! ¡ay del hombre si lo logra un dia!

¿Qué importa, di, qué importa Que el mísero esqueleto De lo pasado de la tumba evoques,

Y con mirada absorta,

Y con terror secreto,

419 Lo palpes y lo vuelvas y lo toques; Qué importa, di, que invoques De cuanto pueblo fué las sombras juntas, Si no te han de decir lo que preguntas? Mañana, sí, mañana en nueva guerra Se alzará el Leviatan del Océano,

Y entre las ondas flotará en la tierra, Tu cadáver final, último humano.

O ya tal vez inesperado, horrendo, Vagabundo cometa apareciendo, Llegará de la tierra á los confines, Sacudirá las flameantes crines, Extenderá los brazos, De entrambos polos soltará los lazos,

Y el globo desprendido, Como vaso rompido, Se deshará en pedazos, O cual metal fundido Correrá derretido;

Y retornando á la primer materia, ¡Mundo infeliz! ni aun quedará tu nombre, Miseria, sí, miseria,

Miseria son la humanidad y el hombre.

Volvió pues otro dia Luzbel y así decia :

Tétrico estáis, compadre, y yo protesto. ¡Voto á San Lucifer, mi propio santo! ¿Cuál os perturba así, genio funesto,

420

Para llorar y compungiros tanto? No, no; no os quiero yo tan descompuesto; Pues sfllega á saber el pueblo avanto Que hemos hecho amistades estos dias

Y usamos discutir filosofías,

Dirá que yo os inculco esos principios

Y abrenuncio de tales participios.

¡Y yo que hice de vos mi confidente,

Honra que ambicionaba tanta gente,

Veniros á encontrar tan gemebundo

Corriendo tras la lógica en el mundo !

¡ Oh vil filosofía!

La lógica fué siempre tu manía.

¡ Lógica ! ¡ Grave ciencia ! ¡ Excelso arte !

Pues venis ¡vive el cielo! a buena parte.

Yo, á fuerza de tener supervidencia,

La anti-lógica soy por excelencia.

La lógica en el mundo es sólo un nombre;

La lógica está en Dios, no está en el hombre.

Y el diablo en clavaba Aquellos ojos en que Dios hablaba,

Y luego se reia,

Y al cabo proseguía :

Ni achaquéis á ignorancia Esta mi valerosa petulancia. Yo también he cursado las escuelas Y al peripato le encendí candelas. ¡x\ con laberínticos modismos !

421

¡A con pretensiones de talento! Una vez le hice al sol dos silogismos

Y á poco más se cae del firmamento.

Y los hago también con consonantes :

He aquí un par de ellos de los más flamantes

« Potencia implica ciencia :

»No así ciencia potencia :

))E1 hombre no es ni ciencia ni conciencia :

»Ergo la consecuencia

»E1 triunfo de la humana omnipotencia.

» Mundo es motin interno

)>De temporal y eterno :

)) Motin, motin lo inferno y lo superno :

))Ergo vayanse á un cuerno

»Doña Revolución y Don Gobierno.))

—Compadre, usted se mofa. ¡A con silogismos de esa estofa!

Compadre, no me mofo: Es que tengo el cerebro un poco fofo,

Y esta enjundia del seso Me causa mucho peso.

Mas en juicio me adelantan pocos

Y no soy yo quien llegará á perderlo : Los tontos son los que se vuelven locos, Que los que no lo son lo están sin serlo :

Y también es locura La sobrada cordura.

En fin, viniendo al caso,

Compadre, yo me encuentro en un mal paso.

422

Ya sabe usted la parte que he tenido

En este movimiento fementido

Del golpe atroz de estado

Que Napoleón ha dado.

Napoleón y yo, ya usted me entiende,

Pues yo soy aquí el duende.

Os juro ¡vive Dios! que obré en conciencia :

Porque, según mi ciencia,

No hay más que dos partidos en el mundo :

El partido de Dios y el del diablo:

No he menester decir cuál es el mió.

Mas yo cosas con cosas no confundo,

Y aunque al tenor de los partidos hablo, De tanto error y ceguedad me rio.

En fin, compadre mió, Soy un gran pastelero

Y estoy por la fusión del mundo entero. Llegó pues la catástrofe febrüaria, Vino en pos la república pecuaria

(Ya explicaré el epíteto otro dia),

Y con ella triunfó la gente mia. Triunfó, triunfó mi gente,

Y fui en realidad el Presidente : Pero juzgué la situación y dije : ¡Canario! sólo dura el que transige. Hagamos un pastel. ¿De qué se trata? De una simple fusión. Oro con plata. Lo vivo es lo moderno,

Pero siempre en el fondo está lo eterno. Pastel, pastel, repito (Lo dije para mí, no á voz en grito), Pastel y más pastel. ¡Santo criterio!

4^3 Aquí esta ya el pastel. ¿Qué es el imperio? La república misma con corona

Y la simple adición de una tizona : Cada cual la mitad de su derecho

Y queda todo el mundo satisfecho. Con estas altas miras,

Dignas a fe de las dantescas liras, Fui a Napoleón y todo se hizo Que aquello fué un hechizo. Hubo un poco de sangre, cosa escasa,

Y la historia sin sangre no se amasa. Mas ¡oh suerte traidora!

¿Qué, qué diréis que me acontece ahora?

Con esta mala fama, patrimonio

De este pobre demonio,

Desde la misma hora,

Cuando yo me gozaba en mi ventura,

El señor Napoleón, mi propia hechura,

De su fiel consejero desconfía

Y cercado estoy ya de policía :

Huyo y busco un refugio entre dos luces,

Y el partido de Dios me hace cien cruces : Corro a ver si aun prospero entre los mios,

Y me llaman traidor los muy bravios : Salgo, trepo, me escurro como un duende, Llego á usted, compañero, y no me entiende.

Al revés, respondíle, lo que veo, Señor Don Asmodeo,

Por vuestro propio hablar que juzgo franco, Es que desde el principio di en el blanco :

424 Que no sois de los grandes patriotas Del Tibre y del Eurótas,

Y cifráis vuestros ínclitos laureles En amasar pasteles.

El compás esta vez habéis perdido

Y andáis del batacazo algo molido. No hay batacazo ni lesión ni giba : Compadre, yo me caigo para arriba. Travieso sois, travieso,

Y el tal Napoleón obra con seso

En desconfiar de vos. Pues fué una broma Por más que a entrambos nos resulta en mengua. ¡Esta maldita lengua Que no sabe poner punto ni coma! Estábamos comiendo

Y el sabor de unas trufas discutiendo,

Y se habló de los pueblos macedonios

Y atlánticos y ausonios,

Y allí, entre copa y copa,

Dije yo buenamente que á la Europa Se la iban á llevar cien mil demonios. Él respondió que no, que él la guardaba,

Y que segura estaba :

Que costas y fronteras cerraría A la invasión de tanta gente mia: Que de demonios uno

Y éste ya era importuno,

Con otras indirectas de ruibarbo. Yo repliqué con dignidad y garbo : «Pues vayase usté á un cuerno, ))Que me vuelvo al infierno.))

Y con gentil talante

4^5 Tomé luego el portante. El me pidió perdón del arrebato, Dijo que no era ingrato,

Y así quedó pero le guardo encono

Y he de minarle el trono.

Compadre, yo no apruebo esos rencores; Los hombres han de ser algo mejores,

Y tras tanta amistad ¡Qué tontería!

En donde todo es falso no hay falsía. En política, amigo, no hay amigos: Todos son enemigos.

Mas ¿quién sois y qué sois?— Pues ¿yo lo oculto? La pregunta no más es ya un insulto. Lo que yo soy, compadre, y os suplico

Que esta vez me deis crédito un borrico.

Es decir, lo que he sido En adelante

Voy a ser un grandísimo tunante :

Voy á cambiar de copla y de estribillo,

Porque el rey de la época es el pillo.

¡ Canario y recanario !

Soy un conspirador patibulario

A quien ni rey ni emperador aterra :

Soy el conspirador de cielo y tierra.

Pues adiós os quedad, que yo me largo.

Compadre , hágase cargo

De que obro con buen fin. Después de todo,

Y de crucificarme á puro apodo, Soy todo un infeliz, un buen sujeto Que llevo relicario y amuleto

Y no estoy mal con Dios muy al contrario.

426

¿Qué sabe usted si soy su secretario?

Pues por su santo amor, compadre mió,

Otra sola pregunta me permita :

l A qué debo el honor de esta visita

Si todo esto es hablar en el vacío?

- Pues a hablar he venido y a eso solo. En poniéndome á hablar soy un Pactólo. Hablo, y hablo, y más hablo, y siempre hablo,

Y hablo más que el diablo :

Hablo en fin como aquel que piensa poco; Es decir, mucho y sin sonarme el moco. Pero tenéis razón y ahora hablo serio. Compadre, aquí se oculta un gran misterio.

(Y ahora entre paréntesis Cuidado

Con dejar trascender al pueblo osado Que hay el menor resentimiento acerbo Entre Napoleón y vuestro siervo:

Y grandemente importa O todo el plan aborta :

Por lo demás, en apariencia al menos, Seguimos tan amenos

Y la empresa valiente consumamos.)

¿En qué quedamos pues, en qué quedamos?

Un poco de paciencia. ¿ Por fortuna

Ha llegado hasta vos noticia alguna

De ese bravo cadáver cejijunto,

Ó bien ya de cadáveres conjunto,

Al cual en nuestra plática aludimos

La otra vez que nos vimos,

Y que diz que á favor de esta balumba

427

Se ha escapado muy serio de la tumba?

Ya sabéis vos cuál es la Europa antigua,

Un carcax, una momia, una estantigua.

La gente se ha empeñado

En que ha resucitado,

Y este aun no ungido emperador de Francia

Da al absurdo rumor cierta importancia.

Hemos ido á la tumba y ello es cierto

No está en la tumba el muerto.

Yo pienso sin embargo buenamente

Que la desenterró su propia gente,

Sin otro plan ni intento

Que un embalsamamiento.

Ni fuera de sufrir tal desacato :

Si la Europa no ha muerto, yo la mato.

Compadre, no la he visto, Y queriendo con Dios estar bienquisto, Lo que es yo no delato Para un asesinato.

Mas decidme, añadí, si en vos me fundo, Debo creer que aun anda por el mundo Una porción de gente divertida Que, al revés de esa Europa fementida De quien diz que horadó la catacumba, Pasó por muerta en la postrer rebumba. El parlamentarismo, El asendereado socialismo, Con toda la prosapia y parentela De nuestra ilustre abuela, La gran revolución de ochenta y nueve.

4^8

¿Qué es lo que en la cuestión pensarse debe?

Compadre, es una cosa

Asaz dificultosa

De responder. Cuando sostengo y juro

Que está difunta la pasada Europa,

Y que no bastará ningún conjuro A restaurarle un pelo de la ropa, No reclamo exención ni privilegio Para ese sacratísimo colegio; Antes bien tengo atisbos y barruntos De que hay otra comparsa de difuntos Que, por comodidad y economía,

Ó se han ido ó se van á esa sombría

Bóveda de sarcófagos y fosas

Donde duermen en paz hombres y cosas.

Compadre, me entristezco

Cuando en tales materias me embebezco.

Odio de muerte el meditar profundo

Y ésta es cuestión que á meditar provoca. Por regla general en este mundo

Se muere cada cual cuando le toca, Lo mismo que los hombres Con sus sonoros nombres

Y sus aspiraciones giganteas, Esas nobles matronas, Ceñidas de magníficas coronas, Reinas del universo, las ideas. Viniendo pues al caso, yo podría, Siguiendo la escolástica manía

Que nos viene otra vez del siglo nono, De la sublime inteligencia al trono Trepar y encaramarme de un respingo.

4*9

Y haceros tambalear con un distingo. Mi mente es para el caso soberana; Mas no me da la regalada gana. Corto aquí la cuestión y Dios me asista. Apuntad otro muerto en esa lista.

¿Cuál? El liberalismo. Y de repente

Con toda su familia.— Es mucha gente.

Alguna más sería

Contando desde Adán hasta este dia.

Compadre, no hay que hacer, el viento muda

Cosas son de quien manda en los gobiernos :

Murió, no cabe duda,

Pues vengo de dejarle en los infiernos.

Adiós, parlamentarios infelices,

Ayer tan arrogantes y briosos;

Os pondrán un candado en las narices

Y danzar os harán como á los osos.

Parlamento parlar ¡oh! ¡qué embeleso!

Ya está todo parlado y con exceso.

Y vosotros, señores socialistas, Secta de un gran colegio de sofistas, Que en los delirios vanos

De vuestra infanda ciencia Arrancabais á Dios de entre las manos El cetro de la humana providencia; Vosotros, Satanases de falacia Que esperasteis tal vez en vuestra audacia Mover la humanidad, el mundo entero Cual retablo de un vil titiritero, Mirad por cuáles sorprendentes muestras, En el trance y el modo inesperado, Se revelan al mundo amedrentado

43° Las utopias de Dios, mas no las vuestras. Todo lo que decis será estupendo, Mas habéis de saber que no lo entiendo. Pues ¿qué lengua hablo yo? Turco ó eslavo. Por un lado decis que ese hombre bravo Que en Francia se ha ceñido la corona, Es Proudhon en persona, Y por otra matáis el socialismo. Compadre, ¿quién entiende este embolismo?

Por centésima vez, sois un gran bestia. ¡ Y yo me estoy tomando esta molestia

Y uñas y dientes contra vos no vibro! La lógica de Dios no es la de un libro : Dios sabe más de lo que el hombre piensa,

Y en la grandeza inmensa Del soberano todo

¿Qué importan la ocasión, la forma, el modo?

Libertad, tiranía,

Imperio, monarquía,

Repúblicas, comicios, tribunados,

Colegios y senados,

Esas que apellidáis instituciones

Con sus lauros y timbres y blasones,

¿Qué son en la obra magna del destino?

Moldes no más donde al calor divino

De un sol providencial que los abrasa,

Como vivo metal incandescente,

Se van fundiendo en gigantesca masa

Las grandes razas de la humana gente.

Romped el molde que tenéis delante :

43i La masa quedará, que es lo importante. El molde aquí es un trono, es un imperio : En la masa, en la masa está el misterio. El será un dictador advenedizo, No un monarca de aquellos que Dios hizo. Ni hay que culpar su venturosa audacia : La Europa al gran designio le conjura : La sociedad se ha vuelto democracia Y el gobierno se vuelve dictadura.

Compadre, bien se ve, sois el demonio Vuestro ingenio da de ello testimonio; Pero al fin no es Proudhon ese mancebo.

Compadre, un Proudhon nuevo.

Pase, pues no es el viejo. Ya me alegro. Yo tengo más de hereje que de santo,

Pero ese hombre me causa un humor negro,

Y, aparte su talento que no es tanto,

Por pura antipatía

De un árbol como á un Judas le ahorcaría.

Perdonad, que no lo que me digo :

Proudhon es vuestro amigo

Ahorcadle si queréis. Yo no me opongo : Ya cumplió su misión y es como un hongo.

Pues entonces lo apunto.

Apuntad, apuntad : Proudhon difunto :

Pero enterradle bien por más que grite,

No sea que resucite.

Y ¿apuntasteis la Europa? Mas ¿tan cierto

Estáis de que se ha muerto?

Solo falta el entierro.— -Eso es muy grave.

432 Un cadáver tamaño aquí no cabe. Bien, bien, lo enterraremos otro dia. Y ¿quién más dije yo que se moria? - Todo el mundo, compadre. Ya ¿qué falta? La indignación, la indignación me asalta.

Sí, su cadáver es Es cierto, es cierto

La libertad, la libertad ha muerto. Ella, como magnánima Agripina, Cuando la hora funesta se avecina, Madre también culpable é infelice, Ferite ventrem á sus hijos dice : Sus hijos los Nerones, Sus hijos, el baldón de las naciones;

Mirad, mirad qué hermosa

Al cabo es la ilusión más generosa De esta infeliz humanidad

Y ¡oh pasmo! Le entro al diablo un arranque de entusiasmo,

Y comenzó á pegar unos berridos , Que retumbaron páramos y egidos,

Y por lo alto arremangó las piernas,

Y en fin dio otras externas Pruebas de su quebranto.

Companero, Díjele yo cuando pasó lo fiero Del paroxismo aquel. Bien se barrunta Que vuestro mucho amor á la difunta Fué causa de aquel lance,

433 De aquel desdichadísimo percance Que os sucedió allá arriba, Cuando la danza por los cielos iba. Pues eso mismo prueba Que la historia es nueva

Y que viene de allá. Siempre lo mismo : Me metí á predicar el socialismo,

Lo averiguó el gobierno, Tomé la posta y emigré al infierno. Ni extrañéis que la bilis me retoce : Soy un liberalon del año doce,

Y en siendo liberal todo está dicho : Ni se puede ser tonto ni mal bicho

No me miréis así ¿Quién? ¿Yo burlarme?

Compadre, soy capaz de suicidarme Lo mismo que Catón. Venga un acero: Se ha de ver al varón de ánimo fuerte : Veréis amotinarse al mundo entero : Pueblos de Europa ¡libertad ó muerte! Venga otra espada que mejor se porte, Y señalaba un espadín de corte. ¿No hay espadas aquí? Venga una lira : Yo he de armar un grandísimo solfeo : Los hipocondrios me retiemblan de ira : Tiranos, pereced. Yo soy Tirteo.

Y exclamó con acentos tronadores : ¡Himno á la libertad! ¡Bombo y tambores!

Hija santa de Roma y de Grecia, Veinte siglos dormiste en la tumba; Mas de nuevo tu acento retumba

Y la Europa se mueve en tu prez.

2g

434- Renaciente en la antigua Lutecia, Te proclama la estirpe latina, Mas tu sol en su oriente declina

Y tu rostro se vela otra vez. ¿Dónde están, libertad, tus tiranos,

Que mi brazo contra ellos se vibre,

Y la Europa renazca más libre

Y palpite tu gran corazón ? ¿Esos pueblos do están soberanos Que ante el cielo juraron tus leyes? Ellos son, libertad, no los reyes, Ellos solos tus déspotas son.

¿De qué sirve el antiguo coraje, Si es el pueblo el que engendra el tirano? ¿De qué sirve el puñal catoniano, Si á los pueblos no mata un puñal? Vuelve, vuelve á la choza salvaje, Libertad, de los pueblos nacientes : Ilumine tu sol nuevas frentes, Libertad, libertad inmortal.

Allí suena la voz de un Terpandro, Allí está la barbarie fecunda Que la Europa insultó moribunda, Con su inmenso desden insultó. Es la Grecia del Magno Alejandro, Es de Atila la impúdica Roma, La Bizancio infeliz de Mahoma, Es el pueblo que Dios olvidó.

O allá tiende tus vuelos seguros Do en la cuna de América infante La sirena feliz del Atlante Canta el himno del sol que vendrá :

435 Ese sol .de los pueblos futuros , Ese sol de los pueblos hermanos,

Y ni siervos habrá ni tiranos,

Y un gran pueblo la tierra será. Deja en tanto á la Europa espirante

Apurar de su infamia la copa : Libertad, pereciste en Europa : Sí, los pueblos tus déspotas son. Vela en nubes tu augusto semblante,

Y maldice á estas viles naciones : Sólo reinan en Roma Nerones, Cuando cada romano es Nerón.

Callad, callad, por Dios, Don Asmodeo, Exclamé yo á este punto enfurecido : Eso no es ser Terpandro ni Tirteo, Eso es ser un poetastro descreído; Eso es desesperar de los humanos

Y hacerles la olla gorda á los tiranos. Verdad que la canción es algo aviesa; Mas ¿qué queréis? La inspiración es ésa. Si estos malditos pueblos no responden ¿Dónde están, dónde están? ¿A qué se esconden? En fin, no canto más. Me pongo ronco

Y consiste en lo mucho que me abronco. Ni creáis que por eso

Hay en mi liberalismo retroceso. ¿Tiránicos á y en estos dias? Compadre, no habrá riesgo que no arrostre,

Y se verá á la postre :

436 Pero estoy ensartando tonterías. ¡ La libertad ! La libertad no es nada. Figuraos á la plebe amotinada En la Puerta del Sol ó en cualquier parte, Más furiosa que Marte,

Y amenazando descargar de recio. ¿Qué hacer para embaucar á tanto necio? Sueltan al punto un globo lleno de humo, Se remonta á lo sumo,

La gente de la plaza «Bien, bien», y se solaza En ver con qué donaire Se va contoneando por el aire,

Y cómo entre la sombra desparece De la noche que crece.

Mas aquí que Don Pueblo ya bosteza

Y que la silba empieza.

A la sazón el fuego que va dentro, Del globo allá en el centro, Dice «aquí estoy»; la noble maquinaria Acaba en rutilante luminaria,

Y entonces, más que al comenzar la fiesta, Vuelve á sonar la popular orquesta : Entonces el jaleo,

Entonces lo mejor del palmoteo.

Vos diréis que ese pueblo es un gran bobo í

Yo que la libertad es ese globo.

Compadre, yo me pasmo :

A veces esos raptos de entusiasmo,

Y luego ese asqueroso escepticismo

Compadre, todo cabe en el abismo,

Y el abismo soy yo. Pues á lo menos

437 No me hagáis apurar tan en mi daño Ese cáliz fatal del desengaño En que nunca se agotan los venenos.

Oh libertad olímpica y triunfante!

Oh visión de la edad que está delante!

Tierra dichosa, humanidad sin dueño!

Os vais á disipar? ¿Erais un sueño?

Así exclamaba entre mortales hipos El gran Bruto en Filipos.

Mas ¿qué es lo que intentáis? Yo sólo intento, Pues os va á consumir tanto ardimiento, Probaros que, por más que han presumido

Del poder y el alcance de su mente,

Hombre y humanidad siempre han tenido,

Individual y colectivamente,

La cabeza de más. Pues os declaro

Que contra tal verdad busco un amparo,

Y ó mi mente es escasa

O no ha pasado nunca lo que pasa.

¿Que no ha pasado nunca? ¡Oh desconsuelo! ¿Para esto os eduqué de pequeñuelo?

Vén acá, vén acá, cabeza vana,

Cuando, al albor de la razón temprana,

Esta inmensa catástrofe leias

De la Francia y la Europa en estos dias ,

En vez de confundirte y de admirarte,

¿Acaso con desden no te decías :

«Yo he leido esta historia en otra parte»?

Pues era la verdad. La tal historia

De niño la aprendiste de memoria;

La misma que con labios infantiles

Mamaste en académicas Selectas;

43$ La misma que en los años juveniles Bebiste en las jurídicas Pandectas; La misma, sin quitar punto ni coma, Que la historia de Grecia y la de Roma; La misma con las mismas peripecias , No, ya sólo de Romas y de Grecias, Sino de todo cuanto á ver se alcanza En la humana penumbra y lontananza, Pues, viniendo otra vez más descansado, He de subirme hasta el primer pecado, Origen de este caso tan tremendo. Mas por hoy quede aquí. Y atrás volviendo, que acaso en el aula prematura Frecuentaste esos clásicos autores, En cuya elocuentísima escritura Humanistas añejos y doctores Sólo alcanzan á ver literatura, Pero donde el lector alto y profundo Siente el crujir del estertor de un mundo; ¿Tan tonto te me has vuelto Desque te dejo suelto, Que ni sientes ni oyes ni conoces Lo que el mundo te está diciendo á voces? ¡Nueva esta escena en la tragedia humana! ¿Pues no hubo ya revolución romana, Y antes que ella dos mil revoluciones Que dieron al través con las naciones? Pues al decir revolución francesa, Juzga y compara y la verdad es ésa. Como un huevo a otro huevo, Se parece á lo viejo esto que es nuevo : La Europa, como Roma,

439 Del pedestal antiguo se desploma : Mirabeaux, Cicerones, Césares, Napoleones, Los mismos son, los mismos personajes, Con diferentes trajes. La hora pasó de los civiles Gracos , Mas vendrán los sociales Espartacos. ¿Vendrán? Ya están ahí. Nadie me arguya. Este imperio de ahora es obra suya.

Y luego cosa cierta

La podredumbre de la carne muerta.

Se complica la trama

Del gigantesco drama,

Pero el drama es el mismo, el drama humano:

El principio y el fin son un arcano :

Mas siempre, siempre el mismo :

Una farsa entre el cielo y el abismo :

Farsa que se repite eternamente,

Porque el hombre á hacer otra es impotente.

Una farsa ¿Lo ois? Un desatino

Dos bufones, el hombre y el destino, Dios que los mira con la frente airada,

Y el diablo que se rie á carcajada. Ese soy yo, compadre.

Oh Dios ¡qué trueno! Exclamé yo á este punto. Bueno, bueno. ¡Qué bueno ni qué porra! ¿Quién levanta en el aire esta camorra?

Y me lancé corriendo á la ventana. Era ya entre la noche y la mañana,

Y en efecto la música seguia :

44° Placidísimo son, vaga armonía, Así como de dos ó tres millones De morteros y obuses y cañones : En suma parecía Que toda la celeste artillería, A la voz del arcángel de la guerra, Nunciaba una catástrofe á la tierra, Si, cual juzgan tal vez testas con calva, No era aquello una salva Al reinado inocente De la paz permanente. ¡Jesús! ¡Jesús! ¡Qué asombro! Clamaba yo cuando sentí en el hombro

La mano de Luzbel. ¿No os lo decia

Que la mísera Europa se moria?

Ahí la traen entre algunos de los mios

Con todos sus mortuorios atavíos :

Mirad esas funestas luminarias :

Escuchad esas fúnebres plegarias.

¡La gran tragi-comedia!

¡La gran comi-tragedia !

Venid, venid conmigo y consolaos;

No hay más bello espectáculo que el caos.

Y pasó una cohorte de vestiglos Con un ataúd encima de los cuernos,

Y un bulto en él con ropas de otros siglos;

Y les dijo Luzbel: «A los infiernos.))

Y noche á ser volvia,

Y el cielo como un ascua se encendía,

Y era el aire en sus ámbitos ardientes

441 Un volcan de tinieblas trasparentes.

Y pasaron cual ígneos leviatanes

En formas de serpientes y caimanes,

Y aullaban y bramaban y rugían : « El huracán », decían ,

« El huracán que las naciones barre ! «¡Gran bruja, al aquelarre, al aquelarre!))

Y pasaron en tumbos y á torrentes Como animado mar de olas vivientes;

Y en medio del espanto y la agonía Carcajada brutal sobresalía;

Y lanzaban blasfemias y alaridos

Y voces de estrambóticos sentidos : «Las dos, las dos barbaries,

«El cuchillo y la caries.

«Abrase el cementerio

»A este descomulgado megaterio.

»No hay principio ni fin. El todo es todo.

«Hay principio y hay fin. El modo es modo.»

Y una gesticulante calavera

En la punta de un palo por bandera :

Y haciendo gestos de dolor eximios Una grotesca multitud de jimios :

Y el jefe con bastón de mayordomo, Pregonando á chillidos : ¡Ecce Homo!

Y en medio, bajo un palio relumbrante, ¡Ecce Deusl ¡Ecce Deus! Un elefante.

Y pasaron en tropas y escuadrones Haciendo á Lucifer genuflexiones :

442

Y pasaron con grita y barahunda : «Que se hunda, que se hunda.))

Y en la tartárea roca

Se abrió una inmensa boca;

Y allí por dentro y fuera se agolparon

Y de lo hondo clamaron :

« ¿Dónde, dónde, maestro,

)) Lucifer, señor nuestro,

«En dónde la ponemos?- Bien abajo.

» ¡Al trabajo! ¡Al trabajo!

» Y comience la triste ceremonia;—

»Y de risa y dolor grandes extremos.

)) Maestro, ¿la ponemos

)) Donde está la vetusta Babilonia

))Con la gente persiana, asiría y meda?

)) Ahí donde se pueda.

)) Es que está encima la egipciana esfinge,

)) El Nilo atravesado en la laringe.

»- Pues bien, encima, encima.

)) Está la pobre Grecia que da grima.

)) Pues encima. Está Roma.

»— -Pues encima de Roma. Ande la broma.

)) ¡Viva, viva la muerte!

))Que sople el viento fuerte.

» Quitadle hasta la ropa.

»Duerme en paz, pobre Europa, pobre Europa.»

Y apiñada á la cima inmensurable Aquella multitud innumerable;

Y gritos y zambombas y cencerros,

Y el gran ceremonial de los entierros;

443

Y á coces y á porrazos

El inmenso ataúd hecho pedazos;

Y ellos aderezando las personas Con mantos y con cetros y coronas;

Y yelmos y dalmáticas y espadas Por allí en derredor desparramadas;

Y entre escenas de cínica impureza, Medio en cueros el cuerpo y sin cabeza;

Y un diablo muy formal de pelo tonso Cantando un macarrónico responso;

Y otro diablo jadeante y zafio Grabando el epitafio;

Y toda, toda la trahilla junta Tirando de los pies á la difunta.

Éste escupe, aquél pincha, el otro azota,

El otro «á la pelota»,

El otro «nada de eso,

» ¡ Al tieso, al tieso, al tieso !

)> Venga, venga la vieja prostituta

»Con todos sus blasones;

» Venga aquí donde el amo la diputa,

» Que aquí también se entierran las naciones.

»Más vieja era que el caos

»Y aun andaba en banquetes y en saraos.

»¡Ea, ruede la copa

»A la salud de la difunta Europa!»

Y los grotescos jopos Sirviéndoles de hisopos, Con menjurjes el cuerpo rociaron De un negro calderón que allí sacaron;

444

Y nueva gritería,

Y un diablo pregonero que decia :

<( Muera lo antiguo, viva lo moderno,

»¡Gran condecoración! ¡La orden del cuerno!

»Ea, ¡el último salto!

«Tirémosla por alto,

))Y que baje ella misma

y>Y que se rompa al descender la crisma.»

Y el mísero cadáver agarraron,

Y hasta el mismo cénit lo remontaron ,

Y el cadáver cayó, calóse al fondo,

Y el zarpazo sonó todo en redondo.

Y sonó un gran gemido en Occidente,

Y se desvaneció la horrenda tropa,

Y quedó una gran losa solamente :

AQUÍ YACE EL CADÁVER DE LA EUROPA,

¡Anatema! ¡Anatema! ¡El prólogo no más de este poema!

445

TROZOS YA PUBLICADOS DEL POEMA.

I.

EL NUEVO ATILA.

{Diario Español : 3 de Abril 1852.)

Diciembre de 1 85 1.

Yo la vi, yo la vi. No ya en su frente La corona feudal resplandecía Que el gran progenitor del Occidente, Cario Magno inmortal, ciñóla un dia. Otra Europa era ya. La Europa anciana De veinte siglos que hasta Dios llegaron , Siglos Titanes de la audacia humana Que en su inmensa caida la arrastraron. Ella dio libertad a las naciones

Y nueva esclavitud llamó a su puerta. Ella al mundo lanzó Napoleones

Y sangre brota aún su llaga abierta.

¡Los Tribunos! ¡Los Césares! En vano

Llamó a un monarca á sosegar la Francia : El pueblo de los pueblos soberano Adora entre sus dioses la inconstancia.

44& ¿No la visteis caer? «¡ Paz á la tierra!)) Desde París decia :

Mas la voz de los hados «Guerra, guerra, )) Revolución y guerra» respondía,

Y el pacificador desparecia.

Y ardió la Francia. Desde el Alpe al Tibre Se alzó la Italia italiana y libre;

La grande Hermania de la edad futura Se vistió su magnífica armadura;

Y en la región donde el Danubio ingente, Padre inmortal de esclarecidas razas,

A los héroes de Oriente y Occidente Vio en su lid inmortal blandir sus mazas, Heraldo y paladín que Dios envia, Su sable de oro desnudó la Hungría.

Más allá ¿No le veis? ¡Hércules nuevo

¿Qué clava es esa clava que levantas, Que yo á medirte con mis ojos pruebo Y con tu inmensa magnitud me espantas?

¡Alarico! ¡Timur! ¿Ó eres Atila,

Cuya guedeja hirsuta,

Cuya férrea armadura mal enjuta

Aun la sangre magnánima destila

Del romano universo debelado?

¿Quién eres, di, que, apresurando el trote

Del salvaje bridón que el ocio inquieta,

Muestras al universo amedrentado

En tu pecho la cruz del sacerdote,

En tu frente la llama del profeta,

En tu diestra la llama del soldado?

447 ¿Quien eres, di, conquistador, azote, Rayo del cielo, intercesor divino, Bardo, caudillo, atleta del destino, Arcángel de la paz ó de la guerra, Que se postra a tus pies muda la tierra? ¿Quién eres? ¿Dónde vas? ¿Adonde, adonde Llevas en pos tu innumerable tropa? ¿Quién eres?

«Soy el esclavón», responde, «Soy el genio esclavón y voy a Europa.

»Sí, sí, yo soy Timur, soy Alarico; Sí, yo soy Gengiskan, soy Genserico;

Y Atila, Atila soy, el más tremendo De aquella osada estirpe de gigantes, No á los otros humanos semejantes, Que la mano de Dios fué sacudiendo Por el gran firmamento de la historia,

Cometas del estrago y la victoria

Sí, su heredero soy El descendiente

De aquellos más que hombres, más que reyes,

Debeladores de infinitas greyes,

Hijos de Dios y padres de la Europa,

Que, al rebosar la copa

De la ira omnipotente,

Sobre la haz de imperios y naciones,

Como la tempestad, se desplomaron;

Y amarrado á los pies de sus bridones Por las tierras de Oriente y Occidente El cadáver de Roma pasearon.

Sí, Atila soy ; de donde Atila vengo;

44* Como él un mundo entre mis manos tengo. Atila, Atila soy. aquí mi clava. Cuenta las flechas de mi inmensa aljaba; Mira el noble bridón que huella imperios, Oye esta voz que anuncia cautiverios

Del Septentrión a la distante aurora

¡Hijo de Europa! póstrate y adora.

»Di, ¿me conoces ya? Soy aquel mismo Que tú, generación amamantada A los pechos enfermos de la Francia, Arrastrándote al borde de un abismo, La mente con delirios embriagada,

Y encubriendo el temor con la arrogancia Bárbaro apellidaste

Y á infancia, á noche eterna condenaste. Bárbaro soy Mas la barbarie mia

No es la decrepitud, no es la agonía, No es tu barbarie. ¡ Eunuco de un serrallo Que aun se llámala Europa! Di, ¿qué hiciste De la alta herencia que del cielo hubiste? ¿En dónde está tu Dios? ¿Dónde tus reyes? ¿En dónde están tus aras y tus leyes? Clamas «soy libre» y eres mi vasallo: Clamas «no hay Dios» y adoras mi caballo. ¡ Ah! sí, yo el huno soy que resucita,

Y el vándalo y el godo y el escita

Mas tú, latino infame de Ravena, Griego vil de la vil Constantinopla, Yo te voy á aherrojar con mi cadena,

Y te voy á aplastar con mi manopla.

449 Yo soy un pueblo de la tumba alzado Que a conquistar y a dominar camina; un pueblo por los siglos encorvado Que la cerviz hacia la tumba inclina; Yo soy el porvenir, lo pasado; Se levanta mi sol, tu sol declina; Tú, con tu manto de oro, un Bajo Imperio; Yo, con mi piel de lobo, un cautiverio.

«Descendiente de Dios, hijo del polo, Siempre entre dos inmensidades solo, La frente entre las brumas de mi cielo, La planta entre las nieves de mi suelo, De ignorados destinos impaciente, De lo alto una voz me dijo un dia : «Allí tienes un sol)), y alcé la frente Del témpano de hielo en que dormía : «Allí hay pueblos sin Dios», y diligente Requerí mi bridón, le hinqué la espuela, Díjele: «Vuela al Occidente, vuela.» Crucé las selvas, traspasé los montes, Como el águila hendí los horizontes,

Y aquí estoy otra vez. Sí, soy Atila:

aquí en mi mano el rayo que aniquila. Atila soy. Bajo mudables nombres, Al través de los tiempos desplegados, Dios revuelve en la urna de los hados Las mismas cosas y los mismos hombres. Recuerda pues mi formidable historia : ¿O acaso tu memoria, Acosada de fúnebres vestiglos

Y al eco de mi voz atormentada,

29

450 Huye evocar la imagen expiatoria De aquella que la Europa ensangrentada Vio durar y durar siglos y siglos, Alta, tremenda, funeral tragedia? ¡Oh Europa! yo te traigo otra Edad Media.

w Óyeme. Yo te hablo

En el nombre de Dios. ¡Dios! No hay vocablo

Para Dios más que Dios. El que adoraste, El que luego olvidaste, El que los mundos con sus brazos cierra, El que á los pueblos entregó la tierra,

Y tiene mares de furor que aneguen A los pueblos ingratos que le nieguen.

: tiembla, tiembla al escuchar mi nombre :

Todo ante como ante Dios vacila:

Soy más que Atila yo, soy más que un hombre,

Soy el Atila eterno. Antes que Atila,

Nabucodonosor el babilonio,

Ciro el persa, Alejandro el macedonio,

Y el griego Agamenón. Antes que á Roma, Destruí á Babilonia y á Sodoma,

Las esfinges de Egipto hice pedazos, Tuve á Grecia espirante entre mis brazos,

Y Roma al fin, del mundo emperadora, Cayó a mis pies en la tremenda hora. de tantas naciones heredera,

Tú, Babilonia y Nínive altanera,

Tú, Egipto portentosa,

como Grecia hermosa,

como Roma fuerte,

También vas a morir. Yo soy tu muerte.

45 1 »Mas ¡ay! ¿Q,ué siento en mí? ¿Qué genio ardiente, Nuncio de la palabra omnipotente, Me arrebata en sus alas celestiales

Y me lleva a las cumbres inmortales

Del Calvario inmortal? Desde su cumbre, Radiante en viva lumbre De majestad y eternidad y gloria, Todo el mundo se ve, toda la historia,

Toda la humanidad. Yo la contemplo

Su principio, su fin La cuna, el templo,

La tumba de los pueblos Como el dia

Del dolor y la culpa y la agonía, Se levanta un pontífice sublime

Y del ara sangrienta los redime : Como la humanidad en su carrera Por su mismo dolor se regenera : Como Dios junta en el supremo instante A la nación caduca el pueblo infante. Así el bravo Océano

De la barbarie antigua Junto al muro de Roma se amortigua : Así el tremendo azote, el gran tirano, Atila, Atila, el ascendiente mió, Rinde a los pies del sacrosanto anciano Espada y brazo, corazón y brío : Así en la larga edad de las edades Se calman las humanas tempestades,

Y se descorren los celestes velos ,

Y se oyen resonar las profecías,

Y se abren las puertas de los cielos ,

Y bajan a la tierra los Mesías.

452

»No, los pueblos no mueren. Levantaos, ¡Apóstoles, profetas, Mártires, héroes! Levantaos ¡atletas De la enervada humanidad! Las frentes Alzad, alzad, ¡oh espectros refulgentes De los imperios que en la tierra han sido ! ¡Sombras de lo que fué! ¡Santas visiones De aquello que será! ¡Generaciones Que yacéis en la noche del olvido !

Y vosotros ¡espíritus sin nombre

Que en su morada acompañáis al hombre! ¡Cielos, tierras y mundos! Animaos: Venid á ver cómo al humano caos

Desciende Dios Miradle Yo le veo :

Ya se ciñe su yelmo de diamante :

Ya asoma entre las nubes su semblante,

Ya camina á la tumba el pueblo reo.

Y qué, ¿no hay salvación? ¡Oh Europa! llora, ¡ Gran prevaricadora !

Arrepiéntete y llora. Dios te mira;

Yo su instrumento soy. Profeta armado,

Siento en mi corazón rugir su ira

Y su mandato espero arrodillado.

« ¡Señor, Señor! ¿Es hora de combate? ¿No es hora de piedad y de rescate? ¿No es ya verdad que el salvador misterio Va á cumplirse otra vez? Y él dijo : Sea.—

Y llenó su palabra el hemisferio

Y se volvió á su Dios la Europa atea.

453 »Y á su Dios se volvió. Dios no me envia ¡Oh nación por tu mal degenerada! A destruirte ya, sino a salvarte. Vén, vén. Yo soy el fuerte. El Asia es mia. Cetro de cien imperios es mi espada, Lábaro de cien Romas mi estandarte. Yo, más que Constantino congregando Las grandes razas de la humana gente,. Mis tiendas sobre el Bosforo sentando, El Occidente juntaré al Oriente. Sangre habrá, llanto habrá; que todavía El ángel de la guerra No abandonó la tierra. Pero Atila no es ya la horda salvaje Que con tremendo ultraje Se lanza desde incógnitas regiones A segar con su hoz generaciones. Tú, nueva Roma, en tu grandeza impía No eres tampoco la feroz bacante Que en medio al Capitolio vacilante Desnuda espera al huno en larga orgía. Yo traigo de mis bosques primitivos El crisma redentor de las naciones : aprendiste del tiempo en los archivos La ciencia, sus arcanos, sus creaciones : eres la inteligencia, Yo soy la fe, yo soy la providencia : El mundo es de los dos. Ya el astro asoma De la edad renaciente. Atila y Roma Sobre el sepulcro del antiguo mundo Que sustentó la humanidad esclava, Engendraron la Europa en que se acaba ;

454 y yo sobre otro pueblo moribundo, En el nombre de Dios nos juntaremos, Y otra Europa, otro mundo engendraremos.

» Adiós. Yo vuelvo adonde fué cuna

Los nobles bardos de la gente mia

Pregonan mi esperanza y mi fortuna

En cantos de magnífica armonía.

Son profetas de Dios, voz del destino.

Con resplandor divino

Dora el gran sol del porvenir sus frentes..

Adiós. Yo volveré. Voy por mis gentes.»

Dijo y despareció. Mas su mirada, En Occidente sin cesar clavada, Cual ígneo meteoro, entre la densa Bruma del turbio Septentrión oscila ; Y aun escucha la Europa amedrentada Sonar, sonar por la llanura inmensa El galope veloz del nuevo Atila.

455

II.

A DANTE.

1852.

Sagrado Homero de la antigua Europa Que apuraste en tu ardor hasta las heces De la suprema inspiración la copa;

Dante inmortal que con los siglos creces, Y al rudo son de tu salvaje canto A las generaciones estremeces;

que en las alas de tu genio santo El cielo recorriste y el infierno, Mansiones de la luz y del espanto ;

¿Por qué la voz del hombre es ese interno Lamento de dolor, hondo, infinito, Inenarrable, inacabable, eterno?

¿Por qué la voz del genio es ese grito Que resuena del mundo en la memoria Como el ¡ay! de Luzbel al ser maldito?

456

Canta Moisés, y la tremenda* historia Canta del cielo y del Edén vedado,

Y al hombre despojado de su gloria.

Canta de los profetas el sagrado Coro, y sus misteriosas armonías La historia son del primordial pecado.

Llora con llanto eterno Jeremías, David ve a Dios ceñudo é iracundo, Tiembla Jerusalen ante Isaías.

Y Job, de su miseria en lo profundo, A decir su dolor no encuentra nombres,

Y lanza un ¡ay! que aun estremece al mundo.

Canta Homero, profeta de los hombres, Si los otros de Dios, el que esa lira Te dio ¡gran Dante! con que al mundo asombres.

Canta y canta de Ilion la inmensa pira,

Y del Aquivo el funeral trofeo,

Y de los dioses la tremenda ira.

Canta Esquilo y nos canta á Prometeo, La roca insuperable del destino,

Y el eterno buitre del deseo.

Prosigue el hombre su fatal camino,

Y cuando el mundo con su peso oprime El Capitolio del poder latino,

457 Canta Virgilio, y cuando en voz sublime Canta de nuevos siglos nueva aurora, Roma asombrada con su canto gime.

Mas ¡ay! ya viene el que en los cielos mora, El que el Oriente y Occidente espera, El que la triste humanidad implora.

¿Dolor? ¿Siempre dolor? En su carrera El Hombre Dios exhalará un gemido Que oirán todos los vivos cuando él muera.

Y será el Evangelio prometido

La historia ¡oh Dios! de la miseria humana, Escrita con la sangre de tu Ungido.

Y en visión iracunda y soberana Verá San Juan ante sus turbios ojos,

Del caos humano y de la muerte hermana,

En la hora de los últimos despojos, La Bestia Apocalíptica triunfante Del mundo apacentarse en los despojos.

Sucumbe Roma, la nación gigante, Y corre desde el mudo Capitolio Al Gólgota inmortal la Europa infante.

Cesa el canto inmortal y el ritmo eolio. No hay Moisés, no hay Homero. Dante sube De la suprema inteligencia al solio.

458

Su canto oid. Arrebolada nube De robusta y magnífica armonía Le circunda la sien como a un querube.

Acaso ya tras la hecatombe impía El hombre va a escuchar por vez primera Un himno de esperanza y de alegría

Ya alza los ojos a la ardiente esfera, Ya resuena en su voz y en su alma late La voz y el alma de la Europa entera.

Ya va a cantar el inspirado vate, Ya retiembla la lira entre sus manos, Lasciate ogni speranza, voi cti éntrate.

¡Oh de la vida y de la muerte arcanos! ¡Oh terrífico adiós a la esperanza! ¡ Oh sentencia fatal de los humanos !

¡Oh venganza de Dios, oh gran venganza Cuyo eterno cuchillo de diamante Ninguna mano a desclavar alcanza!

Tu infierno es este mundo ¡oh padre Dante Encima del dintel de nuestra vida La tremenda inscripción ya está delante.

El mal hizo en la tierra su guarida : El bien no es más que idealidad suprema Entre oscuros crepúsculos perdida.

459 Víctima de un recóndito anatema, Huérfana de su Dios abandonada, Como las sombras de tu gran poema;

De caminar v caminar cansada, Un círculo de círculos corriendo Como esos que corrió tu planta osada;

El eterno Cocito circuyendo, Por ver si un soplo de aquilón divino Mueve la onda letal del lago horrendo;

Preguntando á la sombra su destino, Sin más luz que la sombra que le espera Como al principio al fin de su camino;

La humanidad ¡oh Dante! desespera; La humanidad, la humanidad y el hombre, Que el hombre es ¡ay! la humanidad entera.

Edipo no halla de su enigma el nombre: Por los infiernos de su infierno gira,

Y no hay visión allí que no le asombre.

Por eso ¡oh Dios! la humanidad suspira,

Y el genio que es su voz cuando la canta, Ayes arranca a tu funesta lira.

Por eso hasta esa Musa sacrosanta Del bien supremo donde está el arcano Que en sus alas divinas te levanta;

460

Esa Musa de acento soberano, La excelsa y refulgente teología, También es musa del dolor humano.

¡Oh virgen celestial de la poesía! Ni es ella sola, no. Mira á la ciencia, La antes pura y genial filosofía;

Mírala revolcarse en su impotencia : Carnal matrona de infecundo seno, Jamas pudo engendrar una creencia.

De ella está el mundo con sus siglos lleno Lo sabe todo pero al hombre ignora,

Y al remediar su mal le da veneno.

Y cuando suena la tremenda hora De esas tormentas cuya voz retumba Sobre esta Europa que en tinieblas llora;

Cual vil sepulturera, abrir la tumba Del pueblo que murió dado le es sólo,

Y llorar en la inmensa catacumba.

La Europa va á morir. Tú, sacro Apolo Del Parnaso de Cristo, dime un canto Que resuene en su vasto mauseolo.

Tu la cantaste ya cuando áureo manto, Malla feudal, sacerdotal tiara, Ostentaba en el trono sacrosanto.

461

Yo idolatrando la veré ante el ara El espectro del oro y la fortuna, De inspiración y de entusiasmo avara.

Entonces como ahora, allá en su cuna,

Y en el lecho fatal de su agonía,

El fantasma tremendo la importuna.

Cantemos de la Europa la elegía : Sol de la humanidad, de sus regiones La idealidad se aleja cada dia.

En vano entre magníficos blasones Renacerá, renacerá en su hoguera El fénix inmortal de las naciones.

El hombre ¡padre Dante! desespera, Dobla la sien en la doliente mano,

Y abandona el timón á la onda fiera.

No inquiere ya el arcano. No hay arcano. No pide ya venganza. No hay venganza. No hay más que el himno del dolor humano

Y el sempiterno adiós á la esperanza.

462

III.

HIMNO AL MESÍAS.

1852.

Baja otra vez al mundo, Baja otra vez ¡ Mesías ! De nuevo son los dias De tu alta vocación;

Y en su dolor profundo La humanidad entera El nuevo oriente espera De un sol de redención.

Corrieron veinte edades Desde el supremo dia Que en esa cruz te veia Morir Jerusalen;

Y nuevas tempestades Surgieron y bramaron, De aquellas que asolaron El primitivo Edén.

De aquellas que le ocultan Al hombre su camino Con ciego torbellino De culpa y expiación;

4¿3 De aquellas que sepultan En hondos cautiverios Cadáveres de imperios Que fueron y no son.

Sereno está en la esfera El sol del firmamento : La tierra en su cimiento Inconmovible está :

La blanca primavera , Con su gentil abrazo, Fecunda el gran regazo Que flor y fruto da.

Mas ¡ay! que de las almas El sol yace eclipsado : Mas ¡ay! que ha vacilado El polo de la fe :

Mas ¡ay! que ya tus palmas Se vuelven al desierto : No crecen, no, en el huerto Del que tu pueblo fué.

Tiniebla es ya la Europa : Ella agotó la ciencia, Maldijo su creencia, Se apacentó con hiél;

Y rota ya la copa En que su fe bebia, Se alzaba y se decia : «¡Señor! yo soy Luzbel.»

464

Mas ¡ ay ! que contra el cielo Yo tiene el hombre rayo,

Y en súbito desmayo Cayó de ayer á hoy;

Y en son de desconsuelo,

Y en llanto de impotencia, Hoy clama en tu presencia : «Señor, tu pueblo soy.))

No es, no, la Roma atea Que entre aras derrocadas Despide a carcajadas Los dioses que se van :

Es la que, humilde rea, Baja a las catacumbas,

Y palpa entre las tumbas Los tiempos que vendrán.

Todo ¡Señor! diciendo Está los grandes dias De lutos y agonías, De muerte y orfandad ;

Que del pecado horrendo Envuelta en el sudario, Pasa por un Calvario La ciega humanidad.

Baja ¡oh Señor! no en vano Siglos y siglos vuelan; Los siglos nos revelan Con misteriosa luz

465

El infinito arcano

Y la virtud que encierra, Trono de cielo y tierra, Tu sacrosanta cruz.

Toda la historia humana ¡ Señor! está en tu nombre : fuiste, Dios del hombre, Dios de la humanidad.

Tu sangre soberana Es su Calvario eterno : Tu triunfo del infierno Es su inmortalidad.

¿Quién dijo, Dios clemente, Que no volverías,

Y a horribles gemonías

Y á eterna perdición, Condena á esta doliente

Raza del ser humano Que espera de tu mano Su nueva salvación?

Sí, vendrás. Vencidos Serán con nuevo ejemplo Los que del santo templo Apartan á tu grey.

Vendrás, y confundidos Caerán con. los ateos Los nuevos fariseos

De la caduca ley.

30

466

¿Quién sabe si ahora mismo Entre alaridos tantos De tus profetas santos La voz no suena ya?

Vén , saca del abismo A un pueblo moribundo : Luzbel ha vuelto al mundo Y Dios ¿no volverá?

¡Señor! En tus juicios La comprensión se abisma; Mas es siempre la misma Del Gólgota la voz.

Fatídicos auspicios Resonarán en vano : No es el destino humano La humanidad sin Dios.

Ya pasarán los siglos De la tremenda prueba; Ya nacerás ¡luz nueva De la futura edad!

Ya huiréis ¡ negros vestiglos De los antiguos dias! Ya volverás ¡ Mesías ! En gloria y majestad.

APÉNDICE

469

LA NUEVA INSPIRACIÓN.

Agoste de 1867.

¡Montañas solitarias Que del cénit en pos Una tras otra cumbre Lanzáis en la extensión, Cual pedestal inmenso Del falleciente sol, O inmensa escalinata Del gran templo de Dios ! Heme aquí en vuestro seno, Heme aquí con veloz Planta y ansioso pecho Salvando la inferior Distancia hasta la cúspide Donde, del viento al son, Aun reposar parece El genio que os formó, Y los ardientes ojos Tendiendo en derredor Tras más hermosos mundos Que el que á mis pies quedó,

47o

¡Oh súbita alegría! ¡Oh inesperado ardor! ¡ Oh celestial momento De hermosa exaltación ! ¡ Oh ya, no de la tierra Que Julio arideció, Sino del cielo mismo Soplo restaurador; Aura que es luz y esencia, Lampo de vivo sol, Rayo de excelsa gloria Que en santa emanación Siento bajar del cielo

Y orlarme en su fulgor,

Y electrizar mi alma,

Y arrebatar mi voz En un sublime cántico De admiración y amor, Como en los bellos dias Del tiempo que pasó !

Soplad ¡vientos de ocaso!

Y sed mi lira Y vos,

¡Arreboladas nubes Que en vaga ondulación Cruzáis los puros senos Del éter temblador, Como un postrer incienso Que envia en oblación Al astro fugitivo La tierra que alumbró !

47i ¡ Cielos del occidente Que en gloria y esplendor Os abris como pórticos De un colosal panteón, Osada arquitectura De un soberano Hechor, A ese inflamado arcángel De esta inmortal creación ! ¡ Sol que, al seguir el curso Que Dios te señaló, Pareces reposarte Un punto en la extensión,

Y prometer un nuevo Dia de paz y amor

Al mundo que te envia Su eterna bendición!

Y ¡sol de la noche! ¡de los tristes sol! Luna, surgiente luna, Que de otro sol en pos Vienes sobre la tumba Del dia que espiró,

A derramar un rayo De misterioso albor; Habladme aquel lenguaje, Que el alma no olvidó, La voz que es forma y cifra De toda comprensión, La gran voz del silencio Del universo voz; Hablad, dictadme modos De santa admiración,

472

Y cantaré en fervientes Arranques de loor El himno de los himnos, El universo y Dios.

¡Ah! sí, me reconozco, Soy otra vez, soy yo; Soy yo que resucito A la alta inspiración. Siempre amé las montañas Con un salvaje amor, Siempre en su vasto seno Mi ser se redobló ; Siempre, al pisar sus cumbres, Sentí la pulsación Del águila que tiende El vuelo vencedor,

Y águila fui de aquella Región donde sólo osó

La empírea mente humana Que es águila de Dios. Mas ¡ay! la santa musa Mi cielo abandonó,

Y hoy ya, tras tantos años De olvido y estupor,

A que ayer cruzaba* El mar con su aquilón,

Y ni los ojos vieron Ni el corazón sintió, ¿Quién ¡ay! quién me dijera Que un rapto de fervor

473 A mi alma volvería La antigua vibración, Y á mi temblante acento El ritmo superior Que es entre Dios y el hombre Lengua, palabra y voz?

Vuelve ¡deidad sublime De aquella aspiración Que mis primeros años De Olimpos rodeó! Vuelve ¡adorado genio De alta contemplación Que el mundo hermoseabas En tu ideal crisol ! I Por qué me abandonaste En el primer albor De aquel hermoso dia Que luego se nubló? Mas no, no tú, yo mismo, Yo fui quien de huyó Por los falaces dioses De un mundo tentador,

Y hoy, agotado el cáliz De la humana ilusión, Hasta el placar postrero

Y hasta el postrer dolor, Cuando mi sol se pone Cual se pone ese sol

Y el horizonte mió

Se estrecha en derredor;

474 Cuando el amor es sombra

Y sombra la ambición,

Y sombra cuantos bienes El mundo me ofreció; Hoy, hoy á me vuelvo Como á un postrero Dios En este pobre mundo Donde extranjero soy.

Sombra mas no, mi alma

No es sombra, es luz, es sol, Sol para el cual hay nubes, Pero occidente no :

Sol en que se reflejan Con ideal fulgor Las múltiples creaciones De esta genial creación : Mundo donde resuenan En concertado son Las grandes armonías Del arpa del Creador. Lo inmenso, lo infinito, Lo eterno, ancha mansión De aquel ser, de aquel puro Éter germinador, En cuyo vasto seno De empíreo tornasol, Cual perlas en sus nácares, Astros y mundos son; El mundo donde el hombre A conquistar nació La misteriosa patria De su alta vocación;

475 La humanidad, los pueblos Atravesando en pos Cual procesión de sombras De un sueño de terror; El indomable espíritu Que el lazo que le ató,

Rompe ¡Divina Musa!

¿No es ésta la mansión Do desplegar amabas En tu prístino hervor Las alas de amaranto Que un ángel te ciñó? Vuelve, vuelve a ceñírtelas,

Y cuenta la visión

De aquel Luzbel soberbio, Del mundo agitador, Que aun en su frente lleva, Cual inmortal padrón, La cicatriz terrible De la espada de Dios,

Y hoy de su inmensa culpa En la inmensa expiación Lanza por vez primera Un grito de dolor.

Vén, vén y descifremos Las que él mismo esculpió, Allá en lejanas noches De honda recordación, Cuando en humana forma A se apareció, Páginas de diamante Con su fulmíneo arpón,

476

Contemos, sí, contemos,

Como él nos la contó,

La sempiterna historia

Del sempiterno error.

Retémplese mi alma,

Lata mi corazón,

Vuelva a sentir mi mente

Tu ingénito favor.

Al fatigado espíritu

Será delectación,

A los recuerdos tristes

Balsámico sopor.

Vén, y mi mano pulse,

Cual otro tiempo usó,

La triple cuerda de la santa lira,

La humanidad, el universo y Dios.

+77

A DON ANTONIO ROS DE OLANO.

Marzo de 1871.

Madrid y Marzo, año setenta y uno; Segunda aparición de Atila el Huno. Al noble Don Antonio Ros de Olano En Launde, del reino valenciano, Donde aquilata su virtud preclara, Salud y bendición : GABRIEL TASSARA.

Desahuciado en Sanlucar y en Carmona, De mi signo actual digna corona, Muerto electoralmente, y casi muerto, Aunque esto no es tan cierto, En la parte carnal de mi persona; Tus letras macarrónicas recibo, Siendo tal de mi cólera el tesoro, Que desgarro el papel cuando te escribo, Como ya se contó de Tarfe el Moro.

¡ Dichoso que en el repuesto abrigo De tu heredad campestre sin testigo,

478 Las pasiones del mundo removidas, De Senados y Cámaras te olvidas, Y de elecciones hablas Cual de las Doce Tablas. ¡ Dichoso al menos que en libros piensas, Donde abrir anchos cauces A esos que erumpen por las ígneas fauces De tu volcanizada fantasía, Manantiales sin fin, fuentes inmensas De alta y honda poesía ! Yo ¡vive Dios!, aunque a las veces vibro Los rayos de este bárbaro trisulco, Yo no serví ni para hacer un libro, Yo no serví ni para abrir un sulco En el campo común. ¡Oh caro Antonio! Ni me hables del Poema del Demonio. Estos dos largos siglos, que no años, De dolores tamaños, Corroyendo el metal de mi intelecto, Han venido á acabar con mi proyecto De dar fin á este Oficio de Difuntos De la Europa y sus pueblos, todos juntos. ¿Ni qué añadir podría Si cumplida está ya la profecía? ¿Si vino Atila, si murió la Francia, Si tras la Francia morirá la Europa, Si mi estómago es todo repugnancia Al ver en su cadáver esa tropa, No ya de las germánicas legiones, Sino de comediantes y de histriones , Bárbaros femeninos, Que son los verdaderos asesinos,

479

Y hoy danzan en la Francia mortuoria El can-can de la historia?

¡Ah! sí. ¡La Europa muera! ¡ Muera la vil ramera ! ¡ Sea Nerón romano Rey del género humano,

Y yo le haré un buen himno, prosa ó verso, Si como á Roma incendia al universo !

Versos tremendos son éstos que hoy hago La bilis causa en bárbaro estrago,

Y salen mis palabras como hebras De sapos y culebras.

Mundano como soy, en yo tengo, No por cuál fantástico abolengo, Cierta pasión que á mi pesar me inflama : Amo á la humanidad como á una dama, Y, cuando acaso meretriz resulta, La ofensa queda inulta,

Y la vuelvo á querer y más la quiero. Yo bien que un antiguo caballero, Al ver su dama infiel, la mataria : Mas por la dama mia

Yo en pasión infinita me embebezco,

Y de matarla en vez la compadezco. Todo mi gran poema

Estriba en este tema,

Y nada, no me curo, Por más que lo procuro.

480

l Qué quieres pues que me suceda hoy dia Cuando, acabado de perder el juicio, Ebria bacante, desgreñada arpía, Viéndola estoy correr al precipicio, Cabalgando con séquito de furias En el monstruo de todas las lujurias? ¿Cuando, al cabo de mil calaveradas, Materia de las crónicas pasadas,

Y entregando á los vientos

La memoria de tantos escarmientos, Viendo, viéndola estoy con estos ojos, De llanto y sangre rojos, A sus hijos los pueblos y naciones, En vez de darles útiles lecciones, Sólo enseñarles guerras y matanzas Con otras aun peores enseñanzas

Y delante de sí, pues ella es fuerte

Y hará esperar la muerte, Uno tras otro desgajando ramos

Del gran tronco de Adán que veneramos, Sin percatarse de sermón ni homilia, Enviar al Campo Santo la familia?

¡ Ah ! Mentira parece ,

Y es síntoma del mal que nos empece,

Y que delata la común miseria, Que tratemos de risa esta materia. ¡Y nosotros, los bravos liberales, Decretamos los pueblos inmortales! ¡ Y llamóse retórica y poesía

481

El decir que la Europa se moria!

Pues digan ¡vive Dios! qué es lo que pasa

En la vecina casa.

Éste es el primer duelo

De los que guarda el cielo,

Y al paladin latino

Le arrancaron la espada del destino.

Ciega ella y ciegos todos

Por diferentes modos,

Francia cayó, la vencedora Francia..

Italia, libre y una,

En la cumbre mayor de su fortuna,

Tropieza en la vastísima ruina,

Ruina humana y divina ,

De aquella instgucion que fué su cuna

Y que tumba será de todo un mundo,

Mas no tumba de Dios España, España,

Cuyo amor yo con otro no confundo

Como aquestos modernos Fenelones

Que en sus humanitarias religiones

No tienen patria ya, la fiera España,

La entre todas potente monarquía

De aquel siempre glorioso Carlos Quinto

Que, feliz en la paz y en la campaña,

Esta Europa católica erigía

Cuyo trono en Sedan hoy se desploma;

España también sufre la sentencia

31

482

Que condena á incurable decadencia Las hijas primogénitas de Roma. Adiós ¡grandeza del latino suelo!

Y qué ¿no habrá venganza contra el cielo? Pero la hay, caro Antonio,

Y ésta que no es broma. Mi demonio Que en su mefistofélica ascendencia

Con la gente tudesca se acomoda,

Y ha establecido ya su residencia En Alemania, la nación de moda, En frente del palacio culminante

Del nuevo Carlos Quinto protestante,

Que esto es el alto Emperador en suma

En los campos de Francia proclamado,

La estatua colosal ha levantado

De aquel que hizo esta espada con su pluma,

De Hegel que, embozado en su misterio,

Es un Voltaire más serio,

El Voltaire de Alemania. Y no te asombres

Que yo junte estos nombres, m

Por más que algún filósofo encrespado

Proteste contra tal analogía :

Dejemos los filósofos á un lado,

Que más que ellos yo filosofía.

Voltaire que destruyó el catolicismo,

Llegel que destruirá el protestantismo,

La misma Iglesia, aunque distinta secta,

Filiación de Luzbel por línea recta,

Voltaire es de la Francia el asesino

Y Hegel lo será de la Alemania. ¡Grandes asesinatos del destino Que atestiguan la insania

483

De las que el mundo modelar queremos A los libros que hacemos , Y, náufragos de un viento soberano, Predicamos su error al Océano.

¡ Ah! ¡La patria otra vez, la patria cara Que, á la merced del popular sufragio, A optar hoy se prepara, Como entre el rudo escollo y el naufragio, Entre la dictadura y la anarquía

¡ Oh ! Si aun volviese a amanecer aquella

Que de la Europa iluminó un momento,

De paz y libertad dichosa estrella,

El limpio firmamento!

Mas se eclipsó en su aurora,

Y no es de libertad ni de ventura

El astro funeral que alumbra ahora

La ya casi entreabierta sepultura

De esta Europa infeliz. Esta es la hora,

Por Dios y por los hombres maldecida,

En que, al cumplirse los fatales plazos,

Los pueblos van cayéndose a pedazos

Como carne podrida :

En que las desatadas muchedumbres

Engendran de sus mismas podredumbres

Monstruos de una bestial bufonería

4§4 Ciue hacen de ellos después carnicería. ¡Tiempos de honda irrisión, tiempos malignos En que los dignos son los más indignos,

Y en que dictan la ley á los humanos Los reyes del cadáver, los gusanos! Ni ¿qué pueden aquí voces humanas? Levantaos, tempestades soberanas,

Y extended vuestras alas giganteas Cual sudario final. Precipitaos, Fúnebres vientos del humano caos Que sobre las naciones europeas Os cernís otra vez como en los dias

Del mundo indiano y del romano mundo; Vuestro eco gemebundo, La voz de la sentencia, Es la única elocuencia Que hoy á la triste humanidad conviene : La voz de la expiación que sobreviene. Hora es ésta de Dios, hora suprema Del último anatema,

Y aquí toda palabra está de sobra : Dios no habla, sino obra.

Mas lleguemos al fin, si esto fin tiene; Porque esta Musa mia, Tan cierta en la ocasión como tardía, Agota los raudales de Hipocrene Cuando le llega de cantar el dia. Lo mejor es que, cuando así te escribo, Lo que hago en puridad, según percibo, Es al poema retornar de antaño,

485

Con cuyo dulce engaño Veinte años en la vida retrocedo : Librarme de ellos es lo que no puedo. Pero está bien patente el testimonio : Tan encarnado en llevo al demonio

Y es tal nuestra amistad y simpatía, Que, supuesta la histórica abastanza Que me dio en aquel tiempo su privanza,

Y mi averiguación honda y completa De su influjo en las cosas del planeta, l Quién sabe ¡ voto á Dios ! si todavía Este pobre mundillo que él decia,

( Hablando solamente De Oriente y Occidente,

Y Norte y Mediodía,

Porque por lo demás él no es tan necio

Que ose al mundo tratar con menosprecio);

¿Quién sabe, digo yo, si, renovadas

Las memorias pasadas,

Este pobre mundillo (y lo repito,

El diablo, que á su modo es un bendito,

Al explicarse así sólo incluía

Los hombres, las mujeres

Y el resto de los seres,

Pues él, en vez de profesarle grima,

Al mundo siempre tuvo en mucha estima,

Y á veces, en señal de acatamiento, Hasta solia darle tratamiento); Pues bien, digo y prosigo,

(Y no dónde estoy ni lo que digo);

En fin, ¿quién sabe, Antonio,

(Y éstos que son versos del demonio),

486

Si, volviendo á pesar de los pesares

A mis viejos relatos familiares,

Este mundo, mundillo ó lo que fuere,

Esta Europa ya muerta ó que se muere ,

Merced a tanto médico tan sabio,

No ha de tener aún la inmensa gloria

De escuchar de mi labio

La peregrina historia,

La historia verdadera

De este gran calavera

Cuyos secretos con terror poseo,

Satanás y Luzbel, más que Asmodeo?

Pero tengamos calma :

No te me insurjas, alma,

Que, pues disciplinar el cuerpo quiero,

Tu disciplina he menester primero.

Calma, y pongamos la soberbia á raya :

Calma, y lleguemos á la dulce playa.

Aliento, corazón, y recobremos,

Ya que no las humanas ambiciones,

La fe, la fuerza, la salud perdida:

Aliento y conquistemos

Los valles que aun nos guarda en sus regiones

El país del ocaso de la vida.

Sí, caro Antonio, al menos

Dado me será hallar campos amenos,

487

Templos de la viril melancolía

Que es del alma serena la alegría :

Está tan accesible en su grandeza,

En su noble abandono tan hermosa,

Casta, pura, genial, naturaleza,

De mi imaginación eterna esposa,

En cuyo almo regazo

Y a cuyo tierno abrazo,

El dicho repetir de mi Asmodeo :

«Compadre, que hay Dios porque lo veo.

488

Á LA INSIGNE POETISA

DOÑA CAROLINA CORONADO DE PERRY,

Ginebra, agosto de 187 1.

Entre las grandes sombras De Calvino, aquel fiero Sectario, más Lutero que Latero; De Descartes, que a escombros reducía El trono de la antigua teología; De Voltaire y Rousseau, sus sucesores, Y como ellos también demoledores De esta feudal, de esta papal Europa Que hoy apura las heces de su copa; De Corina inmortal, Musa del siglo, De Byron, aquel héroe, aquel vestiglo De esta desoladora descreencia Con que hoy lucha en el mundo la conciencia; Entre estos genios cuyos grandes nombres Aun suenan en la mente de los hombres, Dominando con eco prepotente Las tempestades de la edad presente,

He pasado la noche Esta es Ginebra :

Aquí el gran cetro de la fe se quiebra: Verdadero volcan del pensamiento Que de la Europa quebrantó el cimiento. Todos, sí, todos por aquí pasaron

489

Y á otra generación desde aquí hablaron.

Y de levantáronse delante,

Y «¿dónde, les grité, dónde va el mundo?»

Y ellos me respondieron ? «Adelante.»

Y fiero y errabundo Por los fronteros montes

Que cortan estos vastos horizontes, Cruzó Guillermo Tell cual si mirara Esta Helvecia que él hizo con su flecha A ser antemural de tres naciones, Como uno de sus témpanos deshecha En las que el cielo vengador prepara Tormentas nuevas, nuevos aluviones,

Incendios nuevos de la Europa Y luego

¡Oh gigantes, no hombres!

¡ Oh formidables nombres

Que la historia escribió con sangre y fuego !

Aníbal, es Aníbal en la cumbre

Que oprimió con su heroica muchedumbre

Veinte y tres siglos ha, que se levanta

A contemplar cómo en aquellos dias

El duelo á muerte, el holocausto horrendo

De pueblos y de razas, y extendiendo

Ambos los brazos, uno al Océano

Donde impera Albion con su tridente,

Otro al confín lejano

Donde se juntan Septentrión y Oriente,

Cual si ya viese el venidero estrago,

« ¡ Otra Roma! » prorumpe , « ¡ Otra Cartago ! »

Y otro, otro Aníbal Napoleón ¡Oh pena!

Apagado a sus pies el sol de Jena,

Y cubierto de un Velo mortecino

490

El gran sol de la historia, el sol latino; De sus ojos atónitos delante, Con la espada germánica en el seno, Rendida, desangrada, palpitante,

Y ya arrancado de su flanco el Reno, Aquella Francia que en triunfantes sones La gran nación llamaron las naciones; Napoleón con su inmortal tristeza Contempla a Europa, dobla la cabeza,

Y ahogando el ¡ay! del pecho diamantino, Exclama en su impertérrita agonía :

« Fui un ciego instrumento del destino » Y cumplida está ya la profecía. »

Tales versos surgieron en mi mente Al llegar Carolina á estos lugares, Cual brota de entre peñas un torrente Que arrastra los que encuentra en su vertiente, Piedras, troncos y aludes seculares. No son ¡ah! no, primaverales risas, No son panales de estival colmena, Jugos de flores, hálitos de brisas Cual los que liba Extremadura amena Del labio seductor de sus poetisas. Mas es la sola voz que algo responde A lo que aquí en mi espíritu se esconde, Y, pues antigua deuda á time obliga, Tuyos son y á van , mi dulce amiga. Ni ¿cuáles para fueran mejores, Si á la raza genial de las Corinas Familiares le son como las flores

491 Del pensamiento humano las espinas?

Y aquí hay flores también. Este es un valle Que se abre en larga y anchurosa calle Entre los brazos del famoso Jura

Con el lago de Leman por cintura. Detras, aquí á espalda, Como almohadón de rústica esmeralda, De sombrío verdor, de tinta oscura, Con la risa del sol risueña ahora, Una extensa montaña en cuya falda, Despierto como el ave con la aurora, Bebo el aire y la luz del nuevo dia Cual si fuera una copa de ambrosía. En derredor y enfrente, Donde vi alborear al sol naciente, Otro monte, otra sierra, no cual ésta, Toda ella de boscaje engalanada, Mas de terriza y cejijunta cresta, Con pellones de nieve salpicada;

Y otras y otras detras, y otras encima En escala que al cielo se sublima, Reverberando con su hielo eterno

El sol de estío como el sol de invierno,

Y formando en los ámbitos distantes Plateadas y doradas cordilleras Coronadas de nubes flameantes, Cual los petos y cascos y cimeras De un ejército inmóvil de gigantes. ¡Los Alpes con sus altas pesadumbres!

¡ Los Alpes cuyas cumbres son las cumbres De la historia de Europa! Alguna, alguna ¡Oh ley que el mundo apellidó fortuna!

492

Aun está reflejando las vislumbres De aquellos napoleónicos cañones Con que ya no habla Francia a las naciones.

Y el San Bernardo allí ¡Gloria más alta!

La tempestad que al peregrino asalta,

La nieve con su sordo precipicio, El santo monje, el religioso hospicio, La esquila en el silencio resonando, El heroico mastín simbolizando Le caridad de Dios

¡Oh Carolina! ¡Qué cuadro para tí! Mas, ¿y las flores? Baja conmigo de la cumbre alpina

Y las verás. A mi derecha mano, Allá donde el fogoso meridiano Vierte todo el raudal de sus fulgores , Ginebra, de colinas rodeada,

Cual la náyade antigua reclinada, De auras y de olas al sonoro halago, En las orillas de su hermoso lago : Su lago que se extiende al pié del Jura Cual la cinta de un ramo de verdura,

Y ensanchándose el Bóreas con los montes Se confunde en los vastos horizontes :

Y el valle con sus senos y sus lomas,

Y su floresta de variadas tintas,

Y sus vides y mieses alternadas;

Y entre calles de albe'rchigos y pomas Limpias aldeas y lujosas quintas Blanqueando por do quier como bandadas De palomas posadas;

493 Y, el arte aderezando la natura En aquesta mansión en donde moro, No ya feudal, anti-feudal castillo, De una colina en la modesta altura, Con galas de selvático decoro Como afiligranado canastillo, O ya cual canapé voluptuoso De la divinidad de estos lugares, Convidando al deleite y al reposo En las horas del sol caniculares; Vasta terraza en derredor cercada De elegante y marmórea balaustrada, Donde en lechos y arriates opulentos Que recuerdan las fábulas idalias, Asoman con rubor los pensamientos, Se esponjan de placer las frescas dalias, Irgue el clavel su frente Como el amor ardiente, Y con regio ademan dicen las rosas Que ellas y ellas no más son las hermosas; Donde la sangre de la madre tierra, Manando á borbotones de la sierra En perenne raudal, mantiene viva La varia copa de la flora estiva, Mientras teje el otoño la corona De la antigua Pomona; Donde á templar la atmósfera sedienta, Limpiando con su lluvia del verano La veste aridecida y polvorienta, En nubes que se tocan con la mano, Pasa como un buitre la tormenta; Donde en fin, Carolina, entre acopados

494 Alamos y otros árboles mayores Que el suelo brota ó que la industria cria, Brillan en flor arábigos granados Que, aunque en ellos no cantan ruiseñores, Me recuerdan mi ausente Andalucía.

¿Qué más te he de decir? Malgrado mió Que con su ardiente sol prefiero á España, Luchando por vencer á esta alimaña Que me priva de gusto y albedrío, Aquí me tienes lo que dure estío;

Y cuando allá en Diciembre ó en Enero, Si ya en balde no espero,

Junto á esa tu amigable chimenea Que, siendo tan moderna cual eres, Guarda algo aún de aquel hogar antiguo Ante el cual con amor yo me santiguo Como el menos moderno de los seres; Cuando allá en nuestras noches discutamos Si es viejo el mundo ó si aun está en la infancia; Te diré de las cosas de esta Francia Que ayer todos cual ídolo adoramos

Y de quien hoy ya todos renegamos

Cual Pedro del Señor ¡Oh Carolina!

De esta Francia que ayer fué la heroína

Y hoy es la mártir de la grande idea

Yo tuve este cruel presentimiento,

Y en vano á su terrible cumplimiento Engañarse el espíritu desea. Apenas á París llegado habia,

Una imagen fatal me perseguía,

Y la reciente historia recordando,

495 La planta en su vagar me fué llevando A la plaza do estuvo el monumento De la antigua victoria, hoy vencimiento. Alta noche era ya. París dormido Parecía lanzar como un quejido; Llegué, y mis ojos sin querer se alzaron, Pero ni estatua ni columna hallaron ; Sólo en la oscuridad se distinguía, Fiero, mudo, solemne en su tristeza, Aun de pié el pedestal. Me parecia Que a mis plantas tenía

La Francia sin cabeza

Pero allí estaba él El, el que en vano

Lanzar intentarán de su memoria Rebeldes pueblos ó proscriptos reyes : El que de un pedestal más soberano No podrán derribar, el de la historia, Civiles turbas , militares greyes : El que en los Alpes levantarse veo, El que por todas partes se levanta Del siglo en la cerviz puesta la planta : Aquel, no el grande, el solo, el Prometeo

De la Europa caduca Y de repente

Volvió París á arder, volvió el germano Canon á resonar, y á los fulgores De aquellos incendiados monumentos Que, como espectros con funéreas teas, Proyectaban sus luces ciclópeas Sobre los campos de Sedan sangrientos, Y al son de aquella ronca artillería Que nuevas guerras á Occidente augura; En el desierto pedestal volvía

496 A alzarse aquella típica figura, No de corona imperatoria orlada, No del manto cesáreo ataviada, Mas de aquel traje militar ceñida, Como en la mente le quedó esculpida . A Francia, á Europa, al universo entero, Con el cincel de su fulmíneo acero. Se alzó y «¡Oh Europa!» prorumpió, y callado Todo quedó como si hablase el hado : «¿No recuerdas mi voz cuando al bramido ))Del Ponto equinoccial que en Santa Elena, »Cual fúnebre sirena, )) Acompañaba mi postrer gemido, »Eco ya de otra voz más soberana ))Que en mi postrera soledad oia, )> Serás republicana »0 cosaca serás, te repetia? )) Medio siglo fué el plazo, »Y el plazo y la sentencia se han cumplido : ))E1 monstruo que se engendra en tu regazo, «Descubriéndote irá todo el sentido. )) ¡ La eterna ley ! Así desaparecen »Los imperios del mundo. Así perecen, »No sólo las naciones, »Las civilizaciones.

))Yo te puse ¡oh Europa! en el camino. »¿De qué me sirvió ver lo que veia? ))Fuí un ciego instrumento del destino, »Y cumplida está ya la profecía.))

ÍNDICE.

Páginas.

Prólogo

Para una colección de los primeros de estos versos que debió hacerse

en 1844, soneto 1

La noche 2

La fiebre n

Dios 15

Ajusta t . . . 16

Meditación religiosa 22

Al sol, soneto 29

La entrada del invierno. .,..,, 30

Venecia. 1 35

IJ 42

El ramo de flores 48

Himno al sol 50

El insomnio, soneto 58

Invocación , 59

Las Cruzadas. 1 69

n.. . 74

Monotonía 79

La primavera, soneto 82

Clasicismo y romanticismo 83

El crepúsculo 94

Al padre fray Manuel Sotelo (1839) 102

Napoleón en Santa Helena, soneto 106

Al convenio de Vergara (1839) 107

A la guerra de Oriente (1839 y 1840). I. Introducción. I!3

II. Mehemet Alí 121

III. La Europa en Oriente 126

IV. El árbol de la humanidad 131

A Roma, soneto 134

En el campo 135

Octavas 141

La nueva Musa 143

La historia, soneto 157

La tempestad 158

Leyendo á Horacio 162

500

Páginas.

Áfllvira 171

Canto bíblico 173

El cristianismo, soneto 180

Al ejército español (1840) 181

Á Napoleón (1840) * 189

A D. Juan Donoso Cortés (1 841). . 196

El desaliento 202

El aquilón, soneto 208

El fantasma 209

Don Quijote, romances. 1 214

II 222

La rosa, soneto 230

El dia de otoño 231

A la reina doña Isabel II (1842) 244

La tribulación, soneto . .252

El Alcázar de Sevilla ó las Dos Españas (1842). 253

El descote, soneto 280

A Laura. 281

El oso 287

A Clío. Traducción de Horacio 303

A Postumo. Traducción de Horacio. 303

La vida del campo. Traducción de Virgilio 305

La muerte de Príamo. Traducción de Virgilio 311

Monólogo de Hamlet. Traducción de Shakspeare 314

La muerte del rey Duncan. Traducción de Shakspeare 316

Mitología 330

A Salvador (1 85 1) 334

Á Mirabeau (1851) 340

A Quintana (1 85 1) 346

Un diablo más, poema. Prólogo 357

Himno 381

Primera parte. Epístola I. La revolución de Francia en 1848. . . . 383

Epístola II. El Dos de Diciembre 395

Epístola III. Cadáveres. ^ 416

Trozos ya publicados. El nuevo Atila 445

Á Dante 455

Himno al Mesías 462

Apéndice. La nueva inspiración 4^8

Á D. Antonio Ros de Olano 477

A doña Carolina Coronado 488

Al natalicio de Cervantes, soneto. . : . 497

ERRATAS.

Página. Verso. Dice. Léase.

3

15

9

3

14

1

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2

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10

483

1

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pesados terribles

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corre corra

la tristeza en la tristeza

infunde infunden

horas serenas de horas serenas

otros colores otras regiones

sobre el junto al

no ni

Garnica Guernica

Lleva ante Arrollaban

esa ese

laureles doseles

su planta la planta

sus naciones á las naciones

trono tronco

Miradle Miradla

a en

Lanza Lanza ya

sus.. . tus

naciones pasiones

de Europa á la Europa

Tu sien despavorida en su regazo. . Su sien despavorida en tu regazo

junto junta

pabor palor

á tu al

á Europa Europa

Mas no, no, que soy yo. . . . Mas no, que no soy yo.

Y su éxito ser él mismo. . . . Y ser su éxito él mismo

loco locos

Una de las tres diosas En una las tres diosas.

zagalón trujamán

Yo el viento soy Yo soy el viento

Ni No

No Ni

un su

llama espada

cuna mi cuna

Yo. ... No

de del

las los

I

497

AL NATALICIO DE CERVANTES.

Abril de 1872.

Pasaba por la plaza del Congreso Y le dije a la estatua de Cervantes (Esto con venia y humildad bastantes A graciarme un varón de tanto peso) :

«Pídenme, seor Miguel, al gran suceso »De vuestro natalicio himnos triunfantes; ))Mas las musas están recalcitrantes, »Y he menester que me avivéis el seso.»

«Decid)), me respondió con faz severa, «En limpios mas desnudos estrambotes ))Que, si aquestas vegadas yo naciera

»En que lleva el honor tantos azotes, «Quijotes como antaño no escribiera, «Escribiera más bien Anti- Quijotes.»

FIN.

3*

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